CAPÍTULO 08

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Charles no había ganado. De hecho, había perdido una posición contra Checo Pérez y Max Verstappen había obtenido la victoria con una abrumadora ventaja. Al final, se había parado en el podio en tercer lugar, y Larissa no lo culparía por estar tan molesto como para enviarle un mensaje para cancelar sus planes posteriores. Sería básicamente masoquista de su parte mirar la repetición de una carrera en la que no le había ido bien y, además, traducirle todo a Larissa a un lenguaje apto para dummies.

Pese a todo, ver a Charles caer una posición no había hecho sino reforzar la idea de Larissa de que él era uno de los mejores y estaba destinado a ganar un campeonato. El ritmo de los dos autos de Red Bull había sido vertiginoso, con una velocidad que ningún otro podía aspirar a alcanzar, y Charles había hecho lo posible para seguir su ritmo, y había sido el que más cerca había estado. No podían pedirle milagros si el auto era incapaz de hacer milagros, ¿verdad?

Con un suspiro, Larissa se dejó caer en la cama. Había dejado el circuito temprano, al mismo tiempo que casi todos los del departamento de medios que no habían sido asignados a mensajes postcarrera, videos de los fanáticos y demás. No había visto motivo en quedarse cuando su padre y George estarían ridículamente ocupados y ella no conocía a mucha gente allí además de ellos. Sus compañeros de trabajo no estaban muy interesados en interactuar con la hija del jefe que se había ganado un puesto importante a través de nepotismo.

Tomó su teléfono y abrió Instagram, inmediatamente acudiendo a husmear en las historias de la cuenta de la escudería Ferrari. Deslizó el dedo a través de la pantalla, mirando las fotografías de las mareas de gente vestidas de rojo, de Charles en el garaje subiendo a su auto, de Carlos Sainz llegando al paddock con una perceptible expresión de dolor (producto de una reciente cirugía de emergencia que lo había dejado incapacitado para correr ese día) y unas tomas sonrientes de Ollie Bearman, la joven promesa de Ferrari que había corrido reemplazando a Sainz ese día.

Pensándolo mejor, ni siquiera estaba segura de en qué habían estado pensando ambos al decir que "se verían más tarde" cuando la carrera iniciaba a las 8 de la noche. En esos momentos ya eran las 11, y seguro los pilotos apenas debían estarse desocupando. En el mejor de los casos, si Charles hubiera ganado, habría tenido una emocionante fiesta para festejar su victoria, y no la voluntad para sentarse con ella a explicarle todo lo que había pasado. Desde el comienzo había sido un plan destinado al fracaso.

Aún así... No podía evitar sentirse algo decepcionada.

Se levantó de la cama y tomó un pijama de su maleta. Un simple short con una camiseta demasiado grande para ella, su ropa interior y entró al baño a tomar una ducha. Se había bañado en la mañana, pero había sudado durante el día, y sabía que no podría dormirse con esa sensación en la piel.

Tomó una ducha rápida, y cuando salió y se cambió, el cabello mojado le humedecía la blusa por la espalda, así que se estremeció al verse expuesta de nuevo al aire acondicionado de la habitación después de haber estado encerrado en el baño cuyos vidrios se habían empañado muy rápido después de que el agua caliente había empezado a correr.

Larissa recogió el teléfono de la cómoda y notó que tenía una notificación de hacía dos minutos, un mensaje. Un mensaje de Charles.

"¿Estás despierta?" decía el texto que él le había enviado.

Ella sonrió mientras se sentaba en la cama, cruzando sus piernas.

"Así es" escribió Larissa, pero luego dudó, sin saber si felicitarlo por estar en el podio era lo correcto o lo haría sentir disgustado.

La respuesta de él llegó inmediatamente después de que ella había enviado su mensaje.

"Estoy en tu piso, pero no tengo idea de cuál es tu habitación" dijo Charles.

Larissa se paralizó. ¿Qué mierda...?

Bueno. Tenía sentido que supiera cuál era su piso, porque ella se había subido al elevador con él dentro, debió haber sido entonces cuando se fijó dónde se había detenido el ascensor. Aun así...

Aun así, no tenía sentido detenerse demasiado a pensarlo, sabiendo que ella le abriría de todos modos.

Se levantó de la cama, se colocó sandalias y se miró fugazmente en el espejo. El cabello lo tenía desordenado a pesar de estar cepillado, y se veía un par de tonos más oscuro de lo habitual por estar mojado, la piel sin embargo se le notaba bastante limpia y por alguna magia de la iluminación, no sentía como que le hiciera demasiada falta el maquillaje. Se había visto mucho mejor en otras ocasiones, definitivamente, pero también se había visto peor así que no se quejaría.

Recorrió su suite a paso rápido hacia la puerta de su habitación, quitó el seguro y abrió, mirando afuera.

Charles estaba parado al fondo del pasillo, junto al ascensor, mirando incómodamente su teléfono. Con un pantalón de mezclilla demasiado grande y la camiseta roja de Ferrari.

—Es un poco escalofriante que recuerdes el número de piso de una desconocida, solo digo —dijo Larissa, mirándolo.

El alzó la vista para verla y le sonrió.

—Memorizo una decena de planes para Ferrari cada semana o dos semanas y debo recordarlos todos mientras conduzco a trecientos kilómetros por hora, recordar un número de piso no es tan complicado. Lo habría olvidado rápidamente si la persona que se subió en ese piso no hubiera sido la hija de Toto Wolff que me hizo firmar su gorra de Mercedes.

—De acuerdo, me convenciste. No llamaré a la policía. ¿Pero qué haces aquí?

Él sonrió y se paró más recto, con las manos detrás de la espalda.

—Creo que teníamos planes.

Larissa agradecía que su cerebro funcionara más rápido que su boca porque la réplica de "pero esos planes eran en tu habitación" estuvo peligrosamente cerca de escapársele. Y habría sido un comentario que se habría recriminado por el resto de su existencia.

—Son las 11, y tú estuviste dando entrevistas la última hora, y dos horas antes de eso corriendo un auto ridículamente rápido. Honestamente creí que preferirías llegar al hotel directamente a descansar, por eso estoy en pijama.

—El resultado de hoy no fue lo que esperaba. Cometí errores, y el auto de Red Bull era demasiado rápido, con un ritmo y precisión impresionantes. Estar solo no me entusiasmaba, e irme a festejar mucho menos.

Larissa miró el interior de su habitación de reojo.

— ¿Quieres pasar? —preguntó ella, tomando la decisión rápidamente—. Mi cerebro absolutamente no procesará información nueva sobre la Fórmula 1 por hoy, pero podemos ver una película.

Sí, bueno, su padre sufriría un infarto si descubría que ella hablaba con Charles Leclerc y que apoyaba activamente a Ferrari, así que, tenerlo en su habitación no podía empeorar las cosas demasiado.

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