Por el enmarañado de pasillos infinitos, la pestilencia me sugería proximidad al corazón del lugar. Entonces lo vi, horrendo como imaginé que sería, recostado sobre un colchón de huesos; y, tras contemplarme con cierta desidia, hablóme así: «si tú no gritas, acércate, conversaremos, ya no soporto la soledad».
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro