Aquella pérdida que se produce cuando pierdes a un ser amado, un ser importante en tu vida, un ser humano, que sabes que sin él o ella, la vida no vuelve a ser la misma, es un antes y un después en nuestras vidas, es una parte de nuestra alma que no vuelve a ser la misma.

Pero más allá de esta pérdida, existe la pérdida que surge de nosotros mismos, cuando esto sucede, esa parte nunca vuelve, por más que te aferres a esas memorias, jamás vuelven, la perdida no solo constituye a un duelo intermitente sobre nosotros mismos, sino la capacidad que tenemos de cambiar la perspectiva a esta perdida.

Si es cierto que te perdí, que te perdimos, pero se, que no es una pérdida total cuando vives en mis recuerdos, cuando te escucho en mi segundo nombre, cuando te veo en los consejos de mi mamá, en las risas de mi tía y en las palabras que nos decías.

No es perdida, cuando sé que nos reencontraremos, no es perdida cuando te veo en sueños y no es perdida cuando te veo en las palabras de mi madre.

Mientras nos vemos, nuestra perdida no es perdida si sigues viva en mis recuerdos.

Atte. María Velasco