Capítulo XL: "Para mí valen porque me los diste tú"

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Abrió los ojos y se encontró con una vista extraña: el techo era una estructura semitransparente, tal si estuviera hecho de agua, pero que no goteaba ni lo mojaba. Resplandecía con un leve fulgor que irradiaba calidez y luz. Después recordó a Karel y la barrera que había hecho.

Se incorporó y una leve punzada se asentó en sus sienes. Cuando tragó le dolió la garganta, se llevó la mano al cuello, donde el gigante lo había apretado hasta casi asfixiarlo.

Suspiró. Seguía vivo y no sabía si dar o no las gracias por ello.

Frente a él, Karel dormía apoyada su espalda contra el domo plateado similar a agua. Ya no llovía y el sol parecía brillar con fuerza afuera.

Gateó hasta el príncipe dormido y lo observó: las cejas largas y oscuras, relajadas debido al descanso; las pestañas negras que caían sobre las mejillas de piel broncínea; los labios rosados entreabiertos. Quería tocarlo, despertarlo y que lo abrazara, que lo besara, apoyar la cabeza en su regazo y volver a dormir con la seguridad de que todo estaría bien mientras estuviera junto a él.

Sacudió la cabeza un poco, como si así pudiera apartar de su mente los pensamientos y deseos imposibles. Se mordió el labio y zarandeó al príncipe ligeramente. Karel despertó casi de inmediato.

—¿Qué ocurre? —preguntó abriendo de golpe los ojos ambarinos—. ¿Te sientes mal?

Lysandro observó con un poco de culpa su rostro, pálido y ojeroso.

—No —le respondió lacónico—. Ya no llueve.

—¡Oh! —Karel se talló los ojos y observó brevemente a través de la barrera—. Tienes razón. Será mejor que nos pongamos en marcha. ¿Crees que puedas caminar?

—Me siento bien. No soy un inútil. —Se mordió la lengua por lo que acababa de decir—. Lo siento.

—Está bien.

El hechicero deshizo la barrera y el bosque apareció ante ellos: verde y húmedo por la lluvia reciente, las hojas destellaban, del suelo ascendía el petricor. Lysandro aspiró profundo y se llenó con la fragancia que lo rodeaba. La calidez del sol acariciaba su piel. Era como si el horror de la batalla jamás hubiera pasado.

—La tormenta ha dejado un hermoso día tras de sí —dijo el príncipe con una breve sonrisa—. Vamos.

Buscaron el cauce del río. Decidieron seguirlo de vuelta a Nuria y de allí continuar al sur, hasta salir de Vesalia. Ambos calcularon que a pie todo el viaje les tomaría media lunación.

Pasado el mediodía continuaban caminando, no habían cruzado más que cortas frases como: «ten cuidado»; «no pises allí»; «sigamos por acá». Karel, aunque amable, era distante. Se suponía que Lysandro debía estar complacido de que al fin el príncipe entendiera que entre ellos no debía existir nada, pero no era así. El escudero se sentía inquieto, no le gustaba su indiferencia, ni la lejanía que sentía en su trato.

—Deberíamos parar un momento y descansar. —Karel se dio la vuelta y lo miró brevemente, sus ojos verdes se posaron sobre él menos de lo que lo haría el breve aleteo de una mariposa—, también comer.

Lysandro suspiró.

—De acuerdo.

—Iré a pescar algo.

El joven lo vio alejarse. No podía entender sus sentimientos. Debía conformarse con que las cosas fueran de esa manera, no tenía sentido anhelar más cercanía. Se mordió el labio y tiró fuerte de su cabello intentando alejar de su mente y corazón la zozobra que sentía. No era justo que los dioses lo situaran allí, con Karel.

¡Una maldita tortura! Su vida no era otra cosa que eso.

Se levantó dispuesto a recoger yesca para encender una fogata. Alrededor de una sexta después, regresó el hechicero con varios peces. Sin hablar más que lo necesario, el joven escudero se los quitó de las manos, los preparó, los atravesó con una vara y comenzó asarlos.

Ambos se sentaron alrededor de la fogata, cada uno asando un pescado. Lysandro ya no soportaba el silencio, ni la distancia entre ambos.

—Háblame de Augsvert —pidió no muy seguro de si entablar conversación era una buena idea.

El príncipe levantó el rostro y lo miró, desconcertado.

—¿Cómo dices?

—Me gustaría que me contaras cosas del reino de los sorceres, dónde vivías.

—¡Oh! Pues... Augsvert es... diferente.

—¿Es más bonito?

—¿Más bonito que Vergsvert? Creo que sí, es más bonito. —Karel sonrió mientras le daba vuelta al pescado. A Lysandro le gustaba verlo sonreír, cuando lo hacía su cara se iluminaba—. Estudiaba en lo alto de una montaña, el paisaje ahí es hermoso. Hay árboles frutales rodeando el palacio Adamantino, el sitio donde estudiaba. A pesar del frío, esos árboles nunca dejan de florecer ni dar frutos. Muy cerca hay una cascada: Ryksfors, es como si estuviera hecha de cristal, tan transparente que puedes ver a través del agua los peces de colores nadando. Debido a la espuma suspendida en el aire, siempre hay un arcoíris allí. —La sonrisa en su rostro se amplió hasta que sus ojos lucieron más pequeños, pero también más claros y brillantes—. Mis amigos y yo íbamos después de clases. Nos gustaba mucho nadar.

—¿Lo extrañas? ¿A Augsvert, a tus amigos?

Karel levantó el rostro y lo miró a los ojos. Las llamas que chisporroteaban se reflejaban en ellos acentuando el dorado de sus irises.

—Sí. Por mucho tiempo mis compañeros y profesores fueron mi única familia. —De pronto se echó a reír—. No creas que tenía tantos amigos. No era tan popular, pero algunos de ellos se convirtieron en hermanos. Mira, este hechizo me lo enseñó uno de ellos, mi amigo Erick

La mano de Karel comenzó a brillar intensamente, como si la luz se concentrara en sus dedos. Susurró palabras en una lengua que no entendía y, poco a poco, ese cúmulo de luz tomó la forma de una flor. Se la llevó a los labios y murmuró algo, luego se la dio a Lysandro, todavía sonriendo.

El muchacho la tomó en sus manos, era igual a aquella que le había dado en Illgarorg, cuando lo dejó plantado. Colocó la flor cerca de su oído y escuchó, atento

«Hola».

Lysandro sonrió al oír la voz del príncipe, dar el sencillo mensaje.

—Di «Finna» —le indicó el sorcere— y luego el mensaje que quieres enviar, después la palabra «Vesa» seguida de la persona a la que se lo quieres dar.

Miró la flor en su mano, era cálida y delicada, una pequeña muestra de esa sorprendente magia que él ya le había mostrado antes. La acercó a los labios, siguió las instrucciones y también susurró un hola, aunque el mensaje que quería dar era otro. La soltó y la flor flotó en el aire hasta llegar a Karel, quien sonrió al escuchar el escueto saludo.

—Guárdala contigo. No es muy útil para grandes distancias, pero sirve si te quieres comunicar con alguien que no esté tan lejos.

—Gracias —le respondió Lysandro—. Es el tercer obsequio que me das.

Karel frunció el ceño:

—¿El tercero?

—Los dulces que me llevaste aquella vez. —Lysandro se sacó el colgante de plata de entre la camisa y se lo mostró—, esto y ahora la flor.

Aunque sonreía, las cejas de Karel continuaban fruncidas, también negó varias veces con la cabeza.

—Esos dulces no cuentan, ni esta flor, no son regalos de verdad, pero me agrada que todavía lleves la cadena.

—¿Cómo no son regalos de verdad? ¿Entonces qué son?

—Es decir, si son regalos, pero no son valiosos.

Lysandro parpadeó varias veces y ladeó la cabeza, tratando de entender el pensamiento del príncipe. Durante su vida en el Dragón de fuego era cierto que había recibido regalos, algunos costosos, los cuales sirvieron como pago para las medicinas y las pinturas de Cordelia. Y aunque los agradeció en aquel momento, ninguno le gustó tanto como los dulces o el simple hola que contenía esa flor.

—Para mí valen, porque me los diste tú.

Karel lo miró fijamente y enarcó las cejas, su boca se abrió un poco. De inmediato, Lysandro se arrepintió de lo que había dicho. Carraspeó y apartó la mirada. También cambió el tema de conversación:

—Eh... En Augsvert no hay esclavos, ¿verdad?

Karel tardó un poco en contestar.

—No.

—¿Cómo puede ser eso posible? Si no hay esclavos, ¿quién se encarga de las tareas?

El príncipe sonrió. Los pescados ya se habían cocido, tomó una de las varas y se la dio al escudero mientras él comía de la otra. Luego de tragar el primer bocado, le contestó:

—Se encargan personas a las que se les paga para que lo hagan.

—¡Ah!

Después de todo, ese sistema no era tan diferente al que había en el Dragón de fuego. Allí también les pagaban, aunque casi nunca veían el dinero y jamás era suficiente para comprar su contrato y marcharse. Los Hoors y las heyras debían costear sus gastos: la comida, el vestuario, los instrumentos que usaban, el maquillaje. Si enfermaban debían hacerse cargo de sus medicinas y él, además, pagaba por los gastos de Cordelia y por aquella casa en la que vivía con ella. Mientras existiera un contrato vinculante, nadie podía abandonar al dueño del contrato: el amo.

—Pero no están obligados a quedarse allí indefinidamente —continuó Karel como si le leyera la mente—. Si desean marcharse son libres de hacerlo y con el dinero que han recibido como pago por su trabajo.

—¡Oh! —exclamó el escudero, maravillado—. Augsvert suena como un gran lugar. Ojalá Vergsvert se pareciera un poco, al menos que no tuviera esclavos.

—Podría ser posible, si el rey lo quisiera.

A Lysandro se le amargó en la boca la dulce carne del pescado al escuchar hablar del rey. Ese hombre era la razón de sus desgracias. Miró a Karel, tan inocente del odio contra su padre que guardaba en el corazón, y se sintió culpable.

—¿Crees que el rey algún día accedería a algo así? —preguntó apartando el pescado, haciendo un esfuerzo para que no se le notara la rabia que sentía.

—Cuando todo esto termine y volvamos a Vergsvert se lo plantearé ante el consejo. Pondré de ejemplo Illlgarorg.

—¿Por qué pondrías de ejemplo ese lugar? —Sabía que allí vivía Karel, pero no entendía qué tenía de especial como para convencer al rey.

—En Illlgarorg no hay más esclavos.

Lysandro enarcó las cejas, sorprendido.

—¿Por qué no hay esclavos? ¿Enfermaron? ¿Murieron?

Karel sonrió y negó con la cabeza.

—Illlgarorg está bajo mi jurisdicción. Yo liberé a los esclavos de mi castillo y también a los que estaban en las salinas.

—¿Hiciste eso? —La sorpresa continuaba presente en sus facciones—. ¿Por qué?

—Por qué está mal la esclavitud. Nadie puede ser dueño de la vida de otro, Lysandro. —Las llamas se agitaron debido a la brisa, el príncipe tenía los ojos fijos en ellas mientras hablaba, no lo veía a él, pero sentía su relato cercano—. Obligar a otros a hacer cosas que no quieren, lastimar a alguien por creer que es menos que tú, es abominable.

Permaneció un rato en silencio sin saber qué decir, reflexionando en lo que había hecho el príncipe. Él liberó a todos esos esclavos y era como si hubiera roto también sus cadenas.

—Considero que serías un buen rey —dijo, finalmente, luego se llevó otro bocado—. No sé si hay un dios del destino, o si hay un tejido hecho para nosotros, pero pienso que cada quien debe recorrer un camino. Tienes una idea noble. Muchos dejarían atrás el sufrimiento si tú fueras el rey y así lo quisieras. ¡Liberar a los esclavos! ¡Cuántas veces soñé con ser libre!

—Jensen cree en mí. Opina que sería un buen rey.

—También lo pienso.

—¿Qué sería mejor rey que mi hermano, Viggo?

Lysandro lo miró a los ojos. Había algo en el tono en el que fue formulada la pregunta, cierta ansiedad.

—No conozco mucho al príncipe Viggo —dijo escogiendo cada palabra con cuidado, tenía la impresión de que su respuesta era importante para él—, pero por más experiencia que pueda tener, sus ideas no son como las tuyas. —Lysandro recordó al gaupa y los planes que tenía para él—. No respeta la vida como tú.

—¿Por qué dices que no respeta la vida?

—Cuando fuimos al bosque, él y Ravna querían cazar un animal mágico, un gaupa.

Karel frunció el ceño, se llevó un mechó de cabello castaño detrás de la oreja y se acarició la barbilla.

—Un gaupa. ¿Para qué quería mi hermano un gaupa?

Lysandro hizo memoria y recordó lo que Viggo le dijo en aquella oportunidad:

—Él y Ravna lo buscaban para hacer una pócima que contrarrestara los efectos del nareg.

De pronto Karel se puso muy serio.

—¿Quién te dijo eso?

—Su Alteza, el príncipe Viggo. Atraparon a un gaupa y Ravna haría la pócima. —Agachó la cabeza y titubeó un poco al hablar—. El día que... que me encontraste con Fingbogi, yo salí para liberar al gaupa, no soportaba la idea de que lo sacrificaran, mucho menos para preparar una pócima, aunque tuviera la capacidad de vencer a los modificados.

—¿Consiguieron un gaupa?

—Sí —dijo, dudando al ver la extraña actitud de Karel.

—Un gaupa es una criatura esquiva, es raro que se muestre. Se dice que su savje puede comunicar con los dioses y que otorga la fuerza de uno de ellos si se bebe su sangre. Incluso, hay leyendas que hablan de la inmortalidad. Pero un gaupa no contrarresta los efectos del nareg.

Lysandro estaba perplejo. Realmente, él nunca antes había escuchado hablar de esa criatura hasta que Viggo la mencionó.

Si no contrarrestaba al nareg, ¿para qué lo quería Viggo?

Cuando el primer príncipe descubrió que el gaupa ya no estaba, fue a buscar a Lysandro al campamento, allí lo interrogó un largo rato. El escudero se mantuvo firme y negó en todo momento que él lo hubiera soltado. Al final, Viggo asumió que había sido a causa de los poderes mágicos del animal que este había logrado huir.

—Hiciste bien en liberarlo. Tal vez esa bruja tiene engañado a mi hermano. La magia de Vesalia es diferente, ¿sabes? Mientras los sorceres estudiamos como hacer hechizos y lograr canalizar nuestro savje, en Vesalia recurren a las pociones que usan criaturas mágicas, a encantamientos arcanos y a usar la energía de los muertos. Su magia es más parecida a la magia oscura del dios Morkes. Creo que Ravna pudo haberle prometido a Viggo hacerlo más fuerte o tal vez inmortal usando a ese pobre gaupa.

Lysandro sintió pavor de esa supuesta magia extraña que era capaz de aprovecharse de otros seres vivos. Recordó todo lo que Viggo le dijo sobre su padre y sus sospechas en aquel viaje. ¿Y si le mintió igual que hizo con respecto al gaupa?

—¿Tú confías en Viggo? —le preguntó al hechicero. Necesitaba conocer la opinión de Karel, se había vuelto valiosa para él.

El príncipe lo miró un instante y luego negó.

—No sabría decirte. No me crie con ninguno de mis hermanos, no los conozco bien. No sé qué clase de personas son. Ni siquiera podría asegurar qué tipo de persona es mi padre.

Karel miraba al nuevo pescado que comenzaba a asar sobre las llamas. Mientras le contaba lo que pensaba de su familia, su voz adquirió un tono melancólico. En ese momento, Lysandro recordó aquella vez en la que él le confesó que se sentía solo a pesar de tener varios hermanos. Debía ser duro no saber qué esperar de tu propia familia. De pronto quiso consolarlo, pero se frenó, pues estaba convencido de que hacerlo sería un error.

Algunos arbustos a su alrededor se agitaron, la atención del escudero pasó del príncipe taciturno hacia allá. De manera refleja tomó la espada que tenía a un lado y se enderezó.

—Algo planea Viggo o su bruja —dijo Karel, distraído. Luego, cuando lo vio alerta, añadió—: ¿Qué sucede? —También tomó la espada y miró en dirección a dónde lo hacía Lysandro.

—No lo sé —respondió el escudero—. Algo se movió por allá.

Karel se levantó y se acercó, sigiloso, al sitio que le señaló Lysandro. Eran arbustos que no sobrepasaban una vara de alto. Encendió su poder en la diestra y apartó las ramas. No había nada allí; sin embargo, más allá, a varios pies de donde estaban, algunas ramas crujieron. Karel se volvió hacia Lysandro.

—Deben ser animales. Tal vez el olor de los pescados asados les despertó el hambre.

El muchacho asintió no muy convencido. Cuando Karel regresó a su sitio, lanzó otra mirada hacia los arbustos, en ese instante, quietos.

—Entonces. —Volvió a retomar la conversación y la comida—, supones que Viggo tiene un plan. ¿Un plan para hacerse con el trono?

Karel se hundió de hombros, su mirada continuaba siendo melancólica.

—Tal vez. Nuestro padre desencadenó un enfrentamiento entre nosotros. Me imagino que todos mis hermanos quieren ser rey y usaran las armas que tengan a mano para lograrlo.

—Y tú, ¿qué armas utilizarás?

—Sabes que no quiero ser rey. Solo una razón me llevaría a luchar por el trono.

—Karel, por favor.

—Discúlpame, no quise incomodarte. —El joven príncipe suspiró y se levantó—. Pongámonos en marcha. Debemos avanzar lo más que podamos antes de que caiga el sol.

El hechicero realizó un movimiento con su mano y al instante un símbolo plateado surgió en el aire, el cual fue a estrellarse contra las llamas y estas se apagaron de inmediato. Karel le dirigió una mirada triste antes de ponerse en marcha. De nuevo, sintió el corazón dolerle al ver sus ojos melancólicos. Se preguntó qué estaba haciendo, deseaba cercanía y cuando la obtenía... Se negaba a lo que sentía y quería y eso le traía dolor tanto a él cómo a Karel. Pero no podía, no debía ceder.

Lysandro sacudió la cabeza, tal vez así se desharía del pesar que lo atormentaba. Tomó las sobras de los pescados y uno entero que no se comió y fue a dejarlo entre los arbustos donde antes vio movimiento.

—¿Qué haces? —preguntó Karel, acercándose.

—Dijiste que eran animales atraídos por el olor de la comida, así que tal vez tengan hambre.

El príncipe rio en voz baja.

—Sí, deben tener hambre. Seguramente nos van a seguir, ahora. Querrán que continúes alimentándolos. —Su risa se hizo más alta—. Espero que sean animales pequeños, si no estaremos en problemas.

—¡Oh! —exclamó el joven levantándose después de dejar las sobras en el suelo—. ¡No pensé en eso!

Karel ensanchó la sonrisa.

—No hay por qué preocuparse, seguro serán algunas liebres y roedores pequeños. —El príncipe tomó su mano—. Vamos.

El corazón le palpitó con fuerza nada más que por sentir sus dedos apretarle. Tenía que soltarse, apartarlo, pero la tibieza en su palma se sentía tan bien que no quería alejarse. Así que continuaron por el bosque, tomados de la mano, apartando con la otra las ramas del camino.



***Hola!!! Extrañaban a Lysarel? Espero que no los haya aburrido el capítulo, les digo que los tres que siguen serán dedicados a ellos y su relación.

¿Logrará Karel convencer a Lysandro de que su amor es verdadero?

¿Aceptará Lysandro sus sentimientos?

¿Qué se esconde entre los arbustos?

Esto y más en el siguiente capítulo jajaja.

Yo trato de estar pendiente de cada uno de mis lectores, algunos me alegran con sus comentarios, otros leyendo y votando en varias de mis novelas, la única forma que tengo de agradecerles es dedicandoles capítulos, esta semana son para para EsperanzaLopez202 yovanitacuevas y jandresperez5 Gracias por leerme, espero que sigan acompañando a Lysarel en su historia 3>

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