Capitulo: XXXVI: "Pronto serás libre de nuevo"

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El viaje se prolongó porque tuvieron que seguir más al norte, pues sus compañeros habían abandonado Aldara y avanzaban a la conquista de Beremberg, la capital de Vesalia. Lysandro, Ravna y Viggo llegaron poco antes del anochecer al sitio en el cual se asentaba temporalmente el III Regimiento.

El escudero se encargó de los caballos. Regresar se sentía un poco extraño, tal como si no hubiesen pasado solo dos días, sino lunaciones enteras desde que se marchó. De un momento a otro tenía nuevas preocupaciones en las que reflexionar y promesas que cumplir.

Tristemente, a pesar de todo, la amenaza que representaba Fingbogi continuaba atormentándolo una vez de vuelta en el regimiento. Estaba consciente de que no podía continuar paralizándose frente a él, de que debía vencer el miedo y ese sería el mayor obstáculo a superar.

Luego de concluir sus labores para con el príncipe, fue con su compañía a las barracas, allí encontró a Jakob quien le dio un breve resumen de lo sucedido en su ausencia. Así se enteró de que ni el general Jensen, ni el príncipe Karel se encontraban en el campamento. Ambos partieron casi al mismo tiempo que él a entrevistarse con el rey Severino, habían ido a negociar la rendición de Vesalia.

Lysandro suspiró. Si Karel estaba con Jensen ya sabría que se ofreció a ayudar a Viggo. Tocaba esperar cómo lo tomaría y que no malinterpretara las cosas.

Entrada la noche, el joven escudero permanecía tendido en su catre, insomne. Reflexionaba en todo lo que descubrió durante el viaje sobre su padre, en la bruja, en lo que le dijo con respecto a su futuro y en la extraña misión de cazar al gaupa. En lo concerniente a lo que Viggo le contó y a sus sospechas de que Jensen había contribuido en la tragedia de su familia, no tenía claro qué hacer. No estaba seguro de la sinceridad del príncipe, ni de la inocencia o culpabilidad del general. Pensar en ello lo agobiaba porque decidiera lo que decidiera le ocasionaría dolor.

Su pensamiento vagó, entonces, en torno al gaupa, un problema más fácil de resolver. El animal estaría encerrado en una jaula, aguardando un destino terrible —ser parte de una pócima de Ravna—. Todavía no podía tomar una decisión sobre sus propios asuntos, pero al menos podía hacer algo por la criatura.

Era cierto que enfrentarse a hombres modificados por el nareg era una experiencia aterradora, pero también lo era el hecho de que esos hombres podían ser vencidos. Karel lo había hecho. Sonrió al recordar el valor y la destreza del hechicero durante la batalla. Lysandro confiaba ciegamente en su habilidad, tanto de guerrero como de hechicero, y estaba seguro de que mientras el sorcere peleara, Vergsvert no podría perder. Bajo esa premisa, concluyó que sacrificar a un indefenso animal no era necesario.

Tomó la capa y se levantó, decidido a cambiar el destino del pequeño gaupa.

El campamento yacía en silencio, las antorchas alumbraban las calles que separaban las diferentes secciones dentro del mismo. La luna llena iluminaba el cielo plagado de estrellas y en el bosque, más allá de la empalizada, los búhos y los grillos entonaban su canto nocturno.

Lysandro aceleró el paso hasta llegar a la tienda donde el primer príncipe guardaba sus pertenencias, una vez allí se coló con total sigilo. Como lo supuso, en una jaula se encontraba el pequeño animal.

Sacó de entre sus ropas el frasco que contenía la leche de borag y sirvió un poco en una pequeña vasija que deslizó entre los barrotes. El animal gruñó, agresivo e inquieto, al verlo.

—Shh —susurró el joven—. Calma pequeño. Bebe, pronto serás libre de nuevo.

El gaupa miró con desconfianza el tazón, lo olfateó un instante y observó a Lysandro como si intentara discernir si confiar o no en él. El escudero no sabía qué tipo de propiedades mágicas poseía un gaupa, por eso prefería dormirlo antes de sacarlo de allí.

—Te liberaré, vamos, bebe antes de que alguien me descubra y ya no te pueda ayudar.

El gaupa sacó una lengua larga de color morado y comenzó a beber el calmante, en menos de lo que tarda una brizna de paja en consumirse al fuego, se había dormido. Entonces, Lysandro exhaló aliviado. Al menos no armaría escándalo. De entre sus ropas sacó el pequeño y delgado cuchillo que siempre lo acompañaba y se dio a la tarea de abrir la cerradura.

Luego de un breve instante que a él le pareció eterno, el clic del cerrojo le indicó que había tenido éxito. El joven tomó al animal dormido entre sus brazos y cubrió a ambos con la capa.

Lysandro se apresuró a llegar a la empalizada que rodeaban el campamento.

Antes de abrir la puerta, el vigía le preguntó a dónde se dirigía, a lo que él, sin descubrirse del todo, improvisó una mentira. Le dijo que el capitán Ivar le había encomendado dar una vuelta por los alrededores para verificar que las cosas estuvieran en orden y cada centinela estuviera en su puesto. El guardia no sospechó nada, le abrió y Lysandro salió al exterior con el gaupa en los brazos, ambos cubiertos por la capa.

Anduvo un trecho más o menos largo, buscando un sitio seguro en el cual dejar al animal dormido. A unos doscientos pies de distancia, halló un árbol hueco que le pareció un buen escondite.

—Cuando te despiertes serás libre otra vez. —El joven le sonrió con cariño, mientras ocultaba el hueco con hojas y ramas.

Se dio la vuelta, dispuesto a regresar, sintiéndose satisfecho de haber efectuado una buena acción, pero antes de que hubiera avanzado diez pasos, las ramas cercanas se agitaron. Demasiado tarde se puso en alerta. El filoso acero de una espada se apoyó en su cuello.

—¿Quién sois y qué hacéis aquí? —El atacante siseó las preguntas en voz baja, muy cerca de su oído—. ¿Sois acaso un espía vesalense?.

Cubierto por la capa y si a eso se le añadía la oscuridad reinante, era difícil que el soldado lo reconociera como a uno de sus compañeros. Lysandro levantó los brazos en señal de rendición.

—¡Tranquilizaos! —Muy lento, se llevó las manos a la cabeza y se retiró la capucha—. ¡No soy enemigo!

El joven giró para que el otro le viera el rostro y lo reconociera. En ese momento supo que había cometido un grave error. Quien le apoyaba la espada contra el cuello era Fingbogi.

Maldijo internamente su suerte y cerró un instante los ojos con pesar. A la sorpresa en el rostro del otro, le siguió una sonrisa satisfecha.

—¡Mira a quién tenemos aquí, si es mi hermoso escudero!

De inmediato, el coronel lo sujetó de la muñeca y le llevó hacia atrás, hasta recostarlo de un árbol grueso. Sin perder tiempo, las manos de Fingbogi fueron a parar en la lazada de la sencilla camisa de lino.

No podía, era inútil. Toda su lucha y su determinación por sobreponerse al miedo eran intentos fútiles. El frío paralizador, como de costumbre, se extendió por sus piernas y lo dejó estático, a merced de su agresor, temblando de manera incontrolada.

—¡No, por favor! —suplicó con la voz quebrada.

Era como si no hubiese dicho nada, la espada seguía apoyada en su cuello, mientras Finbogi continuaba con la labor de bajarle el pantalón.

—¡No! —gritó— ¡Dejadme!

—¿Acaso quieres morir? —El coronel detuvo sus manos y apoyó con más fuerza la espada, un dolor lacerante se extendió por su garganta, así como la sensación de un líquido caliente corriendo por su piel—. No me importará degollarte aquí mismo si vuelves a gritar, así que guarda silencio.

Fingbogi terminó de bajarle el pantalón y lo giró, dejándolo apoyado contra el árbol.

Merecía lo que le estaba pasando porque era débil, no era un verdadero hombre. Cerró los ojos, resignado, al sentir la espada contra su nuca y como le presionaba la cabeza contra el tronco.

Jamás se libraría de lo que era.

Eh... Lo de los putazos es con Fingbogi, no conmigo 😅.

Esperemos que esta vez acuda alguien al rescate de Lys.

Los capítulos que he dedicado van dirigidos a miss_snicker BeatrizBaptista963 Otaku_pro_yaoi JeimyFranco8 que siguen aquí, comentando cada capítulo. A dmian_crba que además de esta se ha leído otras de mis novelas, son todos hermosos lectores que no sé imaginan lo feliz que me hacen cuando me escriben lo que les hace sentir esta novela.

La semana que viene continúo con las dedicatorias. Si tienen algún capítulo favorito y desean que se los dedique, este es el momento de pedirlo.

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