Mr. Odioso

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

  Me gustaría darles una idea del espécimen que tenía justo frente a mí.

  Este es Dios creando a Daniel: "Vamos a ver... a este individuo le pondré media cucharada de inteligencia por cada dos de egocentrismo y autoconfianza; le espolvorearé un poco de sentido del humor, pero solo un poco, que hay que ahorrar; agregaré una considerable cantidad de... oh espera... ya no me queda "jarabe de amabilidad", ni modo, esta vez tendré que aliñarlo con "vinagre de mal genio". Por último, añadiré solo unas gotas de belleza... ¡Mierda!... se viró todo el frasco en el caldero. ¡Ya está! ¿Y ahora qué hago con este sensual e imponente hombre? ¡Hum! Hoy estoy un poco enojado con las mujeres de la tierra así que... será homosexual."

—¿Qué quieres? —le pregunté con aspereza desde mi escritorio.

Daniel me miraba desde arriba con expresión inmutable. ¿Este hombre sonreía alguna vez? En cierta ocasión se comentó por los pasillos que tenía una risa hermosa, pero debido a la falta de pruebas concluyentes, solo era una leyenda urbana.

Él me devolvió el mismo tono cortante.

—Olivia está enferma, así que tienes que asumir la cobertura de mañana en el círculo de ancianos.

¿Círculo de...? Miré consternada la carpeta con la información que había dejado caer sobre el buró.

Canalicé toda mi confianza y me aclaré la garganta.

—Te recuerdo que ya no soy tu subordinada a la que bombardeabas con órdenes tiránicas imposibles de cumplir. Mi año de penitencia bajo tu mando... —esbocé una sonrisa de triunfo— ha expirado.

Él se inclinó hacia mí apoyando sus manos en el borde del buró. Las mangas de su traje azul marino se recogieron con el movimiento, resaltando sus tonificados músculos. Unos impresionantes ojos grises me lanzaron un desafío.

—Todo lo que has aprendido en esta estación de radio, me lo debes a mí.

¡Por Dios! Este hombre debía de ser de los que tenían un espejo en el techo sobre su cama para contemplarse mientras follaban.

—¡Ah sí claro! —pretendí estar de acuerdo—. He aprendido muchas cosas "valiosas" de ti. Como hacerme pasar por la madre de aquel famoso niño genio matemático para colarme en nuestra archienemiga emisora, y poder arrebatarle a la competencia la primicia de la entrevista con él. Ese día casi duermo en la celda de una prisión, por no hablar de la demanda que interpuso esa emisora.

En respuesta, él se irguió y me dedicó una mirada de suficiencia.

—Bienvenida al mundo del periodismo radial. Si no tienes las agallas para hacer frente a esa clase de situaciones, entonces te recomiendo cambiar de profesión.

Abrí la boca para refutar pero él me cortó:

—¿Vas a hacer la cobertura o no? —formuló con impaciencia arqueando una ceja.

Sostuve su fría mirada gris en un reñido enfrentamiento telepático.
Apreté los puños con frustración pero, ¿a quién quería engañar? No podía darme el lujo de rechazar coberturas periodísticas.

—Está bien. Lo voy a hacer —cedí a regañadientes pero no pude evitar sacarme la espinita—. ¿He de suponer que esto es una compensación por robarme la cobertura de ayer?

Mi acusación pareció confundirlo al principio, pero luego su entrecejo se alisó en señal de comprensión:

—Trata de ser más rápida la próxima vez, tortuguita.

—¡Que te den por el culo!

Por primera vez, él esbozó una enigmática sonrisa ladeada:

—Sabes que eso no es un insulto para mí. —Arrojó esa última granada a nuestro campo de batalla antes de dar media vuelta y emprender la retirada táctica a su oficina.

Decir que lo odiaba, eran palabras demasiado dulces.

—Es taaaan varonil. —La voz de Susana en el buró de al lado reventó mi burbuja de odio—. No parece homosexual.

Puse los ojos en blanco. No tenía fuerzas para explicarle a Susana que la preferencia sexual no era algo que se notaba a simple vista, y que el hecho de que a Daniel le gustaran los hombres no implicaba que dejara de sentirse como uno.

Abrí con frustración la carpeta con los pormenores de la cobertura de mañana. Debía de ser otra orden sádica de Daniel.

El círculo de ancianos de la calle Aguirre estaría cumpliendo 40 años de fundado y era interés de la emisora dedicar un espacio a las historias de vida de sus inquilinos. Esto sin duda sería la mar de aburrido.

                               ***

—Y yo estaba ahí... en el medio de los tiros... disparando contra los despreciables enemigos. Piu piu piu piu.

Traté de reprimir un bostezo mientras fingía escuchar con atención el relato de un viejo exsoldado norteamericano de la batalla de Playa Girón en Cuba. La grabadora captaba su ronca y gastada voz.

—Pero... —decidí pincharlo un poco— usted llama "despreciables enemigos" a los del otro bando. ¿No cree que ellos pensarían que el despreciable enemigo era usted intentando invadir su país?

—¡Esa isla no es de ellos! ¡Esas babosas clarias comunistas se la robaron! ¡Fin de la discusión! —vociferó con una vena peligrosamente alterada en su cuello.

—Bueno, supongo que depende de quién cuente la historia —concluí con un deje de cansancio y presioné el botón de apagado en la grabadora.

Esta era una de las razones por las que detestaba abordar temas políticos. La realidad era tan moldeable y la supuesta "verdad" era la que esparcían los poderosos. Si un presidente, o una persona de los altos mandos, los medios de prensa o incluso un destacado influencer en las redes sociales decían que 2+2=5, entonces todos comenzaban a creer que, en efecto, así había sido desde el principio. Era aterradoramente increíble lo que el poder y las buenas palabras podían lograr.

Mi trabajo allí había terminado. Estaba a punto de marcharme del círculo de ancianos cuando me tropecé con una pareja; la misma con la que me había cruzado ayer en el elevador.

—¡Buenos días! —El rostro de la señora se iluminó al reconocerme.

—¡Buenos días! —le devolví el saludo.

Ellos siguieron su camino en la dirección contraria y yo me detuve un momento a observarlos. Caminaban con los brazos entrelazados, como apoyándose el uno en el otro, y se miraban con una complicidad envidiable.

Dudé. Tenía poco margen de tiempo para llegar a la emisora. Pero valía la pena.

—¡Disculpen!

Ellos voltearon a verme.

—¿Podrían concederme una entrevista?

                                 ***

—... Y aún conservo las cartas que me enviaba cuando estaba lejos.

La grabadora capturaba ahora la dulce voz de una señora de 75 años.

—¿Nunca pensaron en que la lejanía podría acabar con la relación? —quise saber.

La pareja intercambió miradas de mutuo acuerdo y esta vez fue el hombre, más entrado en años, quien respondió:

—Al contrario. Saber que ella me estaría esperando, me daba fuerzas para no rendirme cuando cumplía mi deber para con mi país.

Una duda me asaltó.

—¿Por qué creen que a los jóvenes de hoy les resulta casi imposible mantener una relación a distancia?

Él tomó la delantera:

—Porque en estos tiempos ya no se ama con la misma intensidad que antes.

—Eso no es cierto, Alfred. —Su esposa lo interrumpió.— Yo sí creo que aman con todo su corazón. Lo que ocurre es que los jóvenes viven con mucha prisa estos días... Piensan que la vida se les acaba y no quieren desperdiciar un solo segundo... Considero que es por eso que no pueden esperar...

Hablando de contrarreloj, en ese instante recibí una notificación en mi celular. En el buzón de mensajes se reflejó un contacto telefónico: "El ogro", junto a su "cordial" nota:

"¿Qué esperas para terminar el reportaje? El tiempo corre, tortuguita"

—Lo siento. Ya tengo que irme, pero me encantaría conversar otra vez con ustedes en otro momento, si es posible —dije con prisa mientras guardaba la grabadora en mi bolso.

—Estaremos encantados, mi niña —respondió la señora con amabilidad. Creo que se había encariñado conmigo.

Abandoné el edificio a toda velocidad y casi me aventé encima del taxi que doblaba la esquina.

De camino a la emisora por las concurridas calles de Miami recibí otro mensaje del tirano:

"TICK TOCK TICK TOCK 🕰🐢"

—Por favor, ¿puede ir un poco más rápido? —le supliqué al chofer mientras me azotaba internamente por obedecer todas las órdenes de ese monstruo.

Aproveché la temporal tranquilidad del asiento trasero del auto para contestarle:

"¿Puedes dejar de apresurarme? Y por favor, deja de referirte a mí con ese mote tan vergonzoso. Pareces el típico adolescente de las novelas cliché de romance +18"

No tuve que esperar ni dos segundos para recibir su respuesta.

"Novelas de las que seguro eres una gran consumidora".

La única razón por la que no arrojé el teléfono con saña por la ventana es porque me había costado muy caro.
Respiré hondo.

Le recordaría a ese infeliz arrogante quién había ganado la carrera en el cuento de "La liebre y la tortuga".

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro