Capítulo 41: Llegas Tarde...

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~Zarek~

Después de mirarla por unos minutos aprieto los puños conteniendo mi furia, no hicieron falta palabras para saber que Vivían ya no estaba aquí. Me acerco con furia a Teresa agarrandola por uno de sus brazos, no la golpeó, solo la llevo a los calabozos. Allí dos Vampiresas la toman de mis manos, la encierran y encadenan, ellas se encargarán de Teresa, yo tengo algo más importante que hacer.

Salgo de allí para hablar con Lucius, quien me explica lo ocurrido y me da un mensaje de ella, algo dentro de mí se llena de esperanza, un risa tonta escapa de mis labios mientras vuelvo al Jet. El viaje de regreso a la isla me tiene nervioso, ansioso, preocupado, parezco un puberto que va a su primera cita, ¿qué le diré?

Bueno, la verdad lo único que quiero es abrazarla y sentirla. Sé que ella es especial, con ella las cosas no serán como con otras mujeres, con ella la experiencia no sirve.

¿Y si se escapa de nuevo?

Aquel pensamiento echa abajo mis esperanzas, solo espero que no lo haga.

................


*Horas después*

El Jet aterriza y me dirijo al coche que esta allí, miro a quien esta junto a la puerta, un híbrido, quien al parecer  ya me esperaba. Al observarlo mejor lo recuerdo de la reunión. Fue el chófer que nos llevó a ella y a mí a la casa de Lucius, me saluda con cordialidad, reconocimiento y respeto. Me extiende las llaves del coche y dice.

— La princesa le espera mi Señor, todos han abandonado la casa, estaremos resguardandolos alrededor de la isla. A pesar de que es seguro el lugar, nunca está demás ser precavido cuando se trata de ella. Sobretodo porque es la tercera heredera del Castillo Black aparecida en siglos. Usted sabe lo importante que es eso. Los herederos del Castillo Black son tesoros preciados en nuestro mundo. Y yo Kev el primero al mando de la princesa, le ofrezco mis respetos. Ahora me iré, creo que ella quiere hablar con usted a solas. —se inclina despidiéndose, luego se encamina hasta desaparecer entre el follaje que hay en la isla. Lo que me ha dicho, lo sospechaba, la tercera heredera del Castillo Black, y como dijo Kev es un tesoro entre los seres sobrenaturales. No sólo por su linaje, si no por el poder que conlleva eso. Estoy seguro que por lo peligroso de esta información muy pocos deben saberlo, lo que me hace pensar que aquí sus subordinados deben ser de total confianza y lealtad. Ordeno a mis hombres que vigilen lejos de la mansión, una vez que se van todos, subo al coche y manejo hacia mi destino.

Al llegar a la mansión el sol ya está casi oculto, dando paso a una noche estrellada. Al salir del coche me dirijo a las puertas dobles de la mansión.

Mis pasos son rápidos, escucho un ruido, me guió por él y por su inconfundible aroma hasta que llegar a un gimnasio. Allí está ella, golpeando ferozmente un saco de boxeo maltrecho, me acerco lentamente, sé que ella me ha detectado, tal vez mucho antes de subir al coche. La miro, absorbo su presencia, su fuerza mientras sigue golpeando el saco sin prestarme atención, lo único que quiero ver son sus ojos, saber que esta bien después de lo que le pasó.

Mi paciencia se agota, me acerco y ocupo el lugar de aquel saco, el primer golpe va directo a mi estómago. Lo resisto, aunque no negaré que fue un buen golpe, el segundo golpe lo paro con mi mano derecha apresando su puño, su rodilla se levanta, y si no fuera por mis excelentes reflejos, ¡me abría dejado sin poder darle hijos! Me coloco a su espalda, todavía apresando su puño, y acercando mi boca a su oído le susurro.

— ¿No crees que ese saco ya ha tenido suficiente? —le pregunto mirando el saco casi roto.

— Llegas tarde...—susurra bajito.

— Nunca es tarde mi amor...—beso su cuello y ella se sobresalta alejándose, soltándose de mi agarre en su puño tras su espalda, la dejo ir dándome golpes mentales. Estúpido de mí, ella necesita a su compañero no alguien que parece adolescente con las hormonas alborotadas.

— Lo siento...—digo.

— Yo lo siento... Debiste pensar que yo... —me acerco rápidamente y la abrazo, la estrecho con suavidad contra mi pecho, la siento tensarse y luego, relajarse— bueno eh... Necesitamos hablar, pero primero debo ir a darme un baño.

— Estas perfecta así...—me separo de ella para no asustarla de nuevo.

— No lo creo... ¿Qué tal si luego nos vemos en la terraza? —y es ahí que me doy cuenta que la ropa que lleva esta manchada con sangre, por el olor sé que no es suya, es de Teresa.

— Perfecto...—respondo un poco decepcionado, ella empieza a caminar y yo la sigo a una distancia prudente, subimos las escaleras, después caminamos por un largo pasillo con varias puertas a los lados, llegamos hasta lo que parece su habitación.

— Bueno... ¿Nos vemos después?—me pregunta dudando.

— No te preocupes, ve a ducharte. Nos vemos luego. —por impulso me le acerco para dejar un breve beso sobre su cabeza, atrayéndola a mí de nuevo. Unos segundos después ella se aleja un poco sorprendida, puedo ver en su mirada que lucha contra varias emociones. La dejo ir, y observo mientras cierra la puerta, cierro los ojos, para escuchar el clic del seguro de la puerta pero no ocurre, sonrió.

Le enseñaré a mi compañera lo que puede hacer el amor.

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