13. El comienzo de algo

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LAURA

Son las diez de la noche. Es domingo y mañana trabajo, pero estoy en un barrio casi desconocido para mí, bajo unas escaleras de incendios, decidiendo cuál de las tres ventanas creo que es la del chico que me está robando la cordura.

Lo juego a las chinas y me toca la de más a la derecha.

Pego un salto y subo por las escaleras. En las películas parece mucho más fácil, pero se mueven un montón y te da un vértigo del carajo. Y... son cuatro plantas. Miro hacia arriba y resoplo. Pero, sigo subiendo. Llego a la ventana en cuestión y me asomo. Todo está a oscuras y la ventana cerrada. Ahora tengo mil dudas. ¿Y si no es esta y me pilla un desconocido mirando hacia su casa? Puede que acabe esposada por mirona. Intento vislumbrar el contenido de la habitación, sin éxito alguno.

Me muevo por la pasarela vitando mirar abajo o me mearé del miedo encima, porque de verdad, que esto se mueve un montón. Parece que se fuese a caer en cualquier momento. Y la verdad, que valoro bastante mi vida. Me asomo a la segunda ventana y tampoco hay luz. Intento lo mismo que en la primera ventana y aquí si veo una cama, y alguien tumbado en la misma. Pero la luz está también apagada. Miro mi reloj, solo son las diez. ¿En serio alguien se acuesta tan pronto? ¿Y si le llamo para ver si es él?

Me da rabia, porque no reconozco una mierda si la persona en la cama es Nico o quizá un desconocido. De repente noto como una sombra pasar por la habitación, y de golpe y porrazo un gato blanco y enorme se estampa contra el cristal.

De la impresión pego un grito y me caigo hacía atrás. Del movimiento me choco contra la barandilla, lo cual me asusta de la hostia de nuevo y me golpeo la espinilla con un escalón de los de subida a la siguiente planta. Me dejo caer sujetándome a la baranda sobre uno de los escalones y me pongo la mano en el pecho. Menudo susto ¡Joder!

— ¿Se puede saber qué haces?

Miro hacia arriba y un Nico sin camiseta, con cara de dormido y la ventana abierta de par en par, me está mirando con una seriedad que no me esperaba.

— Intentaba saber cuál es tu ventana —sonrío nerviosa—, al menos te he encontrado.

— O Voldemort te ha encontrado a ti.

— Sí, según se mire así es. ¿Estabas dormido?

Me mira y una ligera sonrisa se le dibuja en el rostro, pero lo disimula bien el jodío.

— Casi. Lo intentaba. ¿Qué hora es? Mañana trabajamos, ¿lo sabes?

— Claro que lo sé, pero te dije de dormir contigo y no me has llamado. De hecho te dije que me dejaras la ventana abierta... Y mi padre siempre me ha dicho que, si Mahoma no va a la montaña, la montaña debe mover el culo y buscar a Mahoma.

— Ya. Conozco el dicho. Pero necesitaba descansar y pensar.

— ¿Vas a dejarme aquí toda la noche?

— Es que... —se rasca tras la oreja. Está nervioso

— Vale, está bien, me he excedido, me voy, no te preocupes —me levanto lo más dignamente que puedo.

— No —me coje del codo cuando ya estoy incorporándome para volver a bajar por estas escaleras de mierda—, espera. Esto... entra, te ayudo.

Entro como puedo por la ventana, repito que eso es mucho más fácil en las pelis, quizá porque las ventanas son más grandes. O mi culo es más grande de lo que yo creía.

Cuando entro un olor a gel con colonia me embriaga, se ha duchado hace poco. Le miro de arriba abajo porque está en bóxer y me resulta demasiado tentador.

— Me sorprende que hayas venido esta noche. Te dije que te llamaría.

— Sí —suelto mi mochilita en el rincón bajo la ventana, porque el bolso me parecía poco práctico—, pero no te he visto con la intención. Y bueno, espero que no te moleste que haya venido.

— Me ha sorprendido, más que otra cosa. Hoy no tengo ánimo para...

Le callo poniendo mis dedos en sus labios.

— Solo quiero charlar y pasar el rato contigo ¿Vale? —asiente con la cabeza. Cuando veo que se relaja, me acerco a él y cuando quito mi dedo pongo mis labios sobre sus labios, cierro los ojos y con mis manos acuno sus mejillas.

Él anda hacia atrás y al chocarse se sienta en el borde de su cama. Yo me coloco sentada en su regazo y sigo profundizando en el beso, un beso que necesitaba casi como el aire. Llevo todo el fin de semana sin verle y se me ha hecho eterno.

— Te he echado de menos —le digo cuando me separo un poco.

— ¡Dios, yo también Laura! —sus manos acarician mis costados y rodea mi cintura atrayéndome más hacia él— Te estás convirtiendo en un problema.

— ¿Cómo? —me arqueo para separarme sin que deje de abrazar mi cintura y con mis manos levanto su rostro para que pueda mirarme. Sus ojos están algo tristes— ¿Qué te pasa? ¿Tu abuelo está bien?

— Sí, sí, mi abuelo está perfecto —me aprieta más y apoya su cabeza en mi pecho.

La sensación es extremadamente agradable. Venía con la intención de estar toda la noche en la cama sin dormir, pero creo que, Nico, no está bien de verdad.

— Ha sido un error venir —le digo resoplando.

— ¿Por qué? Estoy bien ahora, en serio.

— No lo estás, no mientas —Nico vuelve a mirarme y nuestros ojos se anclan en los del otro conectando de una manera que no he conectado jamás con nadie.

— Pero, de verdad que ahora, estoy bien —sus manos se cuelan bajo mi camiseta y todos los vellos de mi cuerpo se ponen de punta—. Podemos... —sus labios comienzan a besar mi vientre sobre la camiseta y a pesar de que ese calor que Nico siempre produce con sus besos despierta mis instintos más bajos, creo que no es el momento.

Cojo sus brazos y los saco de debajo de mi camiseta y le separo de mí.

— Esta noche solo vamos a charlar y dormir ¿vale?

— ¿Estás segura? —me mira y yo a él.

— Claro, es cierto que somos amantes —hago énfasis en la palabra y me río—, pero, los amantes también hablan ¿sabes? —me arquea una ceja—, podemos besarnos si quieres.

— Sí, quiero —me dice y soy yo quien busco sus labios de nuevo y danzamos de una forma que no habíamos hecho antes, con una conexión que antes no había existido. Antes devorábamos al otro, ahora disfrutamos del roce que se produce entre nuestros labios y nuestras lenguas.

El beso es lento, un gemido escapa de su garganta y me aprieta fuerte contra él. Yo ahondo en la necesidad que sentimos. Seguimos así lo que me parece una eternidad, una en la que me quedaría para siempre.

Es como si hubiésemos subido un escalón en nuestra relación. Somos más que amigos, amantes y tengo claro que hay algo, algo nuevo, fresco, curioso y precioso naciendo de este beso.

Cuando el beso se ralentiza y paramos, con mis dientes engancho su labio inferior y tiro de él. Su frente se apoya en mi vientre y con mis dedos entre sus rizos le acaricio despacio.

— Me gusta esto —le digo—, me gusta lo que siento cuando estamos juntos ¿sabes? —asiente sobre mi vientre con un movimiento— Creo que le he caído mal a tu gato.

Se ríe y eso me hace reír a mí. Me agarra fuerte y me arrastra con él cayendo tumbados sobre la cama. Pego un gritito y me tapo la boca con la mano. Él se ríe.

— Mi abuelo está sordo como una tapia. No te preocupes, podrías chillar o hacer que se derrumbara el edificio y él seguiría roncando.

— Me alegro, porque no me gustaría despertarlo.

Un rugido de mis tripas me hace quedar fatal frente a él que vuelve a reírse. Y yo debo estar roja.

— ¿No has cenado? —niego enérgicamente con la cabeza— Pues habrá que arreglar eso ¿no crees?

— Me gustaría, sí.

— Vamos —se incorpora entrelazando sus dedos con los míos y me guía por un pasillo a oscuras hacia la cocina.

Enciende la luz. La cocina es muy pequeña, antigua y algo destartalada, pero se ve limpia y recogida. Me siento en una silla al lado de una pequeña mesa rectangular pegada a la pared. Lo hago mirando a la encimera de enfrente donde está Nico.

— ¿La casa es de tu abuelo?

— No, la casa es mía.

— Vaya, pensé que...

— Mi abuelo no puede permitirse una casa con su pensión. Cuando trabajaba vivía encima de la tienda que tenía, en una especie de casa minúscula con solo un dormitorio donde compartíamos cama. Pero al jubilarse, tuvo que dejar la casa también.

— Vaya, así que compraste esta casa.

— Bueno, realmente aún es del banco —se ríe mientras saca mil cosas de la nevera—, Tengo... queso, algo de embutido —va señalando platos—, sobras de pasta de ayer, o... puedo prepararte un sándwich.

— Lo que sea me vale —mis tripas vuelven a sonar de nuevo y me lleno de vergüenza, seguro que tengo la cara como un tomate. Me tapo la cara con las manos y me río.

— Te prepararé un super sándwich —dice de pronto dejando sobre una encimera todo lo necesario.

El gato blanco de antes asoma por la puerta restregándose sobre todas las esquinas y me fijo en que no me quita el ojo de encima. Le sonrío pero no me muevo. La verdad es que nunca he estado tan cerca de un gato. En mi casa cualquier cosa viviente que no fuésemos nosotros no tenía cabida. Pero nosotros, aventureros de la vida, siempre estábamos metiendo en casa cualquier cosa con patas que veíamos.

El gato se acerca sigiloso mientras Nico sigue preparando el sándwich, escucho un ruido particular que sale del cuerpo del animal. Es como un rrrrrrr que me hace mucha gracia. El gato se acerca un poco más y se pega a la pata de la silla donde estoy sin llegar a rozarme a mí.

— Listo —Nico se gira y el gato se queda estático— ¡Vaya! Esto es una enorme sorpresa. Normalmente odia a los desconocidos y no sale a verlos. Creo que le has caído bien a pesar del susto —me sonríe y me tiende el plato con literalmente un super sándwich.

Miro el bocadillo y lleva, lechuga, tomate, atún, mahonesa, jamón de york.

— ¿Es un sándwich mixto vegetal?

— Le falta el huevo y los espárragos, pero...

— No importa —le corto y pego un buen bocado. La verdad es que tengo un hambre que me muero.

— Guau, tenías hambre ¿eh? —le sonrío, pero no le contesto porque tengo la boca llena y se me puede salir algo. Y eso ya sería un nivel de vergüenza máximo.

— ¿Y tú que Vol? —acaricia al gato que se restriega contra sus piernas— ¿También quieres comida?

Se acerca a un armario y saca una especie de lata. La vuelca sobre un platillo y lo pone en el suelo. El gato ronronea aún más fuerte y se lanza a comer. Nico acaricia su lomo mientras le mira y sonríe.

Me termino el sándwich y me toco la tripa.

— Me he pasado —le digo sonriendo— creo que voy a explotar.

— Lo dudo —me retira el plato y lo friega.

— ¿Y ahora vives solo con tu abuelo? —le pregunto mientras recoge y yo le observo.

— Y con Vol —señala al gato—, bueno y aunque no vive aquí, Kathy, la vecina de enfrente me ayuda con sus cuidados cuando no estoy por aquí.

— Ammm —siento un nudo en el estómago al saber que hay una chica que le ayuda. Una vecina. ¿Será guapa?

— Sí, ella trabaja por las noches en una casa cuidando de otro señor. Ella estudió enfermería en Colombia, donde tiene a sus dos hijos —yo no le he pedido explicaciones, pero me alegra saber que la mujer parece más mayor y que tiene una vida. ¡Con hijos y todo! —. Ella me ayuda con el abuelo y yo le echo un cable con las chapuzas del hogar.

— ¿También haces de manitas?

— Seep. eso lo aprendí de mi abuelo desde pequeño. Él tenía una ferretería y hacía chapuzas para los vecinos. Yo le ayudaba cuando no tenía otra cosa que hacer.

— ¿Tu abuelo siempre ha vivido con vosotros?

Noto como su cuerpo se tensa, de repente algo en el ambiente es distinto. Hay algo extraño en ese pasado.

Me levanto y me acerco cuando sus manos sujetan la encimera fuerte dándome la espalda y haciéndome ver cómo se han tensado.

Con mis brazos rodeo su cintura y pongo mi mejilla sobre su piel desnuda de la espalda.

— Retiro la pregunta, lo siento —le susurro dejando un beso sobre su hombro.

Como no dice nada, mis manos se sueltan y buscan las suyas.

— De verdad —le digo y sus manos pierden fuerza, se giran y entre laza sus dedos con los míos.

— No pasa nada —se suelta de nuevo y se gira abrazándome sin poder reaccionar. Besa mi coronilla y me afianzo de nuevo a él rodeándolo con mis brazos— Y sí, llevo toda la vida viviendo con mi abuelo. Es lo único que tengo en la vida.

— Bueno también tienes a Vol —le beso el pecho y siento la vibración de su risa.

— Eso parece —miramos a nuestros pies y se está alternando entre sus piernas y las mías— En serio, este gato nunca ha tomado confianza con alguien tan rápido como contigo.

— Mmmm, eso es que me acepta en la familia.

— Es normal, eres genial —levanto mi vista y la fijo en sus ojos. Negros, intensos, con un brillo tan puro y tan especial.

Me pongo de puntillas y junto nuestros labios en un beso. Sincero, atrevido en su justa medida, cauto y cariñoso. Es un momento tan perfecto que no quiero romperlo. Pero lo hago.

— ¿Quieres dormir? —le digo y él asiente con la cabeza.

Nos dirigimos de nuevo a su cuarto. Nada más entrar me quito las zapatillas, los short cortitos que traía y la camiseta. Me dirijo a mi mochila y me doblo para buscar una camiseta y unos pantaloncitos que he traído para estar más cómoda al dormir.

— No los vas a necesitar —me dice Nico en mi oído y pego un bote— nada de echo— y mi sostén ya está desabrochado.

Me giro sobre mí misma con una sonrisa lasciva en mi boca. Él también sonríe, de medio lado, como a mí me gusta. Tiro el sotén a un lado, pongo mis manos en sus hombros y de un pequeño saltito rodeo su cintura con mis piernas. Noto como su miembro crece y me da por reír. Sus manos rodean mis muslos, casi rozando una zona sensible y peligrosa, pero quiero que estén ahí. Muevo mis caderas despacio, pero presionando y su boca se abre para emitir un gemido que me enciende. Devoro sus labios.

No sé cómo hemos llegado a esto, pero estamos sobre su cama, yo a cuatro patas, él tirando de mi pelo mientras me penetra con tanta fuerza que creo que me voy a partir en dos. De vez en cuando suelta azotes en mis cachetes que hacen que me corra. Literalmente me he corrido dos veces y él aún sigue. Y no deseo que pare en ningún momento.

Cuando creo que me voy a desmayar oigo un sonido gutural que sale de su interior y noto el calor de nuestros fluidos en mi interior. Caemos desmayados en la cama, me abraza y besa mi cuello con una ternura que me asombra después de la brutalidad de sus embistes hace apenas un segundo.

¡Dios! Lo que estoy comenzando a sentir es muy fuerte. No es solo el sexo, no es la atracción, es algo más fuerte. Algo nuevo que me abruma y dispara todas mis alertas, pero, que necesito descubrir a toda costa, aunque, muera en el intento.

Acabamos abrazados, en una postura que parece que se hubiese hecho para nosotros dos. Nuestros cuerpos encajan a la perfección, ni siquiera noto que ambos estamos en una cama pequeña. Y aunque estamos en verano, quiero dormir abrazada a él. Quiero sentir su calor, toda la noche.

Me despierta un pitido. Es mi despertador. ¡Mierda! Me quiero incorporar y no puedo. Dos brazos me rodean, abro los ojos y noto las manos de Nico sobre mis pechos amasándolos suavemente. Giro mi rostro y veo que Nico tiene sus ojos cerrados y su boca está entreabierta. Escucho su respiración y noto las pulsaciones de su corazón en su pecho. Una respiración pausada y estable. Está super dormido.

Dejo que termine de sonar el despertador y me dejo llevar por esta sensación. Muevo mi cuerpo un poco para salir del estupor de la mañana y su miembro está pillado entre mis piernas con una erección del demonio. Mi dedo juguetón acaricia su glande, suave como la seda, hago círculos y de la boca de Nico sale un leve gemido y mueve sus caderas instantáneamente.

Poco a poco abro mis piernas e introduzco la cabeza de su miembro en mi más que preparada y lubricada cueva.

— ¡Joder! —balbucea Nico mientras noto que comienza a besarme el cuello.

— Hazme el amor Nico —le susurro ¿Hazme le amor? ¿Esto es el amor?

— Sí —me susurra y muerde mi hombro. Comienza a entrar y salir algo más rápido—, quiero esto el resto de mi vida Laura.

— Dame esto el resto de nuestras vidas y te daré todo lo que quieras —gruño un poco cuando noto como se tensa en mi interior.

Cojo su mano de uno de mis pechos y la guío hacia mi monte de venus para frotarme con ella y la otra la entrelazo con la suya sobre mi pecho y le ayudo a masajearme y pellizcarme más fuerte.

— Dios, Laura, te quiero —lo dice entre gemidos, debería tensarme, parar esto y huir, pero me gusta. Yo también le quiero. Esa es mi realidad ahora mismo. Una que me da un miedo terrible. Yo no contesto, no se lo digo a él. Más porque no soy capaz de articular palabra por esto que siento, que por otra cosa. Pero lo grito en mi interior.

¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Nico!

Y nos corremos juntos. Entre gemidos, giro mi cara un poco buscando sus labios. Cuando los encuentro, me giro entera esparciendo su semen y mis flujos por la sábana y enredándome a su alrededor. Le abrazo con fuerza mientras me pierdo en este beso violento.

Mi despertador vuelve a sonar. Esta vez, me aparto entre risas y lo apago. Lo puse una hora antes de lo normal para que me diese tiempo a irme a casa y cambiarme.

— ¿Qué hora es? —pregunta Nico

—Son las cinco y media.

— Uff, aún me queda una hora.

Me siento en la cama y comienzo a salirme.

— ¿Dónde vas? —le miro y a pesar de estar a oscuras aún sé que cara tiene.

— A mi casa. Tengo que ducharme y cambiarme. No querrás que vaya a trabajar en short vaqueros.

— Estaría bien. Hagamos algo —me da suaves besos sobre la espalda, yo asiento y un "mmmm" sale de mi boca— dúchate aquí conmigo, a las seis y media levanto a mi abuelo, le doy el desayuno, te acerco a casa y te cambias.

Entrecierro los ojos como si me fuese a servir de algo.

— Llegaremos tarde —le digo.

— ¿Eso es un sí? —besa mi cuello y sus manos vuelven a encontrar el camino a mis pechos— déjame vivir en ti solo media hora más.

— ¿Vivir en mi cuerpo? —me río

— Me gustaría vivir en tu cuerpo, quiero ser uno de tus tatuajes Laura —pienso en ello y sonrío.

— Quizás algún día haya uno sobre ti.

Se ríe y me tumba de nuevo. Quedo boca arriba y él se queda sobre mí mirándome. La luz de las farolas que se cuela por la ventana ilumina sus rizos. Busco su boca y muy despacio nos besamos. Sus manos y las mías se unen y las coloca sobre mí cabeza. Mis piernas como obedeciendo una orden se abren de nuevo y su miembro entra muy, muy despacio en mi interior. Es como si ambos supiésemos qué hacer en cada momento para vivir esto al máximo.

— ¡Dios Laura! Eres lo mejor que me ha pasado, eres un puto sueño —embiste muy despacio y no necesito más rapidez. Un escalofrío acompañado de una sensación de euforia me recorre entera haciendo que suelte un jadeo.

¿Sabes esa sensación cuando te despiertas y es tu cumpleaños, sabes que te van a dar una fiesta y te tiras todo el día con ganas de saltar, gritar y brincar? Pues eso es lo que siento. Justo eso.

Hacemos el amor. No es como lo describen en las novelas, es mejor. Y así llegamos a un éxtasis que, aunque es muy tranquilo, me transporta a una especie de universo paralelo donde solo estamos los dos. Nada más existe, solo nuestros cuerpos unidos por el sudor y los gemidos. Nuestras almas enraizadas como zarzas. Y este vínculo que nos une es demasiado fuerte.

Este es el comienzo de algo. Algo muy muy fuerte. Y necesito saber adónde me lleva.

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