thirty ──── hello my love

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────────── CHAPTER THIRTY,

HELLO MY LOVE ──────────



❛ Los días sin ti han sido un espacio vacío en el que no quiero estar nunca más ❜



El aire a su alrededor se agitó, haciendo difícil encontrar a la astral que los detuvo. Koren fue la primera en acercarse a Karsten, fijando su mirada en un punto mientras que Myles movió a Naia detrás como un escudo. Esos gestos hicieron que el resto bajarán, también observando.

Una astral surgió en medio de la oscuridad y del incesante aire alrededor. Era hermosa, con su cabello blanco y grandes ojos verdes hacían que su apariencia se viera más exótica, sin detallar en sus cejas blanquecinas, desapareciendo por el color de su piel.

Sus manos comenzaron a aplaudir, sonriendo como si los conociera cuando no era así. El traje completo era diferente a lo que habían visto, abrazando su cuerpo como si fuera uno solo al igual que la capa balanceándose en su espalda.

Acacia supo que algo malo había sucedido, sintiendo escalofríos por su espalda. Empujó a Alexander detrás de ella, apretando sus dedos tanto como pudo.

──── Mi nombre es Oficuo y una vez pertenecí a este pueblo.

──── No conocemos a ningún astral llamada de ese modo ──── Karsten escupió.

──── Probablemente porque fui desterrada con mi pueblo por salvar al planeta astral de una catástrofe mayor: los humanos ──── contó, mostrando su gran altura, mayor a los astrales ──── Me llamaron oscura por querer derramar sangre envenenada de maldad, de egoísmo y, sobre todo, de frialdad.

En ese momento, el cerebro de Acacia quedó en blanco o fue Oficuo quién callo todas las ideas dentro de su cabeza. Esa historia era muy parecida a la de los reyes, los pequeños fragmentos contados de los rebeldes que habitaban en el planeta.

Cuando la astral se detuvo, Acacia no pudo ignorar la presencia que desprendía, desde su altura a casi dos metros o su rostro angelical, marcado por una dureza.

──── Yo creé un plan, una estrategia para que mi voz fuera oída. Utilice a un rey malhumorado, ansioso por renovar una guerra que dejó hace años atrás. Manipular a Neex fue tan sencillo como sembrar una semilla en tierra fértil ──── contó, dando una sonrisa ──── Quise que me trajera al rey para declarar la guerra por la corona que es mía.

Sus ojos verdosos se enfocaron en Alexander, el astral pudo sentir su corazón latir con fuerza.

──── Mate a cada uno de los Zoqri que evitan mi llegada, incluso el hijo que merodeaba con los patéticos humanos ──── siguió narrando, su rostro transformándose en asco ──── Pero que sigue de pie, antes de iniciar... tengo que matar a mis hermanos traidores.

Oficuo alzó una de sus manos, ordenando a sus seguidores. Varias figuras, astrales reconocidos aparecieron encadenados, los quejidos de los primogénitos se extendieron, viendo sus padres caer de rodillas.

──── No ──── Acacia susurró.

──── Como todos aquellos astrales que se nieguen ante mi poder. Morirán ──── determinó sin emoción.

Entonces, unas espadas traspasaron los pechos de reyes y reinas del planeta astral, asombrados por la sangre sobresaliendo. Los gritos no se hicieron esperar, incluso detener a aquellos que iban en su búsqueda.

──── Es hora que tome lo que me pertenece. Alexander, aquí está mi propuesta, deja lo que tu padre no pudo hacer y es probable que perdone al pueblo pecador. Les daré tiempo para redimirse o morirán.

Oficuo asintió, girando sobre sus pies para desaparecer por la extraña niebla que la rodeaba junto a sus seguidores. Los primogénitos corrieron, agachándose para detener la sangre que filtraba.

──── Acacia ──── llamó su padre, agarrando su mano ──── Yo lo siento. Lamento haber sido malo, sálvalos, a todos y a ti.

──── ¡No! No puedes solo pedir disculpas ──── exclamó, sintiendo las lágrimas caer por sus mejillas ──── No puedes dejarme ahora, no en este momento.

──── No dejes que tome el poder ──── titubeó, respirando con dificultad ──── Ella miente.

──── Por favor ──── rogó.

El rey de Zoqri solo pudo observarla, la mirada rojiza de su hija, tan parecida a la suya se encontraba llena de tristeza, un sentimiento que trató de alejarlo. Alexander agarró la mano ensangrentada, dándole apoyo mientras cerró los ojos, sintiendo como empezaba a desvanecerse.

──── Tranquila ──── él susurró, abrazando a Acacia cuando el astral dejó caer su mano, sin fuerzas.

──── Toca la alarma ──── murmuró entrecortada por el llanto ──── Detrás del cuadro de mi madre, tócala.

Alexander asintió, corriendo para entrar a la casa. Acacia tomó una bocanada de aire, necesitando despejar su mente y enfocarse en lo que su padre quería. Necesitaba sacar a todos los astrales para encargarse de Oficuo antes que fuera tarde.

Se levantó, limpiando sus rodillas y sin dar vuelta atrás, camino directo a la casa cuando la alarma sonó, penetrando en sus oídos como un incesante recordatorio de lo que más temía.

──── Hay que irnos ──── ella explicó, entrelazando sus dedos con Alexander ──── Te pondré a salvo.

──── Nos pondremos a salvo ──── rectificó él con voz dura ──── Dilo, Acacia, nos pondremos a salvo.

──── Te pondré a salvo con todo mi reino, ellos deben estar dentro ──── expuso, bajando la escalera para llegar al sótano.

Una detonación se escuchó a lo largo, por segundos sintió como sus pies se movían del suelo por la fuerza de la onda. Acacia, por primera vez, experimentó el terror viajar por su cuerpo, sin plan ni padre que le ayudará, no estaba segura que pudiera salir adelante.

El acceso fue la mejor idea de su madre, una cabina que transportaba a los astrales directos al mundo, el planeta más cercano y apto. Varios habitantes giraron, viendo a su princesa llegar junto al rey.

──── El puente se abrirá dentro de poco, quiero que todos se vayan ──── ordenó duramente. Vio a Alexander, tomándolo por la camisa para juntar sus labios antes de empujarlo dentro del acceso ──── Cuídalos por mí.

Ingresó la contraseña junto con su sangre. El sello de la puerta estaba hecho, sin vueltas atrás.

Pudo oír los golpes, incluso gritos dentro de ella proveniente de Alexander.

──── El rey pide abrir el acceso ──── dijo la voz mecanizada.

──── Rechazado ──── Acacia respondió. Saco largos cuchillos, oyendo las pisadas de los astrales oscuros que estaban intentando llegar a ella ──── Envíalos.

──── Enviando acceso número ciento noventa y nueve en diez, nueve, ocho...

Acacia giró, cambiando su vestimenta por el traje. Por momentos cerró los ojos, imaginando a Alexander y eso solo dio las fuerzas para seguir adelante.

Entendía que perdería, pero eso no significaba que se diera por vencida tan rápido.

Las muñecas de Acacia dolieron, sintiendo el escozor de las cadenas en cada empujón junto a sus piernas debilitadas. Siseó de dolor cuando Oficuo levantó su mentón, apretando sus uñas en los extremos.

──── Eres una astral muy hermosa, pero eso lo sabes, ¿no? ──── masculló, tirando de su rostro directo al tablero ──── Quiero la contraseña, ahora.

La princesa sonrió, moviendo su cabeza en negación. Sin aguantar, escupió en su rostro, divertida por la expresión.

──── Llévala a mi sala de juegos, necesita que la castiguen.

Tomando fuerzas, jaló una de las cadenas conectando su pie con uno de los guerreros mientras el otro intentó derribarla. Un golpe en su estómago ocasionó que se doblara, sintiendo el malestar tan profundo.

──── Necesitas corrección ──── Oficuo musitó ──── Y aprender a calmar impulsos.

La tercera vez que Acacia se levantó, la noche abarcó la celda en que se encontraba. El agua helada hizo que gritara, escupiendo lo que entró en su boca con asco. Un astral oscuro río, lanzando otra cubeta para despertarla completamente.

Ella intentó llegar al astral, deseando golpearlo sin resultado. Las pesadas cadenas la regresaron a su posición, golpeando su espalda en la pared de concreto.

──── Encontré a una amiga muy especial ──── Oficuo habló, entrando al lugar ──── Veamos si funciona.

La figura delgada de Mev hizo su aparición, sus ojos destellando el miedo cuando el filo de una espada pasó por su cuello. Acacia gritó, viendo la sangre fluir y tomando su cuerpo debilitado, ruidos agonizantes surgieron de su boca.

──── Mev, lo siento ──── Acacia murmuró, intentando detener la sangre ──── ¡Ella no hizo nada! ¿Por qué lo haces?

──── ¿Ella no hizo nada? ──── replicó Oficuo con enojo ──── ¿Segura que la conoces? Porque recuerdo que Mev fue una de mis mejores aliadas hasta que me entrego a los reyes.

──── ¿Qué? ──── musitó, sorprendida por sus palabras.

──── Mev es una Oficuo, una astral oscura perdonada para ser una simple dama de Poxzia. Es una traidora igual que su asquerosa hermana ──── escupió con irritación ──── Una bocona que contó mis planes de una vida mejor, ¡está obteniendo lo que merece!

──── No me importa ──── Acacia susurró. Observó a Mev, negando ──── No me importa. Eres Mev, la que me ama y cuida de mí desde que soy una astral pequeña.

──── O─orgullo ──── murmuró, luchando por las palabras.

Acacia juntó sus frentes cuando la astral cerró sus ojos, dándose por vencida.

──── Quítensela ──── Oficuo ordenó.

Jalaron a Mev de sus brazos, arrastrándola como si no se tratara de nada. Acacia intentó por segunda vez llegar a Oficuo, deteniéndose a pocos centímetros de su rostro.

──── Voy a matarte ──── amenazó, temblando de la ira y el frío ──── Y disfrutaré cada segundo.

La astral solo sonrió, dándole un empujón para devolverla a su lugar. Acacia cayó rendida sobre sus rodillas, la adrenalina desapareciendo de su cuerpo por completo. Pasó otra hora sumida en la oscuridad, sus párpados pesando por la falta de hidratación o alimentos.

Cuando su cuerpo cayó al suelo, la puerta fue abierta, subió la mirada, observando al astral que menos pensaba.

──── No ──── murmuró, intentando levantarse ──── No.

Alexander se acercó, tomando su pálido rostro para mirarla mejor.

──── Voy a sacarte de aquí.

──── No ──── siguió negando, incapaz de procesar lo que sus ojos estaban viendo ──── ¿Qué haces aquí?

Ignorando su pregunta, Alexander quitó las pesadas cadenas de sus muñecas, exponiendo la piel rojiza y llena de heridas. La sostuvo sobre su pecho, acariciando su espalda con suavidad.

──── No podía dejarte, Acacia. No puedo hacerlo.

──── ¿Cómo entraste? Se supone que ya estarías en el mundo de los humanos ──── habló confundida.

──── Fue muy sencillo. Tu reino me reconoce como rey así que me enseñaron a abrir el puente para venir. Vine solo, no quiero derramar más sangre.

──── Eres un idiota ──── golpeó su pecho ──── No te quiero aquí.

──── No puedo irme sin tu ──── susurró, observándola fijamente ──── ¿Por qué dejaría a lo que más amó?

──── Ella te hará daño ──── replicó, sintiendo su pecho apretarse ante tal expectativa.

──── ¿Qué mayor dolor que dejar al ser que más amo? Trajiste un propósito en mi vida, me hiciste sentir que... si tengo valor en esta vida.

Acacia no pudo detener la sonrisa y el sollozo que salió de su boca.

──── Nunca entendí cómo pude hacerlo ──── ella confesó en voz baja ──── Pero me gusta cómo suena.

──── No necesitas entenderlo, solo ser parte ──── pidió, juntando sus labios por unos segundos ──── Ellos son la razón por la que perdí mucho tiempo en el mundo. No dejaré que vuelvan a hacerlo.

──── Basta de besos ──── intervino una voz. Karsten cruzó los brazos, rodando los ojos con fastidio ──── Vomitaré, en serio, siento mi estómago agitarse.

──── Cierra la boca ──── Acacia habló, dando una sonrisa ──── ¿Dónde están los demás?

Se levantó con ayuda de Alexander, necesitando de él para recobrar todas las energías.

──── Aquí estamos ──── Calista respondió, a un lado de Giles.

Desde hace mucho tiempo, los primogénitos no se reunían para una pelea y mucho menos para algo tan grande. Cada uno tenía heridas, dolor tanto fisíco como mental.

──── Es hora de acabar con los astrales ──── Myles intervino, acercándose al resto, sus ojos peculiares traspasando a cada uno ──── Por nuestros padres, por nuestro pueblo y por nuestro futuro.

Acacia tomó la mano de Alexander, apretándola con fuerza. No pudo dejar de pensar en que él no merecía estar en esa posición, no era su guerra. Como si supiera sus pensamientos, él se acercó.

──── Lucharé por ti ──── susurró en su oído ──── Por la muerte de mis padres y por lo que me pertenece. No hay mayor honra que proteger a los que amo.



No hubo necesidad de buscar a Oficuo, encontrándola a orillas del espacio infinito. Dos largas espadas sobresalieron, del tamaño de sus brazos y con el filo más brillante que habían podido observar. Rodeada de astrales oscuros, sonrió.

──── Sé que Alexander no ha dominado su astral por completo así que será sencillo derrotarlos ──── ella habló, creando una sonrisa ──── Mátenlos.

Acacia entregó una espada a Alexander, tomándola en el aire como un astral experto. La determinación en su rostro solo hizo que el resto también la sintiera, lanzándose contra aquellos que estaban listos para acabarlos.

Él los dirigió, los primogénitos persiguiendo a su rey, aquel que, sin corona, lideraba una guerra.

Acacia detuvo los golpes con su espada, enterrándolas directos en sus pechos sin remordimiento. Se agachó, sintiendo el roce de un cuchillo en su mejilla, se levantó, devolviendo el golpe con fuerzas.

Pudo ver el deleite en la mirada de Alexander, deshaciéndose de los astrales con la misma rapidez que ella. Entre los dos, despejaron el área dejando que Naia fuera la primera en llegar a Oficuo.

Con un grito estridente, Naia voló por el aire, deteniendo la espada de la astral, sintiendo el golpe de los filos cuando su cuerpo voló, cayendo al suelo con la más mínima fuerza. Se levantó, asombrada del poder que contenía un solo arma.

──── Eso no es normal ──── gimió Naia, llena de dolor ──── Demasiado fuerte para una astral.

──── ¡Es porque soy pura! ──── gritó Oficuo con felicidad.

Myles tuvo el mismo resultado, su cuerpo estrellándose contra una pared y los bloques cayendo encima. El aire empezó a sentirse pesado por el polvo de la construcción, haciendo que mirar a Oficuo fuera imposible.

──── Quédate aquí ──── Acacia pidió.

Ella comenzó a correr directo a la espalda de Oficuo, Calista advirtió su movimiento e hizo lo mismo de frente, alzando su espada. Acacia dio un brinco subiéndose al cuerpo de Oficuo, sintiendo su sangre hervir al ver cómo se deshizo con facilidad de Calista.

Juntó su fuerza, aventándose hacia adelante para evitar el filo. Oficuo gritó de dolor por el cuchillo introducido en su abdomen, Alexander sonrió satisfecho al ser el primero en herirla. Acacia también lo hizo, enterrándola en su hombro y dando varios pasos.

──── Entretenimiento. Deja sus lados desprotegidos ──── Alexander informó ──── Esa es su debilidad.

──── Te amo ──── Acacia sonrió ──── Y más cuando hablas de esa forma.

Gaea oyendo lo que dijo su rey, se adelantó, dando un fuerte puñetazo al rostro de Oficuo mientras Karsten le dio un empujón, enviándola a Bronte quién enterró su espada. Fueron pocos los segundos de diferencia en que Oficuo se recuperó, tomando la segunda estocada de Laria y lanzarla directo a su pareja.

──── Sin vuelta atrás ──── Acacia susurró, esperando el momento adecuado.

Cuando Dion también fue lanzado, Acacia supo que era tiempo de ir. Apenas vio el cabello oscuro de Giles balancearse entre el polvo, Koren al otro extremo alzando el cuchillo. Sin poner atención, los tres primogénitos enterraron sus armas, llenándose de sangre con las heridas profundas.

──── ¡No pueden ganarme! ──── gritó enfurecida la astral.

Tras esa decisión, fueron expulsados por Oficuo, arrancando sin dolor las espadas de su cuerpo. Acacia golpeó con tanta fuerza su cuerpo que pudo sentir el aire siendo expulsado, quejándose por la oscuridad que envolvió su mirada. Parpadeó varias veces, levantándose con sus codos ensangrentados, nunca se había sentido tan vulnerable en una pelea.

Sintió como su rostro perdió todo color cuando Alexander corrió a Oficuo o, mejor dicho, a Dion quien estaba en el aire, siendo agarrado de su cuello con fuerza, tanto que sus ojos empezaron a cerrarse.

Entonces, el tiempo se detuvo igual que el corazón de Acacia.

Alexander salvó a Dion del agarre de Oficuo, alzando la empuñadura de su espada directo al pecho de la astral al mismo tiempo que ella lo hizo con Alexander. El astral se tambaleó, viendo como su camisa empezó a teñirse de rojo y por momentos, su mirada conectó con la de Acacia.

──── Acacia ──── susurró su nombre.

Ella salió corriendo en su dirección, sus piernas doblándose por el miedo corriendo en su cuerpo. Agarró el cuerpo de Alexander entre sus brazos, recostando su cabeza con cuidado en su brazo.

Acacia abrió su boca con horror, soltando un fuerte grito que dejó helado a los primogénitos. Sus dedos empezaron a mojarse de la sangre del astral, temblando.

──── No, mi amor ──── susurró, destrozada. Su garganta dejando salir fuertes sollozos que empezaron a lastimarla ──── No a ti, por favor. Alexander, mírame, buscaré ayuda.

Sus ojos azulados parpadearon lentamente, sus labios llenándose de sangre que brotó. Su mano también ensangrentada se dirigió al rostro de Acacia, quién negó sin creer en lo que sucedía.

──── No─no te lleve a una cita ──── él murmuró, su pecho subiendo con cada espasmo ──── No te─te dije que siempre qui─quise llevarte a una.

──── No quiero una cita, quiero que te quedes conmigo ──── respondió con dureza ──── Voy a buscar ayuda, mírame Alexander. ¡Mírame! ──── gritó ──── ¡No, mírame, no a ti!

El llanto es incontrolable, tanto que su cabeza y cuerpo empezaron a quejarse de dolor. Acacia nunca había sentido ese sentimiento tan desolado, tanto que no podía respirar o dejar de pensar que el astral que amaba estaba muriendo en sus brazos.

Oficuo también pudo sentirlo, el dolor en su pecho por la estocada no llegaba a igualarse. Se tambaleó, observando la escena hasta que Acacia alzó la mirada, las lágrimas corriendo su rostro.

──── ¡Devuélvemelo! ──── ella gritó, carraspeando con fuerza ──── Te lo suplico.

Acacia sujetó la mano inerte de Alexander contra su pecho, inclinándose para poner su oído encima de su corazón, sin oír los latidos. Sus llantos siguieron saliendo mientras cerró los ojos de Alexander, sin más que hacer, se inclinó a su oído.

──── Estoy orgullosa de ser el ser que te dio valor. Ahora déjame obtener el mío.

Levantó su mirada, cegada por la tristeza que llenó su corazón. Oficuo seguía de pie, tambaleando por la herida que Alexander hizo antes de morir. Acacia pudo sentir ese enojo agitarse en su estómago, tanto que soltó la mano del astral para levantarse.

Cuando vio cómo Oficuo se dirigió a Koren, decidió correr, golpeando el gigante cuerpo para hacerla caer por el espacio. Antes de poder apartarse, ella tomó su pie, haciendo que cayera al suelo e intentó aferrar sus uñas al césped.

Unos dedos se entrelazaron con los de ella, deteniéndola. Myles hizo fuerza, apretando los dientes para subirla a pesar de la sangre brotando de su cabeza. Acacia supo que sería imposible, teniendo sujeta a Oficuo no podía permitir que ella volviera arriba.

Él gruñó de impotencia cuándo se resbaló, mirando con temor a Acacia. La astral sabía que no podía dejar que también cayera y deje a Naia, sentir ese dolor que no podía desaparecer.

──── No lo hagas ──── Myles pidió, viendo la derrota en su rostro ──── ¡No lo hagas!

──── Pide perdón por mí.

Y tomó la decisión más difícil. Soltó los dedos de Myles, dejando que la oscuridad la envolvería tal como una vez lo hizo Alexander, como una vez cuando los dos estuvieron vivos.

Un escalofriante grito se oyó en medio, tan desgarrador como los suyos. Las voces del resto de los primogénitos se escucharon, siendo un eco en los oídos de Acacia.

Ella alzó la mirada por última vez al planeta astral donde todo inició y donde todo terminó.



Los lirios se balancearon con suavidad cuando el aire las recorrió. Sus pétalos blancos, rojos incluso aquellas amarillas empezaban a crecer, sintiendo el oxígeno cuando Acacia abrió sus ojos, observando el cielo tan azul.

Sus brazos entumidos y piernas dificultaron que se moviera hasta que una figura apareció, llegando con suaves pasos, tomando el tiempo necesario para evitar aplastar las flores que la rodeaban.

Su madre apareció con una gran sonrisa, iluminando su fresco rostro. Seguía con el mismo vestido que llevaba puesto el día que falleció a excepción de la sangre o la tierra que la cubría. La astral se arrodilló, observan con sus grandes ojos oscuros a su hija.

──── Nunca terminaste de contar el chiste ──── habló, su voz suave envolviéndola ──── Estoy esperando por el grandioso final.

Acacia parpadeó, intentando eliminar las lágrimas o tratando de respirar.

──── ¿Todo terminó? ──── susurró sin poder creer lo que estaba viendo.

──── No, hija. Apenas comienza ──── la reina se levantó, agarrando su mano para ayudarla.

Acacia pudo sentir sus piernas temblar, al igual que sus brazos adormecidos empezaron a reaccionar.

──── ¡Cariño, vamos, todos esperan! ──── gritó un hombre.

El rey de Poxzia apareció en la cima de la empinada colina, sus ojos centelleando con una felicidad que jamás había visto.

La astral persiguió a su madre, tomando su mano para guiarse a través de la hierba, sus pies descalzos sintiendo las piedras instalarse. Su padre también agarró su mano, ayudándola a subir.

El sol empezó a molestar sus ojos, tanto que lo restregó hasta ver la escena que apareció enfrente de ella.

Las risas fue lo primero que detectó al igual que la música, varios astrales se movían alrededor de la pista improvisada, sus largos cabellos balanceándose como sus cuerpos. Ninguno giró cuando ella llegó, inmersos en su propia felicidad.

Dos risas familiares fueron oídas, aquellas astrales que cuidaron de Acacia cada segundo bailaban, riendo tan fuerte, como nunca las miro. Parecían estar bien, sin sus usuales peleas como sucedía en su habitación.

Entonces la realidad la golpeó, mirando los rostros. Eran astrales que fallecieron, muertos a manos de Oficuo o parte de su plan.

──── Vamos ──── insistió su padre.

Acacia asintió, sin dejar de mirar a su alrededor. Los tres llegaron a una mesa, llena de todo tipo de comida y bebidas. En uno de los extremos estaba el rey Tauro, sosteniendo a la reina sobre sus piernas.

──── Quita ese rostro, Acacia, sé que mi astral ha engordado ──── río la astral.

──── El problema es que no es normal ──── dijo otra vez con diversión. Un chico de cabello rubio y rizado apareció, Drax ──── Le dije que se preocupara.

──── Más que preocuparse, hará una guerra de gordura con el rey de Poxzia ──── se burló otro astral, la característica chispa que todos hablaban seguía abarcando el rostro infantil de Lane, con su sonrisa, huyó del golpe de su padre.

──── No entiendo que sucede ──── Acacia confesó a su madre.

La risa de un pequeño astral entretuvo a todos. En medio de los astrales bailando, unos pies pequeños aparecieron en el aire antes de caer en los brazos de un astral. La masa de los habitantes se separó cuando el pequeño corrió.

──── ¡Papá! ──── gritó con entusiasmo, subiéndose encima de su madre ──── ¡Puedo volar! ¡Muy alto! ──── chilló, Axle la observó, mordiendo su dedo ──── Mi hermano me dijo que tú también puedes volar.

──── ¿Cuál de todos? ──── Acacia preguntó, ordenándole a su boca que lo hiciera.

──── Este hermano ──── respondió una voz en su espalda.

Acacia soltó un quejido, mezclado de tristeza y dolor cuando Alexander sonrió. Sus pies se movieron, recorriendo la distancia para estrellarse contra su cuerpo, abrazándolo.

Sin contenerse, Acacia tomó el rostro del astral entre sus manos, sintiendo la calidez, el calor que desprendía.

──── Lo lamento tanto ──── ella gimoteó, dejando salir los sollozos ──── Perdón, yo hice que murieras.

Él negó, pasando sus labios por el rostro de la astral.

──── No, no fue tu culpa. Yo tomé la decisión de estar ahí, incluso tomar la posición de Dion.

──── Tuviste que irte ──── siguió murmurando.

──── Acacia, mírame ──── pidió en voz baja ──── Estoy feliz, no tengo molestia o dolor. Estoy feliz porque tengo lo que siempre desee y con la astral que amo ──── susurró, sonriendo.

──── Pero estás muerto.

──── Estoy vivo ──── contradijo, juntando sus frentes ──── Y tú también lo estás, no en el planeta, pero en un lugar mejor.

Acacia solo pudo admirarlo. Sus ojos azules, tan vivaces no mentían y confirmó sus palabras.

──── Ya todo terminó ──── Alexander musitó, acariciando las mejillas de la astral ──── Ya podemos tener calma.





espero que hayan tenido sus toallas para llorar porque yo si lo hice :(



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