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Buenos Aires, 1999

La pareja procedente de Italia llegó con sus hijos, una nena y un nene, para visitar al mejor amigo del italiano, que acababa de ser padre de una beba llamada Celeste.

Los dos adultos se abrazaron cuando se encontraron nuevamente y Vitto los presentó, a su esposa y a su mejor amigo argentino, ya que era la primera vez que se conocían en persona, y así también sus hijos. Bianca y Alessandro.

Ambos niños observaron con atención el bulto que se encontraba dentro del carrito de bebé en un mono de color lavanda y una manta con florcitas color pastel.

Bianca le sonreía a la beba que la miraba con atención y la pequeña le sonreía también, en cambio Alessandro la observaba con curiosidad arqueando una ceja y teniendo las manos en los bolsillos de su pantalón de mezclilla como si le diera aprehensión el pequeño bulto que se movía.

Alejandra se inclinó a verla y le tocó la manito besándosela y diciéndole palabras bonitas.

—¿No es linda? —Se lo preguntó a ambos hijos en argentino.

—Es hermosa —respondió su hija muy contenta con un claro español a pesar del sonido de su voz característico de Italia.

—¿Y vos qué opinás, Ale? —Quiso saber su madre.

—Pues, está bien.

El tono que empleó el niño fue muy serio porque creyó que estaban allí para adoptar a esa bebé y Alessandro era bastante celoso con su propia madre, no quería que alguien más se la sacara, y ya bastante tenía con aceptar a Bianca cuando nació al sentirse celoso de ella.

—¿La van a adoptar? —cuestionó un poco dudoso y mirándola con fijeza.

—No, ¿por qué lo creíste? —Abrió los ojos al escuchar su pregunta.

—Porque viajamos todos y tú estabas muy entusiasmada.

—¿Y no puedo estar entusiasmada por querer conocer a la niña del mejor amigo de tu papá?

Alessandro asintió con la cabeza.

—Yo ya tengo a mis dos bellezas —los abrazó por los hombros—, vos y tu hermana —le dio un beso a cada uno en la frente.

Alessandro a pesar de que a veces era reacio a los cariños en público de su madre porque le daba vergüenza al ser un preadolescente, la quería y mucho, y no dudó ni un segundo en abrazarse a ella de la cintura.

Los tres adultos y los dos niños se sentaron en la cafetería para pedir algo para beber y comer mientras se ponían al día con sus cosas y sus vidas. La bebé estaba durmiendo en los brazos de Alejandra, mientras Bianca se puso de pie al lado de su madre para mirarla también y acariciarle la frente.

La beba bostezó y continuó durmiendo.

—Te felicito, es hermosa y su nombre lo es también —le respondió la mujer con una sonrisa.

—Muchas gracias, Alejandra —sonrió ante el cumplido—. A ustedes los tengo que felicitar también con los hijos hermosos que tienen, son muy educados también.

—Muchas gracias —le dijeron ambos.

Después de aquella tarde en donde se conocieron en persona cuatro de ellos por primera vez, ya que Vitto y Felipe se habían visto muchas veces, no pudieron volver a verse más y el único recuerdo que había de aquel día era una foto grupal.

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