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Hola a todos, aquí Coco, iniciando una nueva semana con ustedes después de la mega fiesta que tuvimos añoche, fufufu ^u^ Wow, aún siguen llegando las notificaciones XD Pásense por alguna de los regalos que les hice, que aún queda pastel para fiesta y torna fiesta <3 Y hablando de fiestas... ¿por qué no vamos al ardiente desenlace de la conversación de Mel y Eli durante el cumpleaños de Zel? 7u7 Ya saben qué hacer, fufufu.

Posdata: ¡Oh, cierto! Se me olvidó comentarles que ya está disponible el capítulo 11 de Letras y Sexo. Es que ayer con la prisa no me di cuenta de que no lo subí XD Bueno, dicho lo anterior, ahora si vamos a los capítulos de hoy <3 

***

—Eli... —Ella le dio un beso, luego otro, luego otro. Fue una cadena ininterrumpida que le impidió hablar mientras ella desabrochaba su botón y bajaba el cierre de su pantalón. Fue deslizándolo hacia abajo mientras lo sujetaba por sus caderas, y sin permitir que sus bocas se separaran, tomó entre sus manos su cálido miembro. Él soltó un largo gemido que fue absorbido por los labios de la albina, quien comenzó a acariciarlo mientras lo empujaba hacia atrás, haciendo que quedara recargado en el lujoso lavabo.

Acariciaba de arriba a abajo, suave e intensamente, todo mientras sus lenguas se entrelazaban, y él trataba de afirmarse en el mueble de mármol. Meliodas se fue relajando, olvidando de todo, derritiéndose entre sus dedos mientras se dejaba llevar por el placer. No supo en qué momento se había puesto duro, pero como su novia si lo percibió, se separó de él con un sonoro sonido de succión. Luego cayó de rodillas, lista para continuar con su plan.

—Te amo cariño. Quiero que lo recuerdes siempre, junto con el hecho de que eres mucho más de lo que ellos creen. Y yo lo quiero todo de ti. —Sin advertencia, sin peticiones, de forma brusca y rápida... la albina se metió su largura por completo en la boca.

—¡Aaaaahhhh! —Él echó la cabeza hacia atrás y se sostuvo aún con más fuerza mientras ella la chupaba de modo delicioso. 

Estaba siendo más agresiva que de costumbre. Pero al mismo tiempo, con eso estaba demostrando toda la pasión que sentía por él. Apretaba la base de su asta palpitante, deslizaba sus labios a todo lo largo de aquella delicada piel, y luego daba vueltas con la lengua a la hipersensible punta. Entonces repetía todo el proceso mientras ella misma soltaba unos exquisitos gemidos que lo estaban volviendo loco. Podía sentir la vibración de esos sonidos a través de su miembro, y percibió claramente como aquél desinteresado acto de amor estaba sacando de él una fuerza oculta, una faceta más guerrera y oscura, una que estaba dispuesta a enfrentar a quién fuera con tal de protegerla.

Soltó una de sus manos para acunar su cabeza, y de esta forma pedirle que fuera más rápido. Como ella también estaba en un arranque de lujuria, obedeció de inmediato su petición mientras chupaba más fuerte y se agarraba de sus muslos para mantener el equilibrio. Su boca estaba tan llena, su sabor le parecía tan delicioso, se sentía tan poderosa, que sencillamente dejó de pensar. Y él también.

Comenzó a proyectar las caderas hacia adelante, penetrando sus labios mientras ella se perdía en el gozo de tenerla. El apoyo y lealtad de aquella frágil mujer le hicieron comprender que el único frágil ahí era él. Pero ya no más. Su amor lo conmovió tanto que otra vez las lágrimas acudieron a sus ojos, y se sentía tan lleno de gratitud y valor que sabía que podría hacer cualquier cosa por ella. Ambos comenzaron a acercarse hacia la meta de la liberación, totalmente absortos en el otro. Luego ella alzó su mirada para enfrentarse a los ojos de él, comunicándose sin necesidad de hablar.

Vamos amor mío. Dámelo.

—¡Elizabeth! —Se corrió de una forma tan poderosa, que su leche inundó la boca de su mujer y se desbordó por la comisura de sus labios. Ella tragó una, dos veces, y cuando terminó, siguió lamiendo la punta para que no se desperdiciara ni una sola gota. Él la tomó por las axilas, y de un solo tirón, la levantó. Casi cargándola con su intenso abrazo, unió sus bocas en un apasionado beso que lo hizo probar su propio sabor. Cuando se calmaron, terminaron por perderse en la mirada del otro. Fue cuando ella notó el color imperante en sus ojos era el negro.

—Mi mujer... mi diosa... mi Elizabeth —Era muy extraño. Los ojos eran los de su demonio, pero el tono de voz dulce y suave era el del auténtico Meliodas—. Por ti nena. Vamos a enfrentar a esos bastardos de nuevo.

—¿En serio cariño?

—Sí. Incluso había armado un plan y todo, pero al idiota de tu noviecito se le olvido por quedar tan ofuscado con esos hijos de perra. Ahora, con tu ayuda, sé que puedo llevarlo a cabo. Después de todo, somos un equipo, ¿no? —Le sonrió de una forma tan dulce, que la verdad le llegó a Elizabeth de golpe: él estaba tratando de fundir sus dos personalidades por propia voluntad—. ¿Qué te parece si nos ponemos decentes y vamos a acabar con ellos?

Durante los siguientes diez minutos, se ayudaron mutuamente a arreglarse. Ella le hizo de nuevo el nudo de la corbata, abrochó su pantalón, y peinó un poco sus rebeldes cabellos. Él le acomodó su vestido, limpió su cara, y remató pintándole los labios con un suave pero sexy color rosa. Ya listos, salieron del cuarto de baño, y él le ofreció su brazo de forma caballerosa.

—Ups, lo olvidaba —Meliodas pareció concentrarse mientras miraba hacia el pasillo, y Elizabeth vio como el color negro pasaba a verde otra vez. Pero no se preocupó, pues al momento de ver su sonrisa, supo que el demonio seguía ahí —. Hay que ser discretos, ¿no? Oye Eli...

—¿Sí?

—Cuando lleguemos a casa, deberíamos ayudarnos mutuamente a ponernos indecentes. —Ella sonrió como lo haría una auténtica diablilla, y le dio un sonoro beso en la mejilla.

—Por supuesto.

*

El resto de la velada, la pareja dejó a la familia con la boca abierta. Era como si las personas que hubieran regresado fueran otras a las que dejaron la mesa. En especial Liz, no sabía de qué rayos había hablado la albina con su ex, pero al parecer la había subestimado. Meliodas venía más encantador que nunca. Platicó animadamente, comió con ganas, y no perdía oportunidad para tocar a su nueva novia.

¡La mirada que le echaba! Sus ojos eran fuego, su risa era cristalina, sus modales eran perfectos. A la pelirroja ya se le había olvidado lo bueno que era en conversaciones cultas, lo elegante que era, y lo bien que le sentaba el color rojo. Al fin estaba dándole a Zeldris toda la atención que merecía, su padre tenía una enorme sonrisa de satisfacción, y Liz comenzó a hartarse cuando contó el doceavo beso que le daba en la mano a la famosa Elizabeth. Reposaron la comida paseando por el jardín, charlaron un poco más, y cuando fue obvio que tanto Zeldris como Meliodas estaban ignorando a Estarossa, la pelirroja supo que era momento de sacar su arma secreta.

—Bueno chicos, ¡el pastel ha llegado! —Apenas terminaron el delicioso postre, el rubio se acercó discretamente al festejado para decirle algo.

—Zel, Eli y yo nos tenemos que ir después de tus obsequios. Espero nos disculpes, pero...

—¡Ven acá, universitario! Es tiempo de abrir los regalos. —interrumpió el hermano de en medio, que intentó hacerle un cerillo al menor sin éxito, pues este logró escapar a tiempo para ir a la sala. En cambio, cuando el mayor se acercó, Zeldris sintió que su corazón saltaba de felicidad ante su gesto: Meliodas acarició su cabeza con suavidad, pegó su frente a la de él y cerró los ojos mientras le hablaba.

—Estoy muy orgulloso de ti Zel. Y quiero que sepas que estaré aquí para ti. Siempre —Fue como cuando eran niños, como cuando él era su único apoyo en el mundo... como antes de su enfermedad. Contrario a su conducta normal y demasiado emocionado como para contenerse, Zeldris se abrazó a Meliodas con todas sus fuerzas.

—Gracias hermano. —La pareja de anfitriones iba quedando cada vez más atrás, así que la esposa tomó uno de los regalos de la mesa y se acercó con una enorme sonrisa.

—Feliz cumpleaños querido. Este es de mi parte —Al abrirlo, todos quedaron impresionados, pues era una modernísima tablet de última generación—. Estoy segura que te será útil en tus clases.

—Cielos, gracias Liz.

—¡Sigo yo, sigo yo! —El peliplateado se acercó con una caja pequeña, y al abrirla resultó ser unas llaves—. Es para tu nueva motocicleta. Tal vez habría sido un auto, pero cuando te lo compré, aún no tenías novia. —El pelinegro sonrió, pero a pesar de estar auténticamente agradecido, hubo una pequeña mueca de enfado que arruinó el momento.

—Gracias Ross. Aunque tal vez no la use, considerando que viviré cerca de la universidad.

—Sí, hablando de eso, es mi turno —El señor Demon sacó una caja más grande, y la entregó a su hijo con una gran sonrisa. Contenía un hermoso jarrón antiguo, y dentro de él, unos papeles y unas llaves.

—Papá, ¿esto es...?

—Tenía una propiedad cerca del punto donde quieres vivir. Ahora que eres mayor de edad, es oficialmente tuya. Sé que serás tan responsable como lo has sido hasta ahora. —El abrazo que se dieron parecía no tener fin, pero cuando al fin se separaron, Liz salió con otra estrategia para ganarse puntos con la familia.

—Vamos Geldita, ¿por qué no le das el tuyo? —Eso era jugar sucio a varios niveles. Era obvio que Gelda quería ir al último para causar un mayor efecto, y quien debía seguir en la fila era Meliodas. Con esa jugada, no solo había amargado a la rubia, sino que había desplazado al hermano mayor.

—Está bien Gelda —Meliodas la tomó por el hombro y le guiñó el ojo de forma cómplice—. Nos conviene a todos. Créeme. —El comentario le puso los nervios de punta a la pelirroja, y en cuanto la novia del cumpleañero le sonrió de vuelta, supo que estaban tramando algo.

—Feliz cumpleaños cariño. —El pelinegro recibió una bellísima caja envuelta en papel dorado, y al abrirla, se encontró con un huevo de pascua de colores brillantes.

—¿Un huevo? —preguntó Liz extrañada—. Qué raro. Creí que no te gustaban los dulces Zel. —Pero a pesar del comentario, al parecer aquello debía significar algo muy especial para esos dos, porque el pelinegro se puso rojo hasta las orejas, y sonrió de una forma que era como si apenas pudiera contenerse.

—Gracias amor —Luego, ante la sorpresa de todos, dio un sonoro beso en los labios a su novia, que se pegó a él, más feliz que nunca.

—Cariño, ¿a Zel le gusta el chocolate? —Meliodas tenía la misma expresión traviesa de quien sabe algo que los demás no, pero por toda respuesta, abrazó a Elizabeth más fuerte.

—¡Bien chicos! Ahora sí, es su turno. —Liz sabía que esa partida la había ganado. Esos dos eran simples bibliotecarios, era imposible que pudieran pagarle a Zeldris regalos mejores. Sin embargo, el rubio se veía insoportablemente feliz. Se acercó al cumpleañero, acarició su hombro, y le sonrió con un gesto adorable entre la timidez y una disculpa.

—Sé que no he sido el hermano mayor que merecías durante estos últimos tres años. Y tal vez al hacer esto solo ponga más presión sobre ti, pero... así de valioso eres para mi —Toda la familia se quedó en silencio ante estas palabras, mientras el rubio metía una mano a su saco y sacaba un elegante sobre—. Feliz cumpleaños Zel. —Acto seguido, el pelinegro lo abrió: contenía una especie de documento oficial con sello notarial. Entre más leía, los ojos del joven más se abrían de sorpresa. Tuvo que sentarse, cubrió su boca con una mano, y ante los atónitos ojos de todos, comenzó a llorar.

—Zeldris, ¿qué es eso? ¿Qué te dio Meliodas? —Pero cuando Estarossa intentó quitarle el papel de las manos, el menor lo estrujó contra su pecho mientras se paraba ante el rubio y su novia.

—¿Es en serio hermano? ¿Estás seguro?

—Sí Zel. Así de tanto confió en ti.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —Ahora el peliplateado se veía abiertamente molesto. Zeldris inhaló profundo, enderezó la espalda, y habló lo más firmemente que pudo.

—Meliodas... me ha nombrado su curador, y el albacea de su testamento.

—¡¿Qué?! —gritaron al mismo tiempo Liz y Ross—. ¡No puede ser! ¿Qué estupidez es esa?

—Cálmense —dijo el señor Demon—. Siéntense por favor. Es algo que debemos discutir en paz. —Todos obedecieron en el acto ante el tono autoritario del patriarca, y la primera en hablar fue la indignada nuera.

—¿Por qué? ¿Qué significa esto?

—Verás Liz —Meliodas apoyó la mano en su mejilla mientras veía a la pelirroja con una fingida expresión de inocencia—, el marco legal en el cuál ustedes manejaban mis finanzas se cayó cuando el diagnóstico sobre mis capacidades mentales fue rectificado. Ustedes dejaron de tener autoridad oficial sobre mí, sobre mi herencia y mi fideicomiso, hace aproximadamente un mes.

—Pe... pe... ¡pero Mel! Está bien pedir nuestra ayuda, nosotros solo queremos apoyarte. Zel es muy joven, no sabrá hacerlo, ¡apenas acaba de cumplir la mayoría de edad! Además, mi suegro...

—Yo fui quien autorizó esto y hablé con el juez, Lizzy. Y Estarossa lo firmó hace dos días.

—¡¿Cómo?!

—Papá, yo no me acuerdo de eso. Creí que lo que me dabas eran cosas del trabajo.

—No firmes documentos antes de leerlos, hijo. Es poco profesional.

—Además, Zel ya no es un niño. Y en mi opinión, se volvió un verdadero hombre hace mucho. —El cumpleañero no podía verse más feliz, y miraba a su hermano mayor con unos ojos brillantes que mostraban su adoración por él.

—¡Pero tu salud! Tú podrías...

—Sé que mi salud no es algo definitivo, Liz. Mi condición podría agravarse en cualquier momento. Es por eso que he decidido confiarle todo a Zel.

Lo heredó... heredó a Zeldris en vida.

—Pero, ¿por qué? ¿Por qué a Zel y no a mi, hermano? Yo llevo cuidándote por más tiempo, yo soy más capaz, yo siempre... —El rubio alzó una mano para pedir silencio, y demostró tener la misma aura de autoridad que su padre.

—Tal vez no estés enterado, Ross, pero Zel está apuntando a ser psiquiatra. Si hay alguien que tiene lo necesario para poder asumir esta responsabilidad, es él. Ahora dejen de amargar el momento, disfruten que han sido liberados de mi carga, y permítanle a Eli dar su regalo. —La aludida solo reaccionó hasta ese momento. Estaba tan insoportablemente feliz que se le había olvidado que aún faltaba ella.

—Es... es cierto —Se acercó con timidez, y le entregó otro sobre al más joven—. Feliz cumpleaños Zel. Meliodas y yo pensamos en este regalo juntos. Perdona que no sea algo lujoso, pero...

—La idea en realidad fue de ella. Y estoy seguro que te encantará —Al abrirlo, efectivamente fue cierto. Era un ticket de entrada para un concierto de su grupo de rock favorito—. El hotel no es de lujo. Y lo siento, pero tendrás que ir en el viejo y destartalado auto de tu hermano ma... —El pelinegro silenció a Meliodas con otro abrazo y, además, también incluyó a Elizabeth en el gesto. Cuando por fin se calmó, sonreía como un niño pequeño.

—Gracias chicos. Es el mejor regalo del mundo —Era obvio quien había ganado la partida en aquella competencia familiar.

—¿Y bien? —dijo el señor Demon senior—. ¿Quién quiere más pastel?

*

Al terminar la fiesta, Meliodas y Elizabeth casi bailaban de felicidad. Ya en la calle, se acercaron hasta su auto y se miraron intensamente.

—Oh Mel...

—Lo sé Eli. Hemos ganado.

—Lo importante es que Zel tuvo un buen cumpleaños —El rubio alzó una de sus cejas mientras le dedicaba un gesto irónico y feliz a su novia—. Bueno, confieso que también disfruté lo demás.

—¿Y no quieres disfrutar más?

—¿Eh? —El ojiverde pegó sus labios al cuello de la chica, y le susurró unas palabras al oído.

—Nos están viendo. —La albina miró discretamente de nuevo hacia la casa, pero al menos desde ese ángulo, no podía ver a nadie.

—¿Cómo lo sabes?

—Solo lo sé. No sé quién de los dos lo hace, pero en realidad no importa. ¿Qué dices? ¿Quieres darles un espectáculo? —El rubio se separó un poco de ella esperando su respuesta, y la sonrisa pícara que tenía se reflejó en la cara de la albina.

—Claro que sí. —No esperaron ni un segundo más. Su beso fue tan apasionado que los hizo acabar casi acostados sobre el auto. Se devoraban mutuamente mientras ella le echaba los brazos al cuello y él acariciaba lascivamente su trasero justo en medio de las nalgas. Ella aplastó sus pechos al pegársele más, y él la inclinó tanto hacia atrás que su cabello plateado se desparramó sobre el parabrisas. Cuando a ambos se les acabó el aire, se pusieron de pie y se subieron al auto en medio de risas. Y efectivamente. Alguien los había estado observando.

La pelirroja estaba quieta como estatua. Sola, agazapada en la ventana, fue inundada con un mar de emociones que la consumieron como si estuviera en llamas. Ya había tenido bastante con ver a ese par arruinando sus planes. Ahora, con tremenda escena erótica, tenía la cabeza hecha un hormiguero. Primero, sentía ira, pues toda su estrategia se había ido al caño en solo una noche. Segundo, estaba triste, pues el trato que le dio la familia fue como el que le darían a una extraña. Y tercero, en contra todo lo que esperaba... resultó que estaba celosa. MUY celosa.

No sabía cómo lo había logrado, pero esa perra había hecho que Meliodas volviera a ser como antes, justo como ella lo conoció: carismático, inteligente, seguro y sexy. Recordó todos los momentos de intimidad que había pasado con él, incluyendo los golpes y gritos, y descubrió que, en ese momento... se había excitado muchísimo. Había mojado sus carísimas bragas de encaje al ver a Meliodas haciéndole eso a Elizabeth. Descubrió que tenía envidia, estaba celosa... y aún lo deseaba. ¿Cómo podía sentir eso por su ex? ¿Por el loco que le hizo tanto daño? ¡¿Y además estando casada con su hermano?! Sin embargo, sentía lo que sentía. Y decidió que, sin importar las razones, lo mejor era intentar separarlos.

***

Fufufu *u* Y ahora, un secreto de este capítulo: Es más como un dato curioso pero, ¿saben la diferencia entre "tutor", "curador" y "albacea"? XD Tuve que informarme un poco de los términos legales para este capítulo, y como creo que son muy útiles, creo que no hará daño compartirlos. El tutor es el que toma las decisiones legales por una persona que, por alguna razón, no está en capacidad de elegir, como niños pequeños, o personas muy ancianas, o personas con enfermedades mentales (el caso de Mel), pero no tienen potestad para manejar el dinero de esa persona. El curador es lo opuesto. No maneja sus decisiones como tal, pero sí maneja todo su dinero y finanzas. A veces una persona puede ser ambos. Y por último, el albacea es la persona que recibe dinero y asuntos legales después de que la persona que se los dió muere. Traducción: en este capítulo, Meliodas le estaba entregando su salud, dinero, decisiones y vida a Zeldris en caso de que su enfermedad se pusiera peor :'D No sé porqué, pero siento que en la vida real si lo haría así... al menos hasta que se casara con Eli y cambiara el testamento >u<

¡No se vayan a despegar! Aún nos queda un capítulo más el día de hoy UwU




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