19 Mudanza

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Hola a todos, aquí Coco, y.... ¡auch! >o< Auch, auch, auch, ¡que dolor! Pero no emocional, gracias a las diosas (mi padre ya está mejor UwU). Esta vez el dolor es físico XD Apenas volví a hacer ejercicio tras meses de inactividad y me duele todo :'D Sentí que necesitaba volver a activarme, moverme y tratar algo nuevo para quitarme la depresión que amenazaba con manifestarse. Como diría una de mis dragqueens favoritas: NOT TODAY SATAN! XD Tengo muchas cosas maravillosa por vivir y hacer >:D Y como actualizar los lunes es una de ellas, pues los dejo con este nuevo capítulo °3^ Ya saben qué hacer <3 

***

—Huuuuh. —Elizabeth suspiraba mientras cerraba con cinta adhesiva la última caja de su mudanza. Ya casi todo estaba listo. Meliodas le estaba ayudando a subir lo último al camión, y estaba muy emocionada por llegar a su nuevo hogar, el departamento que compartiría con su amado rubio. Pero aún había algo que no le estaba permitiendo disfrutar del todo lo que hacía.

"¿Ya te ha atado? ¿Ya te ha golpeado? ¿Ya te ha hecho una escenita de celos?".

"Ambos sabemos que la única razón de que hayas elegido a esta chica es porque es idéntica a mi".

—Huuuuh. —Un suspiro más, solo que esta vez no era de cansancio. No podía olvidar las palabras de esa horrible mujer, y a pesar de que sabía que probablemente las había dicho solo para separarlos, había algo en ellas que simplemente no podía ignorar. ¿Y si estaba diciendo la verdad?

Vamos Elizabeth, no dejes que se meta en tu cabeza, ¡no la dejes entrar!

—¿Eli?

—¡Kyaaa! —Meliodas apareció tan repentinamente que a ella por poco se le cae la caja que acababa de sellar.

—¡Cuidado! —Con un movimiento rápido y fluido, el rubio salvó el paquete, lo volvió a dejar en la mesa, y además la abrazó por la cintura—. ¿Por qué estás tan nerviosa? —Sus hermosos ojos verdes siempre la desarmaban, eran tan adorables y enormes. Luego un destello de color negro apareció en ellos, y eso la hizo sentir una cosquilla de placer seguida de escalofríos—. ¿Estabas pensando en mí? —Ella comenzó a reír apenada, pues en cierta forma, él había acertado.

—Así es. Últimamente, eso me pasa todo el tiempo. —La sonrisa en su rostro fue enorme, y debió tocar una fibra sensible en su corazón, porque la oscuridad en sus ojos desapareció mientras agachaba la mirada y se ruborizaba. Se puso a jugar con un mechón de su pelo, pareció hacerse más pequeño, y puso esa expresión tímida que a Elizabeth le encantaba. Ahí estaba el bibliotecario que conocía. Pero... ¿lo conocía realmente? Debió hacer una mueca reflejando su angustia, porque el rubio volvió a mirarla intensamente a la cara, como buscando algo.

—¿Eli, estás bien?

—¿Eh? S... sí, ¿por qué preguntas?

—No lo sé... te ves extraña. Dime, ¿es por la mudanza?

—¿Qué? ¡No! No cariño, no es eso. Tal vez solo estoy cansada, anoche estuviste muy impetuoso —Una sonrisa de puro orgullo masculino se estampo en el rostro del rubio, y ella decidió disimular su rubor levantando nuevamente la caja para llevarla—. Además, hoy no hemos parado con los preparativos. Estoy segura de que una vez que nos instalemos, todo volverá a la normalidad. —Ella había dicho eso para tranquilizarlo, pero también en parte porque quería convencerse a sí misma.

—De... de acuerdo. Déjame llevar esa caja por ti. Si quieres, revisa una última vez que no se te haya quedado nada. Te espero abajo en la camioneta.

—Sí querido. Gracias. —Ella se giró para adentrarse al corredor de la que había sido su vivienda los últimos meses. Soltó un nuevo suspiro largo, y aunque esta vez si se debía a nostalgia, ya no pudo engañar a su compañero. Meliodas se quedó oculto en el marco de la puerta, observándola desde las sombras, y a pesar de que llevaba mucho tiempo de haber hecho las paces con su demonio... sintió como la oscuridad se retorcía en su interior.

No nos está diciendo todo.

—Ya lo sé...

—¿Por qué nos está ocultando cosas?

—No estoy seguro pero... dale tiempo. Debemos confiar en ella. Si no lo hacemos, será el fin para nosotros.

*

—¡Y esto fue lo último!

—¡Yeiiii! —Por fin habían logrado meter la última caja, y todo estaba listo para que comenzaran a desempacar en su nuevo hogar. En serio era muy hermoso. Tal vez estaba algo más alejado del trabajo de lo que estaban antes, pero eso era compensado con la maravillosa vista que tenían de la ciudad, el adorable barrio donde estaban, y el mucho espacio que había para los dos. Y claro, el hecho de que ahora estaban juntos.

—¡Ven aquí Eli! —Su rubio se sentía tan feliz que la cargó en brazos mientras giraba. Juntos, riendo entre paredes vacías cuyo eco les devolvía el sonido de sus risas, Elizabeth pensó que por fin estaba entendiendo el verdadero significado de la felicidad. Desde que lo había conocido, su vida se había pintado con cientos de colores nuevos, de emociones intensas, de sombras sensuales. Para ese momento, él se había convertido en su todo. La peliplateada se le abrazó al cuello, tan emocionada que podía llorar, pero justo cuando estaba inclinándose para besarlo, un extraño sonido vino a romper con su intimidad: el timbre de un teléfono.

—Que raro, pensé que aún no nos habían conectado la línea.

—No Eli, es mi celular. Sé que el tono parece de abuelita, ¿qué tal si me lo cambias luego? —El comentario la hizo reír, y tras ser silenciada con un beso fugaz, él salió corriendo para alcanzar la llamada. Al ver el identificador, soltó un suspiro exasperado y volteo los ojos—. Ross, ¿qué ocurre?

—¿Ross? ¿Quién será?

—Oye, cálmate, ve más despacio —La llamada al parecer era algo serio, pues entre más escuchaba, más cara de preocupado ponía el ojiverde—. Ya, entiendo. Tranquilo, de seguro no es nada serio. Voy para allá. —Acto seguido colgó, tomó su abrigo, y recogió las llaves del plato junto a la entrada.

—¿Pasa algo cariño?

—No es nada Eli, solo un pequeño problema familiar. Tengo que ir a casa de papá, pero no me tardo. Nos vemos en un par de horas, ¿vale?

Oh no...

—Sí, claro. Ve con cuidado —Algo no estaba bien. Al ver su espalda alejarse por el corredor, ella sintió un urgente deseo de detenerlo y no dejarlo ir.

—¿Por qué estoy así? ¿Qué me está pasando? —Entonces parte de lo que le dijo cierta pelirroja volvió de nuevo a su mente, y se dio cuenta de que estaba por hacer una de las cosas de las cuales acusó a Meliodas—. No puede ser, acaso... ¿Son celos? —Era lo más probable, ¡pero es que le parecía imposible!

Después de todo, había tenido otros novios, no era virgen cuando conoció a su amado bibliotecario. ¿Por qué se ponía celosa en ese momento? Y porqué no sólo hablaba con él de lo que le molestaba? La albina decidió inhalar profundamente y tratar de encauzar sus rebeldes emociones. Como pensó que lo mejor para dejar de pensar era hacer algo productivo, decidió salir por unas compras para preparar la cena.

*

La tienda estaba a un elevador y a media calle de distancia, así que a pesar de estar en el piso trece, el viaje fue relativamente corto. El vecindario en serio era lindo, con pintorescos negocios y un bello jardín a un lado del edificio. Al darse cuenta que ni eso había conseguido alegrarla, Elizabeth suspiró exasperada.

—¡Oh, por favor!

—¿Eli?

—¡Kyaaah! —Tomada completamente por sorpresa, la albina se vio tacleada en un abrazo de oso por una conocida chica de cabello naranja—. ¿Derieri?

—¡Eli, eres tú! ¡Qué sorpresa verte! ¿Cómo descubriste en donde estamos viviendo? ¿Viniste a visitarnos? —La peliplateada sonrió, auténticamente feliz de ver a su compañera ahí, pero en realidad ninguna de las palabras que dijo tenían sentido para ella.

—Querida, yo también vivo aquí.

—¡¿En serio?! Wow, es una extraordinaria coincidencia. Monspeet y yo nos mudamos hace como un mes.

—¿En serio? Espera... ¿No es eso más o menos el mismo tiempo que llevan saliendo juntos? —La pelinaranja pasó de sonreír a hacer una expresión extraña, una mezcla de confusión y angustia. Luego rascó su cabeza, y su expresión tímida le derritió el corazón

—Bueno, sí, pero no creo que debas juzgar en cuanto a prisas se trata.

—Jajajajaja, tienes razón.

—Aunque, tal vez... Eli, ¿te gustaría tomar algo en mi casa? Serías mi primera visita, y me ayudaría que... tú sabes, tengamos una charla de chicas y eso. —Aquello atrajo de inmediato la atención de la peliplateada, ya que su amiga era más de acciones que de palabras. Que quisiera platicar parecía una mala señal.

—Por supuesto Derieri, me encantaría —Resultó que su departamento estaba solo un par de pisos abajo, y cuando al fin estuvieron solas en la barra de la cocina, Elizabeth ayudó a la pelinaranja yendo directo al punto—. Entonces, ¿qué sucede linda?

—Es Monspeet. Elizabeth, no sé si cometí un error al aceptar salir con él.

—¿Por qué dices eso? ¿Acaso tú no lo amas?

—¡No es eso! Creeme que no lo es, yo solo... —Un insólito rubor se apoderó de las mejillas de la chica, y a pesar de lo adorable que se veía, la albina no entendía por dónde iba el asunto—. No es de mis sentimientos de los que dudo, sino de los de él.

—¿Qué? ¿A qué te refieres?

—Nosotros... nos conocimos de una forma un poco extraña. Originalmente creí que él estaba enamorado de mi hermana mayor. Somos muy parecidas, y ahora me temo que...

Oh no. ¿Le está pasando lo mismo que a mí?

—Bueno, ella es la que estudiaba en la universidad, sabes? Literatura. Fue una de sus mejores estudiantes cuando yo apenas iba en preparatoria. Eran muy unidos, y siempre pensé que terminarían juntos. Luego ella fue aceptada en STIGMA, un grupo élite de la universidad de Liones, y ellos quedaron como amigos. Yo decidí quedarme aquí, terminé de estudiar, y casi de inmediato entré a trabajar en la biblioteca. Al principio creí que él me cuidaba por ser la menor, o por nostalgia, y después de que cogimos, pensé que era solo por sexo.

—Oh, querida...

—No me quejo. Yo sabía que tal vez era un sustituto, y en realidad nunca quise nada serio con él. Me encanta como me la mete, somos muy buenos en eso, pero...

—¡De... Derieri!

—Discúlpame, no te gusta que hable así. —Era cierto que no le gustaba, pero la similitud de lo que sentían la estaba llevando a entender porqué lo hacía.

—No pasa nada. ¿Y entonces?

—Pues nada, ahora que estamos viviendo juntos, temo que me haya pedido más solo porque soy idéntica a ella —El silencio se extendió entre las dos, y una especie de sudor frío comenzó a perlar la piel de la albina—. Bueno, dime qué piensas.

—Yo... —El nudo en su garganta le apretaba cada vez más—. Yo... —Las lágrimas amenazaban con desbordarse en cualquier momento—. Yo pienso que...

"Ambos sabemos que la única razón de que hayas elegido a esta chica es porque es idéntica a mi".

—T... tengo que irme. Derieri, lo siento mucho, tengo que pensar lo que me contaste. Te prometo que en cuanto tenga una respuesta, volveré a charlar contigo.

—¡Eli, espera! —La chica salió corriendo tan rápido que hasta azotó la puerta, y al ver su lata de cerveza a medio terminar, la pelinaranja suspiró con tristeza—. Bueno, ya me enteraré de que le ocurrió a ella. Después de todo, los secretos no duran mucho en la biblioteca.

*

—¡Por fin tenemos el espacio apropiado! Eli, este estante es para la sección de literatura caballeresca, ¿verdad?

—¿Eh? S... sí. Ponlos ahí cariño, yo comenzaré por la sección histórica. —Después de terminar su asunto, Meliodas regresó tan rápido como pudo a casa con su adorada novia. La encontró ordenando los libros en su estudio, que más bien se volvió una biblioteca personal, donde juntaron las colecciones de ambos en un maravilloso espacio para el conocimiento. Habían estado muy emocionados al momento de hacer su lista, iban a usar la misma clasificación que usaban en la biblioteca. Al ver el poco ánimo con que lo estaba haciendo, los nervios del rubio comenzaron a ponerse de punta.

—¿Qué te parece si la colección erótica la ponemos en el rincón? Aunque también podría ir al baúl antiguo.

—Me parece bien.

¿El qué le parece bien? ¡Joder!

Cálmate, cálmate... —Algo estaba mal, muy mal, ella simplemente no estaba presente. Para comprobar si eso era cierto, Meliodas lo intentó una última vez.

—Y, ¿qué te parece si los libros verdes también van dentro? Después de todo, tratan de lo mismo. —Ella se sentó un momento en el gran escritorio que habían comprado, y suspiró antes de contestar.

—Buena idea —No pudo soportarlo más. El rubio azotó una enorme pila de libros sobre la mesa, haciendo un ruido espantoso y haciendo brincar a la albina—. ¡Diosas! Cariño, ¿qué pasa?

—Eso debería preguntarte yo —El ojiverde acorraló a la chica contra la sólida madera, y la asustó aún más al permitir que la oscuridad inundara por completo sus ojos. El demonio había vuelto—. No estás escuchando, preciosa. Llevas un buen rato con la cabeza en la luna, y quiero saber porque.

—¿De qué hablas? Sí estaba escuchan...

—Querida, los libros verdes son de temas médicos, y a menos que estemos hablando del diagrama de pene y vagina que me contaste, estos no tienen nada que ver. Eres la mejor bibliotecaria que conozco, jamás cometerías estos errores! Así que o bien no estabas escuchando, o estás pensando en algo que te carcome por dentro —Luego la tomó fuerte por la barbilla para evitar que desviara la mirada, y le habló con un delicioso e intimidante tono grave—. ¿Me lo dirás por las buenas, o por las malas? —El labio de la peliplateada tembló, se veía realmente furioso, pero aunque sabía que tenía que hablar, nada salió de sus labios—. Entonces por las malas.

***

Sustos que dan gusto (o darán) fufufu 7u7 Y ahora, un secreto de este capítulo: ¿sabían que, aunque en menor cantidad, Derieri también refleja un poco mis sentimientos y acciones en la obra? ^u^ Es decir, ya sé que las cosas picantes y traviesas las hago a través de Mela, pero también me he dado cuenta de que, cuando yo me siento insegura sobre algo (sobre todo sentimientos), me convierto en 'Eri para tratar de averiguar cómo resolverlos de la forma más simple y directa posible. ¿Será que esta chica picosita en el fondo tiene mucho de ingenua? XD 

Bueno, los dejo juzgar ustedes mismos, y mientras, ¿por qué no mejor vamos al siguiente capítulo de hoy? 




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