7 La librería

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¡Hola a todos! Aquí Coco, completamente molida tras un lunes intenso XD pero fiel a nuestra promesa de cada semana en busca de nuestra restauración total. Me siento muy motivada a continuar y dar lo mejor de mi ^u^ desde mis actualizaciones diarias, hasta mi escuela y mi salud. Y es todo gracias a ustedes. Es maravilloso tener a alguien que te apoya UwU y hablando de eso... veamos cómo le va a Meliodas y Eli después del emocionante capítulo de la última vez ^w^ Ya saben qué hacer. 

***

—¡Elizabeth! ¡Elizabeth! ¡Elizabeeeeeth!

—¡Derieri! ¿Qué pasa linda? —El turno del lunes estaba por terminar, y mientras la peliplateada acomodaba los últimos libros, la alterada pelinaranja se aferró de su brazo con cara de preocupación.

—¡Necesito tu consejo! Por favor ven, y tómate un café conmigo.

—Pe... pero aún no he acabado.

—¡Vamos, déjalo así! Es obvio que esa sombra que te sigue a todas partes terminará de hacerlo por ti —La albina volteo hacia los estantes del fondo y efectivamente, casi oculto, pero ahí estaba: el bibliotecario. Cuando notó que lo estaban viendo, desvió la mirada hacia el piso y comenzó a jugar nerviosamente con un mechón de su pelo rubio, pero no se fue—. Debe adorarte Elizabeth. Ya ni siquiera se intimida cuando estoy yo. Pero bueno, déjalo ahí, yo te necesito de forma más urgente. —Entonces su ruda amiga la tomó con fuerza de la mano y casi la arrastró hacia la sala común. Prendió la cafetera, sacó las rosquillas, y comenzó a mordisquear ansiosamente una de color rosa mientras la albina arrimaba tazas.

—Muy bien, cuéntame.

—No sé ni por dónde empezar. Bueno pues... Hace un rato, cuando los últimos usuarios estaban por irse, el profesor Monspeet me llamó para que lo ayudara con unos archivos.

—En... entiendo.

—Es normal los lunes. Yo pensé que me iba a pedir que cogiéramos en cuanto termináramos el trabajo, pero...

—¡Linda, no lo digas así!

—¿Entonces cómo debería decirlo? ¿Follamos? ¿Fajamos? ¿Tenemos sexo?

—¡Derieri! —Para ese momento la peliplateada estaba muy sonrojada, pero no pudo evitar sonreír ante la franqueza y forma directa de ser de aquella diablilla.

—Vamos Eli, ¡sé que sabes! Ya no debería asustarte lo que ocurre en esta biblioteca cuando los usuarios se van.

—Ti... tienes razón. Pero... de algún modo siento que ese vocabulario implica otra cosa. No lo sé, yo creo que tu te mereces algo mejor, ¿más respeto quizá? —La pelinaranja se le quedó viendo a su amiga con los ojos abiertos como platos y una mueca de asombro.

—No puede ser, ¿tú también lo crees?

—¡Claro! ¿Por qué te sorprende tanto?

—Es que... dijiste casi exactamente lo mismo que Monspeet.

—Querida, ¡eso es grandioso! Tal vez sea una manera de él para decir que quiere hacer lo suyo más formal. Ya sabes, tener una verdadera relación en vez de solo co... co... coger. —Sus mejillas seguían ruborizadas, pero por suerte el café ya estaba listo, y la dulce chica disimuló su incomodidad parándose a servir las tazas.

—Yo al principio lo entendí como que ya no quería nada conmigo, tú sabes, en plan "conozcamos a otras personas" o, "te mereces algo mejor que yo".

—Oh, no. ¿Y tú qué dijiste?

—¡Nada! ¡Me quedé en shock! Y luego... él me lo aclaró todo. —Un extraño silencio se instaló entre las dos mientras Elizabeth esperaba a que Derieri continuara.

—¿Y entonces? ¿Qué dijo?

—Eli... él me pidió que fuera su novia.

—¡Oh Derieri, eso es grandioso! —La peliplateada unió sus manos en un gesto como de oración y se puso a saltar de gusto en su asiento; se detuvo al ver la expresión confundida de su amiga—. Linda, ¿qué pasa?, ¿acaso no estás feliz?

—La verdad no sé cómo tomarlo. No sé qué contestar, es que siempre pensé que tarde o temprano se aburriría de mi y me botaría. ¿Qué hago Eli? —La pelipleateada se quedó cayada por un segundo, reflexionando la pregunta. La respuesta era tan simple que lo siguiente que hizo fue sonreír.

—Dile cómo te sientes. Si pensaste que solo era superficial y ahora está dispuesto a ir por más, no lo desaproveches y ábrele tu corazón. Lo que te diga podría ser muy importante, y además...

—¿Además...?

—A mí me da la impresión de que tú también sientes por él algo más allá de una simple atracción sexual. —Una mueca asombrosa se estaba formando en el rostro hosco de la bibliotecaria. Derieri se estaba ruborizando mientras una sonrisa tímida se extendía por su bella cara.

—Bien, bueno, podría tratar con eso. Gracias Elizabeth.

—No hay de qué. —Las amigas terminaron su taza de café en aquel cálido ambiente antes de salir para poder ir a casa. Efectivamente, el trabajo pendiente que dejó la albina había sido terminado como por arte de magia, y un mechón de pelo rubio se asomó por una de las estanterías.

—Es como si hubieras recogido un gatito de la calle. Hasta mañana Eli. —En cuanto la chica con cabello de punta salió por la puerta, el sigiloso y pequeño "gatito" se acercó a ella.

—¿Todo está bien? —La albina se giró lentamente mientras sentía un delicioso calor extenderse en sus mejillas. En cuanto tuvo en frente al dueño de esa voz, se inclinó un poco para darle un tierno beso en la mejilla y tomarlo de la mano.

—Sí cariño. Vamos a casa.

—Eli... —El ojiverde tomó su rostro entre sus manos y la acercó a él para darle un beso en los labios. Era un beso lleno de dulzura, una caricia lenta y adorable en la que estaba implícita toda su gratitud. El calor del beso fue subiendo de nivel, pero antes de siquiera llegar a ser indecentes, se separaron y rieron un poco cohibidos—. Gracias. ¡Aún no puedo creer que me hayas dicho que sí!

Ella comenzó a reír juguetona mientras entrelazaba los dedos de sus manos y se dirigían a la puerta. Recordar la forma en que le dio a Meliodas la respuesta a su confesión provocó que su corazón saltara de alegría.

*

—Sé mi novia por favor. —Tras aquella repentina declaración, la peliplateada no supo cómo reaccionar. Se sintió mareada, confundida, y no supo exactamente qué hacer mientras veía aquellos enormes y hermosos ojos esmeraldas esperando por una respuesta.

—Yo... no lo sé Meliodas. Esto es muy repentino, es una locura pero... —La angustia reflejada en su mirada estrujó el corazón de Elizabeth, y supo de inmediato que había usado mal sus palabras—. ¡No me refería a eso! Lo que quise decir es que yo... —Él aún estaba tomando su mano, la apretó fuerte mientras bajaba la vista.

Los recuerdos de todos los días que habían pasado juntos destelló en su mente por un segundo, haciendo saltar su corazón una vez más con indecisión y anhelo. Después, ella puso mucha atención en su rostro: sus ojos, su nariz, su boca... al llegar a ese punto, por fin pudo reconocer lo que hace tiempo ya sabía: estaba profundamente enamorada de Meliodas. Si no, ¿por qué lo había besado para intentar calmarlo? El minuto se alargaba y él se veía cada vez más nervioso.

—Elizabeth, yo... —En ese momento llegó la camarera a tomar su orden, que ella dijo tan rápido que apenas se entendió. En cuanto la chica se fue con las cartas, tuvo que enfrentarse a su adorable pretendiente una vez más.

—Ne... necesito pensarlo. ¿Podrías esperar aquí un momento? Solo mientras nos traen lo que pedimos.

—Pero... —Antes de que siquiera pudiera refutar, ella salió corriendo fuera de la cafetería, dejándolo con una expresión mortificada y un tic nervioso en la pierna.

Idiota. Sí, es una locura. ¿Cómo pude pedirle eso? ¡No llevamos más de un mes de conocernos!

Pero quieres cogértela, ¿no? —De nuevo estaba oyendo esa voz en su cabeza. Intentó convencerse de que no era una voz, solo era él hablando consigo mismo; pero aún así, le daba mucho miedo. Lo peor era que tenía que contestarle.

Cla... ¡Claro que no! ¡Ella significa mucho más para mí!

Sí, cómo no. Eres un maldito hipócrita. Lo que quieres es devorar sus senos, enterrar tu pene en lo más profundo de ella, hacerla gritar tu nombre y que suplique por más mientras...

¡No! ¡Basta! No lo haré, no te dejaré lastimarla. ¡Antes prefiero no volver a verla!

Oh, no te preocupes, no hará falta. Ella ya se fue. Obviamente no se iba a quedar después de tu ridícula proposición. Será mejor que pagues la cuenta y te largues, ¡idiota! —El tic se hizo más fuerte, tenía un nudo atorado en la garganta, pero justo cuando estaba por alzar la mano para llamar a la camarera... Elizabeth regresó.

—¡Lo siento mucho! Espero no haberme tardado. ¿Aún no han llegado nuestros pedidos? —Él no podía cerrar la boca del asombro. Casi de inmediato les trajeron sus pasteles de frambuesa y, aprovechando que seguía abierta, clavó el tenedor en el postre y le metió una buena porción—. ¿Es delicioso no? Está cafetería es de mis favoritas, una de mis mejores amigas la fundó junto con su esposo. Los vitrales y motivos de hada son diseños Art Nouveau y... —Por la siguiente media hora se lanzó a contarle la historia del lugar y porqué le gustaba tanto.

Él escuchaba fascinado y en silencio, apenas podía creer que ella no hubiera huido. Seguía allí. Reía y platicaba, sonreía y contaba su historia. Y aún no le había dado una respuesta. Cuando terminaron y salieron, ella lo tomó del brazo mientras se dirigía a un lugar al fondo de la calle.

—E... Elizabeth...

—Ya casi llegamos, ¡será una sorpresa! —La albina se puso detrás de él y le cubrió los ojos mientras avanzaban—. No mires ni vayas a hacer trampa.

—No, no lo haré —El rubio estaba asustado y emocionado al mismo tiempo, pero con tal de tenerla cerca, hizo su mejor esfuerzo por no respirar y obedecerla.

—Ahora sí, ¡ábrelos! —En cuanto lo hizo, Meliodas soltó una exclamación de asombro y alegría. Era una librería enorme, hermosa, con un bello diseño neoclásico y jarrones de flores decorando las esquinas.

—¡No puede ser! ¿Ya viste esa edición de Orgullo y Prejuicio? ¡Tienen la colección histórica de Perrault! Y las últimas novedades editoriales de Casa Azul...

—Sabía que te encantaría. Ven, ven. —Olvidada toda la angustia, y motivado por su afán de lector compulsivo, Meliodas se sumergió en aquel mar de páginas, disfrutando de su compañía mientras se decidía por cuál comprar. Definitivamente era un lugar al que volvería con gusto. Una vez que tuvo el libro que quería en la mano, sus inseguridades volvieron a asaltarlo.

Bueno, esto no está tan mal. Tal vez no quiera nada romántico conmigo pero, ¡sigue aquí! Podemos ser amigos entonces, ¿no? —Esa malvada voz interna ya no contestó.

—¿Meliodas? —El rubio giró a ver a su querida compañera, y aunque estaba un poco decepcionado, decidió sonreírle y prepararse para su rechazo—. Tengo un regalo para ti.

—¿Un... regalo?

—En realidad son tres en uno, pero me gustaría que lo abrieras ahora. —Con las manos ligeramente temblorosas de emoción, él recibió el paquete, que resultó ser un hermoso libro delgado, de pasta dura y hermosos acabados. La portada decía "Las palabras que quiero decirte".

—Elizabeth, yo... —Por su peso pudo decir que ese libro estaba hueco. Lo abrió para ver el contenido, y en su interior encontró una nota con solo dos letras: SÍ. Tardó un momento en comprender su significado—. Espera, ¡¿me estás diciendo que...?!

—Yo... sí quiero ser tu novia, Meliodas. Sé que tal vez es muy pronto, y comprendo que aún hay muchas cosas que debo aprender de ti, pero si me enseñas, estoy segura de que formaremos un gran equi... —El ojiverde no pudo contener la emoción. Se lanzó a sus brazos y la estrujó con toda su fuerza. No le importó que su cara quedara entre sus pechos, no importó que la gente los viera, ni siquiera se preocupó de la posibilidad de que le diera un ataque. Solo se entregó en alma y corazón a abrazar a la que desde ese día se convertiría en su salvadora.

—Eli, gracias. No sé ni qué decir.

—Mejor primero termina de ver tu regalo.

—¿Hay más?! —El rubio volvió a abrir el libro, y efectivamente, bajo la nota de papel había otras dos cosas: una tarjeta de cliente frecuente de esa librería... y una cajita de condones.

—Lo primero es para prometer que volveremos aquí, y que siempre seré tu amiga, no importa lo que pase. Lo segundo es por... por si acaso un día no podemos controlarte y... te da un ataque. Hay que estar preparados. Yo estoy dispuesta a aceptar esa parte de ti, y... oh, cielos. ¿Fue demasiado? —Meliodas estaba rojo hasta las orejas, sentía que iba a desmayarse, pero antes de que eso ocurriera, le echó los brazos al cuello a su nueva novia y comenzó a besarla con adoración. Ella le correspondió de inmediato, y en cuanto se separaron, él comenzó a reír.

—No. Fue el regalo perfecto —Luego la inclinó un poco para poner la boca en su oído, y susurrarle su deseo secreto—. Pero espero que algún día podamos usar esto mientras haces el amor conmigo, y no con mi otro yo. Gracias por darme una oportunidad.

*

—Vaya, quiere llover otra vez.

—Pero esta vez sí traje un paraguas —Meliodas se acercó al escurridor que estaba en el pasillo y tomó una sombrilla verde lo suficientemente grande para los dos—. Vámonos Eli, hay que dormir temprano para alcanzar a hacer lo que planeamos mañana. —Ella lo abrazó emocionada mientras las primeras gotas de lluvia caían sobre ellos y reflejaban mil arcoíris con las luces nocturnas de la ciudad. 

***

Y ahora, un secreto sobre este capítulo: ¿sabían que la actitud de Derieri de escepticismo ante el amor la saqué de una de mis mejores amigas? XD Es cómico y triste a la vez ver cómo muchas chicas creen que valen menos de lo que en realidad son, y dan por sentado que no merecen cosas tan lindas como ellas. Por suerte, en este caso, Monspeet sí sabía cuanto vale su chica ^u^ A mi amiga no le fue tan bien, pero al menos, logró librarse del indeseable a tiempo >:) Basta de recuerdos agridulces. 

Mejor vamos a la siguiente página para leer qué pasó. Hoy es uno de los capítulos más ardientes *u* 


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