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Sirviendo un poco de té
Introducción.

Arte: Neimy Kanani.
(Todos los créditos a todas las ilustraciones).

Lorelai, ¡Oh Lorelai Blossom!.

Una dulce niña de pelo rizado, una  cálida niña de pelo fogoso, de espíritu libre y alma llena de sentimientos. Con un solo roce de un solo de sus dedos es capaz de saber tus secretos más oscuros y tú más preciada maldad.

Tan pequeña y tan vivaz, una sonrisa te sacará y a la hora del té muchos chistes contará. O al menos cuando está de humor. Las sombras preparan el té en la cocina, se mueven sigilosas vertiendo este en las pequeñas tacitas de colores. Son escurridizas y se saben esconder muy bien.

Hay té de gengibre, verde, chino, de manzana o manzanilla. ¡Todo el té que quieras te será servido!. (Juego de palabras). Lorelai es de esas niñas que se sientan en la mesa y saben esperar. Es muy paciente, moviendo sus piecitos de aquí y allá, tarareando una hermosa canción.

Une chanson que j'ai écrite, a permis d'acheter notre première maison.

Traducción: Una canción que escribí, compró nuestra primer casa.

Lorelai sabía hablar francés,porque venía de allá, muy lejos, desde aquel país con forma de botín. Era una niña muy talentosa que sabía hacer muchas cosas . Y de repente, las sombras se escabulleron, algunas riendo, otras murmurando cosas con la voz chirriante y otras simplemente en silencio. Traían el té y las teteras, con pastelillos y budines de pasas. Lorelai se sobresaltó pero enseguida se acordó de que eran sus más queridos amigos.

– ¡Oh!.

Exclamó sola y sentada en una hermosa silla de fierro tapizada y muy cómoda. Dejo de mover sus pies enfundadas en largas medias rayadas y se dispuso a sorber el liquido caliente. Había un exquisito olor a miel en la casa, los candelabros rechistaron y una oleada de brisa fría entró por una ventana que se había abierto de sus goznes.

La casa se fundía y parecía respirar. Le encantaba el olor del caramelo del budín recién salido del cálido horno. Hasta que las velas comenzaron a derretirse en un torrente de cera ahumada y el comedor estuvo a oscuras. Un escalofrío recorrió la pequeña espalda de Lorelai, y lanzó un suspiro. Al acabar la tacita de té, su estómago y su dulce tráquea estaban contentos. Y con un suave "clank", poso está en el platillo de cerámica.

Pronto todo cobró vida y volvió la luz, fosforescente, más fuerte que nunca antes y llenó el hogar. Con sus garras,su luminosidad. ¡Todo estaba precioso!. Hasta el rostro previamente sonrojado de la niña. Tenía unas enormes bolas rojas por mejillas. Una sombra a su lado sonrió y le enseñó la dentadura con colmillos afilados, era una sonrisa macabra que amenazaba con colarse en sus más profundos sueños y convertirlos en pesadillas.
El tocadiscos empezó a traquetear hasta elegir una canción hermosa con una melodía recurrente. Lorelai sonrió, estaba más que  acostumbrada a su fascinante hogar de fantasías.

Si bien sabía que en el patio había un cementerio,y que toda su familia yacía enterrada allí, salía al jardín cada tanto a regar sus tulipanes, hibiscos y dalias, y un sinfín más de especies. Tenía macetitas y allí reposaban una pequeña parte de sus ejemplares más amados. Rociaba gotas de agua con la regadera antaño de cobre que pertenecía a su abuela Lorelai Segunda. Le encantaba ver cómo la tierra se humedecía y despedía ese aroma encantador que hacía que sus fosas nasales se dilataran y se sintiera más viva.

Afuera estaba fresco pero el sol todavía estaba en el punto medio del cielo, a punto de esconderse a descansar. Cómo dicen algunas leyendas urbanas. Las puestas de sol eran fulminantes y llamativas. Arañaba el portón y clavaba sus garras en lo alto del tejado, se iba alejando poco a poco, como una corriente de agua que era arrastrada.
El sol no quería irse, pero las flores también querían descansar.

La niña tenía una pequeña sonrisa en los labios al pensar en esto y al ver los vivos colores de todas sus flores. Más el viento sacudía su largo cabello y le hacía cosquillas en la punta de la nariz. A veces charlaba con él,le contaba sus anhelos y a veces reía. Era una niña inocente y solitaria. Su vestido de tul era hermoso y combinaba a juego con sus zapatos.

Lorelai... pequeña. Sigue siendo una niña muy buena y cuida de los jacintos de tu abuela.

Escucho decir a su espalda y se dió la vuelta, tan rápido como pudo. Ahí estaba, el fantasma de Lorelai Segunda, con la cara arrugada y un bastón pero sonreía radiante, aunque su cuerpo no fuera más que un manto gris y muerto. Porque ella estaba muerta y había salido desde las profundidades del cementerio. La piel se le caía a jirones y la ropa estaba hecho estropajos.

– ¡Abuela!

Exclamó, y quiso tocarla con la punta del dedo, pero solo la mano de la anciana se iluminó, y luego "¡Puff!" desapareció. El sol se iba poniendo, este estaba triste porque tenía que irse. Lorelai lo comprendió al igual que la tristeza de su abuela de no poder compartir jamás una taza de té con su nieta nunca más . Y pronto caminó y regó a los adorables jacintos. Las gotitas se resbalaban por el tallo y las hojas, y caían en la tierra hasta dejarla húmeda.

Pronto el agua se acabó, y se fue adentro a recargar más. Con el grifo de la cocina, y cuando estuvo a la mitad, regresó al jardín y allí le dió toda el agua necesaria a los jacintos que parecían bailar por el alimento y la felicidad de ser regados. Despedían un aroma dulzón como a turrones de azúcar y chocolate.

De repente, una pequeña sombra se escabulló y quedó detrás de un pequeño roble. No hablo de las escurridizas sombras que sirven el té en la mansión, este era otro tipo de sombra.

La sombra de un animal.

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