CAPÍTULO 6 - Intruso

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Un mensaje de texto llamó mi atención mientras iba a casa. Lo abrí mientras conducía, de todos modos las calles estaban medio desiertas.

Scarlette:

Estoy en El Durtinon, acabo de llegar esta noche. Te esperaré aquí mañana a las cinco de la tarde, me comunicaré contigo a esa hora, te recomiendo que vengas sola.

Atte. Martina Robins.

Lo miré con el ceño fruncido. El Durtinon era un gran hotel que estaba a dos horas en coche. No me daban ganas de manejar tanto tiempo pero no me quedaba otra salida.

Cuando llegué, el Volvo ya estaba estacionado, lo que significaba que Rachel estaba en casa, y por ende, molesta por mi tardanza. Gemí internamente mientras acomodaba el Mustang y salí despreocupadamente.

Entré y me encontré con ella trabajando en su computadora. No levantó la vista.

—¿Qué quieres de cenar? —preguntó mientras escribía. Esto no era normal en Rachel, antes me hubiera preguntado en dónde estaba y con quién.

—Me da igual —dije confundida—. ¿Estás bien? —le cuestioné sin rodeos. Ella suspiró y me observó por fin, con una... ¿sonrisa?

—Jamás estuve mejor. —Se puso de pie y caminó hacia mí. Su sonrisa más que feliz, se veía maniaca. ¿Pero qué diablos se le había metido?

—¿De verdad? Porque te ves extraña —comenté y ladeó su cabeza.

—¿Eso crees? —inquirió pensativa. Algo andaba mal, muy mal.

Me alejé varios pasos mientras sacaba un cuchillo de mi blusa, Rachel vio esto y se echó a reír.

—¿Le tienes miedo a tu propia hermana? —Abrió sus ojos indignada y con burla a la vez.

—Tú... —La apunté—, no eres mi hermana —gruñí y sonrió.

—Creo que nuestra madre tiene que protestar ante eso, porque estoy segura de que estuvimos en el mismo vientre. —Hizo una pausa—. ¡Oh espera! Está muerta, lo olvidaba.

—¿Qué hiciste con Rachel? —pregunté furiosa, ella negó con desaprobación.

—Yo soy tu hermana, tontita —dijo en tono obvio.

—No finjas, ambas sabemos que no es así. Dime lo que quieres, pero déjala en paz a ella —exigí y pareció pensárselo un momento.

—Que dulce, la patética Scarlette que aún no supera la muerte de sus padres no quiere que dañen a su hermana. Que lástima me das —provocó mirándome, yo enfurecí, pero no me moví. Quería que la atacara pero no lo lograría.

—¿Yo soy la patética? Al menos no me meto en los cuerpos de los demás porque tengo miedo a dar la cara —repliqué sin saber quién estaba detrás de esto. Rachel frunció el ceño pero luego sonrió.

—No lo hago por eso. Más bien, para ver como sufres cuando intente algo así… —avisó antes de saltar sobre mí. Traté de esquivarla pero fallé, alcanzó a tomar mi tobillo y me arrastró hacia atrás. El cuchillo había salido volando y ahora se encontraba a varios metros lejos de mí.
Yo me puse boca arriba y la encaré, Rachel lanzó su puño a mi rostro pero supe moverme rápido. La golpeé con el codo en sus costillas, ella se dobló hacia adelante y pude salir de su agarre.

—Buenos reflejos. Tu padre te enseñó bien. —felicitó sonriente y me lancé sobre ella rodeándole el cuello con el brazo e inmovilizándole los suyos con mis piernas, ella se quedó quieta antes de comenzar a reír.

—No tienes escapatoria Scarlette, todos a los que amas morirán, yo me encargaré de ello,

—¿Quién eres? —espeté en su oído.

—Tu peor pesadilla —gruñó antes de levantarse conmigo encima de su espalda. Se liberó de mis brazos y me lanzó hacia adelante. Caí con las piernas dobladas, tomé con rapidez el cuchillo que se había caído y le apunté sin temor.

—¿Serías capaz de dañar a tu propia hermana? —cuestionó abriendo los ojos sorprendida.

—Déjala tranquila, maldito —solté entre dientes y sonrió de satisfacción.

—Oblígame —se negó con una sonrisa. La miré fijamente.

—¿Qué es lo que quieres?

—A ti —respondió antes de lanzarse hacia a mí, pero yo fui más veloz y le di un fuerte golpe en la cabeza que la dejó inconsciente. No fue un ataque tan severo y Rachel estaría bien, aunque tal vez con un gran chichón.

De pronto miré por la ventana a una silueta oscura. Corrí hacia la puerta y salí a la fría noche.

Distinguí a una persona  alejándose. Sin duda lancé mi cuchillo a su espalda pero lo esquivó yéndose a la derecha y perdiéndose en el jardín de una casa. Mis pies se movían lo más rápido que podían, sin embargo, cuando llegué, ya no había rastro de nada.

"Nunca se iguala la rapidez de un vampiro con un humano, por eso tu cuerpo debe ser más ágil para atacarlo..." palabras de mi padre y vaya que tenía razón. Se había escapado.

Volví a casa molesta y decepcionada de mí misma. Encontré a Rachel todavía en el suelo, la arrastré hasta el sofá y la recosté sobre este.
¿Cómo pudo un vampiro posesionarse de ella de esa forma? Porque era un chupasangre, estaba segura.

Busqué su amuleto queriendo hallar una respuesta, pero no lo traía puesto, claro.

Me fijé por todos los rincones hasta que distinguí un destello dorado debajo de la mesa. Luego de ponérselo, fui a buscar un poco de hielo para su cabeza. Observé su portátil y me tensé al ver la palabra muerte, escrita repetidas veces. Borré el documento y la apagué.

Después de un rato tratando de que todo se viera en orden, tomé un algodón mojado de alcohol y lo pasé ante su nariz. Sus parpados se movieron antes de abrirse lentamente, guardé el algodón y fingí una sonrisa

—Hey, por fin despiertas —dije haciendo una mueca, ella se tocó la cabeza confundida y se levantó poco a poco.

—¿Qué hago en el sofá?

—¿Dormías? —dije en tono obvio mientras ponía los ojos en blanco.

—Qué extraño... —murmuró—. Uff, me duele la cabeza a horrores —se quejó sobándosela, me mordí el labio antes de ir a la cocina por una aspirina.

—Ese trabajo te absorbe mucho —comenté dándosela junto con un vaso de agua, ella la tomó enseguida. Se puso de pie tomando su portátil.

—Creo que mejor me iré a descansar, me siento agotada, como si hubiera tenido un enfrentamiento —masculló y no dije nada porque la culpa me carcomía por dentro.

No sería bueno que lo supiera, no quería imaginarme como se pondría.

Fui a mi habitación pero no pude pegar un ojo en toda la noche. Estaba preocupada de que algo malo pasara otra vez, de que regresara a terminar su trabajo fallido. Por suerte no ocurrió nada y me levanté más temprano de lo normal para ducharme.

Me vestí sin poner atención a la ropa que me ponía y me encontré con una Rachel recién duchada al salir al pasillo, una que se sorprendió al verme.

—Nunca te levantas tan temprano —observó y le di una media sonrisa cansada.

—Siempre hay una primera vez —dije pero ella frunció el ceño mientras me estudiaba.

—¿No dormiste anoche? —insinuó y desvié la mirada evitando que siguiera viendo mis ojeras, el corrector y maquillaje no había ayudado mucho al parecer.

—Solo un poco.

—Se nota. Tu ropa no convina y te pusiste una bota y un converse blanco. —Miró mis pies y maldije en mi mente por eso. Mi cara se puso roja de verguenza por un error tan estúpido.

Di media vuelta y volví a mi armario, esta vez, fijándome en cada prenda y salí hacia la cocina.

Me serví una buena cantidad de cereal para desayunar y bebí directo del cartón de jugo de naranja. Rachel siempre me regañaba por eso, pero era algo que no podía evitar, bueno sin mencionar que me daba pereza ir por un vaso.

Ella entró, me vio con desaprobación, solo sonreí dulcemente antes de darle otro trago.

—Cuantas veces tengo que… —comenzó a decir. Levanté mis palmas y guardé el jugo en la nevera.

—Sí, sí, lo que digas… —susurré con fastidio, lo que hizo que me lanzara una rosquilla a la cabeza. Una que atrapé antes de que me tocara si quiera.

—Gracias. —Sonreí levantando la rosquilla de chocolate triunfalmente antes de darle una mordida, ella me rodó los ojos y comenzó a prepararse un poco de té.

—Te veré en la noche —me despedí y salí hacia mi auto.

Conduje hacia la escuela pero antes de bajar, me escondí dos cuchillos en los vaqueros.

Caminé con paso lento hacia la entrada y miré con alivio como Honor estaba parada esperándome como siempre hacía. No le había pasado nada.

—Iba a preguntar como estabas, pero veo que estás horrible —fue lo primero que salió de sus labios y resoplé.

—Gracias —dije con sarcasmo.

—Es en serio —insistió y suspiré.

—No dormí bien anoche —conté.

—Eso lo puedo ver. Pero, ¿por qué? ¿Pesadillas? —preguntó y sonreí con amargura.

—Unas muy horribles —mentí, bueno, no del todo.

—¿Quieres contarme?

—¿Sinceramente...? —Asintió—. No —respondí y bufó.

—Bien, tal vez luego... —masculló antes de entrar, yo la seguí sin ganas. Era lo que me gustaba de ella. Sabía cuando detenerse y no presionarte.

—Scarlette, Honor. —Una voz de chica, y por cierto muy chillona, nos gritó.

Ambas nos giramos para ver a Sábana Snow acercarse hacia nosotras. Era la chica más popular de la escuela y sorprendentemente no era porrista. No la odiaba, tampoco era la típica chica rubia y hueca, de hecho me agradaba un poco pero no lo suficiente para entablar una amistad.

—¿Qué ocurre? —interrogué y nos tendió un par de sobres.

—Son invitaciones para la fiesta que daré este fin de semana —anunció.

Honor la tomó gustosa y yo con un poco de recelo.

—De verdad espero que vayan —dijo con una sonrisa sincera, bueno al parecer nos agradábamos mutuamente. Aunque no creía que tanto como para la invitación de una de sus fiestas. Que por cierto había escuchado, eran geniales.

—Claro que sí —respondió Honor con entusiasmo, yo solo forcé una sonris. La idea no me entusiasmaba mucho en estos momentos.

—Genial, esperaré verlas ahí —se despidió con una sonrisa antes de seguir repartiendo invitaciones.

Honor se giró y me hizo cara suplicante, esas de cachorrito.

—Oh no. Lo siento, no tengo tiempo y… —comencé a decir pero me cortó.

—No seas tan amargada. Hazlo por mí. Hace mucho que no salimos a divertirnos —rogó con el ceño fruncido, solo sonreí con cansancio.

—Sabes que no me agradan mucho las fiestas. Menos de adolescentes hormonales —recordé.

—Tú también eres una adolescente hormonal.

—Sí, pero yo me sé controlar.

—Por favor —suplicó juntando sus manos. Al cabo de unos minutos, suspiré rendida, ella no se detendría hasta que aceptara, así que asentí.

—Bien —dije y me abrazó con fuerza.

—¡Gracias, gracias!

—¿Puedo unirme? —preguntó una voz a nuestra espalda. Volteamos para ver a Gregory con su típica sonrisa de arrogancia. Su cabello rubio caía al frente y se lo acomodó detrás de una oreja.

—Solo si quieres recibir un puñetazo en las bolas —advertí sin pensar y Honor me miró indignada antes de volverse hacia Gregory con una sonrisa de disculpa.

—Perdónala, a veces es muy expresiva —le dijo Honor y él sonrió.

—E impulsiva —agregó.

—Y brabucona. —Se rió ella al decir eso.

—Y muy ruda.

—No olvides lo brusca con los chicos.

—Eso también. Y...

—Y estoy aquí —los interrumpí molesta y Gregory se rió divertido.

—No te preocupes cariño, tengo para todas —presumió antes de caminar hacia a mí.

—Ni se te ocurra acercarte más —amenacé. Aún seguía cabreada por lo de anoche y levantó sus palmas en rendición.

—Bueno, si tú no me quieres estoy seguro de que ella sí. —Levantó sus cejas antes de ir hasta Honor y pasarle un brazo por el hombro. Ella lo veía embobada.

—Hey que no se te olvide respirar —repliqué en tono sarcástico, ella me arrugó la nariz antes de volver a mirarlo.

—¿Irás? —preguntó alzándole la invitación. Él sonrió antes de sacarse un sobre idéntico al de nosotras de la parte trasera de sus vaqueros grises. Genial, perfecto, ahora lo tendría que aguantar en la fiesta.

—Se me ocurre algo. ¿Qué tal si vamos juntos? —le propuso mirándola y temí que se desmayara de la emoción,

—Claro —aceptó con hilo de voz, yo lo miré sorprendida. Un hecho, era un maldito mujeriego.

—Que bien —susurré molesta e irritada.

—Tú me rechazaste —recordó.

—No estoy celosa, lo digo porque ya no tengo la obligación de ir —me excusé y sonreí por primera vez, era verdad.

—¿Estás segura? —preguntó alguien atrás de mí. Me giré y vi a Dwight sonriéndome abiertamente. Iría todo de negro si su camisa azul cielo no lo arruinara, odiaba admitirlo pero los tres vestían excelente.

—Lo que me faltaba —murmuré e hizo una sonrisa torcida que podría derretir a cualquiera. A cualquiera, menos a mí.

—Al parecer mi hermano ya te tiene fastidiada. —Miró a Gregory que sonrió de vuelta.

—Y no solo él —susurré.

—Oh, me amas. Tanto que hasta dijiste que meterías tu pie en mi trasero —contradijo Gregory y Honor me miró sorprendida.

—Lo hice, pero no de una buena manera —exclamé. Aunque de pronto me empezó a dar una gran jaqueca, me masajeé la sien con mis dedos mientras cerraba los ojos.

—¿Estás bien? —inquirió Dwight a mi lado.

—Estupenda —respondí sin ánimos.

—¿Qué pasa cariño? No me digas que nuestro enredo en la noche te dejó agotada. —Gregory no dejaba de sonreír. Hasta me preguntaba sino se había puesto botox en los labios.

—Calla tu boca de... —Le lancé una mirada asesina antes de que me doblara hacia adelante por el dolor.

—Scarlette —llamó Honor con preocupación.

—Estoy bien —aseguré mientras me erguía con dificultad.

—No lo parece —observó Dwight.

—Lo estoy —insistí molesta antes de caminar con rapidez hacia la salida. Tenía razón, no lo estaba.

Los tres comenzaron a seguirme y los miré.

—Necesito estar sola —advertí antes de salir de la escuela. No quería estar ahí de todos modos.

Caminé con pasos lentos hasta mi coche pero el dolor atacó de nuevo mi cabeza y no alcancé a entrar si quiera. Caí haciendo que mis rodillas golpearan el suelo, este no era un dolor de cabeza común, era algo mucho peor.

“Pobre cazadora indefensa sin su onuxor”, habló una voz en mi cabeza, no pude decir si era hombre o mujer ya que sonaba distorsionada.

—¿Quién diablos eres? —solté entre dientes con los ojos fuertemente cerrados. La voz se rió en mi mente.

“Alguien con mucho poder, pronto sabrás quien soy y te doblegaras ante mí”, dijo y comencé a reír entre dientes a pesar de las miles de agujas que parecían clavarse en mi craneo.

—Vete al infierno —espeté y el dolor se incrementó, yo me mordí el labio con tanta fuerza hasta que pude sentir el sabor metálico de la sangre, pero no grité en ningún momento.

Sentí una mano sobre mi hombro, intenté sacudírmela pero estaba débil. Unos brazos me levantaron del suelo, no aguanté más y la oscuridad me envolvió dejándome inconsciente.

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