Sin ser visto, sin esperarmelo, llegaste a mi vida incluso la lluvia no te vió llegar ya que mojaba tu rostro ese día, el día en el que te conocí. Eran las 12 de la noche del un 14 de noviembre, la oscuridad de aquel parque desierto no me dejaba apreciar muy bien tu rostro, pero si a tu pistola, que brillaba en mi frente.

-¿Quién te manda?- Dijiste casi en un susurro como si la vida te fuera en ello, aun así no parabas de agitar el maletín que llevabas en tu mano derecha,;  ese por el que, en ese momento, mi jefe tanto deseaba.-¿Eres del clan ELF?- Reí pícaro mirandote a los ojos, sin mediar palabra, nuestras miradas decían lo suficiente. Te acercaste  hundiendo la punta de la pistola aun más en mi frente.-¿Me lo vas a decir?¿O prefieres que te meta una bala entre los sesos? ¿Eh, elfo?-Gritaste esta vez, más enfadada.

-Dame el maletín y te cuento lo que quieras-Te cogí del brazo y te acorralé, empujandote contra la única farola que nos iluminaba-....Elfa...-Te susurré al oído.

No pudiste evitar sonrojarte, pero no dudaste en volverme a apuntar con la pistola, esta vez en el estómago.

-¡ah! ¿quieres jugar?-Sonreiste.

-¡Por fin entiendes lo que quiero hacer!-Grite antes de  besarte bruscamente uniendo nuestras lenguas aunque la tuya no estaba a la labor. Tus manos subieron hasta mi pecho apresuradamente.-¿Te gusto, eh?-Separé un poco mis labios de los tuyos para poder hablar, pero me empujaste y me propinaste una patada en mi entrepierna. Del dolor me caí al suelo, en gran parte me esperaba esa reacción pero no que las consecuencias dolieran tanto.

Continua