Parte 1: Primer paso, nuevamente

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Siara Bohdan recorría las tranquilas calles de Laseal mientras repasaba mentalmente los temas que habían tocado en las clases de la universidad. A su lado, Joseph Irolev caminaba somnoliento, planeando ver alguna película de terror cuando llegara a su casa. Si bien al día siguiente tenían que rendir un importante examen, el chico no se caracterizaba por ser alguien especialmente responsable, y ella lo sabía muy bien.

―¿No has dormido bien, Joseph? ―preguntó, al verlo lanzar un gran bostezo.

―Anoche tuve la buena mala suerte de encontrar una saga de películas de terror en la red. ―Joseph se encogió de hombros―. Ya sabes cuáles son mis reglas, Sia. Si encuentro un tesoro no puedo dejarlo pasar.

La chica suspiró.

―Te comprendo, en serio, pero no puedes seguir así. ¿Sabes lo difícil que es despertarte todos los días a la fuerza?

―Bueno, es cierto que mi estilo de vida no es ejemplar... ―Joseph sonrió―. Muy bien, te prometo que hoy dormiré temprano.

―¡Imposible! Estudiaremos toda la noche para el examen de mañana.

―¿Examen? ¿Qué examen?

Sia hizo un puchero, ya que obviamente Joseph se estaba burlando de ella. El chico levantó ambas manos luego de lanzar una carcajada y se resignó a sacrificar la noche para la ardua sesión de estudio que les esperaba.

Luego de unos minutos llegaron a la estación de trenes y se dispusieron a esperar el que les tocaba en unos asientos de la terminal. Ellos siempre tomaban el mismo transporte para ir y venir de la universidad ya que sus respectivas casas se encontraban lado a lado. Para matar el tiempo, Joseph extrajo su teléfono móvil para rebuscar en un conocido blog de noticias paranormales que solía frecuentar muy a menudo.

―Hoy han subido cosas interesantes ―comentó Sia, observando la pantalla del celular con curiosidad―. Mira, el Vampiro de Rypriat y un siervo del caos han huido de prisión.

―Increíble, creí que el Infierno era de máxima seguridad. ―Joseph sonrió con sarcasmo―. Seguro ahora lo cerrarán... Ojalá que a ninguno se le ocurra venir de turista a Laseal.

Continuaron comentando las noticias del blog, hasta que un aviso les indicó que su tren estaba cerca. Cuando llegó, se apresuraron para adelantarse a la muchedumbre que se abalanzaba al interior del vagón. Antes de que lo lograran, un hombre vestido de negro chocó violentamente con Joseph, empujándolo a un lado.

―Eh, cuidado ―espetó el chico, pero el desconocido se perdió entre la multitud―. Maldito idiota...

―Dejó caer algo ―dijo Sia, mientras se agachaba para recoger una memoria portátil―. ¿Deberíamos buscarlo para devolvérsela?

―Ojalá le duela haberla perdido ―siseó Joseph, enfurruñado―. Vámonos, no es nuestro problema.

―Pero...

Sin embargo, Sia no pudo discutir ya que el contingente de personas que querían abordar el tren los obligó a ingresar al interior. De esa forma, apretados y sin poder moverse, completaron el viaje hasta llegar a su destino. Liberados del tumulto, se apresuraron a salir de la terminal para respirar un poco de aire fresco.

―Hoy será una noche muy interesante, Sia ―aseguró Joseph, mientras caminaban con lentitud.

La chica se sonrojó.

―Pero... sólo vamos a estudiar ―musitó, apartando un mechón castaño de su rostro.

―Eso sería una pérdida de tiempo. Debemos revisar la memoria portátil que se le cayó al idiota de la estación. Me pregunto qué secretos tendrá...

―No voy a permitir que te desconcentres ―aseguró Sia, tras lanzar un suspiro―. Y tampoco voy a instalar esa memoria en mi computadora. Puede tener un virus o algo así.

―Usaremos mi laptop. Mejor si se malogra, así me comprarán una mejor.

―No lo sé...

―Vamos, Sia. ¿Cuándo nos ha sucedido algo tan misterioso? Con lo aburrida que es Laseal...

La chica colocó un dedo en la comisura de sus labios, dudando. Lo cierto era que a ella también le despertaba mucha curiosidad saber qué contenía la memoria, y al ver la mirada emocionada de Joseph terminó por convencerse.

―Está bien. Si repasamos todos los temas del examen rápido tal vez podamos revisar qué contiene.

Llegaron a su destino y se despidieron, acordando que Joseph iría a la casa de Sia luego de cenar para comenzar con la sesión de estudio. El chico, emocionado por los enigmas que creía poder encontrar en la memoria portátil, apenas pudo soportar la espera. Finalmente, se presentó en la casa de su amiga con su laptop preparada.

―Joseph, buenas noches ―lo recibió Kihara, hermana menor de Sia―. Mi hermana está en su cuarto.

El chico asintió y apuró el paso, subiendo las escaleras. Llegó a la puerta de la habitación de la chica y la abrió sin dudar. Se encontró con un inesperado suceso: Sia estaba en ropa interior, a punto de vestirse con su pijama. Ambos se miraron en silencio por unos instantes, hasta que Joseph chasqueó los dedos.

―¡Increíble! Esta es una de esas maravillosas situaciones que sólo suceden en la animación nipona...

―¿¡Qué estás diciendo!? ―exclamó la chica, cubriéndose―. ¡Cierra la puerta!

Joseph obedeció, considerando que era su deber compartir su extraordinaria experiencia con Edward y Hans la próxima vez que se encontraran. Luego de unos minutos Sia lo dejó entrar, pero su ceño fruncido dejaba en claro que estaba muy molesta.

―¿Qué culpa tengo yo que te cambies sin poner seguro antes? ―se excusó él, inocentemente.

Ellos se conocían prácticamente desde siempre ya que sus familias eran muy unidas, por lo que Joseph no consideraba que lo sucedido fuera demasiado grave. Sia, sin embargo, se lo había tomado muy en serio.

―Por lo menos toca antes de entrar al cuarto de una chica. La próxima vez no te lo perdonaré.

Para apaciguar la situación decidieron comenzar a estudiar. A Sia se le daba bien tomar apuntes y reconocer conceptos importantes en los libros, por lo que estaba en su elemento. Joseph, por su parte, estaba más concentrado en adivinar cuál sería la siguiente película de terror a estrenarse que en repasar temas de literatura clásica.

La chica no tuvo problemas en terminar de estudiar lo necesario con rapidez, por lo que decidió tomarle un examen básico a Joseph, el cual falló miserablemente. Él argumentó que el exceso de información académica lo había agotado, pero ella no se rindió y lo obligó a leer hasta que pudo pasar su evaluación.

Finalmente, con la sesión de estudio concluida, tuvieron libertad de pasar a la cuestión que envolvía a la memoria portátil.

―Me da mala espina ―comentó Sia―. Tal vez deberíamos dejarla en la oficina de la estación por si la reclaman.

Ambos estaban sentados en la cama de la chica, con la laptop de Joseph lista para ser usada como conejillo de indias.

―No seas aguafiestas. Ya te dije que lo peor que podría pasar es que mi máquina explote.

Sia meneó la cabeza con desaprobación, pero no pudo evitar que Joseph conectara la memoria a la laptop. Por un segundo el brillo de la pantalla pareció titilar, y luego se abrió una carpeta con un par de archivos: un bloc de notas titulado "iniciar" y un ejecutable con el nombre "trato".

―Probemos con el bloc primero ―sugirió Sia―. No creo que sea peligroso.

―Con todo lo que he estudiado lo último que quiero es leer algo más ―afirmó Joseph―. Vamos a por el premio gordo.

Dicho eso, hizo doble clic en el ejecutable con total confianza. Durante unos instantes no sucedió nada, como si el archivo no supiera si abrirse o no. Luego, por alguna razón desconocida, el bloc de notas se activó por sí solo. Contenía dos links de la red, uno común y corriente y otro con una peculiar terminación .chaos.

―Por eso quiero que me compren una nueva laptop ―comentó Joseph con molestia―. Ni siquiera obedece las órdenes simples.

―¿Vas a revisar los link?

―Ya que estamos...

El chico desplegó el navegador y colocó el link normal en el buscador. Tras pocos segundos de espera, la página cargó revelando que se trataba de una especie de foro sobre historias de horror. Ambos, como buenos miembros del Club del Terror, tuvieron una grata sorpresa ante tal suceso, pero rápidamente la emoción de Joseph cayó en picada.

―Es una leyenda urbana ―dijo, molesto―. "El Embaucador...", vaya estupidez. Paso de leerla.

―Vamos, Joseph, por algo estaba en el bloc.

El chico chasqueó la lengua y cerró la página sin siquiera discutir. Él sentía un especial desprecio por las leyendas urbanas ya que, a diferencia de las historias de terror convencionales, intentaban hacerse pasar como verdaderas para engañar a los incautos. Sia, por el contrario, no tenía nada en contra de ese tipo de leyendas ya que le gustaba descubrir cómo las personas comunes y corrientes expresaban sus miedos internos, por lo que realmente quería leer la que habían encontrado.

Haciendo caso omiso de los deseos de la chica, Joseph copió y pegó el segundo link en el buscador. Sin embargo, apareció un mensaje anunciando que la página no existía.

―Parecía interesante... ―suspiró Sia, desanimada.

―A veces pasa ―aseguró Joseph y comenzó a actualizar el navegador varias veces seguidas―. Máquina inútil...

Luego de varios intentos por fin pudieron acceder a la página buscada. Su diseño se limitaba a un fondo completamente negro con una frase de letras moradas en el centro de la pantalla:

"¿Cuál es tu nombre?"

―No vas a poner algunos de nuestros nombres, ¿verdad? ―dijo Sia.

―Reto al hacker que esté detrás de esto a que me enfrente ―afirmó Joseph con una sonrisa, mientras escribía su nombre completo en el cuadro ubicado debajo de la frase.

―A veces puedes ser muy insensato, Joseph.

Al instante de terminar de escribir la información requerida, una nueva frase se hizo presente.

"¿Quieres resolver un Enigma o prefieres retarme a un Juego?"

―¿Qué diablos es esto? ―espetó Joseph―. ¿Enigma? ¿Juego?

―Si hubiéramos leído la leyenda urbana sabríamos de que va ―indicó Sia, meneando la cabeza.

―Da igual. ―Joseph se rascó la barbilla―. No tengo ganas de nada enigmático, vamos a por el juego.

Debajo de la frase estaban ambas opciones por separado, por lo que el chico eligió la que decía "Juego". Repentinamente el navegador se cerró y el ejecutable "trato" de la memoria portátil se abrió por sí solo.

―Realmente mi laptop está en las últimas ―dijo Joseph con pesar.

―O tal vez ya te hayan hackeado.

El archivo, al igual que la página anterior, estaba compuesto de un fondo negro y un título de letras moradas compuesto de la palabra "Juego". Posiblemente, opinó Joseph, la página y el archivo tenían una conexión directa, por lo que este último había registrado la elección que había realizado antes.

Debajo del título había unas peculiares frases que ni Joseph ni Sia pudieron interpretar.

―Cinco retos ―leyó el chico.

―Seis participantes ―complementó Sia.

―Un ganador.

Se quedaron en silencio durante unos instantes, releyendo cada una de las frases. En eso, Joseph chasqueó los dedos.

―Esto debe ser algo así como la campaña de prelanzamiento de un juego online o algo por el estilo.

―Me parece que es algo distinto ―opinó Sia, ladeando la cabeza.

―¿Qué más puede ser? ¿Una campaña política? Tal vez sea un juego basado en la leyenda urbana que no pienso leer.

La chica no parecía convencida, pero no encontraba una explicación coherente para el caso.

―Bueno, fue interesante pero lamentablemente quedará aquí ―dijo Jospeh, cerrando la carpeta de la memoria para extraerla―. Supongo que volveré a casa para cumplir mi palabra de dormir temprano.

―Dame la memoria.

Joseph miró a su amiga con confusión, pero se encogió de hombros y le entregó el objeto.

―Mañana se lo mostraremos a los demás ―afirmó la chica―. Posiblemente Edward se lo tome a la broma, pero Hans y Lilian pueden tener alguna idea de lo que sucede.

―Claro, al fin y al cabo, los ricos lo saben todo.

Se despidieron y Joseph salió de la habitación. Ya sola, Sia miró la memoria portátil que sostenía en las manos y sintió que algo muy importante estaba por ocurrir.

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