Capítulo VI

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Había acordado que hasta que ella no supiera al menos el 50% de lo que había en la papelería sobre mí, ella no podría verme y, si en realidad le importaba lo que iba a ganar con este trato, tenía que hacerlo en menos de una semana, porque luego nos quedaba una semana para prepararnos en otros sentidos y luego estaba la semana antes de la boda para convivir junto a mi familia.

Justo una semana más tarde, ella me llamaba, sentía que esto podría salirse de control, ella no era tan audaz como lo había imaginado, era atractiva, pero no lo suficiente para hacerme desearla. Tenía una semana para convivir con ella, así que para asegurarme de que hubiese aprendido todo lo que debía, le pedí a Bruce que la recogiera con algunas maletas para estar en mi casa durante ese tiempo.

Las pesadillas donde mamá se daba cuenta de mi plan se habían vuelto constantes, por lo que no había podido conciliar muy bien el sueño, más los negocios del bufete, mi empresa y otros trabajos, me traían de muy mal humor. Toda esa semana no salí a beber, me había encargado de organizar puestos, planes y estrategias para el trato que había sellado con Grant, todo estaba listo, comenzaría justo una semana antes de irme.

Una noche antes de tener a Katherine en mi casa, tuve un viaje de urgencia hacia uno de los puntos estratégicos donde se encontraría parte de mi gente y la de Grant. Así que no la tendría a ella encima interrogando cosas que no debe saber.

Alrededor de las tres de la mañana, Bruce se dirigió a casa, él vivía en una de las casas de servicio que había dentro, sólo que la de este era distinta a la del resto del personal. Así que ambos tomamos nuestro rumbo, antes de subir fui por un poco de agua, ahí con una blusa larga y en panties se encontraba la silueta de una mujer, caminé lentamente hasta la refrigeradora y al percatarse de mi presencia se dio la vuelta y dejó caer un vaso que llevaba en sus manos.

-Ten cuidado —dije tomando un paño que se encontraba sobre la encimera

-Perdone joven —a pesar de lo oscuro se notaba que estaba sonrojada—

-No te preocupes, yo me encargo —dije viéndola frente a mí—

-No, usted es el jefe, yo —coloqué un dedo sobre sus labios—

-Yo lo haré —mordió su labio justo luego de mover mi dedo—

-No fue con intención —decía nerviosa— sólo, en la casa no hay agua y tenía sed, así que pensé en tomar un poco de acá

-Lo entiendo, yo tengo hambre —dije cuando me levanté con los trozos de vidrio entre el paño—

-Si quiere le preparo algo —dijo entrecortado—

-No, gracias Margarita, pero creo que no puedes prepararme eso de lo que tengo antojo —dije acercándome más a ella—

-Podría intentarlo, aunque es algo tarde —podía notar sus nervios—

-Nunca es tarde para comer eso de lo que hablo —la repasé con mi vista—

-Joven —dijo recordando cómo se encontraba vestida— ¡perdone! —trataba de bajar la blusa que traía puesta—

-No hay nada que deba perdonarte —me acerqué a ella y ella retrocedió un paso—

-Creo, creo que es momento de que regrese a mi habitación

-¿Por qué no vienes a la mía? —dije tomándola de la cintura—

-Esto —comenzó a tartamudear— no está bien, usted es mi jefe —bajó su mirada—

-Tú lo has dicho, soy el jefe —dije levantando su rostro— así que si yo opino que no hay problema, no lo habrá —comencé a acariciar su mejilla con el pulgar—

Sus manos seguían intentando bajar su playera, entonces con mi otra mano la tomé de las muñecas

-¿Por qué estás nerviosa?

-Usted es mi jefe —trató de bajar su rostro, pero no se lo permití—

-¿Tienes problema con eso? Porque yo no —dije acercándome a su oído—

-Creo que no está bien —dijo temerosa—

-Bien —solté su rostro y la atraje hacia mí—, no puedo obligarte a nada Margarita —dije sosteniéndola de la cintura—, sólo dime si tú quieres lo mismo que yo. —di un leve mordisco en su oreja—

-Jefe —eso fue más que una palabra normal, un jadeo—

-Dime —mi voz estaba ronca—

-No

-¿No qué? —dije pegándola más a mí—

-No estoy segura —dijo en un susurro—

-De acuerdo —la separé de mí—, está bien Margarita. Descansa —comencé a caminar en dirección al segundo piso—

-Perdone —dijo con un tono muy bajo—

-¿Disculpa? —me giré para verla a distancia—

-Perdone por lo del vaso —dijo sin levantar el rostro y sus manos tratando de cubrir sus panties—

-Hay muchos vasos en esta casa, no te preocupes. Creo que el perdón se lo iré a pedir yo a otro por haberlo despertado —dije viendo mi entrepierna—

-Y-yo, —tartamudeo de nuevo— en serio perdón —sus ojos por primera vez me veían de forma voluntaria—

-Te he dicho que está bien —me acerqué de nuevo a ella—, no te obligaré a nada que no quieras, sé que has visto lo idiota que suelo ser con las mujeres, así que no te preocupes. —dejé un beso en su frente— Ve a descansar. —cuando estaba por darle la espalda, sentí su pequeña mano sobre mi muñeca—

-Jefe.

-¿Dime? —dije girándome hacia ella—

Lo que hizo me sorprendió tanto, porque no lo esperaba, su mano guio la mía hacia su entrepierna, estaba húmeda, no me sorprendía, solía ser el efecto que causaba en las mujeres. La tomé por la cintura para acercarla a mí, los besos eran de deseo, en sus ojos se reflejaba la lujuria, movió su cabeza dándome acceso a su cuello, la llevé contra la isla de la cocina, ella soltaba algunos jadeos.

La levanté tomándola por sus muslos desnudos y camine en dirección al segundo piso, llegamos a mi habitación entre besos y ella quitando mi camisa, a pocos pasos de mi cama la bajé y comenzó a quitar mis pantalones, yo subí la blusa que llevaba puesta, sus redondos y firmes pechos, de buen tamaño quedaron a mi disposición —cómo es que luego de tanto tiempo me entero que ella duerme así ¡en mi casa!— a pesar de estar oscuro, con la luz de la luna que entraba por las ventanas podía ver lo sonrojada que estaba.

Entre besos, prendas volando por la habitación y juegos previos, la haría mía en la habitación que había sido testigo de tantas noches de sexo, sus gemidos eran tan excitantes, que no podría soportar seguir sin penetrarla.

-Izan —soltó entre jadeos—

-¿Qué quieres? —dije sin dejar de jugar con su pezón, mientras la masturbaba con mis dedos—

-T-te, te necesito

-Dilo —le ordené— ¿qué necesitas?

-A ti, dentro de mí —sin pensarlo más, tomé un condón que tenía en una de las mesas de noche y cuando estaba por penetrarla—

-Izan —dijo—

-¿Qué sucede? —me detuve—

-Sólo, esta —noté la duda en ella—

-¿Es tu primera vez? —dije sorprendido y ella sólo movió su cabeza— no es necesario si no quieres

-Si quiero —dijo segura— sólo —la interrumpí—

-Tendré cuidado —le di un corto beso en sus labios—

Izan, oh, Dios, más, más, más rápido, soy tuya, Dios, Izan, fueron algunas gritos que escuché de la boca de aquella mujer que tenía tanto tiempo trabajando para mí, de quien no había notado la belleza de cuerpo que poseía y el deseo que en ambos había despertado.

Luego de una semana tan cargada, hacer mía a Margarita había liberado todo tipo de estrés o presión que en mí existía. Cuando acabamos ella quedó profundamente dormida, la cubrí y yo estuve observando por un rato el techo de mi habitación, hasta dormirme.

-¡Izan! ¡Izan! ¿Dónde carajos estás? ¡Ya es tarde y Katherine no tarda en llegar! —nunca en mi vida imaginé ver esa escena al abrir la puerta—

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¡Ay, Izan! Qué andas haciendo... mal ahí, ¿o no? °~°

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