❂ Capítulo 2: Un buen hombre ❂

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng





1943 – Shanghái

—Ah-ah-oh —los siseos y quejidos salían de su boca como una suave y muy bajita melodía, una con acordes rotos y ahogados. Taehyung apretó las sabanas bajo sus manos, concentrándose en algún otro punto de su cuerpo que no fuera su trasero siendo abusado por otro militar, hundiéndose ferozmente, marcando las uñas en sus caderas y soltando obscenas palabras que le hacían caer cada vez más en su poso de inmunda vergüenza.

Apretó los dedos de los pies cuando el hombre agarró su cabello, atrayéndolo hacia atrás en una fastidiosa posición que al parecer le daba más placer, pero no al menor debajo de él, que, con tantos soldados recibidos ese día, no había lugar en su cuerpo que no se sintiese adolorido o sensible. Después de todo era sábado, el día en el que el general solía dejar descansar a las otras chicas y le daba doble turno a él, aceptando que lo destrozaran de todas las formas posibles.

—Oh- ¡Sí! —escupió el soldado, soltando su cadera y obligándolo a voltearse para poder eyacular en su cara y hacerlo verse el doble de desastroso que antes—. Eso es precioso, lo has hecho genial, como la puta que eres —le siseó, dándole una buena bofetada que le dejó encogido sobre el colchón mientras él último hombre se marchaba levantándose el pantalón y haciendo sonar la hebilla de su cinturón.

Ese sonido. Taehyung odiaba muchas cosas, una lista que cada día se volvía más larga. En el segundo lugar estaba el sonido de los cinturones de los militares, sobre todo cuando la hebilla cascabeleaba al ser abierta o cerrada, haciéndolo volver de cualquier ensoñación que tuviese gracias al cansancio y recordándole que no estaba en casa, junto a su familia disfrutando de un agradable momento, viendo a su padre escribir con una hermosa caligrafía o a su madre cocinar con la habilidad de un experto. No, él no estaba en casa, estaba en el infierno. Su infierno personal, parecido al de las otras mujeres atrapadas como él, pero el suyo era peor, oh claro que sí. Sentir las palabras entrando y saliendo de su cabeza, recodándole lo sucio que era por siquiera haber comenzado a disfrutar de tal barbarie situación.

Ser sodomizado día tras día, era igual de horrido que cualquier método de tortura que pudiesen imponerle, pero después de tantos años y de olvidar por completo la cuenta cuando el número de hombres sobrepaso los mil, empezó a entregarse en los brazos del placer para soportar mejor el tiempo —lo cual lo hacía sentir terriblemente avergonzado y sucio. Podía disfrutar un poco los primeros 3 hombres de la fila sin importar si tenían un tamaño menor o apestaban, pero el resto lo llevaban a un mundo nebuloso de autodesprecio mental, porque lo único que quiere es que todo termine por ese día.

Sus manos temblorosas se movieron lentamente hacia su pecho, podía sentir la vibración de su propio corazón. De nuevo, seguía vivo.

Supo que había pasado un buen tramo de tiempo cuando la lámpara de aceite al lado de la cama se había gastado casi toda, y gracias al descanso pudo sentarse para recibir a Seokjin cuando entró a la caseta de madera.

—Doctor Hashimoto —saludó en japonés con un pequeño movimiento de cabeza, a pesar de no haberse movido después del último soldado, le seguían temblando las piernas y el dolor empezaba a convertirse en entumecimiento.

Todos se han ido a dormir ya, Taehyungie —avisó, recogiendo la silla libre a un lado de la habitación para sentarse a su lado con la caja de insumos médicos sobre las piernas aun sin abrir—. Los soldados no están haciendo guardo en esta zona por ahora.

Entonces pudo atreverse a hablar coreano—. Jinnie —una solitaria lagrima se deslizó sobre su nívea piel marcada por los golpes y azotes, su cabeza cayó lentamente sobre el hombre del doctor y se mantuvo así unos pocos segundos, disfrutando de la siempre consoladora caricia del médico—. Me duele la cadera —susurró.

—Ya estoy aquí, mañana de sentirás mejor —su voz nunca perdía ese tipo de encantó que te hacia querer permanecer a su lado. Taehyung no entendía si era porque era la única persona —además de su propia hermana— que no lo veía con inmundicia. Recordaba el primer día en que llegaron, asustados e inseguros, Seolji llorando desconsolada en una esquina de la carpa y su querido hermano, quien siempre vio como imparable e insuperable, tirado a los pies de la cama, con el vestido roto hasta el pecho, inconsciente y la sangre secándose entre sus piernas.

Cuando Seokjin los vio irse con el general, pensó lo peor. No sería la primera vez que vería el cuerpo muerto de alguien, pero eso no lo hacía menos terrible, tampoco el hecho de que solo eran niños. Sin embargo, cuando entro a la carpa —seguramente para encargarse del trabajo sucio— no espero verles aún con vida, seguramente traumatizados, pero seguían respirando y se concentró en eso. Él fue quien se encargó de Taehyung todo el tiempo que estuvo en cama, con las piernas entumecidas y la fiebre danzando por su cuerpo, también permitió que la niña llorara en su hombro y rogara por sus padres.

Seokjin no era tonto, aunque no estuvo en el momento, se imaginó todo lo ocurrido solo al ver las marcas en la piel tostada del muchacho, era un doctor después de todo. Taehyung se mantuvo aturdido un par de días después de despertar y él lo vio, había perdido todo brillo y valentía en su mirada, igual que las mujeres en su situación, igual que condenados a muerte esperando su hora, o tal vez esclavos que solo querían dejar escapar su último aliento y ser libres de las pesadas cadenas.

El muchacho se adaptó bien a su "trabajo", demasiado, a opiniones del médico. Desde que fue presentado la fila de visitantes que le veían aumentaba más y más, a donde sea fueran e incluso a vista de varios, Taehyung solo apretó los labios y se entregó.

—Uno te mordió muy fuerte —comentó el mayor revisando su hombro magullado sin obtener respuestas, el joven comenzaba a dejarse caer en el sueño.

Una de las reglas del general dentro del ejercito era solo hablar japonés, no importaba si provenías de Tailandia, filipinas o corea, era aprender el idioma o bajar de rango; convertirte en nada más que un sirviente para el resto de las tropas. Pero Seokjin y él lo hablaban a escondidas, cuando su turno de trabajo terminaba y el mayor iba a revisar su estado de salud, el cual siempre estaba peor que el de las demás chicas, sin contar que a él le daba más horas. Cuando las demás mujeres terminaban a las 6 de la tarde, él aún estaba recibiendo soldados, hasta que por fin lo rompiesen o sonaran las trompetas a las 10 y desafortunadamente, nunca era lo primero.

—Seolji —murmuró Taehyung con los ojos cerrados, siseando un poco cuando el algodón empapado de alcohol se presionó contra los cortes en su hombro y espalda.

—Ella está bien —respondió el mayor—. Admito que estaba muy preocupado cuando no le permitieron seguir bajo mi dirección, pero el doctor Kasakawa ha sido amable con ella, hace unos días atendió a una tropa de 7 ella sola.

El moreno sonrió, el trato seguía en pie, su hermana se estaba volviendo una buena enfermera, todo a cambio de que él siguiese entregándose a los soldados sobre una cama. La quería lejos de ese mundo, pero cerca de él. Sí algo le llegaba a pasar, Taehyung perdería cualquier miga de voluntad que le quedara, solo un juguete, solo una bolsa de carne.

—Cuando esto acabe, tal vez solo tenga que hacer un examen para volverse una enfermera oficial.

Taehyung frunció el ceño, abriendo los ojos con lentitud—. ¿Ella quiere eso?

—Tiene talento, aunque no hubiese querido que lo descubriera de esta forma.

—No respondiste.

—Veo que no estás muy de acuerdo —el joven soltó un quejido cuando Jin lo recostó y revisó sus piernas—. Lo siento —murmuró, con apocada delicadeza.

—No quiero que siga haciendo esto, curar heridos...

—Curar japoneses —corrigió. Taehyung tensó la mandíbula cuando el paño húmedo limpio sus glúteos—. Hay muchas otras labores para ella ¿sabes? No tiene que seguir trabajando en la guerra cuando esto acabe. Puede asistir a algún colegio, tal vez uno de esos internados para personas pudientes.

Colegio. Taehyung no fue el estudiante modelo por excelencia, pero le gustaba ir, cuando tenía la oportunidad. Ahora su nivel intelectual había bajado y era su hermana la que se encargaba de visitarle algunas veces a la semana para charlar y enseñarle caligrafia, un poco de historia e incluso matemática y eso le agradaba. De los dos, ella es la que sí tenía un futuro asegurado fuera de la guerra. Si es que llegaba a terminarse por fin.

—Te encuentras muy mal —comentó Jin cuando le ayudó a colocarse la batola de dormir—. Tal vez debería hablar con el general para que te permita saltarte u-

—No —le detuvo el muchacho.

—Solo un día, Taehyung ¡mírate! —exclamó intentando no subir demasiado la voz—. Los soldados de Shanghái no han tenido piedad contigo y lo de mañana tampoco la tendrán.

—A él no le importará, me aumentará las horas si llega a escucharte solo decirlo en voz alta —lo sabía, oh claro que sabía cómo maquinaba la inquietante mente de su general, tan sarnosa y despiadada, la única forma de misericordia que tendría de él era no regalarle un disparo en medio de la frente, el resto, se lo tenía que ganar con esfuerzo, con acciones... con gemidos, e incluso, con sangre—. El festival es este sábado, después de eso poder descansar hasta el lunes —se ató con suavidad la cinta de la batola a su cintura—. Solo dos días más.

Jin quiso decirle que su cuerpo en ese estado no soportaría dos días más, ni siquiera uno, pero no podría hacer desistir al chico, así que solo le dio la medicación para el dolor y recogió los insumos en su maleta—. Tae-

—¡Oh vaya! —esa voz hizo que tanto el muchacho como el doctor se estremecieran y volvieran su atención a la entrada de la caseta, donde el general mantenía la puerta abierta con el pie, ni una sola alma vagando fuera—. Que gusto verle aquí, doctor Hashimoto.

Seokjin tragó pesado, esperaba que no lo hubiese escuchado hablar coreano—. Buenas noches, general Kishima —saludo cordial, apretando el puño tras su bata—. Solo daba mi última revisión antes de dormir.

—Es bueno verle tan trabajador últimamente —felicito viéndole acercarse para salir—. Conoce muy bien su lugar, doctor Hashimoto —murmuró para que solo él le oyese—. Espero que nunca se le olvide.

—Sí, señor —reverenció el medico antes de que la puerta se cerrara en su cara.

Taehyung se sentó al borde de la cama cuando quedaron solos. La mano sobre el simple nudo de su batola temblaba, estaba muy cansado, adolorido y magullado, y las visitas del general Kishima nunca eran nada bueno; palabras plagadas de desprecio, caricias que comenzaban de una forma dulce y terminaban haciéndole gritar, algunos golpes y terminaba definitivamente con una mancha en las sabanas.

—Buenas noches, general —saludó obediente con la cabeza inclinada y los ojos escociéndole del miedo. Sabía que Seokjin no creía que fuese a soportar dos días más de trabajo y él tampoco, pero temía más de las represalias que el hombre de alto rango frente a él podía causar.

El general pasó la mano con blandura por el cabello del menor, cambiando violentamente a un agarre fuerte cuando llegó a los últimos mechones—. Oh mi querida zorra ¿Has tenido un buen día hoy?

Sus labios pálidos temblaron antes de contestar—. Sí, lo he disfrutado mucho —contuvo todo lo que pudo la lagrima que amenazó con surcar sus parpados, pero al final se deslizó, perdiéndose en la manga del uniforme.

—Hermoso —susurró contra su mejilla húmeda, palabras cargadas de veneno que le consumían cada vez más. Esperó el beso brusco, algún mordisco o incluso que lo arrastrara hasta el suelo y le arrancara la ropa. Pero no sucedió, solo lo soltó y encendió un grueso cigarro de su paquete—. El sábado es el festival de faroles aquí en Shanghái —comenzó, exhalando el humor sobre su rostro—. Pero también viene se nos une una nueva tropa, vienen de Ninkin, al norte.

Taehyung se sintió momentáneamente conmocionado por sus palabras ¿Estaba siendo caritativo?

Kishima nunca le decía realmente a cuantos hombres veía por día, tampoco le informaba sobre los movimientos del ejército, solo tenía que verse bonito, abrir las piernas y rezar para que el tiempo pasase rápido—. Pero hay un pez gordo al que necesito que atiendas y estas... —le dio una mirada de desdén antes de continuar fumando—. Eres un completo desastre, no puedes recibirle así.

—Mi señor... —la voz le salió más temblorosa de lo que pensó—. ¿A qué se refiere?

—Tienes el resto de la semana libre, Taehyung.

Quiso contestar algo, al menos un agradecimiento, pero solo calló, entrando en una espiral de pensamientos ansiosos ¿Habrá escuchado la conversación que tuvo con Seokjin? ¿Es algún juego suyo? Y si es verdad ¿Quién será la persona que tendrá que conocer?

Entonces sintió angustia. Quien sea que llegase el sábado debía de tener un rango superior al de él, por lo que un simple error le costaría más que su vida.

¿Y si era peor que el general? ¿Y si en realidad sus días ya estaban siendo contados? No se sorprendería que Kishima le entregara como carne para matadero. Dispuesto a que lo usen hasta literalmente romperlo en dos.

Cuando levantó la cara para verle, estaba llorando a mares, como si sus lágrimas no se hubiesen secado horas atrás. El paso firme del militar resonó en la habitación, tomando su boca con una mano y estrellándolo contra la cama, sus quejidos escurriéndose entre los dedos enguantados—. Eres solo una perra que no hace nada más que llorar —escupió—. Has tenido demasiada suerte estos años —su mano se deslizó dentro de la batola, estremeciendo la piel que tocaba y haciéndole cerrar los ojos con fuerza—. Ponte presentable y no lo arruines —amenazó llevando la mano de su boca hasta su cuello y apretando lo suficiente para cortarle el aire—. Esta guerra no termina y tu trabajo tampoco.

Y tan rápido como llegó, se marchó, dejándole agitado y abominado.

Sí este está el fin del camino, entonces solo rezaría por la vida de su hermana, la suya ya no valía nada. 





—No hay nada ¿verdad?

—Oraboni, esta es la tercera vez que lo preguntas —respondió la menor trayendo consigo el yukata y el hakama que el general había especificado ponerse para recibir al invitado especial—. No tienes nada, estas limpio, los ungüentos que Seokjin-ssi recetaron cumplieron su tarea muy bien.

En efecto, su piel, tersa y de un color acaramelado, ya no tenía ni la más ínfima marca, dándole un aspecto mucho más saludable del que tenía días atrás. El color en sus mejillas había regresado y la medicina se llevó todo dolor y pesadez. Pero, aunque por fuera se viera deslumbrante en salud y belleza, su corazón y mente estaban llenos de incertidumbre.

¿Quién sería el invitado? ¿Qué haría? Oh por supuesto que sabía lo que pasaría, pero cuestiona en salir ileso de aquel encuentro. Muchos hombres habían pasado por sobre él, mordiendo y golpeando en búsqueda de placer, porque no tenían que ser delicados, también era un hombre, podría soportarlo bien. Sin embargo, no había nada que le asustará más, que las sonrisas cariñosas, plagadas de falsas intenciones, solo para embelesarlo, hacerle creer que tendrá piedad de él y será atento, riéndose complacido de verle excitado con una suave caricia, solo para escupir "no eres más que una ramera sin pudor" y herirle.

¿Cuánta sangre y semen más tendrían que caer en las sabanas para liberarse de ese tormento? Tal vez al final de la noche solamente sangre seria lo que se derramara por su piel. Tenía miedo. Tenía tanto miedo, que, aunque estuviese desnudo, tomó a su hermana por la muñeca y la abrazó.

—Sí llorar tus ojos se enrojecerán, oraboni —murmuró ella, acariciando su cabello oscuro, con todo el brazo extendido por su altura.

—Te amo —susurró, sin importar si arrugaba el uniforme de su hermana con la tela agolpada en sus puños.

Seolji no contestó, lo guió a la butaca de madera y lo sentó, apretando su cabeza contra su pecho y besándole la coronilla. ¿Qué podía decir? No había nadie que se sintiese más culpable que ella. Todo el sufrimiento, las lágrimas, el dolor y las marcas eran por ella. Sí tan solo pudiese volver en el tiempo para cambiar de lugar... pero no resolvería nada, sería un círculo vicioso en el que uno intentaría salvaguardar la integridad del otro. Y algo tenía muy claro, su hermano era más fuerte de lo que él mismo creía, de haber estado ella en su lugar, el último aliento de vida lo habría soltado mucho tiempo atrás.

Las ropas nuevas fueron deslizadas por su cuerpo, terminando por atar el kaku obi blanco alrededor de su fina cintura. No había espejo en su caseta, en ninguna de hecho, pero solo hizo falta verse reflejado en los ojos de su hermana para saber cómo se veía. El yukata era delgado, de un color perlado casi translucido, al igual que el hakama gris que ocultaba sus piernas.

—Ojalá pudieras ver lo bonito que estas, oraboni—halagó la menor, peinando su cabello mientras el atardecer caía fuera del tragaluz en el techo. Se agachó un poco y besó su mejilla, obteniendo una pequeña sonrisa a cambio.

¿Qué haría sin ella? No había respuesta a ello, porque no había nada después de que partiese.

No hubo nada, hasta que llegó él.

Cuando las trompetas sonaron a los lejos, su hermana se tuvo que marchar, apretando con suavidad una de sus manos y besando su frente. ¿En qué momento ella se había vuelto más madura que él?

—Vendré a verte en la mañana junto Seokjin-ssi —se apresuró a decir—. No nos han permitido volver de noche, así que por favor espera por nosotros cuando salga el sol.

Taehyung respiró profundo, los minutos pasando tan lentos y sinuosos ciñéndose sobre él para recordarle que el tiempo se acababa. El tik tak de un reloj imaginario hacia estragos en su cabeza y sus manos se frotaban entre sí con nerviosismo.

Dejo de dar vueltas por la habitación, al tiempo en que la puerta de la caseta se habría y podía ver la silueta del hombre tras el biombo de papel grisáceo. El general Kishima había puesto mucho empeño en que la precaria caseta de Taehyung se viera como mínimo decente, lo cual lo confundía un poco. En todos esos años, varios directivos pasaron por su cama, algunos iguales o incluso de más rango que el general ¿Qué había de especial en este invitado?

Observó con detalle la silueta detrás del papel, los hombros anchos bajo las hombreras sin lazos del uniforme, el gorro militar, las caderas estrechas y las piernas largas. Estaba expectante de verle por fin, pensó que sería algún panzón con altos estándares y un puesto obtenido con el arte de la manipulación.

Taehyung bajó la cabeza y cerró los ojos cuando notó que se apartaba de la entrada, solo permaneció sentado en el borde del camastro, con la respiración atorada en su garganta y los nervios brotando por sus poros. Espero una orden, algún comentario, incluso aceptaría un sonido gutural de excitación, pero no escuchó nada, solo los pasos lentos y arrastrados de quien sea que tuviese delante.

Sus labios se volvieron una línea apretada cuando sintió que había pasado demasiado tiempo, abriendo los ojos pesadamente con el entrecejo levemente fruncido. Solo basto con un corto suspiro del desconocido para hacerle levantar la cabeza con mortal curiosidad. Y apenas le vio su cuerpo se sacudió en un escalofrío incomprensible.

Un hombre joven, con la mirada clavada en Taehyung, los labios un poco abiertos y los hombros rígidos, estaba frente a él.

¿Él era a quien tenía que engatusar? ¿A alguien tan joven?

El invitado no podía sobrepasar los 25 años. De ninguna manera. Con su piel juvenil, los ojos grandes, la mandíbula varonil y el trabajado cuerpo de soldado oculto tras las telas del uniforme verde oscuro.

Era apuesto y estaría dispuesto a cortarse la lengua para asegurarlo ante cualquiera.

—Bienvenido, señor —Taehyung no supo de donde salió aquella voz, limpia de sentimientos, ya sea de emoción o terror. Un japonés casi perfecto.

—Tu... —su respuesta salió casi como un balbuceo—. Tu eres...

—Yo le serviré esta noche, señor.

—P-pero eres un hombre.

"Lo sé". Oh cuantas ganas tenia de decírselo.

Taehyung conocía bien las dos caras de un soldado; la parte indignada, reacio a creer posible que un hombre yazca con otro y la otra, la parte ansiosa, dispuesto a sacar provecho de la situación incluso si no estaba en sus intenciones iniciales. Lo segundo eran lo peor, porque un hombre no sabe de lo que es capaz hasta que tiene vía libre para hacer lo que sea.

—Me disculpo que no haya sido informado antes, señor.

—No, eh... ¿Puedes por favor dejar de llamarme señor? —se apresuró a pedir, visiblemente nervioso—. No soy tan viejo como parezco.

—No lo pareces —el moreno se tapó rápidamente la boca cuando notó que lo había dicho en voz alta—. Me disculpo por m-

—¡No! —el muchacho carraspeó bajando el tono de su voz, acercándose un poco más al joven en yukata—. Quiero decir, está bien, no tienes que silenciarte.

—¿Desea tomar asiento? —preguntó palmeando suavemente el espacio a su lado. Le notaba algo tímido, tal vez solo necesitaba un empujoncito para que tuviese iniciativa. Taehyung se sentía completamente abrumado de lo acostumbrado que estaba a ser el guía de los "nuevos" que tenían contacto con él, aquellos a quien nunca se les hubiera cruzado por la cabeza acostarse con otro de su mismo sexo.

—No, e-es tu espacio, yo... —pareció darle un rápido análisis al espacio—. ¿Sabes? Mejor me sentaré en el suelo, se ve muy cómodo —soltó una fina risa mientras se acomodaba en la madera fría.

Taehyung apretó los puños en su regazo. Le tenía asco, claro que sí.

—Y ¿Cómo te llamas? —la respuesta tomó por sorpresa al joven, tanto que no se dio cuenta que había tardado mucho en responder.

—Taehyung —el nombre en coreano se escapó rápido, impidiéndole siquiera detenerlo a la mitad. Su cerebro se ensambló velozmente para recibir los insultos por su ascendencia, pero solo hubo calma.

—¿Eres coreano? —preguntó el militar. Un asentimiento fue otorgado, seguido de un incómodo silencio que hubiese preferido evitar—. Es bonito —sonrió—. Taehyung —el joven se sintió de repente encandilado por escuchar su propio nombre danzar en la boca del desconocido—. Te queda muy bien.

—Le agradezco.

—No seas tan formal —habló en coreano. Era toda una caja de sorpresas que mantenía a Taehyung en la sorpresa constante—. ¿Qué edad tienes?

—21 años.

—¿Edad coreana? Eres... demasiado joven.

Él apartó la vista, sobrecogido por el significado de sus palabras. Era joven, pero no tanto a comparación de 5 años atrás, cuando comenzó por este camino oscuro.

Un bostezo repentino por parte del militar hizo que el joven saliese de su burbuja. ¿Por cuánto tiempo habían hablado? Su mirada se dirigió hacia el viejo y oxidado reloj en la pared; media noche. ¿Tanto? Era la primera vez que tenía una conversación tan larga previa al verdadero acontecimiento, pero lo entendía, él no lo iba a tocar, le tenía asco sin importar que tan grande fuera la sonrisa mientras preguntaba sobre su color favorito.

El militar notó la atención del muchacho sobre reloj—. Es muy tarde, ya debería de marcharme —dijo levantándose del suelo con las piernas un poco entumecidas.

—¡No! —su gritó salió más alto de lo que pensó, pero no importaba, cualquiera que estuviese cerca y pensaría que solo era parte de la escena, a esas alturas, si había mantenido la charla por tanto tiempo era porque sin duda, no habría sexo. Pero su problema no era el apuesto militar, sino el general, lo que sea que esperaba que Taehyung obtuviese al acostarse con él, no lo tenía, ni lo tendría y eso le asustaba. Kishima le asustaba.

Se aclaró la voz cuando el militar le miró consternado—. Lo siento, n-no quería gritar —entonces se levantó del bordillo, con las manos temblorosas y los labios apretados—. Lo siento... yo- —lo había hecho tantas veces, desnudarse ante un soldado, pero no se sintió realmente obligado hasta ese momento—. No te vayas...

Tomó una bocanada profunda antes de llevar su mano al kaku obi, quitándolo con un poco de brusquedad. El yukata no cayó al suelo, solo se deslizo hasta sus hombros antes de que el militar se abalanzase sobre él para mantenerlo en su sitio. Los ojos de él se cruzaron con los de Taehyung, oscuros, pero hermosos.

No supo de donde llegó el valor para besarlo, solo se inclinó hacia él, notando como el agarre en sus ropas cedía un poco y siguió. Tan dulce, tan cálido ¿Cómo podía hacerle sentirse así cuando no le conocía? Por lo menos no más allá de lo mencionad en su conversación. Le correspondió, pasando la mano del nudo a su espalda y la otra posada en su hombro como si quisiera que se acercara aún más, todo lo posible.

Y se sintió bien. Seguro como nunca, solo con un beso, sintiendo las saladas lagrimas colarse entre sus labios pegados y llegar hasta su lengua.

El militar fue el primero en separarse, dejándole agitado, ruborizado y con los labios húmedos—. ¿Por qué lloras?

—Tómame —murmuró, tembloroso ¿Por qué estaba así? ¿Por qué él lo volvía así? —. Tómame, por favor —ya no podía parar el llanto, estaba desesperado y asustado—. Por favor —suplicó.

—No puedo.

—¿Por qué?

—Porque tu no quieres —sintió como el aire se atoraba en su garganta.

¿No quería? Claro que quería... ¿Por cuánto había pasado realmente para que confundiera sus propios deseos? Claro que no lo quería, nunca lo hubiese querido... no así.

No con él

Las rodillas le fallaron, terminando en el suelo, con el yukata aun sobre los codos y las manos sobre sus lustradas botas.

¿Qué le haría Kishima? ¿Cuál de todas sus amenazas cumpliría? Sus dedos, tal vez los pies o su lengua, o incluso un ojo.

Se estremeció cuando las manos del militar viajaron a sus ropas, inclinándose y volviendo a subir el yukata para cubrirle—. Lo siento.

—No has hecho nada malo.

—Por favor, por favor dile que lo hicimos, a-aunque sea una mentira —rogó, viéndolo ponerse a su altura.

No comprendió su gesto ¿Estaba pidiendo demasiado? ¿Se iba a burlar por creer que tenía piedad?

—No llores —su mano se sintió tan caliente cuando acaricio su mejilla—. ¿Qué te dijeron que hicieras? —Taehyung no respondió, pero era obvio—. No te tocaré, tranquilo —susurró.

—N-necesito que lo hagas...

—No soy como ellos, Taehyung, yo no me acuesto con personas por muy solo que me sienta —personas ¿Entonces él era de esos que no se fijaban en el género? ¿Realmente existían hombres así?

—¿Quién eres? —los segundos se sintieron tan largos esperando una respuesta que nunca llegó, por lo que tuvo que seguir indagando—. ¿Qué quiere de ti?

—Taehyung —llamó suave, pasando la mano por su cabello—. Ya no llores, arruinaras tu belleza.

¿Quién era el hombre delante suyo? ¿Por qué lo trataba así?

El militar no dijo nada más, le abrazó, dejando que reposara la cabeza en su hombro y acarició su espalda.

—Mi nombre es Jungkook —reveló de repente.

—Eso es co-

—Soy coreano —se adelantó—. Mi madre era coreana, no tienes que tenerme miedo.

Oh no sabía cuánto deseaba no temerle a todo. En su posición, a la espera de un simple error que acabara con su vida, no tener miedo era algo que había perdido desde el primer día.

—Jungkook —balbuceó, sus brazos le brindaban una calidez que no recordaba—. Gracias.

—Realmente no creí cuando me contaron de estos lugares, debe ser el infierno.

¿Qué debía responder? Tenía razón.

—Debo darte asco.

—¿Eso piensas? —Taehyung no lo estaba mirando, pero juraría que lo imaginó con una sonrisa—. No, eres lindo... pero no puedo obligarte.

Taehyung no comprendió esas palabras hasta mucho tiempo después, cuando Jungkook, más adulto, recordó que en realidad quiso decir "no sería capaz de obligar a nadie, me he llevado la vida de tantas personas, no quería ser quien robara algo más preciado".

—Jungkook.

—¿Sí?

—Eres un buen hombre.

No lo era. Jeon Jungkook siempre se culpó del camino que había elegido, sangre y muerte, algo que no podía borrar de su ser.

Ambos estaban manchados, rotos y usados. 



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro