II.

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Todo empezó cuando tenía como ocho años. ¿Cómo olvidarlo? Me enamoré de sus ojos preciosos.

Mamá y yo caminábamos por el centro comercial esperando a que acabara el turno de papá en la estación de policía. Como todo una princesa educada, yo llevaba un hermoso vestido blanco. Lo cual es bastante complicado porque si llevas una prenda clara no puedes correr, jugar o comer sin temor a mancharte.

Saliendo de una zapatería, una mujer comenzó a gritar hacia mi madre. Ella descuidadamente me soltó y corrió a abrazarla.

— ¡Selene!

— ¡Allison!

— ¡Cuanto tiempo amiga! ¡Me alegra tanto verte!

— Lo sé, desde la universidad, ¿no? ¡Oh! Pero mira a esta hermosa nena, ¿es tuya?

— Si, mi hija Charlotte. Hija, saluda a Allison, mi mejor amiga de la universidad.

— Un gusto señora Allison — digo con voz dulce y amable.

— ¡Qué hermosa! Espera, ¿te casaste con Charlie? — le dice lo último en un susurro.

— Si, nos casamos. Charlotte es nuestra única hija. ¿Y tú? Te perdí la pista cuando te fuiste después de la graduación.

— Ah si, volví a casa pero regresé hace poco porque mi esposo fue trasladado por su compañía. Mi esposo Anthony — el señor que estaba a su lado nos saluda — y estos son nuestros tres pequeños.

— ¡Niños! ¡Niños dejen de correr y vengan aquí! - ordena el señor.

Y es ahí cuando me enamoré. Tres chicos se pararon frente a la pareja pero mis ojos solo miraban hacia el mayor, a quien presentaron como Scott. Sonrisa hermosa, ojos traviesos y de un color azul muy discreto, cabello castaño. Y de 11 años.

Sus hermanos, Nathan y Maxwell de 9 y 7 años respectivamente, jugaban con plastilina como si fueran de kinder. En fin, mi atención seguía en el mayor.

— Un gusto conocerlas — se despidió el señor — vámonos niños, dejen que su mamá se despida.

— ¡Adiós niños guapos! - mintió mi mamá.

— Oh Selene, deberíamos vernos más seguido, qué tal que tú bella Charlotte y mi Scott se enamoran — chilla emocionada.

— Aww ¡eso sería tan lindo! Seríamos familia, ¿te imaginas?

Gritó mamá pero en mi mente era como: ¡Yo sí!

— Bueno, entonces nos veremos después, ¿está bien? Adiós pequeña.

La señora Allison deja un beso pegajoso en mi mejilla y sonrío amable hasta que se aleja.

— Mamá, ¿tu amiga está loca?

— Creo que no hija, ¿por qué?

— Porque me agrada, y su hijo me gusta. Cuando sea grande me voy a casar con él.

Y así empezó mi obsesión con Scott. Desafortunadamente después de ese encuentro, papá falleció en un accidente mientras cumplía con su trabajo como policía y nosotras caímos en depresión. Mamá no quiso salir y si lo hacía era solamente para trabajar en el hospital.

Mi abuela tuvo que venir a vivir con nosotras un tiempo hasta que mamá se recuperó completamente, dos años después. La depresión es una enfermedad agotadora.

Yo por mi parte me refugié en las historias de amor que tanto me gustaban. Historias de princesas que papá me leía antes de dormir y que memoricé con todo y canciones cuando las historias se volvieron películas.

Porque como una vez la princesa Anastasia dijo: toda niña solitaria sueña con ser una princesa.

Y yo, lo era.

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