CAPÍTULO 4

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TAEHYUNG:

Estoy muy confundido y asustado. Mi mente no se detiene, nublada por preguntas caóticas y difusas:

¿Dónde estoy? ¿Por qué me trajeron aquí? ¿Quiénes eran aquellas personas de dura y dominante apariencia? ¿Por qué de repente siento mi cuerpo débil y cansado? ¿Qué eran esos aromas intensos penetrando mis sentidos?

No hallo una explicación, nada tiene sentido en mi cabeza.

Mirando alrededor, advierto que estoy en un tipo de cabaña bastante espaciosa y rústica. Las paredes son de roble y no hay muchos muebles en las proximidades –por lo menos no en esta habitación–, solo la cama en el centro y un armario un poco apartado. Mi mirada gravita y se detiene en una espada alargada sujeta en la pared, el puño es negro y su filo parece mortal.

Un escalofrío recorre a lo largo de mi columna vertebral, tanto por el miedo que manifiesto como por el aire gélido que circula a través de este sitio. Frío. Mucho.

Lo único que hay claro en mí es el temor que se enciende furioso en el fondo de mi vientre. El peso de su mirada oscura cae encima de mi cara, esa mirada que no para de evaluar hasta el mínimo gesto que hago. No ha dejado de sujetarme por el mentón, obligándome a mirarlo.

Incluso si quiero romper el contacto visual, no puedo. Él es apuesto a pesar de su bestialidad, con un rostro marcado por la sublimidad y labios estirados en un tipo de sonrisa misteriosa, pero lo que más llama mi atención es la herida en su hombro, grande y sangrante; un corte irregular en medio de la piel pálida que seguramente debe doler horrores. Aunque su semblante impasible no da indicios de ello.

De seguro está más que adaptado a recibir estas heridas, pienso con los ojos muy abiertos. De inmediato mi pulso tartamudea en mis venas, no hay duda de que es un hombre muy peligroso.

Cuando pregunta mi nombre, opto por guardar silencio. Estoy siendo precavido, no lo conozco y estoy seguro de que con el más mínimo movimiento de su muñeca, me arrebataría la vida y no podría hacer nada para impedirlo.

Él no es diferente a aquellos de trajes negros, también busca el momento ideal para saltarme encima, para dañarme; si no, ¿por qué más me traería hasta esta cabaña después de reclamarme suyo?

Sin embargo, observo la profundidad en sus ojos negros y veo algo que no esperaba encontrar: compasión. Entonces, asegura que no me dañará y sé que no debo confiar –ni en él ni en nadie–, pero mis labios se mueven por sí solos, otorgándole la respuesta que quiere.

A la mención de mi apellido, su semblante se ensombrece, la bondad es opacada por algo más oscuro. Me estremezco en mi lugar.

¿Tampoco creerá que estoy vinculado con la realeza?

—Entonces... —hace una breve pausa— tengo en mi cama a un Kim.

Trago, sin comprender el significado que encierran sus palabras. Él lo percibe, mas no agrega nada y observo como sus manos se dirigen a los amarres en mis muñecas. ¿Qué pretende? Al instante me tenso.

—No tienes que estar a la defensiva —concreta sin mirarme—. Yo no te haré daño.

Y lo cumple.

Es suave al retirar los nudos, muy diferente al que los hizo. Solo de recordarlo me estremezco, pero intento relajarme. Si este hombre buscara hacerme algo malo, no me habría ayudado anteriormente, ¿no?

No obstante, es muy rápido para llegar a tales conclusiones.

Las marcas feas y rojas surgen luego que la soga cae y la presión se acumula detrás de mis ojos.

—Me d-duele.

A continuación, y sin esperarlo, las palmas grandes y cálidas rodean mis muñecas, comenzando a masajearlas muy lentamente. Lo miro asombrado por el contacto tan repentino... Me está ayudando.

Otra vez.

Él levanta la mirada, seguidamente yo la bajo.

—¿Mejor?

Asiento.

—Gracias —expreso a pesar de mi timidez.

Me suelta y rápidamente escondo las marcas bajo las mangas de la camisa.

—Debes tener muchas preguntas.

Lo miro por tres segundos, luego me enfoco en los arañazos en mis rodillas descubiertas.

—La verdad es que sí —susurro.

—Las responderé, pero ahora no es el momento. —Se levanta de la cama—. Trata de descansar.

No, no, no.

Se aleja y es absurdo, pero la ausencia me da ganas de llorar. Después de todo lo estresante, incómodo y terrorífico que sucedió afuera, este gesto de amabilidad es un sorbo de aire fresco que trago con avidez luego de estar sumergido en insondables aguas oscuras.

—¿Te vas? —Me incorporo con rapidez.

—Sí, la cabaña solo cuenta con esta cama. Es mejor que la uses tú, yo pasaré la noche en el pabellón con los soldados.

—P-pero... —me detengo, procesándolo un poco. ¿Qué le diré, que me asusta la idea de quedarme solo? ¡No! Tengo diecinueve años, debo comportarme como lo que soy: un medio adulto; si es que eso tiene sentido.

—Nadie tiene acceso a entrar aquí, no te preocupes. —Trata de tranquilizarme, pero es en vano.

¿Y si los hombres de traje vuelven? ¿O los de antes, de aspecto intimidante?

No es que él no luzca igual, incluso es peor. Con el cabello negro medianamente largo, toda esa masa muscular, la armadura de batalla y las heridas, parece un guerrero sacado de algún libro de mitología nórdica.

Se da la vuelta, listo para marcharse y la impotencia, el miedo, hacen que me adelante justo antes de que salga. Mis extremidades pesan estando de pie, todavía estoy débil, pero me las arreglo para interponerme entre la salida y su cuerpo.

Centímetros es lo que nos separan, muy pocos. La diferencia de altura es abismal, tanto así que levantar la cabeza se convierte en una odisea para alinear nuestras miradas.

—¿Qué pasa? —Sus cejas negras están arrugadas.

Mi mente se apaga. ¿Y ahora qué le digo? Piensa Taehyung, ¡piensa!

—Eh, yo... —Rasco mi frente, buscando alguna coherencia para decir—. ¡Todavía no sé tu nombre!

¿Es en serio? ¡Es lo más ridículo y poco ingenioso que podía haberle dicho!

Mi cara debe estar tan roja como la sangre corriendo hacia ella, pero su expresión se mantiene completamente imperturbable.

—Ah, me olvidé de presentarme —murmura—. Me llamo Jeon Jungkook. Un gusto conocerle, majestad.

Se inclina, formando una corta reverencia. Mis ojos se abren de par en par y niego.

—¡Te equivocas! No soy un rey, sino un príncipe.

O lo era, ya que al estar ahora en este sitio, ¿en qué me convierte? Esas personas no me trataron precisamente como de la realeza.

—Oh, bien —dice—. Entonces me iré ahora y en la mañana vendr...

—¡Espera! —Jungkook calla y me observa atento. Exhalo los nervios y hablo—: Quédate conmigo.

—Pero estarás más cómodo si...

—Por favor. —Mis hombros se hunden en señal de derrota—. Solo por esta noche.

—¿Estás seguro? Es una cama y somos dos.

Asiento, firme.

—La podemos compartir.

Soy consciente de que es un completo desconocido, pero él me transmite cierto grado de confianza. Llámenme loco, pero puedo asegurar que nada malo sucederá.

—Bien, yo tomaré un baño, así que... —Señala el pasillo a mis espaldas.

—¡Sí, perdón! —Me quito del medio y él pasa, no sin antes darme una última mirada; luego se va.

Enseguida me lanzo en la cama, tapando mi rostro. ¡Tonto, tonto! Pataleo, avergonzado. ¡Ahora debe creer que soy un degenerado sin principios! ¿Pedirle de forma descarada que duerma junto a mí? ¡No son cosas que hace una persona relacionada con la realeza!

—¡Pero es que ya no soy de la realeza! ¡Ah, Taehyung tonto! —grito, ridiculizado.

Cuando miro al frente me congelo. Y no por el frío, ojalá fuese eso.

Jungkook se halla bajo el umbral, me está observando y hay una media sonrisa extendiéndose por sus comisuras.

—Vine por esto. —Me enseña varias piezas de ropa. Noto su voz rasposa y sé que está aguantando la risa—. Haz como que no me viste.

Y sin más, se va otra vez.

¡Tierra, trágame!

Desolación.

Una tanda de cuervos pasa por encima de mi cabeza, el aleteo es rápido y constante. Huyen de algo. Peligro. En menos de un segundo el cielo se torna de negro y, en un breve instante, la oscuridad me consume con su lúgubre manto.

El escenario cambia drásticamente: un muro se eleva altísimo, la sombra tragándome, la sensación de que me persiguen calando en mi nuca. Se acercan, ya los percibo detrás de mí. Una mano tapa mi boca, el grito se estanca en lo profundo de mi garganta, impidiéndole salir. Lucho contra el agarre, pero me aprietan y...

—Te romperemos, Omega.

Esa voz. Esos hombres. El pánico.

Me despierto agitado. Tengo las mejillas empapadas y mi corazón golpea con perseverancia las paredes de mi pecho.

Una pesadilla… solo eso. Inhalo hondo, aunque no consigo calmarme.

No distingo mi entorno entre tanta oscuridad. La respiración comienza a faltarme, mi cerebro no para de mostrarme la escena tan vívida que tuve. Tanteo la sábana, aterrado.

No sé qué espero encontrar o a quién, pero no está.

¿Y mi madre y hermanas?

No están, Taehyung, se han ido.

Las lágrimas se aglomeran en mis párpados, el llanto puja por aflorar; sin embargo, choco con piel caliente. Doy un toque chiquito, es Jungkook. Él no mueve el brazo, duerme profundamente.

Me arrimo con sigilo, cuidando que no despierte. Ahora su piel y la mía están rozándose sutilmente con el medio abrazo que le doy. La calidez que emana su cuerpo funciona para empujar el frío fuera de mis huesos, inclusive este miedo arrollador.

De pronto un aroma adviene en mis fosas nasales e invade de lleno mis pulmones. Fuerte, como a lluvia de otoño y salitre veraniego. Me recuerda a mi infancia y a la felicidad, es muy agradable.

El miedo va abandonando mi organismo a medida que lo inhalo, mis párpados pesan a cada pestañeo.

Es irremediable cuando acabo durmiéndome entre los brazos de Jungkook.

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N/A: Ha pasado un tiempo desde la última vez que actualicé, espero que se encuentren bien y con deseos de seguir leyendo ^^

Quédense, esto apenas comienza (˶•▿•˶)

-taeryenn

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