19 - La verdad de mis mentiras

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CAPÍTULO XIX
La verdad de mis mentiras
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Leucemia mieloide aguda. Es el tipo de cáncer que se ha apropiado de mi cuerpo. Se nutre cada día de mi organismo, robándome fuerza y vitalidad. Mientras avanza en forma acelerada y exponencial me pregunto cuándo terminará arrebatándome el último aliento de vida ¿Será en un año? ¿Será en unos meses? ¿Será hoy día? ¿Acaso será este mi último día con vida?

Ese grupo heterogéneo de desórdenes clonales de células progenitoras hematopoyéticos se han juntado creando un huésped dentro de mi cuerpo decidido a quedarse, resistente, que se defiende agresivamente ante cada tratamiento.

Ver a Agnes perder el conocimiento me hace terminar de dimensionar el daño que le ocasionaré. Quería evitarlo. Escapé de casa porque quería tener la oportunidad de experimentar la vida antes de morir. Fui un niño criado con amor por su hermano mayor hasta que a Ezra lo echaron de la casa por ser gay.

Desde ese entonces, me sentí solo y rodeado de fantasmas. Mis padres y Lorcan, mi otro hermano, estaban demasiado enfocados en sí mismos. Éramos muy distintos, y a veces las diferencias se acentúan con el paso de los años volviéndose irreconciliables. No deseaba nada de eso, quería con toda mi alma que cambiaran, que dejaran de ser tan frívolos. Lo intenté una y otra vez, perdiéndome a mí mismo mientras les fabricaba un corazón con los trozos del mío, hasta que mi cuerpo y alma se debilitaron, hasta que me enfermé.

Tuve esperanza cuando la enfermedad se desvaneció, mas solo estaba aguardando para regresar en tiempos de fragilidad. Aún recuerdo ese día, el día que muchos creyeron que sería el final, pero solo se trataba del comienzo.

«No se preocupe, Brenda. Oliver estará bien. Lo importante es que de aquí en adelante esté pendiente de él, le haremos un seguimiento. La quimioterapia dio buenos resultados, pero tenga siempre presente que los pacientes que recidiven tras la quimioterapia tienen un mal pronóstico. El caso de Oliver es peculiar, por su edad, sería más común una leucemia linfoblástica aguda que una mieloblástica. Es necesario que siga en observación, estos cinco años son trascendentales».

Tenía doce años y ya me preguntaba por pronósticos y expectativas de vida, aunque esas preocupaciones fueron quedando a un lado con el paso del tiempo, porque así como en todo, las personas se vuelven descuidadas y confiadas cuando el riesgo no se encuentra frente a sus ojos. Lo silencioso termina siendo implacable.

—¡Oliv! ¡Pide un taxi! —me grita Ezra, haciendo que regrese a un presente que es inestable, del cual más temprano que tarde yo dejaré de formar parte.

Lo hago, mientras marco a la empresa que nos trajo al aeropuerto Ezra sostiene la cabeza de Agnes. Varias personas acudieron a ayudar, un señor sostiene sus piernas, y un muchacho ha ido corriendo por agua con azúcar.

Agnes reacciona, sostiene el vaso que el chico ya le ha entregado y bebe lentamente. Su mirada está clavada en mí, sus ojos se ven llorosos.

—Oliver... Oliver... —solloza, y extiende su mano en mi dirección. Me agacho, y sostengo esa suave mano a la que desearía aferrarme hasta el último segundo.

Ezra les agradece a las personas que socorrieron a Agnes en tanto ella se sienta en el suelo y yo sigo a su lado.

—Bien, em... cambiaré el vuelo —me dice Ezra— así la vamos a dejar, y también tienen un tiempo para ustedes... ya veremos cuando regresamos...

—No volveré, me quedaré aquí... con Agnes —sentencio, sin querer ver a la cara a mi hermano. Sé el costo de esas palabras, es matar esperanzas y también un golpe de realidad.

Agnes abre grande los ojos, la boca la tiene entreabierta, y por más que la situación no sea la indicada, no puedo evitar detenerme en sus labios, en su finura y la forma de estos. Quisiera besarla, ser un embustero y decirle que todo estará bien. Sería una farsa, pero a la vez estaríamos un segundo en el paraíso, nuestro paraíso.

—Oliv... —me habla mi hermano — te fuiste... sin decir nada... y lo entiendo, pero podemos seguir intentando.

—Yo ya asumí mi partida, tú también debes hacerlo. Mi única opción es un tratamiento paliativo que no me curará. No pasaré mi último tiempo con vida en esa casa. Con nuestra madre obligándome a ir a médico tras médico buscando un imposible. No pasaré el último tiempo que me quede... en un cuarto de hospital. Por favor... —le pido.

—Oliv... no volverás con nuestra madre, me niego a eso. Te quedarás conmigo, Oliv. —Lágrimas caen por su rostro—. Buscaremos otra manera, debe haber algo más que se pueda hacer... Yo me haré cargo, yo...

—Ya has hecho suficiente —respondo suavemente— Debes vivir por ti, te postergaste años por mí. Todo ese tiempo que viviste en esa casa, te dejaste a un lado. Ya es hora, Ezra... yo llevo mucho tiempo preparándome para mi desenlace, estaré bien.

—Oliver, no digas esas cosas —la voz de Agnes impacta en todos mis sentidos. No es solo que la escuche, es que la siento.

—Oliv... podemos intentar lo del trasplante —insiste Ezra— estuve leyendo que los hermanos tienen una probabilidad más alta de ser compatibles... Quiero ser donante.

—No es una opción —murmuro— cualquier cosa que se haga ya es demasiado tarde... debí haber ido al chequeo antes. Debí...

—No —intercambio una mirada con él, su expresión es dura y seria— ella debió haberte llevado a la primera señal, pero siempre estuvo con la cabeza en otra parte, más preocupada de sobrecargarte de responsabilidades que no te correspondían. En la rivalidad que generó entre Lorcan y tú. Creyó que la leucemia no regresaría, se olvidó de cuidarte. Nunca te cuidó de verdad y no se lo perdonaré jamás en la vida.

Y es ahí cuando mi etiqueta ha salido flote, se suspende sobre mi cabeza con mi diagnóstico a pesar de que no quiero que así sea. Lucho buscando quitarla, pero ya es tarde, y ella ya lo sabe. Dejo de intentarlo, no me avergüenza lo que batalla mi cuerpo.

—No deseo que exista resentimiento... —hablo a media voz— Cada uno de nosotros camina por caminos separados hace mucho tiempo, con excepción de nosotros dos —esbozo una débil sonrisa— quizá la respuesta nunca estuvo en esos huecos tan oscuros y vacíos, sino precisamente en el último latido de mi corazón. Espero así sea, porque ese es uno de mis sueños y no quiero que quede en el olvido. No dejes que se pierda el sentido de mi existencia —le digo con firmeza— mi destello será leve y débil, pero espero suficiente para influir en la vida de las personas que tanto nos dañaron.

Me incorporo, y Agnes lo hace junto conmigo. No habla, pero me abraza fuerte y siento su cuerpo temblar.

—No, no hables así, sé lo que estás dando a entender. N-no lo hagas... no lo hagas... Tu vida es importante, tú eres importante. No entiendo cómo has llegado a esas reflexiones, supones lo que podría pasar si tú no estuvieras, pero Oliv... yo me moriría. No me importa nada más, solo quiero que tú vivas, que seas feliz. Tú te rendiste, y no puedo soportarlo.—Ezra no para de llorar.

—Rendirse también es un gran acto de valentía, papá.

—Necesito un minuto, Oliv... lo necesito... —dice, en tanto se aleja en dirección al baño. Verlo así me causa mucha tristeza, Ezra es mi todo. Sé que asimilar el que pronto me vaya a morir no es algo fácil... no quiero que sufra, no quiero que Agnes sufra, ni ninguna de las personas que me importan. Eso es lo que más me atormenta, incluso más que mi propia muerte.

Aunque a veces tengo miedo. Es perturbador, es tan perturbador saber que vas a morir. La angustia de estar en contrarreloj sin saber la fecha exacta, pero teniendo la certeza de que el final está a un paso de volverse real. Me hace estar consciente de cada inhalación y exhalación, me hace valorar cada deliciosa comida, un cálido abrazo, un beso.

Hay una dualidad dentro de mí, de no querer que nadie sufra por mi partida, pero también de querer ser recordado, porque el pensar que todos harán su vida, que continuarán avanzando cuando yo ya me habré desvanecido me tortura. Sí, es un pensamiento muy egoísta, mas el estar enfermo me ha hecho conocer nuevas facetas de mí.

Tanta soledad, tanto tiempo de reflexión, solo yo y mi mente, hasta que te encontré. La abrazo con fuerza, Agnes sigue sin hablarme, quizá no sabe qué decir o está batallando con su propia mente. Sin importar el motivo, solo sé que de pronto, es como si los altavoces del aeropuerto no estuvieran funcionando. No hay murmullos, ni pasos de personas. No estamos en ese lugar, somos lo que éramos antes de ser humanos. Somos el sol y la luna conscientes de que eventualmente tendrán que despedirse.

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—¿Quieres hablar? —le pregunto a Agnes. Estamos en su apartamento, Ezra se ha quedado en el mío junto con Kayla.

Agnes asiente, aunque su mirada está perdida. Me aproximo más a ella, estoy sentado a su lado en el sillón.

—No quería mentirte, Nessie. Jamás imaginé que estaría aquí tanto tiempo, ni que estaríamos juntos. Mentí, y terminé creando un personaje, mi esencia siempre estuvo, eso lo prometo. Siempre estuvo presente, no inventé nada de mi forma de ser, pero mi identidad... era otra. No quería engañarte, no realmente, aunque sí engañarme a mí mismo. Quería aferrarme a ser Connor, porque él no sufría, él no estaba enfermo. Connor podía ser libre, vivir y estar con la persona que amaba. Quería con toda mi fuerza ser Connor, Nessie. Por favor, perdóname... perdóname. —Los ojos los siento vidriosos.

Agnes sigue sin hablar. Acaricio su cabello platinado en busca de que conecte conmigo.

—Cuando sufriste la intoxicación alcohólica y te llevé a urgencias.... ¿recuerdas...? Mientras estabas inconsciente conocí a Kayla. Ella está haciendo su práctica en el hospital. Siempre intenté ocultarlo lo mejor posible, pero sufro de dolores. Necesitaba tener a alguien que me auxiliara en caso de ser necesario, Nessie.

—¿Qué... qué tipo de dolores? —pregunta.

—Molestias... taquicardias y dolor torácico... A veces dolor de huesos y... se me hace difícil respirar. Pero dentro de todo créeme que he estado bien. En caso de que tuviera fiebre... sería preocupante... Yo tuve leucemia años atrás... cuando vi los resultados de mis exámenes de sangre supe que había regresado. Mis glóbulos rojos estaban muy bajos, la debilidad que siento en gran parte es por esa anemia. También mi nivel de plaquetas estaba alterado lo que provoca los sangrados y petequias. Y... mi resultado de glóbulos blancos... —me muerdo el labio— fue el más espantoso. El médico me lo dijo inmediatamente.

—¿Por qué no estás en tratamiento?

—Mi recuento de leucocitos es extremadamente alto, además mis anormalidades citogenéticas... desfavorecen un buen pronóstico. La recaída solamente lo reafirma... Debes saberlo, sin importar el qué, soy un paciente resistente y mi pronóstico no tiene vuelta ¿Podría estar con tratamiento? Sí, pero no quise exponerme a ello, no me curará, y si eventualmente moriré, no deseo pasar mi último tiempo de esa manera. Espero las personas que me aman puedan entenderlo. Por favor, entiéndelo...

Perdóname por mentirte, Agnes. Ya es bastante doloroso que cada vez que respiro a tu lado, sé que esta realidad tarde o temprano terminará. No tendré la oportunidad de verte envejecer, y seguramente será otro hombre el que tome tu mano. No quiero que me odies, por favor, por favor, no me odies, Nessie. Y así, un día podré despedirme de ti y permanecer por siempre en tus sueños.

Y dónde te encuentres yo estaré...

¿Sería muy egoísta? ¿Querer que mi existencia perdure a través de tus escritos?

—Estaré contigo... hasta el final... p-perdón por todas las cosas que te dije —es su única respuesta, y mi pecho se encoge.

En tanto la envuelvo en mis brazos sé que el tiempo que compartiremos será efímero, que esa cúpula y burbuja que nos protegía de la realidad tiene grietas, mas nuestros sueños deberían sobrevivir. Los míos solo podrán ser cumplidos a través de otros, porque yo ya no tengo control sobre mi vida. En cambio los tuyos solo están olvidados, Nessie. Quizá la carga que invade mi corazón un día pueda ser aliviada a través del cumplimiento de tus sueños... porque no todo final es un desenlace, a veces solo termina siendo el principio, el lugar dónde nuestros anhelos comienzan a tomar forma.

La llevo a la cama, y espero hasta que ella se quede dormida.

—Paige...—habla entre sueños, girando de un lado a otro, desordenando su remera— Oliver... perdón... no quería... no quiero que nadie muera...

—¿Paige? —pregunto, arrodillándome junto a la cama.

Una lágrima resbala por su mejilla, su respiración es irregular.

—Perdón...

Es una pesadilla, y aunque no esté consciente le hablo buscando calmarla.

—No tienes culpa en nada. —Limpio dos lágrimas que vuelven a florecer—. Lo que piensas no es la realidad. No somos nuestros pensamientos. Que lleguen sin previo aviso y que luego se cumplan, no los hace tuyos. Tu corazón es bondadoso y te amo.

Suspendo mis labios en su frente, su piel es tan suave. Anhelo su aroma y su contacto. No quiero que llegue el día en que nunca más podré sentirla. Llevo tanto tiempo con esa angustia en el corazón, consciente de que cada momento puede ser el último. Su interior es tan hermoso y cálido. La frialdad se derrite ante la confianza, y esa es su verdadera esencia, no los pensamientos que no la dejan en paz.

Agnes, el descanso eterno también es aterrador, pero cuando mi alma está cerca de la tuya me siento aliviado, como si por fin pudiera ser yo mismo. Estar a tu lado es tan hipnótico.

Mi teléfono suena y salgo antes de que la despierte. Veo el número y suspiro.

Lorcan.

¿Un día dejarás de odiarme Lorcan?

¿Un día te retractaras de lo que me dijiste ese día cuando me descubriste antes de escapar de casa?

Volteo, en dirección al cuarto de Agnes. Un día vivirás por mí, Nessie, pero por ahora, quiero más tiempo. Más tiempo para quedarme a tu lado. Más tiempo para hablarte de mi familia y todas las historias detrás de ella.

Seré sincero contigo, Agnes.

Ahora solo soy yo, Oliver, con mi realidad.

Yo y mi enfermedad que lentamente se alimenta de mí.

Me muerdo con suavidad el labio, me armo de valor y le contesto la llamada a mi hermano.

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