002. 🔹

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La noche se cernía sobre las calles de Detroit. La lluvia parecía acompañar a la oscuridad, dejando ver casi que una penumbra continua en el horizonte. Parecía que el clima iba a acentuar en su totalidad lo acontecido esa misma noche y que, ella misma había pensado hacía unas horas atrás. No era nada nuevo que a cualquier hora del día, su teléfono comenzase a vibrar dejando en claro que alguien la llamaba. Hasta había cambiado la tonalidad de la melodía para poder cerciorarse de quién le llamaba. Pero desde hacía un par de semanas había decidido quitar el sonido. Pensaba que había sido más contraproducente el ponerle un tono de alerta que ni ella misma soportaba.

– ¿Sí? —preguntó al descolgar. No hacía falta nada más para que la información necesaria se le fuese asignada— En veinte minutos estaré allí.

Sin dudarlo mucho más, recogió su abrigo de donde lo había dejado colocado por la mañana. A pesar de que el frío no hacía mucho que se había instaurado en la ciudad, ella llevaba desde prácticamente principios de Octubre con los abrigos fuera. No tardó demasiado en recoger otras pertenencias como su teléfono junto a las llaves de su vehículo y de la casa, para salir de la misma y ponerse en rumbo al lugar que le habían indicado. Una casa casi que en ruinas, donde habían descubierto el cuerpo de un hombre fallecido.

El camino se hizo más ameno. Le reconfortaba escuchar el sonido de la lluvia, aunque la mayoría de las veces se veía opacado por el ruido del motor de su moto. Al principio, cuando obtuvo su licencia de conducir, ese tipo de clima era el que más odiaba, o más bien, el que más miedo le daba. Un miedo infundido por la misma persona que le había animado a obtener la licencia, la misma persona que, al parecer, esa noche no se presentaría. Hank rara vez solía hacer acto de presencia en escenas del crimen. Incluso apagaba su teléfono después de cierta hora para no ser contactado hasta el día siguiente en la comisaría.

En realidad, ella ya se tomaba la libertad de ir a esas escenas del crimen incluso si él no llegaba. En la comisaría la conocían desde hacía bastante tiempo, así que no tenían problema en que acudiera, ya que siempre había otros oficiales acordonando la zona y manteniendo el lugar bajo control.

Aparcó el vehículo bajo el porche. La mejor idea habría sido ir en coche, pero había perdido la cuenta de los días que llevaba en el taller. Estaba completamente empapada. Su abrigo no había resistido, por más que hubiera intentado tardar menos, y su cabello se encontraba ligeramente húmedo. Soltó un suspiro sonoro, pues sabía que dentro de unos días esto podría resultar en un resfriado. Después de asegurarse de haber colocado todo correctamente, se dirigió hacia la puerta de la casa. No tuvo más que mostrar la licencia que el departamento le había ofrecido para casos como ese, cuando Hank no estaba disponible para informar al resto de los oficiales que ella iba con él.

— Buenas noches, Hanako —una voz conocida la llamó desde el porche de madera. Ella se acercó para no seguir mojándose—. Por Dios, estás empapada.

Ella asintió suavemente ante las palabras de Ben. No había sido su idea más brillante. Y menos cuando dentro del lugar no habría nada para poder quitarse el abrigo mojado y al menos, no tener que cargar con él.

— Esta noche tampoco vendrá Hank, supongo. ¿No has podido contactar con él? Podría traerte un abrigo.

— No lo creo, Ben. Seguramente esté viendo todavía el partido de baloncesto de esta noche. Así que no podremos contar con él —respondió con una pequeña mueca mientras extendía su brazo derecho en dirección a aquel hombre, a modo de saludo. Él respondió sin esperar demasiado y ambos entraron en la escena del crimen, aunque se quedaron en la puerta para no verse afectados por el olor a putrefacción—. Sin Hank, solo queda esperar al forense, ¿verdad?

Aquel hombre de cabellos grises asintió ante su pregunta. Estaba claro que aún no podía proporcionarle detalles sobre el cuerpo o el homicidio, ya que no era una oficial y esa información no le correspondía. Cuando estaba con Hank, solía recibir un resumen, pero estando sola no.

— ¿No decías que Hank no venía? —preguntó Ben, señalando hacia el coche donde Hank acababa de salir del asiento del piloto.

— Tenía el teléfono apagado. No sé cómo le habrán avisado, o cómo lo habrá sabido. — respondió en un suave murmullo, sintiendo como si estuviera viendo un fantasma. ¿Quién había sido el responsable de encontrarlo?

El teniente se acercó hasta donde estaban ellos, elevando una mano suavemente a modo de saludo, sobre todo hacia ella, que se había quedado bajo el porche, a diferencia de Ben, que se acercó a él.

— ¿Cómo has llegado hasta aquí? —preguntó ella, prácticamente asombrada.

— Pregúntale a mi nuevo dolor de cabeza — respondió Hank con un tono de voz alto, sabiendo que entre el murmullo de la gente y el sonido de la lluvia, seguramente no lo escucharía. Hanako frunció levemente el ceño, ¿a qué se refería?

Alzó la vista y vio a otro hombre acercándose a ellos. No tardó demasiado en fijarse en su traje grisáceo, donde en un lateral ponía el número de su modelo y al otro lado un triángulo azul resaltaba con vehemencia. ¿Un androide le había sido asignado? Revisó sin pudor alguno las facciones de este. Su cabello era corto y castaño, al igual que sus ojos. Estaba serio y respondía con la misma seriedad a lo que Hank le había dicho. Los tres hombres se acercaron al porche antes de entrar en la casa.

— Estás empapada. ¿No tenías otra idea mejor que venir en moto? —dijo Hank a modo de reproche, mientras hacía un ligero movimiento con sus brazos para quitarse su chaqueta que no estaba tan calada como la de ella—. Póntela.

Y sin rechistar, le hizo caso. Se quitó su chaqueta marrón y la dejó a un lado para después ponerse la que el mayor le ofrecía. La sensación fue mucho más cálida en comparación a lo que llevaba antes. Le agradeció con una sonrisa y después, siguieron con lo que acontecía.

Ben comenzó a explicarle a Hank todo lo que sabían sobre el caso, haciendo caso omiso de las miradas que le dirigía Hanako, intentando que le explicara lo que estaba ocurriendo al respecto del androide, pero supuso que obtendría las respuestas más tarde.

Finalmente, entraron en la escena del crimen. Hanako se mantuvo alejada para no ser un estorbo, ya que había policías tomando fotos del cadáver, de la casa y sus alrededores. Un ligero suspiro siseante se escapó de sus labios cuando el hedor del cuerpo se abrió paso entre sus fosas nasales. A pesar del tiempo que llevaba en el departamento de homicidios, no se acostumbraba a ese tipo de escenarios, y mucho menos a los olores que se mezclaban.

— Diría que lleva ahí unas tres semanas. Sabremos más cuando llegue el forense —dijo Ben, alternando su vista del cuerpo hacia su lado izquierdo, señalando el cuchillo de cocina—. Suponemos que es el arma del crimen.

Hanako se adelantó un poco, quedando en la entrada de la casa. Observaba a través del resto cómo Hank analizaba el cuerpo de aquel hombre ya fallecido, llamado Carlos Ortiz. Ambos policías hicieron un par de bromas al respecto de su situación, señalando la soledad del hombre a quién nadie había visitado en tres semanas.

— ¿Y sobre su androide?

El teniente se elevó de su posición, sacando una pequeña linterna para ver huellas dactilares, pero no percibió nada. Hanako alternaba su vista entre Hank, que continuaba preguntándole cosas a Ben, y el androide, que estaba un par de pasos más adelantado. Parecía estar escuchando todo, sin querer interrumpir ante los datos que la policía conocía. Miraba de un lado a otro, repasando con su vista todas las pruebas que se habían señalizado, aunque estaba inmóvil sin atreverse a moverse antes de que el informe concluyese.

— Sus vecinos informaron de que tenía uno, pero ya no se encontraba aquí —concluyó Ben, suspirando de nuevo y alejándose levemente—. Estás en tu casa, Hank. Yo voy a tomar un poco de aire.

Y tan rápido como lo dijo, desapareció del escenario. Ni siquiera él, con los años que llevaba en esa profesión, se hacía de piedra ante casos como estos.

Tanto el androide como Hank comenzaron a revisar diferentes estancias de la casa, pero sin salir del pequeño cuadrado que abarcaba el salón. A ella, sin embargo, lo que más le llamó la atención fueron las palabras escritas en rojo encima del cuerpo del hombre. Eran llamativas, y no dudaría en afirmar que había sido escrito con la misma sangre de la víctima.

— Eso ha sido escrito por un androide —se atrevió a hablar una vez que empezaron a recopilar información—. Son letras perfectas. Miden exactamente lo mismo, tanto en altura como en anchura. Ningún humano se tomaría la paciencia de escribirlo.

Alzó su dedo índice, indicando las letras que decían "Estoy vivo". Hank la miró de soslayo, asintiendo ante lo que había dicho. Tenía razón. Ningún humano, por mucha sangre fría que tuviera, perdería tiempo de su vida en hacerlo.

— Concuerdo con lo que dice. Exactamente, es una fuente de escritura estándar que se nos asigna a los androides. Cyberlife sans, para ser exactos —explicó el androide, suavizando la mirada en dirección a Hanako, quien asintió suavemente ante la información—. Teniente, voy a revisar el cuerpo y el resto de pruebas, si no le importa.

Y tan rápido como hicieron contacto visual, se desprendieron. Ella decidió enfocarse en el cuchillo tirado en el suelo mientras el androide se agachaba para revisar el cuerpo de la víctima.

Los minutos pasaron en esa sala de estar, donde Hank iba pululando de un lado a otro e iba preguntándole cosas a Chris, otro policía que a su parecer era bastante majo, sobre las diferentes pruebas presentes. El androide revisaba todo cuanto se le ponía delante. No le importaba revisar las paredes, el suelo o incluso los armarios que desde lejos se veía que no tenían nada dentro. Los pasos de sus mocasines se hacían eco junto al sonido de los flashes y la lluvia que no parecía querer cesar. Ella simplemente se mantuvo alejada, reposando su cuerpo, aún cubierto por la chaqueta de Hank, contra una de las paredes que no tenían nada alrededor.

Este se acercó, soltando un suspiro, y Hanako solo pudo mostrarle una sonrisa divertida.

— ¿Así que te has agenciado un androide? Vaya, y yo que pensaba que eran tus enemigos públicos —bromeó.

El teniente elevó una ceja al notar el tono que utilizó, a pesar de la escena en la que se encontraban; su humor se mantenía en pie, y más si era para molestarle.

— Me lo han asignado. Se supone que va a ayudarnos con los divergentes. Con toda la gente que hay en homicidios, ¿y me lo encasquetan a mí? —se notaba su mal humor a las leguas, nada raro teniendo en cuenta que seguramente le habrían interrumpido viendo el partido—. Ya tengo bastante haciendo de tu niñera como para tener que cubrir a un trozo de plástico.

— Así que soy una carga. De acuerdo, lo tendré en cuenta la próxima vez que me pidas un café —respondió Hanako con humor, logrando sacarle una sonrisa al teniente. Lo agradecía en realidad, pues suponía que todo este asunto ocuparía más tiempo del que les gustaría. Y si no lo pagaba con ella, lo pagaría con el androide—. ¿Cómo se llama?

Él negó ante su pregunta, mientras se cruzaba de brazos y apoyaba su hombro en la pared conjunta donde estaba ella. Arrugó suavemente sus cejas a modo de que se explicase.

— Es como un perrito faldero. Cuando sepa que eres mi compañera, ya vendrá a presentarse oficialmente —explicó Hank, y Hanako no deshizo su vista de los cabellos de su compañero. Supuso que simplemente no quería hacerlo y ya—. Además, a lo mejor puede ayudarte y todo en tu historia. ¿No has avanzado nada, verdad?

Estaba a punto de responder a su pregunta, pero el androide se presentó delante de ellos, captando las miradas de ambos humanos.

— Teniente. Agente —hizo una ligera pausa, examinando a ambos. Hanako decidió no aclararle que en realidad no era policía, ya tendría tiempo de hacerlo—. Creo que ya sé lo que ocurrió.

— ¿De verdad? Pues venga. Suéltalo. —desafió Hank, y Hanako rodó los ojos al ver cómo se ponía de esa manera fanfarrona ante el androide, pero este, lejos de ofenderse, decidió explicar su hipótesis.

— Todo empezó en la cocina. Creo que la víctima atacó al androide con el bate. —comenzó el androide, haciendo una ligera pausa para que los tres pudieran dirigirse a la cocina y visualizar la situación.

El teniente asintió, cruzando los brazos y observando todo lo que había disperso por el suelo de la cocina.

— Concuerda con las pruebas. Prosigue.

— Según las evidencias, el androide apuñaló a la víctima en un intento de defenderse. Después, la víctima huyó hasta el salón. —continuó el androide, mientras Hanako seguía la conversación entre ambos. No tenía mucho que aportar, pues no había estado mirando las demás pruebas, pero tampoco tenía por qué hacerlo.

Ni siquiera podía hasta que el caso estuviera resuelto. Si podía escuchar los informes, pero no dar hipótesis que pudieran entorpecer las de los oficiales. Aunque al ver el rostro reticente de su compañero, no pudo hacer otra cosa más que hablar.

— Has mirado el cuchillo antes con esa linterna, ¿no? ¿Tenía huellas dactilares? —preguntó a Hank después, apoyando al androide y a sus suposiciones. El teniente negó ante su pregunta mientras volvía su mirada hacia ella—. Pues ahí tienes el resultado de las evidencias.

Volvió a enfocar sus orbes verdes en los oscuros del androide, quien hizo un leve asentimiento con la cabeza ante lo que había dicho, tal vez a modo de agradecimiento al recordar ese detalle.

— E intentó huir, pero no pudo —aclaró esta vez el mayor. Ambos hombres atravesaron de nuevo la puerta de la cocina, pasando enfrente de Hanako y yendo al cuerpo en el salón—. Sí, tiene sentido. Puedes haber acertado con tu teoría, pero... no tenemos ninguna pista de dónde haya podido ir el androide.

Hank parecía reticente, como si no quisiera darle el gusto al androide de haber acertado. O como lo llamaría él: montón de tuercas. Tuvo que volver a hacerse eco en la conversación al notar al androide contrariado por saber qué podría llevarlo ante el divergente.

— Hace tres semanas del asalto. Ha tenido el tiempo suficiente para irse de aquí. Tal vez esté incluso atravesando la frontera. Es imposible sacar nada en claro.

— Podría tener razón, agente. Pero el divergente quedó malherido —intervino el androide, atrayendo las miradas de ambos humanos—. Los androides tenemos un fluido que sustenta a los biocomponentes. Es como la sangre para vosotros, pero en azul. Se llama Thirium. Al cabo de unas horas se evapora y se vuelve invisible, pero yo puedo verlo.

Ambos humanos giraron sus cabezas ante la pequeña explicación sobre algo en lo que eran unos ignorantes: los androides y sus componentes internos. Tenían el mismo rostro de estar perdidos en la conversación, pero habían entendido el punto de este.

— Muy bien. Pues adelante —indicó Hank, moviendo su mano para que el androide volviera a tener libertad de moverse por la casa.

Hanako, sin embargo, le mostró una ligera sonrisa. Le había causado cierta gracia el saber que el androide traía funciones como esas, tan prácticas para un caso como este. Se cruzó de brazos mientras veía cómo se movía, con la mirada fija en el suelo. Le siguió, pero intentando no ponerse en medio. Parecía estar muy seguro de a dónde ir, y por un momento le causó gracia compararlo con los pastores alemanes que se adiestraban para poder oler la droga en las aduanas. Aunque claro, con una visión que te permitía ver hasta lo imperceptible para qué querías ese tipo de perros.

— ¿Encuentras algo? —se atrevió a preguntarle una vez que lo vio dubitativo entre la cocina y el pasillo.

— Agente, ¿puedo tomar esta silla? —preguntó el androide, haciendo contacto visual con Hanako.

Ella hizo una leve mueca, sin saber qué contestar, pero supuso que si preguntaba por esa y no por la otra era porque esa no servía para nada en las pruebas.

— Adelante. De todas maneras, no tienes huellas dactilares así que... —dijo en un leve murmullo, asintiendo suavemente. Este le contestó con una pequeña sonrisa. Supuso que le había hecho gracia su comentario, pero no sabía si a los androides les podía hacer gracia comentarios sarcásticos como a los humanos.

Con ese tipo de pensamientos se daba cuenta de la gran cantidad de tiempo que pasaba con Hank.

— Como haya movido uno de mis pruebas, pienso cargarte a ti la culpa —advirtió Hank, colocándose a su lado izquierdo mientras observaban cómo el androide colocaba la silla al final del pasillo.

Ninguno entendió qué era lo que quería hacer, hasta que vieron cómo elevaba sus manos y abría una trampilla en el techo. Ambos palidecieron, pues ninguno de los oficiales se había percatado de ello hasta ahora. ¿Cómo habían podido pasarlo por alto? La silueta del androide desapareció de su campo de visión. En un gesto simple y suave, ya estaba arriba, andando sigilosamente. Al parecer, aquel camino de thirium le había indicado que podía estar arriba, o que en algún momento estuvo ahí.

Los segundos eran tortuosos, y para quien lo eran más era para el teniente, quien difícilmente sabía esperar. Farfulló, haciendo que se acercase hasta la trampilla y mirase hacia la misma.

— Connor, ¿se puede saber qué cojones estás haciendo? —preguntó malhumorado y elevando la voz para que le escuchase. Al fin sabía el nombre del androide.

Connor.

— ¡Teniente! ¡El divergente está aquí!

Y tan pronto como lo escucharon, de nuevo ambos humanos se miraron con los ojos de par en par. Lo había conseguido.

— No me jodas... —musitó Hank, haciendo que se moviese prácticamente incómodo en el mismo sitio—. Chris, Ben. El androide está en la buhardilla. ¡Deprisa!

Se movió rápidamente hasta la entrada de la casa, para que ambos oficiales ingresaran dentro y pudiesen detenerlo. Ella, sin embargo, se acercó cuidadosamente hacia la silla. Miró hacia arriba, como si así pudiese verlos a pesar de que no era posible.

— ¿Estás bien? ¿Va armado?

— No se preocupe, agente. Está controlado.

Asintió suavemente a pesar de que no la veía. Al menos, cuando subieran a por él no habría ningún forcejeo o ataque.

Los oficiales ingresaron rápidamente, escalaron al lugar y después de haberle colocado las esposas al divergente, comenzaron a marchar de la escena del crimen. Ella, junto a Hank, esperaron a Connor quien tardó un poco más. El mayor parecía desconcertado, como si quisiese decirle algo pero no se atreviese, así que fue ella quien habló por ambos.

— Buen trabajo, Connor —le mostró una pequeña sonrisa sincera, a modo de alentarlo—. Si no fuese por ti, nadie se habría dado cuenta de la buhardilla.

El androide alternó su vista entre el teniente y Hanako. Parecía que tampoco sabía qué decir, o qué expresar. Solamente se limitó a asentir un poco más alegre mientras salía del lugar con el resto.

El forense acababa de llegar y el divergente estaba siendo llevado a uno de los coches patrulla para llevarlos a comisaría. Tal y como había imaginado esa mañana: la noche sería bastante larga.

— Hank —el detective Collins lo llamó, alzando su mano para que este se acercase—. Vamos a interrogarlo en comisaría. Id para allá. Seguramente tu androide nos sirva de nuevo.

El teniente asintió ante sus palabras, a lo que Ben simplemente se introdujo en el coche y tras poner la sirena, salió del lugar junto al divergente. Iba en la parte de atrás. Miraba hacia sus pies. Parecía afligido por la situación, como si todo aquel asunto no fuese con él y estuviese solamente perdido entre sus recuerdos. No era un comportamiento propio de lo que ellos entendían por un androide, así que incluso ese tipo de acciones tan normales, era lo que los diferenciaban del resto.

De nuevo Hank se giró hacia su compañera, para ver si le interesaba ese interrogatorio. No tuvo más que mirarla para saber que obviamente iría.

— ¿Te vas a arriesgar a ir en la moto? —Hank le miró, obteniendo un suave asentimiento de cabeza por parte de ella—. Sube a mi coche. Más tarde vendrán a por ella, esto seguirá acordonado por policías, así que no le pasará nada.

Titubeó un poco ante su respuesta, pero no sabía qué decir. No se atrevía a dejar su moto ahí, pero al ver que el mayor no aceptaba un no por respuesta, supuso que no tenía de otra. Por suerte, la había dejado a buen recaudo debajo del porche por lo que seguiría sin mojarse.

— Vale. Iré a darle a Chris las llaves para que luego pueda traerla hasta aquí.

Y tal y como lo dijo, volvió hacia donde se encontraban el resto de oficiales para entregarle sus llaves. Hank y Connor la esperaron al lado del coche. El androide se atrevió a mirar al teniente, con un leve destello de dudas en sus ojos. A este no le hizo falta decirle que hablase para que pudiese efectuar sus palabras.

— ¿No trabaja con usted, verdad? He revisado su historial, y no aparece como una oficial.

Hank se sorprendió un poco, haciendo que le mirase por encima del hombro. Ya le gustaría a él tener ese tipo de funciones, poder saber del resto sin tener que entablar una conversación.

— Ella es más empática que yo, así responderá a tus dichosas preguntas —con solo eso, Connor supo que preguntarle al teniente no era una buena opción.

El androide asintió sin añadir nada más, volviendo a obtener una pose más estoica mientras miraba al frente. Escaneó ligeramente el lugar, hasta que sus orbes volvieron a enfocarse en aquella mujer. En su base de datos no la relacionaba con ningún trabajo activo, por lo que le daba cierta curiosidad saber qué hacía con ellos si no era policía. Y cómo no, cuando tuviese la oportunidad le preguntaría, para saber si ella era de fiar a la hora de escenarios del crimen como estos.

— Vamos. Tengo un frío de tres pares de cojones — musitó una vez hubo llegado a ambos hombres, sentándose en el lado del copiloto—. Enciende la calefacción, por favor.

El camino transcurrió con la misma atmósfera de silencio que cuando llegaron a la escena del crimen. Ninguno de los presentes hablaba, lo que permitía a Connor observar a los dos humanos y hacer una evaluación de cómo sería trabajar con ellos.

En primer lugar, dirigió su mirada hacia el teniente. Lo percibía como tozudo, intrigante e inseguro. Aunque no lo analizaba constantemente, desde que se encontraron en el bar había sentido su mirada sobre sus hombros. Sabía que no le caía bien, algo común entre los humanos hacia los androides. No podía juzgarlo, probablemente había experimentado algo relacionado con los androides en su vida para sentir ese tipo de hostilidad hacia ellos. Tenía que interactuar más con él para formarse una opinión más precisa.

Luego, volvió su atención hacia la joven, quien también lo miraba a través del espejo retrovisor, sorprendiéndolo. Parecía intrigada por él, al igual que él por ella y su presencia en el vehículo. Hanako apartó rápidamente su mirada, mostrando un destello de vergüenza, una reacción típica en los humanos ante este tipo de interacciones visuales. A diferencia del teniente, ella parecía menos exigente y más amable, brindando ayuda cuando interactuaban los tres. Aunque apenas habían intercambiado un par de palabras, Connor esperaba tener la oportunidad de conocerla mejor y comprender cómo relacionarse con ella en la investigación.

Después de examinar sus facciones una última vez, las cuales aún mostraban cierta incomodidad por el breve contacto visual, Connor volvió su atención al frente y aguardó en silencio hasta llegar a comisaría.


;; ¡Hola a todos! Después de una semanita, vengo con la segunda actualización de esta historia. Estoy bastante hypeada y no creo que haya nada (hasta dentro de un mes, que tendré los exámenes finales) que me haga dejar de escribir esta historia.

Como dije, el primer capítulo fue más bien introductorio para el lector sobre el personaje de Hanako y su relación con Hank, aunque más adelante se podrá ver mucho más de esto. Y ahora, ya es introducido Connor. La historia seguirá un orden lineal de lo que ocurre en el juego, pero no todo será un calco como está claro. Quiero añadir diferentes cosas que ya tengo en mente.

Sin más, me gustaría saber que os ha parecido, para tener un poco de feedback en cuanto a la historia. ¡Nos vemos dentro de unos días con otra actualización! ¡Gracias por leer! 💙

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