El destino & tú.

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Jungkook.

Esa mañana, al recibir la carta, mi corazón se exaltó. Amaba que Haneul hiciera ese tipo de cosas por mí. Imaginar la dedicación y empeño que ponía, me hacía inmensamente feliz.

Pues eso quería decir lo mucho que me amaba. Fui a un lugar apartado, debajo de un árbol, para leer sus dulces palabras.

Querido Jk:
Espero que al recibir esta carta, te encuentres bien. Antes que nada, quisiera ponerte al tanto de algunas cosas. Sabes que han sido meses difíciles, al no tenerte cerca. Estos días han cavado en mi pecho, una profunda tristeza.

Creí que sería capaz de esperar, que podría aguantar estar lejos de ti. Y lo cierto es, que me di cuenta de lo débil que soy. Los primeros meses, lloraba todas las noches, hundida en la desesperanza. Anhelaba un beso tuyo, un abrazo, escucharte decir que me amabas. Necesitaba consuelo.
Y fue en ese momento, que el vino a mí. Me abrazó y me dijo que todo estaría bien. Que estaría para mí, hasta tu regreso.

Y te juro que no era mi intención. No quise hacerlo, no buscaba que pasara, pero, sabes que en el corazón no se manda.
Yo lo siento tanto. Me enamoré de él, y no pude evitarlo. Sé que al leer estas líneas, debes comenzar a despreciarme, pero, aun así, busco tu perdón.

Perdóname por no esperar como lo prometí.
Perdóname por refugiarme en otros brazos.
Perdóname por buscar amor en tu amigo.
Perdóname por elegirlo.
Perdóname por irme con Nam.

Lo siento Kookie, pero no puedo seguir engañándote. Y no quiero ocultar mi amor. Sé que saldrás en un par de meses del servicio militar. Y deseo que cuando lo hagas, encuentres una mujer que valga la pena. Alguien que te ame de verdad.
Yo, simplemente, no puedo seguir contigo. Adiós. Perdóname… Haneul”

Lágrimas gruesas caían de mis ojos. Me rehusaba a creer lo que estaba leyendo. ¿Ella me dejaba? Era tan confuso, en mi mente nada encajaba. La había visto hace cuatro meses, en el fin de semana de licencia.
Todo era tan normal. Me cocino bibimbap, bebimos soyu, jugamos uno, caminamos tomados de la mano, al borde del río Han. Hicimos el amor, y fue hermoso, como nunca, le dije que la amaba, y ahora ¿Esto?

No, no tiene sentido. Nam vino a dejarme a la base. No me haría esto, ¿O sí?, no estaría con mi novia. Mi hyun jamás me traicionaría. Él es mi hermano, ¡mi hermano!

Lloré sin consuelo. El pecho me ardía, jadie para respirar, pero, el aire me quemaba los pulmones. ¿Por qué? ¿Por qué ella? Grité desgarrando mi garganta.

Arrugue el papel entre mis manos temblorosas. Mi vista estaba nublada, y las piernas dejaron de sostenerme. Caí al suelo sin fuerza. Me hice ovillo, sosteniendo las rodillas contra mi pecho, tratando de mitigar el dolor, que me partía en dos.

¿Qué haría sin ellos? Deseaba tanto pedirle matrimonio a Haneul. Quería que Nam fuera mi padrino. Pero eso es imposible. ¿Cómo carajos esperan que viva?
Llore hasta secarme, al punto que mis labios se agrietaron. Deje salir mis lágrimas, hasta empapar mi alma. Después de eso, ya no pude respirar de nuevo, sin que doliera.
Me levanté, queme la carta, y fui a mi barraca. Hundí la cara en la almohada, y deseé no volver a despertar.

Al día siguiente, me encontraba en un estado deplorable. Me sentía fuera de mí. La vida seguía su curso, pero yo me sentía estático. Para mí ya no existía el futuro, estaba parado al borde de un abismo, y deseaba caer al vacío.

Deseaba terminar el servicio, para salir de ahí. Pero, ¿Para qué? Afuera solo me esperaban preguntas, acusaciones, y ya podía sentir las miradas de lástima, caer sobre mí.

A la mierda todo. Estaba deshecho, y nada, ni nadie, podría llegar a consolarme, y mucho menos, me lastima. No se puede dañar a alguien que está muerto por dentro. Al menos, sabía que no llegaría a ser peor la vida.

Seis meses después.

Me senté sobre el suave pasto, debajo de un cerezo. La brisa del verano despeinaba mi cabello, y acariciaba mi piel. El helado de vainilla, se derretía en mi boca, inundandome con ese simple y sencillo placer.

Luego de salir del servicio militar, había tratado de reconstruir mi vida. Una donde yo era la prioridad. Cada día trataba de hacer algo que me hiciera feliz.

Retome mi puesto en el negocio de mi padre. Traté de salir con todas las chicas que me fuera posible. Y Dios sabe que me esforcé en ser feliz, para ver a mi madre contenta. La convencí de no llevarme al psiquiatra.

Le demostré que podía vivir sin ellos, que podía seguir adelante, después de su traición.
Pero no era así, cada día estaba más sumido en la miseria. Me daba lástima yo solo, viendo mi sonrisa fingida al espejo, mientras sentía que el dolor me devoraba por dentro.

Me arrastraba dentro de mí, implorando al cielo por un poco de piedad. Deseaba que mi pecho no ardiera. Oraba cada noche por clemencia, por consuelo, rogaba por mitigar mi pena, pero no fui escuchado. Cada minuto se sentía como un castigo, calaba hasta los huesos.

Pero lo había decidido. Ese día dejaría de sufrir. Por fin sería libre, dejaría atrás el dolor. Me olvidaría del mundo, y dejaría atrás, lo que me mataba cada día. Ese día, sería felíz.

NamJoon.

Acomode la corbata, y alise las mangas del saco. Sentía mi pecho apretado. El aire luchaba por entrar, pero el nudo en la garganta, me impedía respirar.
Hace un mes que le pedí a Haneul ser mi esposa.

Estaba feliz, sin duda. Pero, no podía dejar de pensar en él. Había destrozado su vida, pero no había nada más que hacer.
Desde que la tuve en mis brazos, no pude dejarla ir. Esa noche, cuando la consolé, alivie un poco su pena, pero, ella hizo estragos en mi alma. Se adhirió a mi corazón, y ya nada la alejaría de mí.

Juro que luche, que pedí al universo no sentir, no desear, no anhelar una vida a su lado. Pero mi Dios no me escuchó, y me dejó vivir enamorado, y luchar por un amor, que era mi salvación, y al mismo tiempo, mi condena.

Y es que fue tan fácil quererla. Al besarla por primera vez, el destino se reveló ante mis ojos, era ella. Nada estaba mal, si estaba a mi lado.

La amaba como un loco, deseaba poseer cada centímetro de su piel. Y en mi pecho hervía el ferviente deseo de ser su amor, de verme reflejado en sus ojos, y que ella se entregara por completo a mí.

Fue eso lo que me cegó. Olvide a Kookie, y mis ojos solo la vieron a ella. Mi vida giró en torno a su existencia y lo dichoso que me sentía a su lado.

Entonces fue que se lo propuse, le declare mi amor y pedí el fin de su relación con mi amigo, mi hermano.

Me urgía salir a la calle tomado de su mano, y presumir al mundo, que había encontrado a la mujer de mi vida.
Pero hace dos días, esas acciones me golpearon el rostro. De todas las cosas que podía esperar de la madre de mi amigo, jamás imaginé escuchar esa noticia.

Esperaba agravios, insultos, o que me deseara infelicidad, hubiera soportado todo. Pero lo que me dijo, aplastó mi alma. Me dejó sumido en un estado de estupor, no puedo sentir, tengo el cuerpo adormecido. Es como estar entumido por el frío.

Kookie está muerto Namu… ¡Mi bebé está muerto!”

Juro que deseo ser yo, hubiese dado mi vida por él, pero, ¿No es ese pensamiento muy hipócrita? Le robé la vida, tome lo que le pertenecía, arranque de sus manos su felicidad. Mi dulce hermano no pudo soportarlo.

Su noble corazón se hizo añicos, y decidió que era suficiente. Tomo dos cajas de píldoras para dormir. Eligió antes el sueño eterno, a seguir sufriendo, y yo cargaría con su pena y su dolor, toda mi vida.
Parado bajo la lluvia, tomado de la mano de Haneul, me siento miserable. Veo como centímetro a centímetro, el féretro llega al fondo de su destino eterno.

Siento sobre mí las duras miradas. Sé que quieren que me vaya, pero no puedo, es su último viaje y quiero estar con él. Quiero ser su guardia, hasta que la tierra lo cobije.

Tres años después.

Hoy es primero de septiembre, es el cumpleaños de Kookie. Pero eso no fue lo que puso mis nervios de punta. Haneul me llamó, entró en trabajo de parto.

Llegué al hospital tarde, el maldito tráfico me detuvo por 45 minutos. Así que me perdí de la llegada de mi hijo al mundo. Entre despacio a la habitación, mi mujer sostenía al pequeño bulto en sus brazos.

Mis ojos se llenaron de lágrimas al ver su rostro. Dormía plácidamente en el regazo de su madre. Mi Jungkook tenía las mejillas rosadas.

Mi alma se llenó de nostalgia al recordar a mi amigo. Él había partido de este mundo, llevándose parte de mi alma.
Pero hoy sentí mi corazón renovarse. Sentí su presencia más que nunca, sé que él sería su ángel guardián.

Hoy la vida regresó, en Jungkook.

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