Capítulo 26

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       Las chicas salieron de la cocina conteniendo la sonrisa, Anya y Raven estaban sentadas en el sillón y las siguieron con la mirada mientras se dirigían a la habitación de Lexa. Las cabras locas en un principio intercambiaron miradas en plan "Lo siento no hubiera estado de más" Anya le dio un manotazo al brazo de la castaña:

– Saca el desinfectante.

Raven puso los ojos en blanco y se levantó:

– A este paso no ganamos para desinfectantes.

– Vaya con la jefa– siguió diciendo Anya levantándose también– podría subirnos el sueldo, total ya la hemos visto el culo.

Raven dibujó una sonrisa traviesa:

– Hoy sí que me he fijado– rio entre dientes– tiene buena delantera.

– Raven.

Susurró la chica riñendo:

– ¿Qué?

Preguntó con el mismo tono mientras sacaba del fregadero los productos de limpieza. Anya le quitó el mocho de la fregona de la mano, mientras que ponía un gesto de desazón. Raven volvió a reír entre dientes.

Clarke estaba sentada en el borde de la cama, agarró el macro de fotos que había expuesto encima de la mesilla de noche. En el que salía una Lexa más jovencita y otro chico más alto, tenía los ojos verdosos también, ambos sonrientes y cada uno con un sombrero, el sombrero de él era de color negro y el de Lexa era de color blanco:

– ¿Éste es tu hermano?

La ojiverde se estaba cambiando a una ropa más holgada para dormir, dibujó media sonrisa con orgullo:

– Sí– gateó por la cama hasta abrazar por la espalda a la rubia– mi madre temía que nos lleváramos semanas de diferencia, ya sabes esos casos que un día nace uno– puso una mueca de terror– y luego el otro, pero lo cierto es que solo nos llevamos horas. Los hermanos Woods, unidos, pero siempre competitivos– le dio un beso en el hombro– te caerá bien, ya lo verás.

La rubia miró con ojos vidriosos a la mujer que se hallaba abrazada en su espalda. Lexa dibujó una sonrisa a la vez que le devolvía la mirada llena de ternura:

– ¿Qué?

– ¿después de todo lo que he dicho y hecho? ¿No te avergonzaría presentarme a tu familia?

– No– apoyó su frente en la mejilla de Clarke y cerró los ojos– me sentiría orgullosa, porque eres luchadora, que piensa en el bienestar de sus empleados, que mira a las personas como realmente son, que los apoya de un modo u otro– fijó su mirada en el azul de sus ojos– Alguien que tuvo que madurar rápidamente.

Clarke se giró para quedar cara a cara con Lexa y puso la palma de su mano en su tórax, como si estuviera buscando los latidos de su corazón:

– Eres buena, Lexa Woods– dibujó una sonrisa– eres Jack salvando a Rose justo cuando va a saltar del barco.

Lexa se mordió el labio, se levantó rápidamente y de un cajón comenzó a sacar un montón de folios y un lapicero:

– Desnúdese y pose para mí señorita Griffin.

Clarke entre risas alzó las ceja con sorpresa:

– ¿Sabes dibujar?

– Pues claro– respondió mientras colocaba la silla de su escritorio enfrente de la cama– soy perfecta.

Lexa se sentó y cruzó las piernas a la espera de que Clarke hiciera lo que le había pedido, que con gesto divertido comenzó a quitarse las prendas de ropa, tirándole el sujetador a Lexa que respondió con una risita, acto seguido colocó la almohada y recreó la escena del Titanic, tumbándose sobre la cama y posó mientras se aguantaba la risa al observar como la vaquera comenzó a fruncir el ceño y fingir que se concentraba, aunque lo cierto es que solo se concentraba en sus voluptuosos senos:

– Estoy volando Jack.

Dijo con mofa la ojiazul:

– No payasa solo estas en la popa de un barco.

– Es en la proa– corrigió entre risas– y queda más bonito transatlántico.

Lexa hacía como que pintaba en el folio, aunque daba la sensación que estaba escribiendo más que dibujar:

– Uy que se nos pone exquisita.

"El amor puede tocarnos una vez,

Y durar toda la vida"

Comenzó a tararear Clarke.

"Y no cesar hasta que nos hayamos ido"

Lexa sonriente se acercó aun sin mostrar el dibujo, Clarke paró de tararear y atónita preguntó:

– ¿Tan rápido?

La ojiverde carcajeó:

– Nunca creí que me preguntaría eso una mujer desnuda en mi cama.

Clarke se apoyó en el antebrazo para incorporarse de lado, mirando a la morena:

– Exijo ver mi dibujo.

Dijo con fingida orden, Lexa actuó de forma exagerada.

– Claro, como ordene señora Griffin.

Los ojos azules se empaparon de sentimientos en cuanto le mostró lo que había hecho, no había dibujado una obra de arte, Lexa Woods era un auténtico desastre con el dibujo, demasiado ansiosa para dedicar tiempo a plasmar la belleza en un lienzo, aunque, tratándose de la hermosura de Clarke, podría estar horas contemplándola.

"Te amo sin saber cómo,

Ni cuando ni de donde,

Te amo directamente sin

Problemas ni orgullo;

Así te amo porque no se

amar de otra manera

Así de este modo,

En que no soy ni eres,

Tan cerca que tu mano

sobre mi pecho es mía

tan cerca que se cierran

tus ojos con mi sueño"

La ojiverde no solo había escrito el poema de Pablo Neruda, dibujó media sonrisa y dijo:

– pero estás ignorando mi obra de arte– señaló en la esquina de la hoja, haciendo reír a la rubia, era un monigote como el que dibujaría un niño de cinco años, eso sí le había dibujado unas tetas enormes– Pero no te rías es todo un Picasso.

Lexa se tumbó al lado de Clarke y le acarició la mejilla, la ojiazul dejó la hoja a un lado antes de acercarse y rozar sus labios. Sintió un mariposeo en el estómago, como cuando era una adolescente, sintió ilusión y por ello amplió una sonrisa:

– ¿y esa sonrisa?

Preguntó Lexa a la vez que acariciaba sus labios con su pulgar:

– Porque hace diez años, en una noche como esta sostenía otras manos, besé otros labios y dije "te quiero" convencida de que sería la única persona en mi vida, esa persona quien deposite mi confianza, mi alma y cuerpo me hizo daño, me rompió y caí, caí hasta el punto de acabar humillada– Lexa besó su mejilla y le abrazó– pero ahora sostengo tus manos, beso tus labios, quiero dártelo todo y por primera vez en mucho tiempo, estoy experimentando la felicidad.

Buscó su boca para besarla, era cierto, de alguna forma la ojiazul buscaba un poco de redención, hallar la manera de ser esa mujer que Lexa merecía. Una cuya vida en los últimos años era ir de cama en cama y experimentar todo lo que en su día le pareció perturbador. Otra cosa que le parecía frustrante aparte de querer gritar y llorar a todas las horas, en los últimos días notaba la libido demasiado alta, hasta el punto de darle igual hacerlo en el suelo de una cocina o que sus empleadas le pillaran. Los ardores y sofocos no eran normales. Estaba desnuda en la cama de Lexa ¿es que no pensaba hacer nada? tuvo que tomar medidas y comenzó a acariciar su entrepierna, sonriendo con malicia cuando en su mano notó la excitación de Lexa:

– ¿Desde cuando estás así?

La morena comenzó a besar su cuello con hambre y a descender:

– Desde que te tengo desnuda en mi cama.

Clarke en un principio sonrió hasta que emitió un sonido quejumbroso cuando Lexa procedió a estimular sus senos:

– ¿Qué pasa?

Preguntó con preocupación la vaquera, Clarke soltó una risita nerviosa:

– Nada, es que tengo los pechos algo sensibles.

Sintió como la mano de Lexa viajaba de sus senos hasta su cintura, durante unos segundos desvió su mirada verdosa al abdomen de Clarke, pero rápidamente regresó a mirar sus ojos:

– ¿quieres que paremos?

– No– negó rápidamente– Desnúdate– sonrió– aprovechemos ahora que tus compañeras no nos pueden interrumpir aquí.

Lexa se levantó y se desnudó, Clarke miró con deseo cuando la vaquera liberó su erección al bajarse la ropa interior, lubricando aún más su sexo por la excitación visual que la provocaba. Se acercó al borde de la cama y acarició su miembro, sintiéndolo palpitar, la respiración de Lexa se aceleró y movió la pelvis, le encantaba todo lo que le hacía Clarke, ya fuera manual, oral o penetrarle de todas las maneras posibles, lento, rápido, suave o duro:

– Dios Clarke, como me pones cuando me masturbas– se mordió el labio– lo haces tan bien, cariño.

– A mí también me excita darte placer– A Lexa le encantaba que le hablaran y le dijeran cosas guarras eso no era un misterio para la rubia, si empleaba voz erótica más, solo tenía que sentir como de dura y latente se la ponía cuando decía un simple miau– tocar, saborear o sentir tu polla dentro de mí.

– Joder– apartó la mano de Clarke de su pene, le tumbó abrió sus piernas y apoyó los brazos en la cama antes de penetrarle con rudeza– oh Clarke que cachonda estás.

Dijo al notar la humedad envolver su miembro, Clarke encorvó su espalda y gimió fuerte, Lexa iba a repetir el proceso y embestirle fuerte de nuevo cuando la ojiazul le agarró de las mejillas:

– Cariño– le atrapó el labio inferior y tiró un poco con fuerza– sabes que me gusta cuando me follas duro, pero...

– ¿Quiere que te haga el amor?

Preguntó al ver la duda en la ojiazul, intentó besarle, pero Clarke siguió manteniéndole alejada, quería decirle algo más:

– ¿Puedes no hacerlo tan rudo y evitar posiciones que me aplasten?

– ¿te hice daño? – preguntó ansiosa, saliendo de la rubia– lo siento.

Clarke sonrió, la llenaba de ternura ver como Lexa se preocupaba por su bienestar:

– No, no– se levantó y siguió masturbando para que la cosa no bajase– me ha encantado, pero esta noche ¿puedes hacer lo que te he pedido?

Lexa asintió con la cabeza y le atrajo para fundir sus labios en un beso lleno de necesidad. Clarke apoyó las rodillas encima de la cama de espaldas a Lexa y apoyó las manos en el colchón, a la altura adecuada para que Lexa siguiera penetrándole de pie, aunque muchas veces era la misma ojiazul quien ponía el ritmo moviéndose ella, Lexa entre jadeos ahogados, agarraba su cadera o pasaba una mano por su torso desnudo hasta bajar a su sexo y estimular su clítoris con el pulgar, hasta que ambas entre sudores estallaron de placer, cayendo sobre la cama con los latidos del corazón agitados. La vaquera sonrió y apoyó la cabeza en el hombro de Clarke:

– Eres increíble Clarke.

Dijo con voz cansada y ojos cerrados:

– Eso lo dices ahora que tus niveles de dopamina están elevados.

– No– respondió adormilada– siento que he estado esperando por ti siempre.

Clarke miró como Lexa se había quedado dormida apoyada en su hombro, miró el reloj de la mesilla, casi era la una de la mañana con sumo cuidado apartó a Lexa para no despertarla, se puso la camiseta y el bóxer de la vaquera, apagó la lámpara y fue al baño, tenía la vejiga que iba a reventar. Se lavó las manos después de tirar la cadena y como una caprichosa fue a la cocina para robar otra chocolatina, mientras que masticaba el chocolate, abrió el cubo de la basura y sacó la carta que había escrito Lexa. Lo desdobló y lo volvió a releerla mientras estaba apoyada en la encimera, nunca había visto tanto sentimiento y ¿cómo creer que Lexa no la reprocharía en un futuro?:

– No es tan fácil parasito– comenzó a hablar de morros antes de mirarse el abdomen– sé que tu madre te quiere y sé que le pesará en el momento que pise mañana la clínica– se terminó la poca chocolatina que le quedaba– Pero antes de ti tuviste dos hermanos que no supe proteger y como sé que te protegeré a ti– suspiro y susurró– estoy loca ni siquiera tienes el sistema auditivo.

– Pues un poco sí que estás loca– dijo Anya entrando en la cocina sobresaltando a la rubia– Ladrona de chocolatinas.

Clarke se incorporó tensa ¿Cuánto habría escuchado?

– Anya ¿qué has oído exactamente?

– Ni aunque no hubiera oído nada– respondió la chica abriendo el frigorífico y puso un mohín, solo quedaba una chocolatina, agarró la chocolatina y un zumo– canteas a bombo.

– Te agradecería que no comentases nada a nadie.

Dijo algo más seria. Anya se encogió de hombros y se encaminó para salir de la cocina cuando le dijo una última cosa:

– A tu pregunta de antes– Señaló su abdomen– no solo tienes que protegerlo tu sola, eso lo habéis hecho entre dos, bonita– hizo un gesto con el pulgar señalando la salida de la cocina– esa también tiene el deber de protegerlo. Tenga buena noche Señora Griffin.

– Puedes llamarme Clarke.

Añadió la ojiazul ceñuda antes de que Anya desapareciera de la cocina. Clarke dobló la carta de Lexa y se la llevó a la habitación, lo guardó en su bolso y se abrazó a la vaquera antes de intentar conciliar el sueño.

El suena bebes estaba a tope y Emer comenzó a llorar. Me había levantado todas las veces porque Finn tenía una entrevista a la mañana siguiente. Estaba agotada, había estudiado toda la tarde y al día siguiente tenía un examen. A regañadientes y estresada me levanté de la cama para ir a la habitación del pequeño. Habría heredado mi físico, pero tenía el genio porculero de su padre. Con ojos entrecerrados y totalmente zombi abrí la puerta:

– ¿Lexa? – La vaquera siseó con la lengua antes de esbozar una sonrisa, tenía él bebe en sus brazos y parecía haberse callado, fruncí el ceño, porque la ojiverde en la parte superior solo tenía el sujetador– ¿qué haces semi desnuda?

Lexa no paraba quieta ni de acunar al bebe, es tan mona haciendo eso:

– Leí que hacer esto afianzaba la relación con él bebe– susurró para no despertar a la niña al parecer– ya sabes sienten el calor corporal y parece ser que le calma escuchar los latidos de mi corazón– se acercó a mí, pude contemplar mejor a la pequeña, ¡vaya! que pelo tan moreno– llevas todo el día trabajando te dije que ya me ocupaba yo esta noche.

No me elevó la voz en ningún momento, siempre susurrando, miré a ese pequeño ser que dormía plácidamente en los brazos de la vaquera, tenía más rasgos de Lexa que míos. Era obvio que habría sacado mi carácter:

– ¿Quieres cogerlo?

Mi corazón dio un vuelco y di un paso hacia atrás, comencé a negar con la cabeza efusivamente, al final hago daño todo lo que toco ¿Si se me cae? ¿si le agarro de una forma en que puedo hacerle daño? Son preguntas de madres primerizas lo sé, pero tengo esa sensación, si hago daño a la niña Lexa no me lo perdonaría:

– Tranquila no tengas miedo, Gizmo, sabes cómo hacerlo.

Sonreí tontamente ni en mis sueños es capaz de parar de llamarme así, me miraba y me hablaba con seguridad y cariño, transmitiéndome confianza:

– Mira siéntate en la mecedora te paso a la niña.

Con el corazón en un puño y manos temblorosas, me siento y recibo en mis brazos a la pequeña, Lexa se mantuvo a mí lado en todo momento, abrió los ojos durante unos segundos y sonreí, tiene los ojos azules, un poco más oscuros que los míos:

– Sois preciosas.

Susurró Lexa antes de depositar un beso en mi pelo y yo siento en mi estómago mariposas revolotear. El llanto de un niño acapara mi atención, no es la pequeña, Lexa la coge y le acuesta de nuevo en la cuna. Abro la puerta de la habitación y enfrente me veo tumbada, exhausta y a Finn tumbado a mi lado dándome la espalda:

– Clarke– musitó mi exmarido– Emer está llorando.

– Finn también es tu hijo– dijo quejumbrosa Clarke– cariño tú has descansado casi toda la noche, en unas horas tengo un examen crucial para la evaluación final.

– Y yo una entrevista muy importante, levanta y calla al niño que para eso eres su madre.

– Que cerdo

Escucho decir a Lexa que estaba a mi lado contemplando la misma escena que yo:

– ¿estás en mis sueños haciendo de pepito grillo? Ni siquiera existías en mi vida esa noche– dije con voz amarga– esa vida ya no existe.

– Tenía pensado que espachurraste a tu pepito grillo mientras dormías–Frunzo el ceño y la miró de reojo. Lexa tenía los labios curvados– Era broma cariño– cerró la puerta, dando por terminado ese recuerdo– Clarke, hay un montón de trabajos que puedo desempeñar, antes estás tú y la niña, es nuestra, no solo tuya– puso expresión afligida– y ojalá, la vida me hubiera atribuido el de haber podido sentirla en mis entrañas y haberla nutrido de mi también, pero sí puedo hacer todo lo posible, para cuidaros a las dos.

– ¿estás intentando convencerme de que la tenga? ¿por eso me muestras todo esto?

Pregunto poniéndome de brazos cruzados, no me está gustando la dirección que estaba tomando ese sueño, era como si estuviera batallando conmigo misma. La parte de mí que sigue siendo madre, Alexander y Emer ya no estaban, pero yo les di a luz, los amamanté, les cambié los pañales...:

– Apenas dormías las noches que se ponían malos, les ayudabas con los deberes...

Siguió diciendo en voz alta Lexa, aunque no era nada raro, Lexa representaba una parte de mí:

– Eres buena madre.

La señalo amenazadoramente con el dedo índice:

– Para, no hables de lo que no sabes, no sabes nada.

– ¿No? – preguntó Lexa con escepticismo– ¿de verdad estás dispuesta a que la gente salga con la suya? Erais demasiados jóvenes, Finn y tú estabais demasiado heridos como para ser manipulables

– ¿Finn manipulable?

Pregunté ahora con incredulidad:

– qué estuvieras en coma no quiere decir que el subconsciente no lo tuvieras activo– Lexa me abrazó por la espalda y me besó en la mejilla, de nuevo sonrio, porque me siento tan bien en sus brazos– Escuchabas a Ontari día sí y día también, iba, le comía la cabeza a tu marido con veneno e inconscientemente también a ti– apoyó la mejilla en mi sien, quiero girarme y besarle, Lexa esbozó una sonrisa– esto no se trata ahora de mí, Clarke.

– Oh calla– me discuto a mí misma– quiero disfrutar de Lexa hasta en sueños.

– Algo tan fácil como abrir los ojos y veras que está a tu lado abrazándote– Suspiró– al menos le estas dando la oportunidad al amor.

Clarke poco a poco entreabrió los ojos y se encontró con que Lexa le abrazaba por la espalda, tal y como había estado haciendo en su sueño, su aliento le daba en la nuca y sus manos estaban entrelazadas, cerró los ojos e embriagándose con su aroma sonrió tontamente, agarró la mano de Lexa y dejando escapar una lágrima la puso en su vientre:

– Fuiste concebido en un acto de amor– Susurró para no despertar a la ojiverde– tu madre es puro amor.

Sonrió tontamente. Que atino, un mes y ya le había dejado en estado:

– arriba... Colorado Rockies.

Musitó casi sin voz la morena, Clarke frunció el ceño y se giró despacio, dibujó una sonrisa de oreja a oreja ¿soñando con el equipo de béisbol?

Carta de Clarke Griffin

Pequeño parasito, si te visualizo solo conmigo, lo veo todo negro, pero entonces entra Lexa en escena y la imagino acunándote, paseando en el parque contigo y Digory, enseñándote a montar a caballo, llevándote a partidos de baloncesto, béisbol o cualquier hobbie que compartáis y lo agradecería, si tengo que ir a algún partido lo hago porque a ella le gusta, pero no entiendo ni la misa de la mitad. ¡Vaya! Todo ocurre tan deprisa, somos pareja y no me había hecho aún a la idea cuando tú comenzaste a mandar las señales de que existías. Me mató el momento que se lo dije ¿sabes por qué? Aun sabiendo lo que iba apasar por unos segundos sonrió ilusionada, le hizo ilusión la idea de que ambas fuéramos madres y que tú venías de camino. La decepción llegó después, cuando supo que no quería ser madre, de nuevo, eso me dolió, aunque no lo diga en voz alta, me dolió porque quiero a tu madre. Estoy aterrada, estoy dolida, un hijo es el milagro más grande que puede obrar el ser humano y cualquier ser vivo, claro, pero cuando la naturaleza va al revés, y tuve que presenciar el entierro de tu hermano mayor y perderme el de tu hermano mediano, una madre nunca estará preparada ¿por qué escribo esto? Por un acto de amor. Quizás en un futuro te entregue las cartas, después de todo, ambas van dirigidas para ti. No quiero que te decepciones al leer que replantee no tenerte, el miedo hace que digamos y actuemos de una forma, pero en el fondo, por favor, solo hay que ver de quién eres hijo, si algo me enseñó tu madre es hablar las cosas y desahogarme. Sabrás que existió un Alexander, que existió un Emer y como tú vinieron por sorpresa. Como te daré esto cuando seas mayor, independientemente cual sea tú sexo, anticonceptivos, condones, píldora, no vayas a heredar la fertilidad de tus madres y la hemos liado. Ojalá mi carta fuera igual de emotiva que la de tu madre. La vida avanza, Lexa es mi futuro, tú eres mi futuro. Ya verás cuando se lo diga a tu madre, le daría algo de pura alegría y ¿Todo esto por qué? Porque fuiste concebido en un acto de amor.

Por siempre: Clarke.

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