LE DICTIONNAIRE

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Cuando entré de nuevo a la casa de mi abuela, dos meses después de su fallecimiento, desaparecieron las ganas de convencer a mi padre de no venderla.

De pequeña, me encantaba visitarla e ir a su casa, porque estaba llena de colores y diversión; pero, ahora, me parecía el lugar más triste y sombrío que hubiese visto nunca. Estaba vacía, en silencio, llena de polvo, sin vida. El despacho era mi lugar favorito, allí siempre leía la abuela y a mí me encantaba escucharla, aunque no entendiese lo que decía.

Le hice un gesto a mi padre y a mi tía para hacerles saber que iba a subir al segundo piso. La escalera se me hizo eterna hasta que llegué arriba. Dirigí mis pasos hacia el final del pasillo, rezando para que el despacho siguiera intacto.

Marion Faure siempre había sido una mujer muy extraña, pero su muerte lo había sido aún más. Ella era una persona muy activa para su avanzada edad, por eso a la familia le sorprendió tanto su muerte. Vivía en Saint Bertrand de Comminges, un pueblo del Pirineo Francés, siempre liada con sus viajes y esa necesidad de correr nuevas aventuras.

Nos habían confirmado que había muerto por causas naturales, pero a mí me parecía un tanto extraño. Hablé con mi padre y con mi tía para que le preguntásemos a un especialista, pero no lo consideraron necesario. Es cierto que mi abuela no tenía muy buena relación con la familia; yo, en cambio, siempre mantuve unan relación muy estrecha con ella, porque pasaba los veranos en su casa, a pesar de que esto era motivo de discusión con mi padre.

Sacudí la cabeza, apartando esos pensamientos de mi mente. Comprobé que la cerradura de la puerta seguía sin abrir, y rebusqué en mis bolsillos hasta que encontré el saquito de terciopelo negro que mi abuela me había dado hace seis meses, en verano. Me había pedido que no lo abriera hasta que llegara el momento adecuado y yo le había hecho caso a duras penas, pues la curiosidad había estado a punto de ganarme varias veces; pero, cuando murió, entendí que ya había llegado la hora de abrirlo.

Desaté con cuidado el cordón que lo mantenía cerrado y saqué una pequeña llave de cobre. Introduje la llave en la cerradura y sonreí cuando giró y sonó un clic, señalando que se había abierto la puerta.

El despacho seguía exactamente igual que la última vez que lo había visto. Las estanterías repletas de libros cubrían por completo las paredes. En una esquina había un escritorio y a un lado un pequeño sillón para leer. Una alfombra llena de polvo, justo debajo de una gran ventana por la que se podía observar el paisaje montañoso.

Pasé los dedos por las estanterías mientras daba una vuelta observando la habitación. Me acerqué al escritorio y abrí uno de los cajones; estaba lleno de papeles y cartas, pero lo que más llamó mi atención fue un desgastado diccionario. Lo tomé y lo abrí para revisar el interior: las hojas estaban amarillentas y la tinta había empezado a borrarse en algunas partes. Lo que yo no sabía era que las viejas hojas del diccionario escondían el secreto tantos años guardado.

Unos papeles doblados varias veces cayeron al suelo. Me agaché para recogerlos y me sorprendí al abrirlos y reconocer la letra de mi abuela en una de las hojas. Eran un documento de adopción y una carta. En el documento estaba escrita la fecha en la que Amelia Faure había sido adoptada por Marion Faure.

Después de leer el documento lo comprendí todo. Yo no era hija de mis padres, sino que mi abuela me había adoptado y ellos me habían cuidado cuando mi abuela no había podido hacerlo. Cogí la carta y la abrí:

Ma chérie:

Tenías tres años cuando por fin conseguí encontrarte, en aquel hospicio. Ya hacía más de dos años que dieron por muertos a tus padres, conseguí tu custodia ya que yo era tu único familiar vivo. Me costó mucho esfuerzo a pesar de ser tu abuela. Era necesario que leyeras esto, aunque sé que será dicífil; pero no me parecía justo para ti que no supieras quién eres.

Cuando leas esto, probablemente yo ya no esté. Te escribo esto porque sé que me vigilan y las cosas no van a acabar como a mí me gustaría. Guarda el documento y exígeles a "tus padres" que te cuenten la verdad, porque sé que en el fondo te quieren y esa es la razón por la que te han dejado verme; aunque también sé, que si no hubiera sido por mí, nunca hubieras sabido la verdad.

Esto cambiará tu vida, pero no tengas miedo Amèlie, la verdad siempre es el mejor camino y estás preparada. Ten mucho cuidado y nunca olvides que las cosas no son lo que parecen, tampoco mi muerte. Siempre estaré a tu lado. Je t'aime, ma chérie.

Marion F.

                                     *                                                   *                                                    *

Hola! Aqui traigo otro relato. Lo he escrito para el dia del libro. Votad y comentad si os gusta y si veis algo que pueda mejorar agradecería un montón que me lo dijerais por privado. Gracias por leerlo!

Muak!

Editorial_Arbol

-Cris

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