[Capítulo 3]

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Sentí mi cuerpo hundirse y mi boca atraer a ella toda el agua. Por más que lo intenté no logré tocar el fondo con mis pies. Poco a poco había comenzado a faltarme el aire y sustituirse por agua.

No me quedaba otra cosa que rememorar mis momentos pasados. Recordar esa vez que logré mi primera técnica en skate luego de rayar todo mi brazo contra el suelo. El día que Max y Peter tuvieron que rogarme por el mando de la TV para ver uno de sus capítulos de Aventuras con los Cracks...

Unos brazos me sujetaron por mí espalda y piernas y elevaron mi cuerpo hasta sacarlo fuera del agua.

—¡Chica! ¡Hey!

Comencé a soltar agua por mí boca. Estaba en el suelo. ¡Tierra firme!

—¡Cris! ¿Estás bien?—Clara se arrodilló a mi nivel y acunó mi rostro en sus manos—. Pensé que te había perdido...

—Estoy bien.—abrí mis ojos lentamente y fijé mi vista en ella y su expresión preocupada.

—... si no fuese por Aiden no se lo que pudiese haberte llegado a pasar.—mi mente maquinó a toda velocidad deteniéndose en solo un nombre.

—¿Aiden?—ella asintió, al girar mi cabeza hacia mí derecha mis ojos se encontraron con un intenso color miel.

Él me observaba detalladamente, confuso.

—¿Tú eres...?

—La vecina.—respondió Clara por mí.

—Ah...—pareció recordar debido a la manera en la que abrió sus ojos.

Un estornudo proveniente de mis labios cortó el pequeño momento incomodo.

—¡Te has resfriado! Con razón, ¡estás empapada!

—Ahora que lo pienso, ¿Por qué tú no?—notaba su cabello y vestido totalmente seco.

—Logré pegarle en la entrepierna a uno de ellos. No es mi culpa que no hayas querido tomar cursos de defensa personal.—argumentó al notar mi expresión seria.

Volví a estornudar.

—Debes quitarte el vestido.—aseguró mi mejor amiga notando el estado en el que se encontraba la tela.

—No.

—Ella tiene razón.—respaldó el chico de la sopa. Devolví mi mirada a ella y nuevamente negué.

—Puedo prestarte mi camisa.—comentó Aiden.

—Perfecto.—asintió Clara antes de que me pudiese negar.

Él se levantó con la misma y se alejó en busca de la camiseta. Mientras, Clara me ayudó a levantarme del suelo.

—¿Por qué me lanzaron a la piscina?—hice un puchero abrazándome a mi misma por el frío.

—Por ser nueva.

—¿De verdad?

—Si, es una tradición, por eso nunca debes decir que eres nueva en una fiesta.

—¿Y tú cómo sabes de eso?

—Series.—se encogió de hombros.

Momentos después llegó Aiden ofreciéndome su camisa.

No puedo creer que no haya notado esto antes, ¡está sin camiseta! Y se observa tal y como en la foto, sentía que mis manos viajaban solas a su pecho y lo tocaban sintiendo todos esos relieves y elevaciones.

—Perdonala.—la voz de mi amiga me sacó de mis pensamientos. Ella tomó lo que desde hace unos segundos me ofrecía Aiden y me llevó hasta el baño, ¡No me dejó ni agradecer!

—En serio necesitas un babero, cariño.—rodé mis ojos.

—Pero a qué está bueno.

—Eso sí.

—Uhm, no lo mires tanto.

Comenzamos a reír. Del susto se nos había esfumado la borrachera.

Al quitarme el vestido, Clara me ofreció la ancha camisa, luego de colocarmela me miré al espejo. Por suerte había traído conmigo unos shorts elásticos debajo del vestido. Parecía acabada de salir de la ducha con mi cabello mojado y la máscara de pestañas esparcida por todo mi rostro.

—Estoy hecha un desastre.—Clara apretó sus labios entre sí y asintió.

—Creo que ya deberíamos de volver a casa.—asentí ante su propuesta.

Mientras nos dirigíamos a la salida alguien me tomó del brazo.

—¿Cristina?—la presencia de Mark detrás mío me tomó por sorpresa. Un empujón me hizo chocar con él.

—Perdona.—murmuré apenada al separarme de él.

—Estás igual de guapa que en las fotos.—afirmó con un guiño. ¿No es normal pensar en Aiden cada vez que alguien me guiña un ojo, verdad?

Yo por obvios motivos me sonrojé y le correspondí con una pequeña sonrisa—. Tú igual.

—¿Me has buscado por insta?—elevó una ceja.

—Sugerencias.—me escusé con lo primero que me vino a la mente.

—¡Clara!—recién se dió cuenta de su presencia—. ¿Qué tal estás?

—¡Bien! Y felicidades ¡Ya son dieciocho!

—Uy, felicidades. Perdón.—si, esta fiesta era en honor a su cumpleaños y lo he olvidado, menos interesada imposible.

—A todos nos pasa.—le restó importancia—. ¿Por qué mejor no vienen arriba? Haremos varios juegos, ¿Os apetece?

—Perdona, Mark, pero como ves no ando en mis mejores fachas.—señalé mi ropa.

—¿Y eso qué? ¡Vamos!

Observé a Clara quien de encogió de hombros—. Vamos.

Asentí. Y así una vez más nos reintegramos a la fiesta, empapada y con pintas de acabada de levantar, pero bueno.

Baby, la vida es un ciclo.

Clara y yo nos sentamos en uno de los sofás desocupados. Había más gente de la que esperaba, y entre esas personas estaba Aiden, aún sin camiseta. En estos momentos él realmente es mi apetitosa manzana.

Minutos después volvió Mark trayendo con él a más personas, esas mismas que se sentaron a nuestra derecha e izquierda en el sofá.

—Creo que ya somos suficientes, ¿No?—todos asintieron. Es normal sentir nervios, ¿Cierto?—. ¿Qué les parece una tanda de la botellita?

Un enorme bullicio y aplausos se escucharon en la sala. Sabía que no serviría de nada mi objeción así que me uní. Mi mente rápidamente me atrajo a esos días en primaria en que jugábamos apostando besos en la mejilla.

—¿Alguna botella?—una chica se acercó a una de las mesas un poco alejadas y trajo con ella una de las tantas botellas vacías que ocupaban esa pequeña mesa—. Perfecto. Recuerden, beso o shots.

Todos asintieron, también colocaron una botella junto a la mesilla del medio junto con unos pequeños vasillos.

La botella comenzó a girar provocando en cada uno de nosotros una gran incertidumbre. Finalmente terminó cayendo a manos de una chica de cabello oscuro y un chico de piel morena. Sin mucho ajetreo se llevó a cabo el beso y el juego siguió en movimiento.

El bullicio y la emoción en ningún momento dejaron de cesar. Ya me comenzaba a agobiar tanta multitud, no pude evitar plantearme las tantas cosas que podría estar haciendo ahora sola en mi habitación leyendo, dibujando, cantando canciones de Morat.

—Eh, ¿Cris?—la observé.

—¿Si?

—Te toca.—señaló la mesilla.

—¿Qué?—me quedé en blanco notando como un lado de la botella apuntaba hacia mí. Joder.

El afortunado había sido un chico pelinegro de aspecto degradado. Era más que obvio que no estaba en sus mejores condiciones.

Él elevó sus cejas insinuante mientras me observaba ansioso.

—Eh... ¡Shot!—todos me observaron sorprendidos y decepcionados. No me podía importar menos.

—No seas aburrida, Cristina. Todos han cumplido con el reto.—señaló Mark con fastidio. Rodé mis ojos. La chica que minutos atrás trajo la botella tomó uno de los vasos y ante mis indicaciones lo sirvió. Cuando estuve a punto de pegarlo a mis labios un manotazo me lo impidió.

—¡¿Qué sucede?! ¿Tienes miedo?—el chico de momentos atrás se levantó tambaleante.

—¡¿Eres idiota o qué?!—recogí el vaso del suelo. Por suerte no estaba roto.

—¡Por lo menos yo no soy una jodida virgen!—todos comenzaron a murmurar trás un alargado 'ooh'.

—Virgen o no, no me besaría contigo ¡Pedazo de asqueroso!—exclamé furiosa mientras me levantaba con todas las ganas de darle una buena bofetada.

Él se levantó a mi par.

Perfecto, ahora me hará todo más fácil.

Mi cuerpo chocó con alguien haciendo que diese unos pasos atrás. Aiden me daba la espalda mientras extendía sus brazos restringiendo el paso de aquel despreciable idiota.

Clara me tomó del brazo y me sacó fuera.

—¡Vamonos ya! Llama a Kenner.—asentí tomando mi celular y marcando.

—¿Si?—su voz se oía somnolienta.

—¿Podrías venir? Es Cristina.—aclaré por si las dudas.

—¿Cris...? ¡Oh, sí! ¡Ya mismo voy!

Luego de una breve despedida colgó. Cuando ya estuve un poco más calmada no dudé en preguntar.

—¿Quién era ese?—me ahorré mencionar idiota.

—Claus.—asentí y alcé mis cejas con ironía—. El líder de una banda.

—Oh...—¿había escuchado bien? Se que este pueblo no es lo más seguro que digamos pero, ¿así?

—¿Entonces por qué los invitaron si son tan peligrosos?—aún estaba algo confundida.

—No lo son si no llamas asqueroso al líder.—respondió con obviedad.

—Tienes tu punto.—rodó sus ojos.

—¡Ustedes! ¡Vamos!—al girarme noté a Aiden intentando llamar nuestra atención.

—¡No es necesario ya nos vendrá a buscar un auto!—aseguré despreocupada.

—¡¿Quieren morir o qué?!—miré a Clara horrorizada y ella me observó igual. Rápidamente lo seguimos.

—Suban.—sin rodeos nos montamos en el lujoso descapotable. Ambas en los asientos traseros.

El arrancó a toda velocidad, segundos después ví a muchos chicos saliendo con botellas en sus manos, entre ellos Claus. Por suerte no nos llegó a notar debido a una suertuda curva.

—Mierda, por poco.—solté todo el aire retenido y me fundí en el coche. Observé a Clara quien miraba a la nada con los ojos muy abiertos.

—Esta fue...—hizo una pausa entre sus palabras. Lo sabía, lo había arruinado—. ¡La mejor noche de mí vida!—exclamó alzando los brazos.

—¡¿Qué?!—cuestionamos Aiden y yo al mismo tiempo.

Uy, ya unas palabras en común, ¿qué queda? ¿La propuesta de matrimonio?

El viaje fue en silencio mientras me cuestionaba como afectaría esto a mi vida a partir de ahora, supongo que casi nada.

Al llegar solo compartimos unas pocas palabras de despedida. Habían sido solo quince minutos de viaje, mientras que con Kenner fueron un poco más de veinte.

Desde hace unos minutos siento que he olvidado algo pero no logro recordar qué.

Me encogí de hombros restándole importancia a mi ataque de amnesia y me terminé por acomodar en la cama, no dudé en sacarme mis shorts elásticos, que ya comenzaban a incomodarme.

De repente una canción sonó.

Ella iba caminando sola por la calle.
Pensando, "Dios, que complicado es esto del amor".
Se preguntó a sí misma, cuál habría sido el detalle, que seguro Cupido malinterpretó.

Él daba, como cada noche, vueltas en la cama.
Sonó, de pronto, una canción romántica en la radio.
Quizá fue Michael Bolton quién metió el dedo en la llaga.
Y cómo no encontraba el sueño, fue a buscarlo.

Aún estaba confusa preguntándome de la procedencia de la canción, aunque de igual forma sintiendo cada parte de ella y cantando a todo pulmón. Como un balde de agua cayó la realidad en mí. Era mi tono de llamada.

Rápidamente tomé mi celular en mano y acepté la llamada. Que persistente.

—¡¿Dónde están?!—la voz de Kenner ensordeció mis oídos.

—¿Qué? No grites.

—¡Llevo más de quince minutos buscándolas! ¡¿dónde están?!—tragué saliva, nerviosa. Lo había olvidado por completo.

—En casa.

—¡¿Qué?!—parecía alterado, y con razón—. ¡Me habéis hecho levantarme en plena madrugada para iros a buscar, y resulta! ¡¿Qué no estáis aquí?!

—Eh... Técnicamente, si.—intentaba mantener la calma por los dos, lo que para él no funcionaba.

—¡Te voy a matar, a ti y a Clara! La próxima vez que las vea las voy a...

Colgué la llamada de golpe, basta de meterse en líos por hoy. Había olvidado lo agresivo que se volvía Kenner cada vez que se nos pasaba por la mente molestarlo.

Pobrecillo.

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