Capitulo 15: La despedida

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CAPITULO 15

La despedida

CLARK

A Clark le costó conciliar el sueño esa noche. Se despertó a las nueve de la mañana, pero se quedó en la cama.

No tenía prisa por hacer nada.

No tenía trabajo.

Nadie le estaba esperando en ningún sitio.

No tenía nada que hacer.

Se quedó tumbado mirando al techo, envuelto en sus propios pensamientos. En su propia soledad, intentando analizar todo lo que le había sucedido en los últimos meses.

Su vida nunca había sido sencilla pero es que ahora era un autentico galimatías.

Puede que Clark Kent fuera un humilde granjero criado en un pequeño pueblo de Kansas. Puede que la vida para él hubiera podido ser simple: Sembrar la tierra, cuidar de los animales, casarse y formar una familia.

Clark sabía que hubiera sido feliz, pero cuando tomó la decisión de convertirse en el hombre de acero, su vida cambió para siempre.

Clark Kent compartía su vida con Superman y Superman la compartía con todos y cada uno de los habitantes de la tierra y ahora, gracias a la noticia del Planet, todos esos habitantes pensaban que era un asesino.

A veces, aquel sencillo chico de granja se sentía desaparecer bajo el peso de la capa roja, bajo la responsabilidad de ser el héroe que todos esperaban, en vez de ser el hombre que realmente era.

Todo ello ante la más terrible de las soledades.

El teléfono de Clark sonó y lo sacó de su ensimismamiento.

- Hola, Jimmy - saludó mirando la pantalla.

- Tío ¡No te vas a creer lo que ha pasado esta mañana! – exclamó entusiasmado - ¿Te lo ha contado ya Lois?

- No - contestó - ¿Qué me tiene que contar?

- Bruce Wayne se ha presentado esta mañana a primera hora en la redacción, se ha metido en el despacho de Edge y se ha sentado en su silla. – El fotógrafo estaba emocionado – Cuando Edge ha entrado y lo ha visto ... tío ... tenías que haber visto su cara – hizo una pausa - Bueno, yo tampoco la he visto, pero me lo ha contado Corben, que se lo ha dicho Lory, que se lo ha dicho Marilyn, que justo en ese momento sí estaba en el despacho – Oh tío, era un poema de cara ... Clark ¿Sigues ahí?

- Sí ... sí , te escucho – dijo sin mostrar demasiado interés.

- Bueno, pues le ha soltado algo así como que Wayne Enterprises había adquirido el Planet hacía unos meses, porque a él le gustaba leerlo cuando se tomaba el desayuno por las mañanas y que últimamente el diario era una basura. Así que le ha dicho que quería dejarlo todo como estaba cuando lo compró – Se rió a carcajadas – ¡Lo ha echado a la puta calle tío! Y le ha dicho a Corben que readmitiera a todos los que antes trabajaban la redacción. Después ha salido del despacho saludando a todo el mundo ¡Cómo si fuera el rey de Inglaterra! ... - Hizo otra pausa – Clark ¡Vuelves a tener trabajo! ... ¿Clark?

- Sí ... Jimmy ... es ... es genial – dijo apagado.

- ¡Joder! Pensé que estarías un poco más alegre.

- Lo estoy ... y me alegro por Lois y por Adam y por todos los demás – suspiró llevándose una mano a la sien.

- Esta noche lo celebramos en el Jousy's, a las nueve ¿Ok CK? Lois también se ha apuntado, aunque la he notado un poco rara ... para mí que no le va muy bien con el pavo ese con el que vive.

- Allí estaré – dijo antes de colgar.

Clark apagó el teléfono, lo dejó caer al suelo y siguió en la cama. Se tapó la cara con la almohada como si eso le sirviera para desconectarse del mundo exterior.

Tenía hambre, pero no quería moverse. Quería permanecer allí por siempre, sin hacer nada. Tirado entre las sábanas. Disfrutando de la monotonía del hogar. 

Estaba harto de Bruce y lo que es peor ... estaba harto de Superman. Por culpa de ellos dos su vida se había sumido en el más absoluto kaos.

¿Pero qué estaba diciendo? –Se tapó la cara con la almohada – ¡Él y Superman eran la misma persona!


***


A las nueve y media de la noche Clark apareció en el Jousy's. Vio a Jimmy y a Lois sentados en una mesa y los saludó con la mano.

Se pidió una cerveza en la barra a la que María invitó y se sentó con sus amigos.

- Hola ... Clark – saludó la reportera haciendo una pausa como si no recordara su nombre.

- Hola, Lois – sonrió Clark - ¿Te encuentras bien?

- Yo ... estupendamente ... - dijo apartando la mirada ¿Por qué no habría de encontrarme bien? No me han apaleado, ni disparado ... ni nada por el estilo, pensó.

Clark la miró extrañado. El ritmo cardíaco de Lois era como el de alguien que acabara de correr una maratón.

- No le hagas caso, CK – dijo Jimmy dándole un sorbo a su coronitas – lleva ya tres whiskys.

Ninguno de los periodistas habló y el silencio se hizo incómodo.

- Deberíais estar más contentos – les recriminó Jimmy – Habéis sido readmitidos y lo tuyo Lois ... fue una pasada cuando pusiste a Edge en su lugar.

- Yo ...– dijo Clark – ...No voy a volver.

- ¡¿Qué?! – exclamaron al unísono el fotógrafo y la reportera.

- Lo he pensado muy bien – dijo tomando un trago de su birra – Y creo que necesito un cambio.

- Pero ... ¿Cómo un cambio? – Interrogó Olsen - ¡Tú eres periodista! Uno de los mejores, y siempre soñaste con trabajar en el Planet.

- Lo sé, Jimmy , pero necesito desconectar de todo esto – Sobre todo, desconectar de Bruce, pensó.

- Déjalo, Olsen – masculló Lois – Quizás, el "gran hombre" colapsó por tantas mentiras.

Clark se extrañó de la poca insistencia de la que había sido su gran compañera a no aceptar su readmisión, pero su mente se focalizaba en tratar de apagar las miles de voces que le atormentaban sin cesar.

La quedada de los amigos no se alargó mucho. Esa noche Lois no había sido la mejor de las compañías y Jimmy estaba más pendiente de una chica rubia de la barra que no paraba de mirarle.

Al menos, uno de los tres se lo pasaría bien esa noche.

Cuando Clark llegó a su apartamento puso sus cosas personales en un gran petate.

No había mucho que guardar, alguna foto de sus padres, un par de blocks de notas, algo de ropa y utensilios de aseo personal...

Se llevó la bolsa al hombro como si se echara el peso del mundo encima y abandonó el que había sido su hogar por más de seis años.


***


Clark deambuló por toda la costa Este del país sin rumbo fijo.

A veces algo le llamaba la atención en algún pueblo y paraba allí unos días.

Cuando el dinero se acabó, empezó a quedarse a dormir donde podía, en el bosque, en lo alto de alguna montaña, en la calle ...

El frío intenso del invierno no era problema para él.

Evitaba hacer uso de sus poderes, así que se desplazaba en autobús, autostop ... Con la barba que tenía, su aspecto dejado y su corpulencia no le resultaba fácil que nadie se parase a ayudarle. Más bien desconfiaban de él.

Podía haber ido a casa de su madre, pero no quería tener que darle explicaciones de cómo se había torcido su vida en los últimos tiempos, así que tan solo la llamaba de vez en cuando, o le escribía alguna postal para decirle que estaba bien. Ella pensaba que estaba en la fortaleza de la Soledad y él no le dijo lo contrario.

No tenía por qué preocuparse, pero en el fondo sentía que la había defraudado.

Una noche fría, una mujer de mediana edad vio a Clark bajo la lluvia sentado en un banco de la acera con la mirada perdida y mirando al vacío.

Le dio tanta lástima que se ofreció a darle un plato de sopa caliente en un restaurante que regentaba en un pequeño pueblo de pescadores en las afueras de St Martins.

Utilizando un nombre falso, Clark aceptó trabajar de camarero para Lory. Empezaba a estar harto de ir de aquí para allá, y quería poder lavarse la ropa y ducharse. La mujer tenía una caravana detrás del local que ya no utilizaba y se la había dejado a condición de recibir el salario mínimo.

Clark le estaba muy agradecido.

Los días en el restaurante se sucedían uno tras otro en aquel tranquilo pueblo costero donde nunca pasaba nada. Clark cumplía a rajatabla con sus compromisos laborales y cuando tenía tiempo libre paseaba por la playa o se iba al bosque cercano.

Echaba de menos volar, pero disfrutaba siendo  ... simplemente un humano más.

Sin archivillanos que quisieran apoderarse del mundo, sin oficiales de policía que quisieran matarle por ser simplemente quien era y sin ... Bruce.

Sin Bruce.

Todavía, cuando pensaba en él, sentía un nudo en estómago.

Un día como cualquier otro, Clark, que hacía llamarse Joe, limpiaba una de las mesas donde la borracha del pueblo había tirado toda su comida por enésima vez.

Sintió sus latidos pausados en cuanto la puerta se abrió.

Los lugareños se quedaron boquiabiertos al ver semejante belleza entrando en su bar.

Una mujer de uno noventa de estatura que vestía un pantalón negro vaquero ceñido y botas y chaqueta marrones de motorista. Al quitarse el casco su pelo ondulado negro azabache cayó sobre su espalda llegando prácticamente hasta la cintura.

Se sentó justo en la mesa que estaba al lado de Clark, para envidia de todos los camioneros y pescadores que habían dejado de comer, estupefactos.

- Hola, Diana – saludó Clark sin mucho entusiasmo. Se sentó frente a ella.

- Hola – respondió esbozando una leve sonrisa.

La amazona examinó a Clark que tenía el delantal puesto. Olía a pescado y a aceite de cocina. Llevaba una tupida barba y había perdido peso.

- ¿Qué haces aquí, Clark? – preguntó directa al grano como siempre.

- ¿No lo ves? – se echó hacia atrás en la silla – Soy camarero.

- Tú no eres ... camarero – dijo lentamente las palabras - ¿Qué haces aquí?

Clark apoyó los codos sobre la mesa y se tapó el rostro.

Diana tomó amistosamente una de las manos de Clark y entrelazó sus dedos con los de él.

- ¿Qué haces aquí, Clark? – volvió a preguntar suavemente.

- No lo sé.

- Entonces, vámonos – dijo vencedora.

Clark se quitó el delantal y se lo llevó hasta donde estaba Lory que contemplaba la escena con curiosidad.

- Gracias por todo – dijo y salió por la puerta detrás de la amazona.


***

Clark llegó a su apartamento estando seguro que su casero lo habría alquilado el día después de haberlo él abandonado ya que no le había pagado la última mensualidad.

De eso hacía seis meses.

Cuando su antigua llave abrió fue una inesperada sorpresa encontrárselo todo tan cuál él lo había dejado. Incluso mejor.

Todo estaba ordenado y limpio, con sábanas nuevas, toallas nuevas y microondas en la cocina.

- ¡Maldito Bruce Wayne! – dijo para sí cerrando la puerta con fuerza. 

A la mañana siguiente, Clark empezó a enviar currículums a todos los diarios de Metropolis y alrededores. A todos menos al Planet.

Nadie contactó con él en las semanas siguientes.

Al menos debía agradecerle a Bruce que en eso no hubiera interferido.

Jimmy le dijo que un primo lejano suyo había montado una cafetería en la once con la cuarenta y dos y necesitaba camareros. Clark no se lo pensó, necesitaba el dinero y al menos tenía experiencia.


Lunes

Apareció el primer día.

Justo acababan de decirle cuales eran las mesas de las que se tenía que ocupar cuando Bruce Wayne entró en el establecimiento. Vestía informal, con unos vaqueros gastados, una camisera gris y deportivas. Llevaba una gorra negra, gafas de sol de aviador y barba de una semana. Al menos así, era más difícil de reconocer para los demás.

Clark exhaló nervioso.

No quería verlo. No quería hablar con él pero se había sentado en medio de su zona y sido el primer día, no iba a decirle a la otra camarera que no le apetecía servir a ese ... lo que fuera.

- ¿Qué desea tomar? – Le preguntó sin disimular su enfado.

- ¿Qué me recomienda? – dijo bajándose las gafas, dejando que viera esos intensos ojos grises que en otro tiempo habían derretido el corazón del kriptoniano.

- Le recomiendo que mire la carta y me llame cuando lo sepa – le dijo tirándole el menú de mala manera sobre la mesa.

- Un té estará bien – dijo suavemente sin signos de enfado.

Clark le sirvió el té bajo la atenta mirada de su jefe que había visto su mal comportamiento anterior. ¡Sólo le faltaba eso! Ya se veía despedido antes de acabar el primer día.

Bruce se levantó a por la prensa, cogió el Planet de la barra de la cafetería y cuando acabó de ojear algunas páginas, se tomó a pequeños sorbos su té y se fue. Dejó una propina de doscientos dólares.


Martes

Entró en la cafetería a la misma hora, esta vez vestido al más puro estilo Bruce Wayne, con pantalones de traje de color gris, camisa azul, chaleco negro y zapatos de marca. Todo exclusivo y hecho a medida, por supuesto.

A la otra camarera casi le da un infarto al verlo, aunque pareció no reconocerlo. ¡Al fin alguien que leía libros en vez de revistas del corazón! – pensó Clark.

- Buenos días – le saludó amigable y se sentó en la misma mesa.

Clark se dirigió a él, irritado, y sin decir palabra se paró delante de él con el bolígrafo

en la mano y el block de pedidos.

- Un té – dijo pausadamente – ¿Tenéis la prensa de hoy?

- Sobre la barra – Dijo sin mirarle.

Bruce se levantó al mismo tiempo que Clark reanudaba la marcha así que sus cuerpos chocaron y el cuerpo del kriptoniano se tensó como un barra de acero.

Sus miradas se encontraron.

El oído de Clark escuchó el pulso de Bruce acelerado, como el suyo propio. El corazón del millonario estaba a punto de estallar y no se esforzaba en evitarlo, como sí habría hecho Batman.

- Te he echado de menos – susurró Wayne.

Clark se apartó como si ese contacto ajeno le quemara. Sus constantes estaban disparadas y aunque sabía que Bruce no tenía sus habilidades, el descontrol en su cuerpo era evidente hasta para el más ciego de los humanos.

Le sirvió el té, frío como un carámbano.

Aún así Bruce se lo tomó y se fue. Dejó una propina de doscientos dólares.


Miércoles

- ¿Qué quieres decir con que una OPA hostil? – decía un informal Bruce por teléfono mientras entraba a la misma hora de siempre en la cafetería.

Clark limpiaba las mesas de su sector con un trapo húmedo, mientras no podía evitar escuchar la conversación.

- ¿Un té? – preguntó Clark

- Me halaga que lo recuerdes – contestó al colgar, ante un Clark que bufó por su reacción.

- La Lexcorp ha lanzado una OPA contra el departamento de ciencias aplicadas de Wayne Tech– se sinceró Bruce. Sabía que le habría oído hablar con Fox.

- No me importa – mintió Clark – y se fue a hacer el té para su ... lo que fuera.

Kent le echó cuatro sobres de azúcar aunque sabía que Bruce odiaba el dulce y se lo dejó sobre la mesa.

- No quiero ocultarte nunca nada más – dijo serio Bruce mientras le daba un primer sorbo a su bebida y fruncía el ceño.

Aún así, se acabó su té y salió del local. Dejó doscientos dólares de propina.

Cuando se fue, el jefe del local, el primo de Jimmy le exigió que fuera más amable con aquel caballero que dejaba tan generosas propinas.

- ¡Por favor! – suplicó – No sé ... siéntate y habla con él.


Jueves

A la misma hora de siempre Clark ya tenía preparado un té al que le había echado unos granos de pimienta. Cuando lo vio entrar, de dirigió hacia él con la taza en la mano, pero Bruce no dejó ni que lo pusiera en la mesa.

- Hoy tomaré café ... solo.

¡Maldito Bruce Wayne! – pensó Clark, siempre un paso por delante.

Al llevarle el café, Bruce, vestido con unos vaqueros desgastados y una camisa azul marino desplegó unos papeles sobre la mesa.

- Aquí está el informe de Lupe Teresa Leocadio – dijo señalando unos documentos. – Clark estaba dispuesto a irse pero eso nombre lo detuvo en seco.

- ¿Tenemos que hacer esto aquí? – preguntó.

- Dime dónde más – contestó Bruce resignado – No coges mis llamadas, no has acudido a la Atalaya cuando se te ha convocado ...

- Mi comunicador ... se fundió ... Oh, está bien – se rindió Clark sentándose en la mesa frente a él, para regocijo de su jefe que lo observaba todo desde la barra alzando los pulgares - ¿Qué es lo que tienes?

- No se sabe nada de Leocadio antes de su ingreso en el Departamento de Policía de Metropolis hace dos años. Ni partida de nacimiento, ni familia, ni amigos, ni informes médicos. Nada. Como si antes no hubiera existido. – prosiguió – y nadie asciende tan rápidamente sin un padrino que te respalde.

Clark observaba a Bruce explicándose, se notaba que había investigado durante semanas. Eso era lo que mejor hacía.

Olía tan bien ... el perfume caro se mezclaba con su aroma natural formando una embriagadora composición. Llevaba la camisa desabrochada dos botones y podía ver parte de su pecho desnudo, incluso un trozo de cicatriz que le cruzaba el torso.

El corazón de Clark se aceleró y sus manos empezaron a sudar.

Respiró centrándose en su propia respiración, intentando apaciguarla, evitando pensar lo mucho que le gustaría acariciar ese pequeño trozo de piel bajo sus clavículas.

- Y el padrino, o mejor dicho padrina de Leocadio es Amanda Waller – Prosiguió Bruce en tono profesional - ¿Me estás escuchando?

Clark asintió con la cabeza.

- Esta es una foto de una cámara de tráfico del día que Leocadio te disparó y junto a ella está Anatoli Tinyenko – dijo mientras señalaba a un hombre en el interior de un furgón de la SCU. Es un mercenario ruso que trabaja para el mejor postor.- Sacó otra foto mientras Clark se centraba en la explicación de Bruce – Y esta es una foto del atentado al Banco Central de Metropolis, del día del atentado – señaló de nuevo a Tinyenko, saliendo del banco entre los rehenes. – Hizo una pausa para mirar a Clark – Ese día robaron siete kilos de Kriptonita de una de las cámaras acorazadas. No les importaba el dinero, Clark.

El kriptoniano miró a Bruce intentando asimilar toda esa información ¿Kiptonita?

- ¿Por qué me cuentas todo esto, Bruce? ¿Por qué ahora?

- Porque quiero ser sincero contigo... Te necesitamos Clark.

- Tú no necesitas a nadie – el kriptoniano se levantó y se puso a servir otra mesa donde se acababan de sentar dos señoritas que no paraban de sonreírle y saludarlo con la mano.


Viernes

- ¿Qué pasa Big Blue? –  Hal Jordan saludó a Clark dándole un abrazo - ¿Así que ahora eres camarero? – preguntó sorprendido sentándose en una de las mesas.

- Ya ves – sonrió Clark sabiendo que toda la Liga debía saber dónde se encontraba.

- Oye ¿Tienes un momento?

Clark se sentó en la mesa frente a Jordan, a la expectativa de lo que tenía que decirle.

- Barry se casa la semana que viene ...

- ¿Barry se casa? – preguntó sorprendido Clark.

- Sí tío, es que has estado fuera como medio año . Ha dejado preñada a Iris y el suegro ha amenazado con contarle los huevos si no la hacía pasar por el altar.

¡Barry iba a ser padre! – pensó Clark. ¡Qué gran noticia! Formar una familia, una verdadera familia.

Como la que él nunca podría tener.

- Total, que le estoy organizando una fiesta de soltero para esta noche... Sé que has estado un poco ... ausente ... pero significaría mucho para él que vinieras ... y para nosotros también.

- ¿Quién irá?

- Pues yo, Barry, Rick Flag, Arthur y tú. Si es que vienes.

- ¿Y Bruce?

- ¡Batman! ¡Estás de coña! – ni siquiera le he dado la satisfacción de decirme que no.

- ¿Dónde hemos quedado? – preguntó Clark ante la explosión de júbilo de su amigo que volvió a abrazarle.


Diez minutos después de que Hal se marchara, como todos los días de esa semana, Bruce Wayne entró en la cafetería, saludó a Clark con un leve gesto y se dirigió a la barra para coger el diario el Planet.

Hoy también vestía informal, con una barba cada vez más espesa y gafas de sol de espejo, cosa que hacía que la mayoría de gente no lo reconociera.

Continuó con su rutina y se sentó en la mesa de siempre junto a la ventana.

- ¿No te has atrevido a entrar antes? – preguntó Clark – Sé que llevas parado en la acera de enfrente más de cuarenta minutos.

- Pensé que te molestaría que Jordan nos viera juntos.

- ¿Me molestaría a mí o a ti, Bruce? – preguntó sarcásticamente el kriptoniano. Después le dejó un té con extra de sal sobre la mesa.

Sin apenas tocarlo, Bruce se fue de local cinco minutos después. Dejó doscientos dólares de propina.






HAL JORDAN

La despedida de Barry estaba siendo apoteósica. Habían empezado a las siete de la tarde en la atalaya. Le habían puesto a Barry un collar de flores y una diadema con un par de tetas en la cabeza. Idea de su íntimo amigo Hal, que se lo estaba pasando en grande.

Pero esa no fue la única ocurrencia de Hal en esa noche.

El Linterna estaba harto de que sólo Barry y él se emborracharan cada vez que salían, ya que ni Arthur ni Trevor probaban nunca el alcohol. Suponía que era porque a los peces sólo les gustaba el agua y porque Steve Trevor siempre estaba de servicio, como buen agente del gobierno que era.

¡Ellos se lo perdían!

Superman sí lo probaba de vez en cuando pero no importaba cuanto bebiera, era un desperdicio, ya que su fisiología hacía que el alcohol no le afectara.

De los poderes del kriptoniano ese era el más coñazo de todos, a ojos de Hal.

Así que el Linterna le había pedido a su amiga Zatanna que fabricara algún brebaje especial para Superman, y así reírse todos un rato. La bruja se negó en rotundo pero Hal era un pesado insistente y no cesó en perseguirla hasta que accedió. No todo los días se casaba un miembro fundador de la Liga.

Metió el espeso brebaje en dos botellas de wisky, dispuestas a ofrecérselas al pobre granjero que también tenía derecho a un poco de diversión.

Era una idea genial ¿O no?

A las doce de la noche, los cinco amigos habían acabado en una mesa de la concurrida discoteca Manhattan de Metropolis.

Hal no paraba de reírse a costa de Barry, que llevaba horas hablando sobre que no estaba preparado para ser padre y Superman...

¿Qué decir de Superman?

El kriptoniano se había bebido ya la primera botella de whisky. Al principio había sido reacio a probarlo pero poco a poco se fue animando y los resultados saltaban a la vista.

Apenas se mantenía derecho y no paraba de reírse a carcajada limpia.

Se dispuso a abrir la segunda botella cuando Rick se la quitó de entre las manos.

- ¿No crees que ya has bebido suficiente? – Por supuesto Flag no entendía cómo es que Superman estaba borracho ya que en sus informes, había leído que era totalmente inmune.

- Rickkkk – arrastró las palabras el kriptoniano - dejaaa esa gotella en la messsa si no quiedes que te arranquee el brazZzo.

El agente dejó la botella con semblante preocupado y se levantó de la mesa para hacer una llamada de teléfono.

Hal, con un par de copas de más, se partía el culo de la risa y Barry, también borracho, apenas se daba cuenta de nada.

Las carcajadas de Hal cesaron súbitamente un cuarto de hora después ¡Qué bajón!

- ¿Ése es Batman? – Dijo el Linterna señalando a Bruce Wayne que cruzaba la pista hecho una basilisco en dirección a ellos.

Wayne se plantó delante de la mesa encolerizado.

- ¡Ala, ya se acabó la fiesta! – se quejó Hal.


BRUCE

- Andaaaa .... Pero sssi el cabaleroo oSscurooo de Gothamm nos honraa con sssu preSsenciaa – pronunció Clark con dificultad mientras daba otro sorbo directamente a la botella. – No erres tannnNn ferozZz sin tu trajee de murciégalo ¿Eh? – se rió de él mientras le cogía por la mejilla y le pellizcaba. – Tengo pis, me voy a mear.

Se levantó tambaleándose dispuesto a llegar al servicio.

Bruce estaba fuera de sí.

El resto del grupo ni siquiera se atrevió a mirarlo y las risas cesaron sabiendo que les iba la vida en ello.

¿Clark acababa de pellizcar a Bruce en la mejilla? Y lo que era más raro ¿Aún respiraba para contarlo?

Bruce miró totalmente sorprendido como el kriptoniano intentaba abrirse paso entre la gente sin aguantarse apenas de pie.

Se tropezaba con las personas que intentaban buscarse un hueco en la pista de baile

- Pedrdon – se disculpaba el kriptoniano. Era como si un tanque los acabara de arrollar.

- ¿Está borracho? – interrogó Batman a sus compañeros de la JLA.

- Puede que ... un poco – dijo Hal juntando el dedo índice y el pulgar.

Bruce se sentó en la mesa mientras Barry se mordía los labios para no descojonarse también. Sabía que eso lo pagarían muy caro.

- ¿Cómo puede ser? – les preguntó Bruce furioso.

Curry, Flag y Allen señalaron a Hal al unísono.

- ¡Chivatos! – les recriminó éste molesto acabándose su cubata.

- Díme cómo Jordan o te juro que ... - amenazó Batman

- ¡Fue Hal! – contestó rápidamente Barry – qQue le pidió a Zzzatanna que lee lanzZzzarraa no sé qué mierddda de hechizooo al whisky de Clarkk, pero no se lo tooomes en cuenta - hizo una pausa para no vomitar – que él nnnni siquieraaa lo sSabía.

- ¿Qué habéis hecho qué? – se exasperó Bruce sabiendo de la debilidad de Superman ante la magia - ¿Os habéis vuelto locos? ¡Inconscientes! – exclamó con la mandíbula tensa – Ya hablaremos sobre esto – sentenció mientras iba tras Clark, que ya estaba haciendo cola en los servicios y se apoyaba en la pared para no caerse.

- Clark – le dijo suavemente para no alterarlo – Vámonos a casa.

- Tuuu a miiii Nno me mandassss – dijo alzando un dedo hacia el pecho del murciélago.

- Te han echado algo en la bebida y tú no eres tú mismo ... estás borracho.

- Nnno digasss tontedías a mmi nNno me affekta el alcohol.

Era como una bomba de relojería a la que le hubieran quitado el temporizador.

Cuando Clark salió del lavabo se fue directo al espejo y se mojó el pelo y la cara con el agua del grifo en un gesto tremendamente sexy. Al menos no se quitó las gafas para alivio de Wayne.

Uno de los hombres que estaba a su lado se fijó en él.

Clark llamaba mucho la atención.

Vestía unos vaqueros azules que se ceñían dibujando un culo perfecto y una camisa blanca arremangada y desabotonada hasta la mitad.

Sus casi dos metros de altura y su formidable musculatura hacían que no pasara desapercibido.

- ¿Buscas compañía? – le dijo aquel hombre.

El kriptoniano lo miró sorprendido

- ¿Me habalss a mmi?

- No tengo ojos para nadie más – le dijo en un claro intento de flirteo.

Bruce estalló y agarró a Clark por el brazo, pero el kriptoniano sólo se rió sin moverse ni un ápice.

- Te prdessentoo a Mmmi nNovio ... ess Terrícolaaa ... Tttiennne la peil tan suaveee y es tannn frágGgil - dijo mientras le cogía de la mano y empezaba a apretarle los dedos.

El hombre se fue rápidamente al ver la mueca de dolor en el rostro de Bruce. No le iban esos rollos sadomasoquistas y además, tampoco quería meterse con otro titán.

- Clark ... para ... - le pidió cuando escuchó sus huesos crujir - Me vas a romper la mano.

Clark soltó su agarre al instante y subió las escaleras que le llevaban a la pista de baile.

Bruce se maldijo por haberse dejado el anillo de kriptonita en la Batcueva, en un claro intento por autoconvencerse que ya no era necesario.

¡Estúpido! – pensó para sí mismo

Sonaba la canción de Hight de Tope Lo a todo volumen cuando Clark se puso a bailar desenfrenado sonriendo sin parar.

Una chica rubia de apenas veinte años advirtió la presencia del que pensó que sería el mejor espécimen de la discoteca y empezó a pegarse al Kriptoniano disimuladamente. Éste se dio cuenta y lejos de apartarse agarró a la rubia por la cintura y juntó su cadera con la de ella hasta que no hubo separación entre ambas.

La chica del minivestido se contoneaba a ritmo de la música contra el cuerpo de Clark mientras Bruce observaba la escena a escasos metros apretando los puños con fuerza.

Clark se abalanzó sobre ella y la besó en el cuello, agarrándola por la cintura y el pelo, sabiendo que él le estaría mirando.

El murciélago separó bruscamente a la chica del cuerpo de Clark que la dejó ir sin resistencia.

- ¿Estás contento? – preguntó Bruce furioso.

- Te pagggo con la misSsma moneda – dijo algo más serio Clark – EssS solo ppara GgGuardar las apariencias.

- ¡Tú no eres así!

- ¿Y tú qué sabes cómo soy? Nnadie en este jodido planeta sSabe cómo soy, porque no soy igual que nNadie de vosotros – gritó con rabia.

La discoteca estaba abarrotada, pero la tensión ente los dos hombres era tan palpable que un corrillo empezaba a formarse alrededor de los dos héroes cuando Arthur intervino.

- Clark – le dijo el atlante al oído– Tienes que calmarte. Estamos en un sitio cerrado lleno de gente. ¿No querrás hacerle daño a nadie?

El kriptoniano frunció el ceño, como tomando consciencia de sus acciones y se sintió avergonzado de sí mismo sin comprender muy bien qué le estaba pasando. Se llevó las manos a los oídos. La música estaba demasiado alta, la cabeza le iba a reventar.

Clark buscó a Bruce con la mirada hasta que vio cómo extendía su mano para que la cogiera.

Así lo hizo.

Salieron por la puerta de emergencia hasta un callejón solitario.

La noche era calurosa.

- Te acompaño hasta tu casa – le dijo Bruce sacando las llaves de un deportivo aparcado dos calles más abajo.

- No. No qQuierro estrpeArr la tapiceríaa detu carissmo cotxe – dijo mirando al suelo.

- No importa – contestó Bruce – tengo muchos más.

- Prefiero irrr vVolando – dijo elevándose para caer estrepitosamente al lado de un contenedor de basura, unos metros más allá.

Bruce caminó pacientemente hasta la posición del kriptoniano y le tendió la mano, para ayudarle a incorporarse.

Clark la cogió, pero no para levantarse si no para tirarlo hacia él, de tal manera que Bruce quedó encima del cuerpo del kriptoniano.

Sus miradas se encontraron y el pulso de ambos se disparó.

CONTINUARÁ ...

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