Parte 38: Vacaciones

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En el pasado, no había habido periodo de tiempo más desagradable para Joseph que la semana de exámenes finales. Ya fuesen de nivel escolar o universitario, el estrés que conllevaba había irritado considerablemente al chico cada año de su vida como estudiante. Joseph no había tenido reparos en afirmar que hubiese dado un dedo con tal que evitar dar los exámenes, no porque fuese alguien incapaz, sino porque le resultaba demasiado aburrido y molesto las horas de estudio que incluían cada una de las evaluaciones.

No obstante, cuando llegó la etapa de exámenes finales tras concluir con el tercer reto, Joseph agradeció al cielo con toda su alma. Si bien las pruebas a las que debía enfrentarse le resultaban igual de molestas, representaban excusas perfectas para suspender todas las reuniones del Club del Terror.

Ello era necesario ya que Joseph no se sentía con el valor suficiente para ver a Hans a la cara. Así, el chico decidió utilizar la semana de exámenes para pensar en alguna excusa que pudiese arreglar, al menos un poco, la situación con su amigo. Era muy posible que no lo consiguiese, pero era peor no hacer nada al respecto.

Si bien los exámenes le permitieron evitar el contacto con Hans y Edward, no fueron lo suficientemente efectivos con Lilian. La chica, con justa razón, pasó la semana entera pegada a Joseph todo el tiempo que le fue posible. Él no podía hacer nada para evitarlo y, a fin de cuentas, había comenzado a apreciar la atención de Lilian. Al fin y al cabo, era la primera enamorada oficial que tenía en su vida. Y, a pesar de que de manera muy regular se sentía culpable y se arrepentía, Joseph empezó a tratar a Lilian de la misma forma con la que había tratado a Sia.

Obviamente, una parte de la conciencia de Joseph lo instaba a terminar su relación con Lilian ya que, de cualquier forma, no la quería en verdad. No obstante, el chico temía que, de hacerlo, ya no le quedase nadie con quien contar. Si Lilian y Hans se alejaban de él, Edward probablemente haría lo mismo. De esa manera, Joseph se percató de que su mayor miedo era terminar completamente solo.

...

No obstante, al finalizar el último de los exámenes, Joseph cayó en la cuenta de que no había pensado en ninguna excusa para amistarse con Hans.

Aquella tarde, luego del examen, Joseph estaba volviendo a su casa en compañía de Lilian. La chica había tenido la idea de visitar a la familia de Joseph, y él considero que era una buena oportunidad para presentar a Lilian formalmente como su enamorada. Al fin y al cabo, no se lo había dicho a nadie hasta el momento, lo cual era extraño ya que no había estado intentando ocultarlo.

Joseph caminaba con preocupación, completamente absorto en sus pensamientos. Dio un gran bostezo y se frotó los ojos, recordando que la noche anterior se había quedado despierto porque temía encontrarse nuevamente con el Embaucador. Había pasado más de dos semanas sin noticias del ente caótico, y cada nuevo día contaba para su regreso junto con el cuarto reto.

—¿No has dormido bien, Joseph? —preguntó Lilian, dulcemente—. Durante el examen también estuviste bostezando.

Joseph consideró que era innecesario preocuparla, así que decidió utilizar una de sus mejores excusas y, la que él creía, era la más factible.

—La culpa la tiene mi débil fuerza de voluntad —contestó Joseph, forzando una sonrisa—. No fui capaz de resistir una buena película de terror a pesar de que eran las dos de la mañana.

Lilian meneó la cabeza, riendo suavemente, y empujó a Joseph de manera juguetona. Joseph no pudo evitar reír también, pero una extraña sensación se apoderó de él. Presentía que había vivido una situación similar en el pasado. Tal dejavú resultaba increíblemente incómodo, por lo que Joseph intentó ignorarlo atribuyéndolo al estrés que estaba sufriendo.

—¡Por fin acabamos los exámenes! —exclamó Lilian repentinamente, despertando a Joseph de sus ensoñaciones—. Aunque desde hace una semana que no vemos ni a Hans ni a Edward...

—Ya tendremos tiempo de retomar las reuniones del Club.

Lilian asintió en silencio. Continuaron con su lento andar por un tramo más, hasta que la chica suspiró y dirigió su mirada a Joseph.

—Este es el camino que siempre recorrías junto a Sia, ¿verdad?

El rostro de Joseph se crispó al instante. Hace un tiempo considerable que no había escuchado a alguno de sus amigos mencionar a Sia, por lo que no estaba preparado para ello. Peor aún si era precisamente Lilian quien se atrevía a sacar el tema a flote.

—Eh... sí. ¿A qué viene eso?

—Nada... a veces siento que estoy ocupando un lugar que le correspondía a ella.

Joseph abrió la boca para responder, pero su mente quedó en blanco. Suponía que su obligación era calmar a quien se suponía era su enamorada, pero no sabía que decirle. Cualquier frase clásica como "tú eres las única ahora" o "ya lo pasado, pasado" no le sonaban más que a clichés melosos sin valor alguno. Asimismo, incluso Joseph había pensado algo similar muchas veces. Desde la muerte de Sia, Lilian parecía haberse acercado mucho a él.

­—¡Joseph! —exclamó Lilian repentinamente—. ¡Cuidado!

El chico no tuvo tiempo de reaccionar y se dio de bruces con una pared enfrente de él. El golpe, además de aturdirlo, le permitió recordar algo. Su sensación incómoda no era un simple dejavú, sino que en verdad había vivido una escena increíblemente parecida hace ya muchos meses.

—¡Lo siento mucho! Es mi culpa por haber dicho algo extraño —se disculpó Lilian, tomándolo del brazo—. Ya llegamos a la estación.

—¿Ah...? ¡Vaya!

Joseph se dejó llevar por Lilian, intentando recordar el día en el que había conseguido la memoria portable del Embaucador. Según su débil memoria, él y Sia habían llegado a la estación y ella se había encontrado con un grupo de sus amigos, por lo que él se había hecho a un lado para pasar el rato con su celular.

Tal como se temía, luego de conseguir los pasajes, Joseph y Lilian se dirigieron a la parada de trenes y se encontraron con unos conocidos de la universidad. No obstante, a pesar de que estos saludaron animadamente a Lilian, la chica les devolvió un frío "hola" y se apartó junto a Joseph.

—Ahora solo queda esperar —comentó la chica, con una radiante sonrisa, aún sin soltar el brazo de Joseph.

El chico decidió matar el tiempo con su celular, ya que no tenía ganas de hablar con Lilian y ella tampoco parecía tener la intención de iniciar una conversación.

Joseph sacó su celular del bolsillo de su pantalón, pero le resultó muy difícil utilizarlo con una sola mano, ya que Lilian aún no soltaba su otro brazo. Viendo el lado positivo de la situación, cualquier hombre se habría sentido dichoso de tener un brazo tan cerca del escultural cuerpo de la chica, aunque Joseph no era alguien a quien le agradaran las cuestiones de corte lascivo. Él no estaba seguro si pudiese resultar grosero liberarse de aquel agarre, así que prefirió ir a la segura y esforzarse con la mano que le quedaba libre.

Ingresó a un portal de noticias paranormales, percatándose que desde el encuentro con el Embaucador no había vuelto a buscar nada relacionado al terror en Internet. El blog contenía las clásicas leyendas urbanas y creepypastas, pero la sección que a Joseph le interesaba era la referida a las noticias de actualidad.

Allí encontró un artículo en el que se informaba que Markus Chase, un psicópata hematófago, había sido atrapado en Rypriat, una ciudad vecina a Laseal. Joseph recordó que, hace un buen tiempo, había leído en esa misma página que se habían producido extraños asesinatos en la susodicha ciudad, por lo que aquel hombre debía de ser el culpable.

Joseph levantó la mirada del celular y se encontró con algo realmente desagradable. A unos cuantos metros de él, entre la multitud de personas que iban de un lado a otro, se encontraba la inconfundible figura de la forma infantil del Embaucador. El ente caótico observaba inexpresivamente a Joseph, con sus ojos violeta entrecerrados. Joseph chasqueó la lengua y desvió la mirada, ignorando la presencia de aquel ser.

Tras unos minutos, los altavoces de la estación anunciaron que el tren que Joseph y Lilian esperaban estaba por llegar.

—¡Ya era hora! —exclamó Lilian, soltando el brazo del chico y poniéndose de pie.

Joseph la imitó y buscó al Embaucador con la mirada. Para su sorpresa, encontró a la niña de cabello carmesí hablando seriamente con un peculiar hombre. Este tenía la piel de un color tan profundamente oscuro que daba la sensación de estar envuelto por completo en una tela negra. Llevaba un pesado abrigo de piel y un sombrero de ala ancha, ambos del mismo color que su piel, lo cual le otorgaba un aspecto inquietante. A Joseph no le costó mucho recordar que había sido ese mismo hombre al que había visto en esa misma estación el día en el que había encontrado el pendrive que contenía la creepypasta del Embaucador.

No obstante, Joseph no tuvo tiempo de seguir observando a aquel extraño par, ya que Lilian comenzó a jalarlo con dirección al tren estacionado. El chico se dejó llevar y perdió de vista al Embaucador y a su extraño acompañante, presintiendo que estaba dejando pasar una oportunidad única para conocer más a su enemigo.

...

Todo transcurrió con normalidad y el tren arribó a su destino. Al llegar a su casa, Joseph reunió a sus padres y a su hermana y anunció públicamente su relación con Lilian. El chico, aunque reconocía que hacer un anuncio así no era algo usual, había planeado hacer algo similar desde hace mucho tiempo. No obstante, en sus planes siempre había considerado a Sia como parte de aquello.

Su familia reaccionó con desconcierto, mientras Lilian se ruborizaba profundamente y afirmaba en silencio. Tras la sorpresa inicial, los padres de Joseph felicitaron a la joven pareja y cenaron todos juntos. Si bien la situación volvió a la normalidad durante la comida, Joseph sintió que su hermana lo miraba con reproche y decepción.

Al acabar la velada, ya muy entrada la noche, Joseph acompañó a Lilian a la estación.

—Muchas gracias, Joseph —murmuró Lilian, antes de subir al tren.

—Fue mi madre la que preparó la cena —bromeó Joseph—. No he hecho nada que merezca agradecimiento.

—Gracias por tomarme en cuenta...

Dicho ello, Lilian cerró los ojos y levantó levemente el rostro, con las manos entrelazadas. Joseph tensó todo el cuerpo, sabiendo que el evento que había temido desde que cumplió el tercer reto por fin había llegado. Reconocía que no tenía opciones y solo le quedaba cumplir su papel. No obstante, algo dentro de él se negaba a reaccionar como se esperaba. Simple y llanamente, era incapaz de besar a Lilian.

Repentinamente, la alarma que anunciaba que el tren estaba a punto de partir sonó estrepitosamente. Lilian se sobresaltó por el ruido, y Joseph decidió no perder esa oportunidad.

—Cuidado que vayas a perder el tren —dijo y besó a Lilian en la frente—. Nos vemos mañana.

Ella ladeó la cabeza, obviamente muy decepcionada, pero no discutió y subió al tren. Joseph no esperó a que el vehículo partiera y salió de la estación a paso rápido.

Aun podía recordar la extraña sensación que lo había embargado en el momento en el que Lilian había cerrado los ojos. La explicación más simple era que besar a Lilian hubiese sido una traición a la memoria de Sia que seguía viva en él. No obstante, si tan solo fuese eso, entonces Joseph ya había traicionado sus propios sentimientos cuando besó a Kihara la noche en la que resolvió el Enigma.

La sensación que había tenido con Lilian había sido completamente distinta. Por un segundo, Joseph se sintió tentando a compararla con la incomodidad que sentía al estar en presencia del Embaucador. En otras palabras, era la sensación de estar cerca de algo que no era humano.

Joseph menó la cabeza, intentando liberar su mente de aquellas preocupaciones absurdas. Lo único que había conseguido con ello era embargarse a sí mismo con un intento temor sin sentido. Esto lo obligó a cubrir el camino hasta su casa al trote, lo que lo dejó sin aliento al llegar. Su único objetivo en aquel momento era poder tirarse en su cama y dormir como un tronco.

No obstante, sus planes fueron retrasados debido a la presencia de su hermana justo enfrente de la puerta de su habitación. La chica aún mantenía un gesto de reproche en el rostro.

—Aparta, Kathe, estoy cansado —dijo Joseph, dando un bostezo.

—¿Así que Lilian, eh? —espetó Katheryne en son de burla—. Eres mucho más patético de lo que esperaba, hermanito.

Joseph enarcó una ceja, sorprendido de aquel mordaz comentario

—¿Qué mosca te ha picado?

—No ha pasado ni un año de la muerte de Sia... Y tú...

Kathe decidió no decir más y se limitó a plantar una mirada asesina en Joseph.

—Metete en tus asuntos —masculló el chico, empujando a su hermana.

Joseph ingresó a su cuarto y cerró la puerta con violencia sin siquiera prender la luz. Le dolía mucho que Kathe se hubiese decepcionado de él sin que pudiese explicarle nada. Sin ganas de pensar en nada más, Joseph se tiró a su cama y cerró los ojos.

—No pareces estar de buen humor, Joseph Irolev —susurró una suave voz femenina de entre las sombras.

Joseph no podía ver nada debido a la oscuridad, pero los dos brillos púrpura dejaban en claro que se trataba del Embaucador en su forma infantil. El chico pensó en preguntarle quién era aquel hombre de piel oscura con el que había estado hablando en la estación, pero luego consideró que era mejor guardarse esa información para después.

—¿Sabes? Los tres primeros retos siempre son los más fáciles en casi todos mis Juegos —continuó el Embaucador—. Pero más de la mitad falla al intentar completar el cuarto.

—Deja de dar vueltas y suéltalo —exigió Joseph sin siquiera moverse.

Un halo de luz nocturna se coló entre las cortinas cerradas de la habitación y reveló que el Embaucador sonreía con malicia.

—¿Ya estás de vacaciones?

—Eh... —Joseph se sorprendió por aquella pregunta tan banal—. Sí, justo hoy acabó el ciclo.

—Magnífico. —La sonrisa del Embaucador se ensanchó aún más—. Porque, a partir de este punto, necesitarás de todo el tiempo libre posible.

Joseph no respondió, sintiendo que un sudor frío le recorría la espalda.

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