Capítulo 1:El principio de todo

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Se llamaba Marine Chevalier de soltera y de casada Gaskell y vivía en un pueblecito británico llamado Hillstone. Nacida de padre francés y madre inglesa, había ido a vivir allí después de la muerte de sus padres en un accidente, para ir a vivir bajo el cuidado de una tía abuela.

La tía abuela en cuestión resultó ser una auténtica bibliófila dueña de una inmensa colección de libros de todos las clases y géneros, entre los que se incluía obras en latín, griego antiguo y moderno, francés, alemán,español,italiano, portugués, polaco,ruso, turco, hebreo, sánscrito y árabe.

Aparte de la pequeña Marine, la anciana señora tenía otro familiar infante, hijo de una ahijada suya también prematuramente fallecida. La difunta no tenía familiares vivos y el padre de su  primogénito había ¨desaparecido¨ poco  después del nacimiento de este, así que Henry Gaskell, que ese era su nombre, se había ido a vivir con ella.

Así fue como Marine y Henry fueron desde la infancia compañeros inseparables, primero como amigos, luego como prometidos y finalmente como marido y mujer.

 Lastimosamente se encontraron con la circunstancia de que no podían tener hijos biológicos mas no tardaron demasiado en adoptar a un pequeño expósito de menos de un año, y así la familia convivio feliz durante treinta años.

Por desgracia, un día al señor Gaskell le llego el destino final e inevitable de todo ser vivo. Su viuda pensó que ese era el peor golpe que la vida podría darle....hasta que tan solo un año después le llego la horrible noticia de que su hijo Jeremy había muerto en un naufragio de camino a Escocia.

La anciana sobrevivió al inmenso dolor pero la sonrisa desapareció para siempre de su rostro. Se recluyo en su casa y solo salía cuando era estrictamente necesario. Sus vecinos al principio la visitaban a diario pero poco a poco, cansados de su apatía, todos fueron cesando las visitas hasta que finalmente los únicos seres humanos que entraban en casa de la señora Gaskell (aparte de ella misma) era una joven nativa del pueblo que hacía de cocinera y sirvienta al mismo tiempo llamada Natalie Chamber y que siempre traía consigo a su hija Leah. 

Leah había sido dotada con una gran inteligencia y le fascinaba, ya desde entonces, los libros así como aprender. La señora Gaskell siempre era amable y cariñosa con ella pues le recordaba al hijo que había perdido.

Por otra parte, Leah siempre escuchaba con verdadero entusiasmo los relatos orales de la anciana y le hacía preguntas sobre todos los temas posibles y siempre se ofrecía a ayudarla. El caso es que la anciana mujer no pudo evitar encariñarse con la niña. La sabia mujer no tardo en darse cuenta de que la niña poseía una gran inteligencia fuera de lo común.

Un día llamo a su madre y le pidió tener una conversación privada. La señora Chambers accedió y fueron al  gabinete. Ahí la viuda empezó a decir con voz grave:

-Señora Chambers, como habrá podido ver, últimamente su hija y yo hemos empezado a tener una relación muy estrecha. 

-Si, mi señora, lo sé, Leah habla mucho de usted, y he de decir que siempre con afecto. También he de decirle que le agradezco todas sus atenciones con ella.

-No me lo agradezca buena mujer, su hija es una niña muy buena. Sin embargo, ese no es el tema que nos concierne. Vera, me he percatado de que la pequeña tiene, sin duda alguna, un gran coeficiente intelectual. Una virtud así no debería ser desperdiciada. Es por eso que he decidido pagarle una educación como es debido en una de las mejores escuelas para señoritas de Londres, aunque por supuesto solo lo haré si usted y su marido me dan su aprobación.

Por unos segundos Natalie se quedó callada debido a la perplejidad, en absoluto se esperaba semejante propuesta por parte de la señora Gaskell. 

-No lo sé, señora....esto....eh.....como usted misma ha dicho primero hay que hablarlo con mi marido. Pero le aseguro que mañana le daré nuestra respuesta.

Esa noche se lo comentó a su esposo en el dormitorio:

-No te lo vas a creer pero resulta que la señora Gaskell le ha cogido tanto cariño a Leah que quiere meterla en un colegio de Londres y pagar ella misma las cuotas.

-¿Qué dices? ¿Esa mujer tan estirada con esa niña sabionda?

-Si, tal como lo oyes, a mí también me extraño mucho; vale que últimamente han pasado mucho tiempo juntas pero de ahí a esto... Y sin embargo ya ves como nuestra hija se la ha colado, y eso que es tan poca cosa la pobre, porque hasta yo, que soy su madre, tengo que reconocer que nos ha salido bastante fea y tampoco se la puede alabar por su feminidad; no le gusta la música ni el canto ni la costura ni siquiera la pintura y eso que sus profesoras lo han intentado mil veces pero que no, que no hay manera. Eso sí, le das cualquier libraco de medicina y se aprende todo de pe a pa. En resumen, la niña menos femenina que jamás he conocido- remato con un bufido de desdén - ¡Esto es culpa tuya, por permitir que tu hermano le preste tantos libros de eso¡

-Mujer, ¿y luego que quieres que haga? Ya sabes cómo es mi hermano que aunque se lo dijera no me haría ni caso. 

-De seguro que lo haría si te hicieras de respetar, siempre te he dicho que eres demasiado blando.

-¡¡Anda y déjame en paz, mujer¡¡ Además, ¿de qué te quejas; no dices que la señora Gaskell se ha ofrecido a pagar el dichoso colegio? Pues entonces dile que sí, que se lleve la niña a Londres o a donde le dé la gana y fin del asunto. ¡Y ahora a dormir¡

Y de un contundente soplo apagó la vela de la mesilla de noche (la única fuente de luz en el cuarto)  antes siquiera de que a su mujer le diera tiempo a replicar. 

Al día siguiente, Natalie le dijo a la señora Gaskell que después de discutirlo a fondo con su marido por horas, los dos habían acabado llegando a la conclusión de que en efecto esa era una gran oportunidad para Leah y que por eso habían decidido aceptarla. Así fue como Leah Chambers ingreso como alumna en el "Queen Elizabeth". 


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