El Flautista logró hacer desaparecer a todos los ratones, y a la mañana siguiente se dirigió personalmente a cobrar la recompensa que las autoridades le habían prometido. El alcalde burlándose y riéndose del músico, le dijo que era muy ingenuo si creía poder cobrar el dinero por el sólo hecho de tocar la flauta.
El Flautista se puso muy furioso y se marchó del lugar dando un fuerte portazo.
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