Capítulo 12: Rascacielos.

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Nagisa Shiota, con un curso en primeros auxilios, especialidad en "recadero" y aprendiz del mismísimo dios de la muerte, aun con todo eso combinado no lo preparó para lo que iba a escuchar.

—Nagisa kun tengamos una cita—Akabane Karma, burócrata celebre y estratega de élite, con una sonrisa demoniaca le estaba planteando el más grande enigma que jamás haya visto Nagisa Shiota.

La reacción del aprendiz de la muerte fue poner una expresión ceñuda mientras veía de pies a cabeza al individuo de cabello carmesí sentado detrás de un escritorio frente a él, como si tratara de descifrar lo indescifrable, después de varios minutos de estar meditativo por fin llegó a una conclusión.

—Está borracho—Declaró sonriente, pues era la conclusión más lógica que halló debido a la invitación tan repentina y fuera del lugar que le propuso el contrario.

Karma rió de buena gana.

—Oh no, estoy en mis perfectos cinco sentidos—Disfrutó de ver como nuevamente el contrario regresaba a su semblante ceñudo y analítico.

Después de unos segundos alzó la mano.

—¿Cuántos dedos ve aquí?

Karma le siguió la corriente con diversión.

—Dos.

—¿Y ahora?

—Tres.

—¿Y si hago esto?

—Estás haciendo una seña de saludo en lenguaje indio.

Nagisa se muestra sorprendido y alterado, como si estuviera viendo el peor de los presagios que se avecinan vestido de un elegante traje negro. Puso la mano en su mentón y volvió a pensar sobre el asunto antes de regresar la mirada sobre Akabane.

—¿Podría repetirme lo que me dijo en un principio?

—Nagisa kun, tengamos una cita...—Repite, entonces si oyó bien. La expresión de confusión absoluta del peli azul es una comedia pura.

—Ummm... ¿Para qué o qué?—Cuestiona y Karma vuelve a reír con la mejor de las ganas.

—Hay un local nuevo de postres al que quisiera ir.

—¿Y?

—Hay oferta para las parejas.

Ahh "allí está el detalle", Nagisa tenía un tic en la ceja mientras sonreía forzadamente al peli rojo.

—Por enésima vez, soy hombre.

—Lo sé—Replicó Akabane, disfrutando de lo que veía.

—¿Y bien? ¿No pretenderá que use una falda no?

—Uy, en ese caso voy por el plan "B" ¿Quieres venir entonces?—Decía, ahora apoyando los codos en el escritorio y haciendo un puente con sus manos en donde apoyó su mentón. Su mirada se volvió más serena mientras observaba al contrario.

Arquea una ceja todavía confuso. Akabane puso un semblante neutro y no bromista ¿Iba en serio? Nagisa junta las manos y desvía la mirada intentando no verse avergonzado, no estaba preparado para eso.

Ya sea broma o no, rechazarlo es lo más correcto. Pero cuando iba abrir la boca un toque en la puerta lo interrumpió. Karma se enderezó en el espaldar de la silla.

—Adelante—Ordena y la secretaria entra con un papeleo entre los brazos.

—Kenji sama llamó, dice que hay una reunión urgente en la que debe estar.

Karma parpadeó y luego bufó exasperado.

—¿Otra vez? Ese viejo y su manía de hacer reuniones—Se quejó mientras se levantaba—llama al chofer, saldré en unos minutos.

La mujer asiente con obediencia y se inclina antes de retirarse.

Karma mira su reloj, eran horas casi de almuerzo y Kenji invoca una reunión, era un viejo estricto pero respetaba las horas de descanso y de comer como si de un Dios se tratara. Él es un anciano particular, uno de los pocos que le vieron potencial cuando Karma inició como burócrata, tan metódico como para hacer reuniones a cal y tanto.

Quizás pasó algo urgente.

—¿Ocurre algo?—Pregunta Nagisa, tras verlo un largo rato perdido en sus pensamientos.

—Oh, sólo pensaba que se nos haría tarde para nuestra cita.

—¿Ah? ¿Va a seguir con eso?

Ríe con la mueca de incredulidad que le regala el Shiota, y terminan por irse ambos por la puerta.

.

.

.

.

El edificio en donde trabajaba Kenji era muy alto, con ventanas brillantes como espejos, cuando Nagisa vio el auto detenerse justo en frente a esa enorme construcción habló nervioso.

—E-Espere... ¿Iremos allí? —El tartamudeo del principio llamó la atención de Karma.

—Bueno, no nos detuvimos a hacer turismo—Responde con sarcasmo, de repente el más bajo pone una mueca temerosa en sus labios.

—¿A qué piso?—Detectando el temor en sus palabras, Karma empezó a unir puntos.

—Al último piso, en donde casi tocamos las nubes—El sobresalto casi imperceptible del más bajo confirma sus sospechas—oye... ¿No me digas que tú...?

Nagisa tragó grueso al ver una sonrisa maliciosa aparecer lentamente en el rostro de Akabane.

—¿Le temes a las alturas?

—S-Sólo es un poco de vértigo.

—Pero si te la pasas viendo el gran ventanal de mi oficina—Cuestiona cruzando los brazos y sonriendo divertido.

Nagisa desvía la mirada con vergüenza intentando ignorar la cara de burla que le estaba dando el peli rojo.

—Es distinto, el edificio en donde trabaja es robusto y hecho de cemento. Tan grande y firme como una montaña. Pero eso es apenas un palillo brillante, sosteniéndose de espejos y ventanas tan delgados como una hoja ¡Hasta una ave estrellándose podría tumbarlo!—Lo último lo dice sin ocultar lo alterado que estaba.

—Ohh, entonces no son las alturas lo que te asusta, sino los rascacielos—Agrega jocoso a lo que Nagisa bufa medio molesto, debido a que el contrario no toma en serio su miedo bien justificado.

—Mire, sólo valla y haga su reunión, se nota que en este sitio hay buena seguridad por lo que no habrá problema si me quedo...—Y cuando tenía la intención de alejarse hacia la dirección contraria, el más alto rodea sus hombros con un brazo y detiene su escape.

—Oh no, no, no. No debes huir de tus responsabilidades Nagisa kun—Karma apegó más el pequeño cuerpo hacia él y lo obligó caminar a su lado pese a su resistencia—me convenciste de que eres un buen cuidador, y ahora no puedes declinar. Ya no me siento seguro sin ti.

—¡P-Pero jefe!—Intentó excusarse y liberarse de ese brazo que lo apresaba, pero resulta que el Akabane tenía un agarre espartano y lo arrastraba como si de un muñeco se tratara ¿Cómo alguien así necesita protección?

Cuando llegaron al ascensor a Nagisa le subió el corazón a la garganta, poseía un elegante piso y pared de vidrio transparente, en donde se visualizaba perfectamente la altura a medida que subía. Lo que para una persona normal era algo sumamente hermoso y moderno, pero para Nagisa era un ataúd delicado y transparente.

—¡Mira Nagisa! Hay aves aquí, woooh casi que podemos sentir las nubes ¿Sabías que los aviones tienden a casi estrellarse aquí debido al tremendo reflejo del sol que hace este edificio? Creo hasta a mí me pone nervioso, oye mira una grieta...

Los comentarios inocentes/maliciosos del Akabane le negaban cualquier intento de pensar en otra cosa. Para cuando llegaron al dichoso edificio Nagisa tenía las piernas temblando.

Al fin, suelo firme...—Susurró tembloroso, sintiendo la dicha de tener suelo alfombrado a sus pies.

—Recuerda que aún estamos dentro del edificio, Nagisa kun—El peli rojo pasó a su lado tranquilamente mientras acomodaba sus corbata e ignorando la mirada de muerte que le dedicaba el más bajo.

En ese piso no había gran decoración más que el piso alfombrado rojo, las paredes amarillas y uno que otro cuadro. Además sólo estar la puerta del ascensor y la de la sala en donde sería la reunión.

Un hombre joven, con anteojos pequeños, se inclinó cuando vio a Karma acercarse.

—Kenji sama lo aguarda adentro, pero...—Dirigió una mirada de disculpa a Nagisa sorprendiéndolo—perdone, pero en este sólo puede estar personal autorizado. Le tendré que pedir que regrese abajo.

La mueca de espanto que dio el peli azul era un poema de tragedia, mientras que Karma, fingiendo toda la inocencia, tomó su frente.

—Oh cielos, que mal Nagisa...

—Usted lo sabía...—Karma contuvo la risa de ver la mirada de resentimiento puro que le daba el más bajo.

—Ni modo pues, por favor acompáñelo de regreso, y presione el botón del ascensor—Dice, saboreando cada palabra.

El mismo hombre que los recibió, guió a un Nagisa pálido y con miradas de terror de regreso al ataúd de cristal. Karma sólo lo miró divertido, burlarse de ese guardaespaldas no asesino se había vuelto un hábito, más porque Nagisa resultó bastante fácil de fastidiar, no lo dejó de ver hasta que las puertas del ascensor bloquearon su vista.

Se dirigió hacia la puerta de la junta, cuando iba a tomar el picaporte se percata de que se hallaba entreabierta. Eso lo extraña, Kenji era muy estricto con la privacidad y exigía que mantuvieran muy bien cerrado la sala. Medio extrañado, se dispone a entrar sin darle muchas vueltas, pero se paraliza por lo que ve.

Al final de la gran mesa de junta, se hallaba Kenji, en posición de descanso con los brazos recargados en la mesa, su silueta era apenas iluminada por la gran ventana en la pared de toda la sala. Karma se acerca a él, despacio y con un mal presentimiento en el pecho, aún cuando se sitúa a su lado el anciano no reacciona.

No lo escucha ni respirar.

—Oye viejo...—Lo llama, de esa forma que sabe que le enerva con la esperanza de que se levante de sopetón gritándole insultos como el gruñón que es.

Pero no lo hace.

Ahora con una mirada más calmada intenta dominar los sentimientos que le hacían estragos por dentro, lo toma suave y lentamente de los hombros para apoyarlo en el espaldar de la silla. Ojos dilatados y abiertos en una expresión de sorpresa, de su boca un tanto arrugada caía un hilo de saliva, pero lo que más denotaba era el cuchillo clavado profundo en su pecho.

Karma cierra los ojos y suspira pesado.

—¿Tenías que matarlo?—Dijo, lo suficientemente alto paraqué lo escucharan.

Una persona salió de detrás de una pared, un hombre con vestimenta negra y cabello castaño.

—¿Sabías que aún estaba aquí?—Pregunta con voz fría y sin emociones, Karma podía ver que éste no era un idiota como los que habían enfrentado anteriormente, su presencia denotaba la profesionalidad que ejercía. Un asesino de gran calidad.

—Tú asqueroso olor impregna la habitación—Dice, con un tono despectivo. Karma retira el cuchillo del cuerpo del anciano, y cierra sus parpados. Sin voltear en ningún momento a ver al asesino—¿Tenías que matarlo?—repite, esta vez más autoritario aunque sin alzar la voz.

—Seguiría con vida si hubiera hecho lo que le decía—Agrega con desinterés, sacando un arma de su bota y preparándola con munición—lo atrapé intentando enviarte un mensaje para advertirte.

—¿Sabes? Creo que eres lo más decente que me han enviado hasta ahora...—Y se gira lentamente a ver al asesino.

Sus ojos cobres brillan sedientos de sangre y su sonrisa es ácida, eso lo hace sonreír con algo de superioridad al asesino.

—Estás enfadado—Dice, y se percata de que Karma retrocede un paso, lo apunta con el arma—quieto.

Le advierte, pero es ignorado.

—Es gracioso, porque esa gran suma de dinero que están dando por mi cabeza...—Y retrocede otro paso, y cuando el contrario avanza un paso él retrocede otro hasta ganar distancia—ahora se convertirá en una deuda para quien sea que se encargue de tu velorio...

—Podría decirte lo mismo...—Dice, y la espalda de Akabane toca el vidrio de la ventana.

Ambos se sonríen mutuamente de manera sarcástica.

—Es increíble que aún en frente de tu muerte permanezcas con esa expresión pedante o...—Alza de nuevo su arma y la hace sonar al quitar el seguro—disimulas el miedo en tu interior.

—Sólo estaba pensando... sacando cuentas mentalmente en realidad ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que llegué? ¿Dos minutos? Creo que menos...—Disfruta al ver como el asesino arquea una ceja extrañado, toma su mentón mientras empieza meditar—el ascensor se tardó alrededor de unos diez minutos en traernos a este piso, y en dos minutos creo... que podría estar apenas dos pisos abajo—dijo risueño, alza su puño hacia el frente bajo la mirada de rareza del contrario y de manera súbita la empuja hacia atrás impactando en el vidrio de la ventana.

Sobresaltado el asesino se cubre con una mano para evitar que le caigan pedazos de cristal en los ojos, y en su movimiento vio a su objetivo inclinarse hacia atrás.

—¡No puede ser!—Grita al tiempo en que dispara pero ya era tarde.

El cuerpo de Karma caía, casi acostado, mantenía los ojos apretados confiando en el ruido del vidrio rompiéndose, sumado a los disparos del asesino, en que era imposible que no lo viera.

Y sobre todo, confiaba en que él haría algo.

Apenas escuchó un estruendo antes de que le chocarán y lo atraparán en el aire. Impactaron con otra pared de vidrio, rompiéndola, rodaron varios metros sobre un suelo felpudo hasta chocar con la pared.

Entre quejidos de dolor y raspones, Karma intentó reincorporarse, pero se vio inmovilizado al verse fuertemente apresado de la cintura por un par de piernas y unos brazos que sujetaban sus hombros hasta clavarse las uñas.

—¡Oh Dios! ¡¿En qué rayos pensaba?! ¡Un poco más y se vuelve papilla!—Balbuceaba Nagisa nervioso, tanto era su temor que ignoraba que Karma estuviera encima suyo.

—Si bueno, era eso o un tiro en la cabeza—Agrega Karma, tomando las muñecas de Nagisa para soltarse de su agarre y ponerlas contra el suelo.

—En serio ¡¿En qué pensaba?! ¿Qué tipo de estratega demente eres tú como para predecir que iba a saltar a salvarlo?! Estoy bastante seguro de que Karasuma san no le dijo nada sobre el gancho expansible que me dió—Cuestiona, con sus manos a cada lado de su cabeza y ya viendo el rostro de Karma.

Le daba una sonrisa distinta, sin rastro de burla o diversión, era sincera y hasta agradecida, la primera que le veía hacer.

—No lo predije, sólo confiaba en que lo harías—Dijo, con tranquilidad.

Nagisa no podía expresar la consternación e incredulidad que sentía con sólo la mueca en su rostro. Intenta meditarlo, pero no encuentra palabras correctas para decir a eso.

—Podría... ¿Podría moverse? Llamaré a Karasuma san—Dice, desviando la mirada e intentando tranquilizarse para hacer su trabajo.

—Perderías el tiempo, obviamente él no ignoraría la posibilidad de comunicación—Karma se aleja y se pone de pie, se quita el bléiser dándole la espalda a Nagisa que lo observaba confuso.

—¿Qué piensa hacer?—Karma había remangado sus mangas, y tras juntar sus manos hizo sonar sus nudillos.

—¿Qué haré? Realmente no haré gran cosa, sólo... le devolveré el buen trato que le dio a un amigo mío.

Nagisa se sobresalta, el aura que despedía el peli rojo, de repente se volvió densa y peligrosa.

La sonrisa que ve, despide sed de sangre...

Continuarás...

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