El Cementerio Olvidado(IV)

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La llama me golpea, me quema y me arroja varios metros hacia atrás. Rímpu no se ha movido ni un centímetro desde que comencé a atacarlo. Me seco el sudor que corre por mi cuello y me preparo para otra arremetida, me posiciono y ataco. Salto hacia la derecha, apoyo mis dos piernas y me doy el impulso justo para ir a gran velocidad. Mi cabello se revolotea por la brisa del movimiento, soy detenido con su mano y me arroja hacia atrás. Impacto contra la roca, y mis pulmones son los que recibe todo el daño. Caigo de rodillas escupiendo y tosiendo. Me seco la boca con mi antebrazo mientras analizo como continuar. Este ser, es hasta ahora, el más fuerte que he enfrentado.

—Creo que Lecia no te dijo de mi presencia —acota con una pequeña sonrisa—. Ella siempre prefiere el misterio, pero... bueno, hasta aquí has llegado, guardián.

—Puede ser, pero no serás tú, Rímpu, quien me derrote —señalo colocándome de pie—. Tienes suerte de que aquí no puedo usar todo mi poder, sino ya te hubiese derrotado. No me interesa nada más que liberar al dragón gris.

—Pero para hacerlo —me interrumpe—, tienes que sacarme las llaves de sus cadenas —chasquea los dedos y aparecen colgadas de su cuello con una cadena de bronce.

Con una velocidad superior a las que mis ojos pudieron detectar, comienza a golpearme con sus manos, una y otra vez, en mi abdomen y luego me derriba de un fuerte puñetazo en el rostro. Caigo sangrando, toso ahogado, mi cuerpo se llena de furia y con muchos deseos de sacarle esa sonrisa que se le dibuja en el rostro cada vez que me golpea.

—Te queda poco tiempo para llegar a la Montaña Escondida antes de ser... Bueno eso ya lo sabes.

Golpea el suelo dos veces con su lanza y la cueva se ilumina por completo, con pequeñas llamas rojas en las paredes como si estuviesen encalladas.

—Soy tan benevolente que te estoy mostrando el camino que debes seguir para encontrarlo. Todo en forma recta hasta la bifurcación y allí deberás decidir. Bueno, primero debes derrotarme y eso, por más que lo desees, no sucederá.

—Tú... —digo con dificultad, el dolor es fuerte, pero el enojo comienza a esconder cada molestia que tengo.

—Casi no te oigo —indica con una sonrisa más grande.

—Tú eres como el minotauro del laberinto de la mitología griega, que se creía invensible en su lugar y terminó siendo asesinado. La enseñanza que esa historia me dejó fue que jamás hay que confiarse en el poder y dejar que la soberbia maneje nuestras acciones.

—Eso son puras palabrerías —niega sonriente.

—La verdad —digo ignorándolo—, no comprendo por qué Lecia no me advirtió de tu presencia. Presumí cuando hablé con ella que las pruebas que nombró serían de otra envergadura. No de esta manera, con ojos furiosos y una cabra soberbia.

—Aún no entiendes nada, no me sorprende de un muchachito como tú —me mira de arriba a abajo.

—¿Y cómo soy? ¿Debilucho? ¿Frágil? —Pregunto con una sonrisa de enojo.

—Sí —afirma señalándome—. No comprendo cómo te pueden haber elegido como el guardián legendario.

—Tendrás que acostumbrarte a esto y cuando logre encerrar a los ocho demonios y vencer a Edaxnios, vendré aquí a darte la paliza que te mereces.

—Nunca debes planear a futuro cuando aún tus pies estan en un presente incierto a punto de desaparecer para convertirte en tu peor pesadilla —Golpea su arma dos veces y el suelo desaparece.

Comienzo a caer, pero no grito, no siento miedo, no cuando la asesina roja está conmigo. Ella brilla, late y me envuelve con su poder haciendo aparecer mis alas. Las que asumí que había perdido, me ayudan a detener la caída con sus leves movimientos hasta que quedo levitando y Rímpu me mira desde las alturas sorprendido. Vuelo hacia él, lo miro desafiándolo y lo señalo.

—Mientras tenga en mi mano a la asesina roja estaré protegido y es momento que comprendas que tienes que dar un paso al costado y dejarme pasar.

—Eso jamás sucederá y no me das miedo por tener esas majestuosas alas.

—No quiero que tengas miedo, solo quiero que no estorbes.

—¡No me faltes el respeto en este lugar sagrado! —exclama por primera vez con enojo, logré borrarle su sonrisa.

—Si fuera tan sagrado no hubiesen puesto una cabra para cuidarlo —digo con humor y soberbia.

—¡Ya verás muchachito! ¡Te haré comerte tus palabras!

—¡Inténtalo! —exijo sonriente.

Mi cuerpo se siente liviano, las alas se mueven haciendo un pequeño remolino que hace que las llamas celestes que acaban de aparecer en mi espada flameen. La empuñadora se calienta pero no me quema, al contrario, me llena de energía, de ganas de derrotar a Rímpu.

Mi enemigo se acerca con la misma velocidad de antes, sin embargo, esta vez lo veo todo en cámara lenta y logro esquivar cada golpe que me quiere dar con su lanza.

—Eres lento —indico en tono burlesco.

—¡CÁLLATE! —aúlla furioso.

—Esto es mío y lo necesito —le arranco la llave y él se queda quieto con sus ojos como dos huevos fritos.

—¡TE ARREPENTIRÁS DE LO QUE HICISTE!

Intenta golpearme, no lo logra, mi cuerpo se mueve de un lado a otro; en mi rostro se dibuja una gran sonrisa y detengo su ataque con el golpe de mi empuñadura en su frente haciendo que caiga al mismo pozo oscuro que él mismo creo.

—¡Eres un malditoooo! —grita mientras desaparece.

—Tu vanidad fue tu punto débil, maldita cabra.

El suelo aparece de a poco como si fuese un rompecabezas y las luces por suerte no se desvanecen. Otra vez, esa risa diabólica que estuvo desde que ingresé, aparece como una oleada. Apoyo mis pies en el suelo y las alas desaparecen, también mi poder y mis habilidades. No creí que podía vencer con tanta facilidad a Rímpu pero lo logré, eso es lo que importa.

Corro con velocidad en línea recta decidido a acabar con esto. La risa macabra suena cada vez más cercana, pero no tengo tiempo para preocuparme por ella, debo encontrar al dragón gris, él me dará la sabiduría para enfrentar a todos los demonios. Igualmente siento culpa al liberarlo, su vida correrá riesgo en todo momento, lo querrán cazar, asesinar y obtener su sangre.

El olor a abandono, humedad y moho, es más fuerte mientras me acerco a la bifurcación, no sé qué camino elegiré, pero tengo que estar seguro, una mala elección y estaré condenado.

Me detengo al llegar al lugar que estaba evitando, siempre fui malo para decidir, no obstante, aquí debo hacerlo, quiera o no. Los tres caminos son exactamente iguales, oscuros, silenciosos y desolados. Cierro mis ojos y con mis pensamientos le ruego al rombo de cristal con la sangre de Okami que me señale el camino que debo tomar, no quiero que todo dependa de mí.

Escucho la risa macabra justo detrás de mí. Giro asustado empuñando mi espada. No hay nadie. El suelo empieza a temblar, primero con leves vibraciones hasta convertirse en un terremoto incontrolable. El suelo desaparece. Caigo de nuevo, parece que Rímpu no fue derrotado del todo. 

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