El palacio flotante y el rey Kingu (VII)

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Hace una semana que estoy encerrado en una habitación parecida a la habitación sin tiempo, sin embargo, en este lugar aparecen peligros de todo tipo y sirve para entrenar todas mis nuevas habilidades. El rey Kingu me explicó que me encerró en la Cárcel de la Eternidad para lograr que Hícari despertara, y al darse cuenta que ya no podía salir de mi cuerpo, se uniera con mi alma. Solo con la fusión de cuerpo y alma, podría comenzar el entrenamiento verdadero. Dorothy ha muerto, con ella la habitación sin tiempo, por lo tanto, mis habilidades deben fortalecerse aquí, sino estaré perdido. Este lugar, llamado Dará, es peligroso pero a pesar de eso, es el único que queda en el palacio flotante y en el mundo de los sueños que me puede ayudar.

En los primeros días aprendí a utilizar el fuego que emana mi cuerpo, Kingu me explicó que no todo es conjuro y maldiciones, también existen los poderes innatos de cada uno. En mi caso, esta vez, la furia se transformó en fuego, en uno de los elementos más leales de la naturaleza. Solo debía, para controlarlo, dejar fluir esa emoción por mi cuerpo y dirigirla a mis manos o piernas. Cerraba los ojos, imaginaba el accidente y mi incapacidad para salvar a mi familia, en mi cuerpo crecía la furia y luego mis manos estaban encendidas. Pero las llamas no eran rojas y naranjas, sino celestes y blancas. El fuego no quemaba, todo lo contrario, era frío y acogedor. Con el paso de los días aprendí que tenía que pensar que era lo que más me enojaba y la llama aparecía de forma instantánea, como una fiel amiga. En el cuarto día pude cortar una roca de mi altura a la mitad y festejé solo, ya nadie me acompañaba, según Kingu, es una forma de protegerme. No obstante, el rey me explicó que estas habilidades llevan años de entrenamiento y que por el momento, debía defenderme con la asesina roja y los conjuros, y cuando el momento fuera el indicado alguien me enseñaría cómo crear, destruir, modificar y viajar con solo un chasquido. Esa habilidad crece como una planta, primero hay que preparar el terreno y luego lo restante, si se toma un camino diferente, fracasaré. No tengo interés en abandonar a mi leal amiga, pero debo complementarla con el poder que fluye por mis células. Tengo que encontrar todas las soluciones a los problemas que me presenten los demonios.

Luego de entender que este solo era el comienzo de una larga travesía, empecé a entrenar mis músculos: corriendo varios kilómetros, escalando una montaña, haciendo flexiones de brazos con las ramas de unos árboles de copas marrones. Mis puños no dejaron por una hora de impactar con frenesí un sector de la montaña hasta agrietarla. Es impresionante sentirme unido a Hícari, sin embargo, todo lo que él siente yo también lo siento, es un alma sufriente por abandonar a su familia y presumo que esa fue la razón por la cual me seleccionó.

La vegetación es variada: flores coloridas, árboles gigantes con grandes copas, césped de un verde brillante y pequeños arbustos con sus hojas blancas. Los animales bellos, mansos y diferentes a los de mi mundo. Los osos aquí son azules, de cuatro metros y comen vegetales. Los tigres son negros con rayas lilas y los monos tienen tres brazos, dos patas, y son púrpuras. Por lo menos fueron los únicos que vi por el momento, espero irme pronto de aquí, no sé cuánto tiempo soportaré la soledad.

Aun no me acostumbro del todo a mi nuevo aspecto ¿Este será mi aspecto siempre? Según Kingu no, solo en el mundo de los sueños se dará, en el mundo humano, seré calvo, con un rostro alargado, ojos color miel y una sonrisa de las más feas. Mi voz que suena ahogada y débil, también será parte de mi estadía en el mundo que más aborrezco. Nunca amé a mi cuerpo, nunca logré verme más de cinco segundos en el espejo sin sentirme deslucido o que pertenezco a otro mundo. Cuando los abusivos me acosaban se burlaban de mi voz, de mi delgadez, de mi rostro, de lo que podían ver. Esas burlas quedaron marcadas de por vida y no creo que algún día puedo olvidarlas. Sé que parte de la vida es aceptar los defectos y las virtudes, no obstante, no sé qué puedo entregar al mundo para hacerlo algo mejor.

Comienzo a correr, a entrenar, necesito volver al cementerio de chatarra. Salto algunas raíces, luego me agacho para que las ramas no me golpeen el rostro. Llego a un campo de un césped rosado, a este lugar le digo el campo de la esperanza. Me freno, doy un salto, llego a los tres metros de altura, me sostengo en el aire y luego caigo con velocidad impactando en el suelo con mis rodillas. Se forma un gran cráter y sigo corriendo, necesito escalar la montaña y luego, en la cima, saborear los frutos del árbol que allí se encuentra. Es un fruto parecido a la naranja pero con un sabor a frutilla, una combinación extraña, sin embargo, es de lo más sabroso que probé.

Me detengo al pie de la montaña, sonrío al ver a Jerry con su traje blanco mirándome desde la altura. Me saluda y yo le devuelvo el saludo con mi cabeza.

—Perdón que me presente hoy, pero hemos visto que estuviste entrenando como esperábamos y tienes que pasar las últimas pruebas por el día de hoy, para luego volver a tu mundo.

—Perfecto, dime que tengo que hacer —indico con alegría.

—Vencer a los demonios —salta y queda a dos metros de mí.

—¿Perdón?, no creo... —me silencio.

—Te dije que yo puedo crear escenarios, ¿o acaso lo olvidaste? —sonríe.

—No lo olvidé —niego nervioso.

—Entonces, crearé ilusiones y tú tendrás que pasar cada prueba, espero que lo logres, de lo contrario, seguirás aquí.

—No quiero estar solo corriendo como un demente, como si me tuviera que ganar mi libertad, acepté mi misión y aun así me obligan a continuar encerrado.

—Las almas puras que oíste gritar, siguen desapareciendo, y cada vez con más frecuencia. Ellos son los que sufren, no tú, nunca lo olvides.

—Está bien...

—Me encanta tu transformación, es la primera vez que veo este aspecto en Hícari, será porque ahora se ha despertado al verdadero guardián, el que acabará con todo.

—¿Puedo hacer una pregunta más? Tengo una gran duda y siempre me olvido de preguntar.

—Dime —comienza a caminar.

—¿Cuándo me enseñaran a crear o viajar con un chasquido?

—Buena pregunta —se da vuelta y me mira con una leve sonrisa—, te prometo responderte si pasas cada prueba. ¿Estás listo?

—Creo que sí —respondo inseguro.

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