El palacio flotante y el rey Kingu (X)

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Me despierto asustado, agitado y sudado. El lugar está oscuro, frío y desolado. Miro mis manos tienen algún tipo de crema que recorre todo mi cuerpo, es transparente y húmeda. Me destapo y con dificultad me acerco a la única ventana que refleja algo de luz. Mi cuerpo es avasallado por un dolor desolador y es más fuerte en cada punto en el que impactaron los aguijones venenosos.

No puedo escuchar los gritos, ni el dolor de Hícari y vuelvo a sentirme solo. Me pregunto cómo estará David y si Pequeño algún día me aceptará como su medio dueño, como el que lo encontró en las peores condiciones.

Por la ventana solo observo nubes pomposas y blancas que se mueven con lentitud de derecha a izquierda. Creo haber visto a Diman con sus amigos volando pero no estoy seguro.

—Muchachito no deberías estar levantando —dice una anciana desde la puerta. Tiene una cofia blanca anudada en su mentón, un vestido opaco y seriedad en su rostro.

—¿Dónde estoy? — interrogo caminando hacia la cama.

—En la enfermería —responde acercándose.

—¿Qué tengo? —Me recuesto.

—Ya vendrá alguien a decírtelo —sonríe con dificultad.

No tengo ganas de seguir indagando, no me dirá más, sus gestos así lo indican. Las mujeres con carácter fuerte son las que mejor se llevan con las leyes y las órdenes. Ella me coloca esa crema por todo el cuerpo, solo habla para darme directivas de cómo debo moverme mientras me cura las heridas que no son visibles.

La ventana que reflejaba luz comienza a apagarse y la señora bosteza, luego sonríe y me pide disculpas.

—Hace mucho que no tenía un paciente como tú —dice con soltura mientras me coloco la camisa.

—No entiendo, ¿cómo yo?

—Los guardianes siempre llegaron cuando..., bueno ya lo debes saber —se lava las manos en un pequeño lavadero en la esquina más alejada de la habitación.

—Comprendo, por ahora, soy el único que ha sobrevivido a la prueba de Jerry.

—No fueron pruebas —dice cubriéndose la boca—. Bueno he dicho más de lo que me corresponde. Solo te pido que descanses, no hagas esfuerzo, en la mañana estarás mejor.

—No me dejes solo, necesito saber qué me ocurrió. —Intento detenerla, pero sonríe y se retira.

Aparece una gran esfera brillante, similares las esferas chillonas que me salvaron de Edaxnios. Libera una dulce melodía, se posa sobre una mesa a pocos metros de mi cama y al desaparecer deja entrever un libro. Este parece añejo, marrón y con sus hojas amarillentas. La melodía desaparece y me encuentro con el mismo silencio aturdidor.

Me acerco a él y cuando quiero leer su título su lomo comienza a moverse y se forma una boca humana, con labios amarronados y dientes sarrosos. Doy dos pasos hacia atrás completamente asustado y me cubro la boca.

—No te asustes muchachito —dice la boca con voz tenue—. No te sucederá nada, solo vengo a ayudarte.

—¿Quién eres?

—Soy el Libro de la Sabiduría —responde mientras se le dibuja una sonrisa—. Mi aparición no es fortuita, tiene un por qué y es que Zor me ha enviado a decirte que tienes que estar preparado para lo que se viene.

—¿El fin de la humanidad?

—No — niega con calma—. Viene la razón de tu misión, de tu travesía. Tienes que comprender que has sido elegido y como tal, tienes que asimilar que no es un juego de niños. Zor sabe que no puedes enfrentarte solo a lo que se viene en el futuro. ¿Recuerdas el recitado que decía tu madre?

—Sus capullos son la armonía perfecta entre la belleza, el peligro y en la amenaza, ella muestra el color, siendo el rojo, el de la precaución para los animales deseosos del sabor, y las puntas de las espinas, el comienzo de un dolor, que llega a las fibras intimas del alma de los demonios que buscan destruir hasta los cimientos la belleza absoluta... dejando solo la desesperación de la muerte, donde la rosa negra, llora la lava del invierno.

—Página 84, párrafo 25 —indica con alegría—. Es mi recitado preferido de Zor. Sabes —sonríe—, él me escribió una tarde de verano. Cada palabra, cada oración, cada trazo, tiene su por qué y tendrás que descubrirlo cada vez que yo haga mi aparición triunfal.

—¿Entonces Zor sabe de mi sufrimiento?

—Por supuesto, nunca lo dudes y tampoco creas lo que te dicen. No todo es verdad, y no todo es mentira.

—¿Cómo mi madre supo del recitado?

—Hay tantas cosas que me gustaría hablar contigo, pero no es momento, te pido que solo leas este párrafo y luego sabrás el resto. Te lo prometo.

Lo abro mientras él sonríe.

—Por favor hazlo en voz alta —reclama con su voz amortiguada por la madera de la mesa.

—«Los maleficios envenenan el alma de los que no son capaces de soportar el poder del mal, la potestad de encerrarlas. El uso desleal y sin consciencia, hará que la enredadera del dolor y envenenamiento eterno te atrapen. Tu alma arderá en el fuego de Jigoku»

Lo cierro con miedo, no quiero recordar lo que hice con Asashin, por más que no me quedaba otra salida, no merecía sufrir por una eternidad. Él solo conoció el camino de los demonios y asumió que era el único. Lo mismo que sucede con un niño que se corrompe en el surco de la criminalidad al ver a sus padres hacerlo, lo naturaliza y de grande lo lleva a cabo.

—Luke no te asustes —dice la boca—. Tuviste que tomar el único camino que se te presentó y Zor quiere demostrarte con estas palabras que, mientras el uso sea leal, seguirás siendo el guardián. Nunca utilices tu poder para generar sufrimiento de seres inocentes. Cuando el poder verdadero tuyo fluya en su mayor esplendor, puede volverte vanidoso y puedes cometer errores. Por esa razón, y basada en su experiencia, Zor me envió para que leyeras sus escritos. Luke, ese súbdito cavó su propio destino y tú, como se te ha entrenado, reaccionaste ante sus acciones. Sellando su alma en el descanso eterno.

—¿Y si es así por qué no me siento mejor?

—Porque tu alma sigue siendo pura. Siempre buscas lo mejor en las personas y has recibido muchos golpes de la vida. Tienes que comprender que el mal existe en cada ser que busca regocijarse con el dolor de los otros. Zor no desea que sufras, que tengas que aniquilar a todos los demonios, sin embargo, tienes que comprender que no existe otro camino. Nada se modificará si su sangre no es derramada para sanar las pérdidas de los seres mágicos.

—La venganza es solo un camino de ida, jamás logras volver intacto al punto de partida —digo intentando dar vuelta otra página pero se cierra con brusquedad.

—Es verdad, pero en tu caso no es venganza, sino protección de las almas puras, de las únicas cosas que existen en el universo que merecen ser protegidas.

—¿Cuándo conoceré a Zor?

—Lo único que te puedo decir es que pronto recibirás el Libro de los Secretos y allí, cuando lo leas, sabrás la verdad —empieza a desvanecerse—. Hasta pronto Luke —desaparece.

Resignado, enojado y cansado me acerco a la cama. Me recuesto pensando en David y en mi hogar, en lo maravilloso que sería ser un adolescente con problemas de adolescente. Cierro los ojos rogando al universo que todo vuelva a la normalidad. Escucho el chillido de la puerta, alguien acerca una silla, debe ser la anciana que viene a terminar el tratamiento.

—Luke. —sin dudas es la voz de Jerry. Abro los ojos, su rostro parece preocupado y su mirada es apagada—. Te pido disculpas por todo lo que sucedió, no tuve en consideración que Arniscan intervendría en tu prueba. Parece que todo ha sido corrompido desde tu despertar. Dorothy..., bueno ya sabes lo que sucedió con ella y tú estuviste cerca de tener el mismo destino, todo por creer que no me podrían engañar. —Hace una mueca de dolor y se acaricia el brazo izquierdo.

—¿Estas bien? —Pregunto preocupado.

—No siempre las batallas son sencillas —sonríe sin alegría—. Tu prueba solo consistía en batallar contra los súbditos de los demonios pero de una manera más amena, donde ellos te enseñarían sus puntos débiles. No buscaba que salieras lastimado de esta manera. De igual forma saliste victorioso, aunque casi te cuesta la vida y... —se silencia.

—Puedes decirlo —me acomodo en la cama apoyando mi espalda en el respaldar.

—El ataque de Asashin daño tu alma y envenenó tu sangre. Por suerte ese veneno es sencillo de retirar si se da el antídoto antes de la hora de recibir los aguijones. Estas recibiendo la crema de la flor de Carnis, una flor tan peculiar como difícil de conseguir. Nosotros tenemos una plantación propia oculta a la vista de los curiosos y por suerte la señora Markis logró curarte a tiempo. Pero el daño de tu alma fue atroz, al extremo de que pensamos que Hícari...

—¿Murió? ¿Cómo es posible? —Pregunto nervioso levantando la voz.

—No —niega con su cabeza—, no murió, si hubiese sucedido no estaríamos hablando. Solo está dormido y no sabemos cómo despertarlo. Te lo explico de esta manera, cuando te enfrentaste a tus diez años a Edaxnios, Hícari estaba dormido en un sueño no tan profundo y despertó cuando Sunshine te salvó. A pesar de eso aún no era momento de actuar, hasta que Ingnisute quiso asesinarte, allí despertó en su totalidad, liberando su poder de a poco. Ahora... Bueno, es diferente.

—Tiene —me silencio, niego con la cabeza— que haber alguna manera, sino todo estará acabado.

—Hay una sola solución que es ir a ver a la reina Miru —mira hacia los costados—, aún no es el momento —se encoje de hombros—. Tendrás que batallar con lo que te hemos enseñado.

—Pero... ¿Por qué no puedo ir a verla? —Pregunto confundido.

—Ella decide cuando alguien tiene que visitarla, tiene reglas y debemos respetarlas.

—¡Son todos ciegos aquí! —grito furioso buscando de esa manera despertar a Hícari.

—¿Perdón? —Abre sus ojos sorprendido.

—Estamos en una guerra eterna y quieren respetar las reglas, que parecen ser más importantes que las almas puras.

—No estoy de acuerdo con las reglas —niega con su cabeza—, pero hay que cumplirlas. A pesar de lo que sientes, sé que no es momento de ir a ver a la reina Miru, tenemos otra misión. Cuando Arniscan te arrojó su conjuro del engaño, creó un pequeño portal en el mundo de los sueños dejando entrar a cinco súbditos demoníacos: Hellish, Asashin, Hintam, y los engendros mellizos: Tebris y Sirbet. Estos últimos son los súbditos más poderosos de Arniscan.

Da vuelta su mano dejando la palma mirando hacia el techo, de ella aparecen ocho figuras oscuras, solo puedo reconocer a Ingnisute, Yoru Ikari y Hokori. De estas ocho figuras se desprenden varios círculos negros con dibujos. Ingnisute contiene cinco: cuatro escorpiones negros y rojos, y un león negro con una melena amarilla. Yoru Ikari solo tiene uno, una abeja del mismo color que Asashin. De Hokori, una serpiente violeta con franjas descendientes de color rojizas. Los otros cinco tienen dibujos difuminados

—Cada demonio tiene uno o más súbditos y solo puedes verlos si ya has conocido a su creador. A la serpiente Adaneva la conociste cuando viste la muerte de los padres de Azura, solo que tenía la forma de una cadena. Tuviste suerte en conocerla sin tener consecuencias, los que lo hicieron acabaron aniquilados por su poder. Adaneva es el súbdito más leal y sádico del Jigoku y te ruego que le tengas respeto. Y si te enfrentas a ella, espero que no lo hagas solo.

»Los demonios tienen el poder de crear súbditos, que se encargan de recolectar almas, destruir este mundo, batallar contigo y corromper el mundo humano. Dentro del Jigoku existen espectros, demonios de menor rango y otras especies diabólicas que conocerás a su tiempo. Estos últimos son sencillos de derrotar, siempre y cuando no te confíes en tus poderes.

»Pudiste encerrar el alma de Asashin por lo tanto Yoru Ikari esta debilitado hasta que pueda conseguir otro súbdito, tiene la posibilidad de crear uno más, sin embargo, no tendremos que preocuparnos de él en este momento. El Hellish que derrotaste es uno de los cuatro que tiene Ingnisute, acabaste con su cuerpo pero no con su alma, por lo tanto deberás batallar con él nuevamente, encerrándolo de igual manera con sus tres hermanos y Hintam. Para lograr debilitar a Ingnisute, creo que lo mejor será enfrentarlo en el Jigoku, aunque dicen que allí son indestructibles. Difiero con esas teorías alocadas. Solo hay que intentarlo en el momento que ellos este débiles. Dar el golpe final y acabar con el sufrimiento —me mira serio—. Luke, nada de esto es tan sencillo como suena, es tan difícil que no quisiera estar en tus zapatos. Admiro tu valentía con tan solo catorce años. Tu batalla contra esos súbditos fue sublime.

»Como te dijeron, la génesis siempre se lleva un poco de poder del creador: cuando creas una vida, esa vida tiene parte de ti. Cuando el humano es padre, su hijo tiene la mitad del material genético, solo que el humano no se debilita, al contrario. Creo que lo entiendes, las almas de los demonios se dividen dependiendo la cantidad de súbditos que crean, desconocemos por qué, pero solo pueden crear hasta seis súbditos. Lo que no pueden hacer es crear súbditos de diferentes especies. Los Hellish son cuatros y Hintam uno, por lo tanto Ingnisute tiene cinco. Creo que comprendes a lo que me refiero.

Asiento, comprendo la plenitud de mi enemigo, sin embargo, en mi cabeza no nace una sola idea de cómo derrotarlo.

—Para vencer a los demonios —continúa— debes aniquilar sus creaciones, porque si lo haces a la inversa, algún súbdito puede tomar la forma del demonio. Supo suceder con Eriko, el demonio del amor, que fue destruido hasta las raíces pero se olvidaron de su súbdito, Merritsa, un ave rapaz y Eriko renació con más poder y con sed de venganza. Comprender la plenitud de los demonios nos llevó milenios y hasta el momento, solo conocemos la mitad de lo que ellos y tú pueden hacer.

»Tú, mientras recibías los ataques del Hellish y Asashin, la ciudad de Somnium, la cueva de monstruo de Ninam y los Jokan, fueron atacados y varios de nuestros amigos murieron. El ataque fue rápido y efectivo, no nos dio la oportunidad de defendernos. Cuando llegamos todos los caballeros celestiales, las dos protectoras y Ninam, todo había acabado —se lleva dos dedos a la boca como buscando silenciarse—. Fue una masacre Luke, algo que nunca pensé que podría ver. Las hadas fueron casi en su totalidad erradicadas, las niñas que estaban entrenando para reemplazar a tus protectoras, muertas y sus cuerpos desaparecieron. Los pocos unicornios, heridos, les robaron sus cuernos mágicos y... —se calla de nuevo.

—Lo lamento mucho, lamento no haber estado para ayudar —niego con mi cabeza.

—Tú estabas en una batalla que por el momento has ganado. Si la hubieses perdido todo ya habría terminado. Tendrás la oportunidad de honrar a cada víctima —se silencia para mirar detrás de mí.

La habitación se vuelve oscura, ni siquiera puedo ver mis manos. Delante de mi aparecen nombres: Anuis, Murit, Tiana, Muarice...

Flotan, se mueven en círculos y siguen apareciendo más y más nombres. No los puedo contar pero deben ser alrededor de un centenar.

—Las almas te perdonan, saben que las vengaras —dice Jerry con su voz apagada.

Yo me quedo en silencio respetando a las almas desoladas sin cuerpo que han sufrido la furia sin sentido de los demonios.

Mi cuerpo arde, mi alma quema y mi cabeza se llena de pensamientos. Puedo ver la destrucción de cada vida, la muerte, los conjuros que usaron para aniquilar a las hadas, sus pequeños cuerpos verdes desapareciendo en un manto rojizo de cenizas. Las pequeñas aprendices de protectoras, de una manera cruel y sanguinaria fueron atrapadas y aniquiladas por Hintam. Un gigante grita mientras es atrapado por el tornado de las abejas de Asashin.

—¡No quiero ver más muerte! —doy un grito ahogado.

Jerry no responde y las letras se acercan para danzar a mí alrededor. Cada nombre golpea mi espalda y el calor es abrumador. Sin embargo, me quedo quieto, dejaré que sus nombres se tatúen en mí para llevarlos siempre en la batalla.

Todo termina y la tristeza hace que derrame unas lágrimas. Nadie merece sufrir de esa manera. La luz hace su aparición triunfal y Jerry me mira con una pequeña sonrisa.

—Te han elegido para vivir en tu piel.

—Acepto su elección y daré lo mejor para finalizar con la guerra santa.

—Sé que lo harás —afirma con su cabeza.

—¿Quién es Ninam?

Ese nombre llegó a mi mente como un rayo.

—No es momento para hablarlo —niega serio.

—Lo siento, no quería incomodarte.

—Ahora debes descansar, mañana al medio día saldrás en la búsqueda de Hintam y sus cómplices —se levanta—. Solo te pido que pienses en salvar a este mundo y al tuyo.

—Quiero volver a mi mundo —digo y Jerry se detiene en la puerta.

—No te preocupes, yanos encargamos de tu coartada. Buenas noches, que descanses. —Cierra la puertacon fuerza.

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