La batalla en el desierto de la irrealidad (VII)

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

La asesina roja chilla furiosa, quiere venganza, quiere ver a Ingnisute desaparecer en cenizas. Yo no puedo negar que tengo el mismo deseo al ver a Azura mal herida. Nadie merece sufrir de esa manera y no estoy dispuesto a perder a las personas que se interesan en mí, aunque solo sea para que salve a las almas puras.

Camino arrastrando mi espada repiquetea en el suelo liberando chispas en todas las direcciones.

La persona desconocida esta en la misma posición inicial, con sus espadas hacia atrás dándome la espalda e Ingnisute me mira con sorpresa. Me detengo y vuelvo sobre mis pasos, no me importa el demonio, le perdí el interés por el momento, quiero saber si mis amigos estan vivos. Levanto a Azura en mis brazos, tiene un corte profundo en su mejilla y de ella brota un líquido de color violeta brilloso. Lo limpio con mis manos y dos lágrimas caen sobre la herida. Es una mujer que perdió a su familia de la peor manera y aún no deja de sufrir los rezagos de una perdida sin sentido. Le acomodo el cabello lacio, retirándolo de sus ojos. Le doy un beso en la frente y me acerco a su oído.

—No me dejes solo, te necesito, tienes que levantarte —le susurro con angustia.

Su torso sube y baja con lentitud. No puedo curarla pero, al menos, puedo acompañarla. La apoyo con sutileza en el suelo agrietado y me acerco a Igniscan que está a pocos metros. Al acercarle mi mano, él mueve su pico buscando respirar y luego, como si solo esperara mi llegada, se desintegra en cenizas que vuelan al cielo encapotado. Espero que pueda revivir, ya que tiene genes de ave fénix, sin embargo, algo me dice que eso no sucederá.

Mis puños golpean el suelo con furia y tristeza hasta que sangran. Me detengo, el cráter que formé es del tamaño de mi cabeza y el dolor, gigante como el sol. Me levanto y me acerco a Okami que está mal herido, sus lastimaduras son similares a las que hacen las medusas: estrías finas, casi imperceptibles, en forma de látigo y muy dolorosas. Su respiración es lenta y sus pulmones intentan captar el aire, como si fuese escaso. Tengo una corazonada y muevo mis manos por encima de su cuerpo, percibo que hay finos hilos que lo mantienen aprisionado, como las cadenas que logré romper. No pienso, no digo nada, pero la asesina roja comprende en plenitud lo que necesito. Se enciende en una gran llama de fuego rojo, que llega hasta el cielo, destruyendo las nubes, arrojando algunas rocas por los aires y haciendo levitar otras.

—¡Okami te libero!

Corto los hilos con un movimiento y mi amigo desaparece.

Ahora sí, ahora es el momento de mi venganza, de demostrarle a Ingnisute que lo que presume de mí no es totalmente cierto.

Las rocas que levitan se las envío a Ingnisute con todas mis fuerzas apuntándolo con mi mano izquierda. Él las detiene en el aire, me mira sonriente y me arroja un gran rayo que esquivo moviendo solo mi cuello y sigo caminando. La persona desconocida se ha ido de la batalla, creo que solo se hizo presente con una clara misión, no obstante, no me gusta saber que se ha ido dejándome solo con el demonio más poderoso de los ocho.

—No me gusta que me quieras derrotar a través de mi dolor, es de cobardes hacerlo y no te permitiré jamás que ensucies la memoria de mi familia.

—¡Haré lo que se me dé la gana! —Responde sonriente.

—Entonces tendré que encerrar tu alma para que nunca más puedas hacer daño al mundo de los humanos —Le apunto con la asesina roja que ruge dejando salir varios rayos que impactan detrás de él.

—Eres muy gracioso guardián, no eres digno de ver mi poder completo, pero lo clamas con tu insolencia y te lo has ganado, serás el segundo en verlo; el primero yace quemándose en las llamas eternas de Reiga.

Comienza a gritar, torce su cuerpo hacia delante y en su rostro se dibuja una figura de dolor. De su boca sale espuma blanca, y sé que no debería dejarlo expresar su poder, pero no puedo moverme de mi lugar. Un remolino de viento pasa a toda velocidad por mi lado y casi me arroja hacia el cuerpo inerte de Azura. Entierro la espada en el suelo, y me coloco de rodillas, cierro mis ojos y elevo mis manos. Es una pose típica para pedir clemencia, sin embargo, yo lo único que quiero es la sabiduría de encontrar mi camino ante tanta oscuridad. Los aullidos de Ingnisute no me generan más miedo, ni la necesidad imperiosa de escapar.

Extraño a David y a Pequeño, y no sé cómo volveré con ellos, pero juro que lo haré, porque ahora son mi nueva familia; los cuidaré de las garras de la oscuridad de los demonios.

Me levanto sonriente, oyendo en mi mente las palabras de aliento de mi familia y camino en medio de la tormenta de arena que Ingnisute creó. No me cubro los ojos, no es necesario, mi amiga leal, la asesina roja, crea un escudo que nos cubre de todos los ataque. Ya no veo a mi enemigo, tampoco necesito hacerlo, sé dónde se encuentra.

El cielo lanza agresiva gotas de un agua aceitosa que solo rebotan en el piso y luego se elevan al cielo. Es extraño que esta lluvia no sea glamorosa, siempre lo son. Es como si caminara a través de una cascada de un gran risco pero solo fuera una ilusión.

La nube de polvo desaparece e Ingnisute está envuelto en una llamada de fuego rojizo, naranja y amarillo que se mueve con violencia. Sus ojos son más penetrantes y perversos. Detrás de él se encuentra un ave de fuego que no se mueve, parece pintada en el cielo, que ahora no tiene una sola nube. En cambio, en mi posición, la lluvia no cede con su paso agresivo.

—Esta es mi verdadera transformación, mi poder, la abominación indestructible, rey de Reiga. Y como dije antes, no eres digno de apreciarla.

—Tú no eres digno de vivir —respondo sonriente.

—En este estado no requiero usar ningún conjuro ni maldición, puedo acabar contigo con solo mover un dedo, este dedo —levanta su dedo índice.

—Entonces —doy un salto y cierro los ojos—, veremos si es cierto. ¡Lux exponentia! —Escucho un quejido, abro los ojos, me encuentro cerca de su dedo y se lo corto. Caigo detrás del gran demonio y escucho como golpea con un sonido sordo en el suelo el índice señalador.

—¡ERES UN MALDITO! —Grita furioso.

—Esto recién comienza —advierto dando otro salto y me veo sorprendido cuando Ingnisute gira con velocidad y me golpea con la palma de su mano. Salgo despedido abruptamente, cruzo por el cuerpo inerte de Azura, no sé hasta dónde llegaré. Estoy lejos del suelo para ayudarme con la asesina roja y no se me ocurre ningún conjuro que me pueda salvar. Si este es mi final, sé que intenté dar lo mejor de mí y por primera vez no tuve miedo a ser derrotado.

Detrás de las nubes encapotadas, y sin mojarse, aparece volando y a gran velocidad, Doragon. Esquiva casi por completo el ataque de Ingnisute, lo roza en la parte posterior de su ala y despide vapor. Doragon no se rinde y se acerca a mí, me toma en sus garras deteniendo mi recorrido mortal. Me posa en el suelo, y me acaricia con su hocico. Mi cuerpo duele, arde y sangra, son los costos de una guerra sin sentido.

—No me interesa cuantos de tus amigos aparezcan, nadie puede vencerme.

—Yo sí —responde la princesa Tai apareciendo a mi lado—. Yo te venceré Ingnisute, o tendría que decirte, Arniscan. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro