La habitación sin tiempo (IV)

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Asashin comenzó a mover sus alas con violencia y el viento huracanado quiere arrojarme hacia atrás, sin embargo, entierro la espada en el piso y me sirve para anclarme. No me parece justo que todos los demonios tengan mascotas. ¿Pero qué es justo en esta guerra? Seguramente nada.

Yoru Ikari observa todo con una gran sonrisa y le han aparecido unas alas moradas con sus bordes negros, sin embargo, su cuerpo no se ha modificado. Excepto en su frente que aparece la letra X, un tatuaje demoniaco que titila como si fuera una luz de un árbol de navidad. Seguro esconde un gran poder, uno que se expresa cuando su furia se eleva a niveles abismales. No me parece justo que el ave de la discordia, Azura, Dorothy, y todos los demás me hayan seleccionado como el salvador del mundo que tanto aborrezco.

—Las alas de la furia y la ira oscura, son la perfección de la creación de Edaxnios —dice acercándose dos pasos—. El humano nunca dejará de tener emociones que corrompan su alma, por lo tanto, los demonios tendremos alimento por la eternidad hasta que... Bueno no tienes por qué saberlo.

—La verdad me tiene sin cuidado lo que tú y tus amiguitos digan. —Las alas de Asashin dejan de moverse y reposa sus patas peludas en el suelo arenoso. Saco la espada y le apunto, la llama libera un gran silbido, como un fuego furioso. Creo que hablamos el mismo idioma—. Yo nunca quise participar de nada, nunca busqué ser la reencarnación de Hícari, pero aquí estoy hablando con el demonio enojado.

—¡SILENCIO! —Mueve sus manos de un lado al otro como danzando, luego se eleva varios metros y con su tridente lanza dos rayos blancos y, delante de mí, aparecen dos hombres con sus ropas destruidas, sus cuerpos golpeados y sangrantes. Uno es alto, el otro bajo. Sus ojos demuestran desconcierto, la misma mirada que tenía mi padre antes del accidente. El hombre alto quiere moverse pero otro rayo lo comienza a electrocutar y cae al piso—. Los humanos nunca aprenderán que el diálogo es el medio para llegar a la solución de los problemas. Estos malditos hombres se asesinaron en conjunto en una discusión vecinal por un maldito árbol. El hombre alto le disparó en la cabeza al hombre bajo, pero nunca supo que ya había sido envenenado. Por lo tanto, cuando el hombre alto volvió a su casa murió mientras dormía. Ahora —sonríe y eleva su tridente al cielo oscuro que solo se ilumina por los rayos—, ellos serán mi alimento.

Mientras los rayos comienzan a golpear con violencia el tridente, me pregunto si debería salvar a estos hombres, hicieron un acto imperdonable que es asesinarse el uno al otro. Mi corazón me dicta que debo dejarlos sufrir en el infierno de la furia y la ira oscura, sin embargo, no soy quien debe decidir eso.

Camino hacia los hombres con mi espada, que por cierto es pesada y mis brazos tiemblan.

—¡Oye demonio! —Lo señalo con mi mano libre—, deja a estos hombres en paz, el problema es conmigo, ¿sí?

—Después me encargaré de ti —sonríe con perversidad.

—No sé qué quieres demostrar. Si eres poderoso, no me importa, si eres un demonio, tampoco... ¿Entonces?

—¡NO ME INSULTES!

—¡No eres mi padre! —grito con una sonrisa.

—¡CÁLLATE! —exclama y su tridente se vuelve brilloso.

Espada lo único que te pido es que me des la fuerza, el conocimiento y la defensa para poder salvar a estos hombres, que aunque no se lo merezcan, no quiero ver como el demonio se los devora.

«It situm volaré». Esas palabras llegan a mi cabeza como un misil dirigido al centro de lo desconocido, pero seguro, es alguien que desea ayudarme.

En un movimiento veloz quedo delante de los hombres con mi espada por encima de mi cabeza y en forma horizontal para detener cualquier ataque.

—¿Qué te hace pensar que ganaras? —pregunta con soberbia.

—Nada, y la verdad no me interesa, ese es mi poder. No tengo nada que perder, porque si muero, seguiré siendo un desconocido. Sin embargo, si tú mueres... Eso sí será terrible.

Ríe a carcajada, tan así, que el ambiente se vuelve más terrorífico de lo que ya era. El hombre bajo intenta escapar, pasa delante de mí, haciendo que sea más difícil de protegerlo y Asashin le entierra el aguijón en la pierna derecha haciendo que caiga, pero no sangra, y es obvio, ya estan muertos.

—Dos contra uno, ¡qué valiente! —exclamo molesto.

—No hay reglas, y como Hícari descansa en tu cuerpo, no podemos arriesgarnos a que se despierte.

—Hícari esto, Hícari lo otro —digo en torno de burla—. ¡Mírame demonio!, mi nombre es Luke Dambeline —levanto la espada apuntando al cielo pero los rayos me ignoran.

—Tú... ¿Me derrotarás? —Me señala con el tridente—. ¡Eres una bazofia!

Nos miramos por varios segundos, el hombre alto no se ha despertado y el bajo se arrastra alejándose. Sin embargo, llegará hasta un punto donde golpee contra los límites y se dé cuenta que su vida ha acabado. Y que no existe el cielo, tampoco el infierno, sino un lugar donde las almas van a sufrir o a estar en paz, depende de sus decisiones. Yoru Ikari arroja un rayo que hace me contorsione del dolor y de mi boca salga saliva en forma de rocío. Quiero insultarle, gritarle o lo que sea con tal que se detenga. Las palabras no brotan, no pueden, la electricidad tiene tiesa a mi garganta. Luego de un momento comienzo a arrastrarme hacia Yoru dejando un surco y la arena flota formando una tenue nube.

—Eres débil, tus brazos parecen ramitas y tus piernas no tiene la fortaleza para aguantar el poder —se ríe a carcajadas—. Débil, eso nunca se te quitará y lo peor es que todo el mundo de los sueños será destruido por haberte elegido.

Mi rostro se tensa, siento en mis brazos temblorosos recorrer una ira abismal y mi corazón late al ritmo de mis respiraciones furiosas. No puedo ser derrotado por el demonio al que no le interesan las personas.

—Pensé que al venir aquí me enfrentaría al verdadero Hícari —continúa—, el todo poderoso, el que puede chasquear sus dedos y transformar todos los ambientes. El guardián que fue capaz de herir a Edaxnios y dejar a Ingnisute al borde de la desaparición. Sin embargo, estoy completamente decepcionado contigo, como quiera que te llames.

—¡DIJE QUE ME LLAMO LUKE DAMBELINE! —Grito con toda la furia.

Ahora tengo más poder, y camino alejándome del poder de Yoru Ikari que me mira con cierta perplejidad. Le apunto con la espalda.

Juro que te lastimaré para que respetes a los demás, dejarás de decir tonterías sobre los humanos, sobre las protectoras, sobre el guardián...

De la punta de mi espada sale un gran rayo blanco e impacta en el hombro de Yoru Ikari haciendo que se tambalee y me mire con desconcierto. De la herida sale un humo violeta y negro.

—¡MALDITO, ME HERISTE! —me grita cubriéndose la herida que acaba de cerrarse.

—Es tu furia la que brota de la herida, y la verdad es que quiero acabar contigo —le vuelvo a apuntar pero no sale nada.

—Parece que se acabó tu poder, ahora conocerás mi furia. —Eleva su tridente, absorbe el poder de los rayos y me apunta—. Lástima que no pude ver el verdadero Hícari, pero... Bueno, la verdad ya no me interesa, solo debe haber sido un maldito mito.

El poder del rayo impacta directo en mi espada, salgo volando hacia atrás pasando por encima del hombre bajo que se sigue arrastrando, vuelo tan lejos hasta golpear contra una pared imaginaria, y caigo con violencia al suelo. Mi espalda me duele, en mi pecho hay una presión enorme y algo de sangre corre por mi rostro. A pesar del dolor, no puedo borrar mi sonrisa y no lo haré, ya lloré lo suficiente.

—Perfecto, eres poderoso, Yoru Ikari —me levanto con dificultad—. La verdad me hubiera gustado conocer mi poder y que pidas clemencia cuando te ataque de la misma manera. Una vez varios niños mayores a mí, me dieron una gran golpiza, fisurándome una costilla. Yo estaba furioso, de la misma forma en la que tú estás ahora, y mi padre me dijo: «El que se cree poderoso y ataca al débil con ayuda, es porque es más débil que su víctima». Creo que tenía razón por eso viniste aquí, me temes.

—¿Temerte? —pregunta con una gran sonrisa—. Al parecer no has entendido nada. Pero tu fin ha llegado y entenderás más cuando estés en la boca de Edaxnios.

—Lo que digas, pero te advierto, no me vencerás tan fácil —niego sonriente.

Un rayo llega de sorpresa, logro saltarlo quedando suspendido en el aire y el mismo impacta en el suelo dejando un gran cráter. El hombre bajo desapareció al ser alcanzado y en su lugar quedó un humo blanco, parecido al de Lucius y luego se acerca a la boca de Yoru Ikari. Lo absorbe llevando su cuerpo hacia atrás y sus alas comienzan a brillar.

—El sabor de las almas furiosas es exquisito y me vigoriza. —Sus músculos crecen y su torso es el doble de su tamaño original—. Hacía tiempo que no comía un alma de un hombre con tanta ira en su pequeño cuerpo.

Caigo con lentitud, mientras estuve en las alturas no pude dejar de mirar como Yoru Ikari devoraba el alma del hombre, puedo jurar que escuché un quejido.

Mi espada cae al suelo, no puedo sostenerla, no con tanto dolor.

—Este es tu final, Hícari —me apunta con su tridente mientras ríe con fervor.

Un rayo naranja se acerca a mí, y no temiendo morir, cierro mis ojos, para imaginarme que veo a mi madre; ella viene corriendo a mis brazos.

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