Ⅱ: Indómito y enaltecido ser

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Por más que quiso quedarse durante la noche para acompañar a su hermano, SungHoon se lo prohibió rotundamente al endulzarlo y casi que manipularlo con sus palabras.

‹‹Lo que ahora me daría tranquilidad es que descanses y te cuides correctamente, porque ese recital no va a prepararse solo›› fue lo que el azabache le dijo para recordarle la silenciosa promesa de darle toda la normalidad posible en medio de la escabrosa realidad que comienza a transitar.

Y aunque dudo en hacerlo, inspiró con fuerza y en esa madrugada amarga volvió a refugiarse en el abrazo de la espesa oscuridad que lo recibió al llegar a su cómodo apartamento ubicado unas calles más allá de la casa de sus padres. El cobijo de la soledad que encuentro al ingresar, inundó sus sentidos por el aroma a vainilla y lavanda que se desprende de las esencias aromáticas que están a lo largo y ancho del departamento.

Uno que logró comprar hace un año a través de los ahorros que acumuló con su participación en diferentes recitales y exposiciones en las que tuvo la oportunidad protagonizar, hasta que el impulso propio fue respaldado por sus padres y fue como halló su propia morada en el último piso de la torrea C de la zona residencial en la que vive.

Lo poco que queda de la noche es un recuerdo borroso en su memoria porque solo sus pies le dieron la oportunidad de llegar hasta su cama y caer inerte sobre la misma, preso del mortífero sueño que lo sacudió con una imagen dominada por el gélido azul de una mirada que se reprodujo durante las pocas horas que durmió.

―Llegaste temprano hijo ―pronunció su padre al verlo llegar unos minutos posterior a la hora de ingreso de los visitantes.

Debido a que JiSung pasó la noche junto a su hijo menor, mientras su esposa entre pequeños y cansados alegatos termino yendo a casa para lograr aquietar un poco sus emociones y así enmendar los errores que busca deshacer con la ligera comida que le preparó a JungKook y que en ese momento le entregó a su hijo, para ser guardada en la mochila que lleva colgada de su hombro.

No teniendo el estómago suficiente para comer más de lo que ya lo hizo antes de salir del departamento.

―¿No deberías ir a descansar? ―cuestionó el castaño abrazando cortamente a su padre, que aunque luce un poco cansado, su cálida sonrisa siempre está presente en el conservado rostro de su padre.

El hombre que ha sido su cómplice desde que era un pequeño que se escapaba de las clases que según su criterio eran aburridas y que nada importante le iban a enseñar, cuando su mundo desde su infancia temprana giraba en torno a la música clásica, en especial al violonchelo.

―Debería, pero como ves sigo aquí ―respondió JiSung, reparando en las facciones de su pequeño hijo de veinticinco años que ha dejado de ser ese niño de hebras doradas que en su niñez iba prendido de su pantalón antes de sostener su mano.

Se ve a sí mismo retratado en el joven y agraciado rostro de su primer hijo, de ese pequeño que le enseñó cómo ser un padre y que tal vez sufrió los primeros intentos, mientras se acostumbraba a la paternidad.

―Vamos viejo, ve a descansar, que hoy no tengo práctica hasta entrada la noche y puedo incluso reemplazar a mamá ―añadió apretando suavemente el hombro de su padre que comenzó a caminar hacia la zona de recepción del piso en el que está la habitación de su hermano.

―Tu madre ahora mismo está con él por unos análisis que le deben de realizar y van a demorar un poco, por lo que es mejor que esperes porque no permiten más de un acompañante ―indico él siguiendo los pasos de su hijo que con un asentimiento lo llevó hasta la salida del hospital y con un leve empujón contra su hombro apremio su avance para que saliera del lugar de una vez por todas.

―No debes enseñarte a estar demasiado en este lugar padre ―mencionó cruzando la amplia puerta del hospital y fijó su serena mirada en la dolida que su padre carga.

Por lo mismo y aunque en un principio se sintió herido, no es capaz de reclamarle a su madre lo sucedido, no en estos momentos en el que la circunstancia actual exige otra compensación y si bien no le gusta no enfrentar las situaciones y aclarar los conflictos, para hacerlo debe remitirse al pasado y ya ha conciliado bastante con lo que ya no fue y lo que tuvo que sufrir.

Puede afirmar que está en la mejor y más tranquila etapa de su vida, y no porque los problemas no existan o los minimice, sino porque ha aprendido a forjar una visión real de lo que la realidad significa y que la mayoría de los eventos que lo rodean no pueden modificarse ni evitarse.

Así que, hace unos meses atrás decidió permitirle a la vida que fluya en su existencia y sobre la marcha irá transitando los imprevistos y cambios que no se espera, pero que exigen de él una respuesta para continuar o detenerse como ya en el pasado lo hizo.

Por ello insiste en ser una fortaleza dadora de esperanza así no crea en ella, todo en nombre del bienestar contrario. Pero lo que sinceramente si puede brindarle a su familia, es la tranquilidad que lo caracteriza, para que al menos el gris que la noche anterior comenzó a derramar sobre sus vidas, no continúe oscureciéndose aún más.

―Espero que así sea hizo ―JiSung se despidió de su hijo mayor con un aprehensivo y fuerte abrazo con el miedo a flor de piel que es cincelado sobre su blanquecina piel ante ese instinto protector que ruega porque su otro hijo no tenga que sufrir nada parecido a su pequeño SungHoon.

JungKook mantuvo su atención en la postura recompuesta de su padre y sabe que al menos en la sutil sonrisa que estira sus labios en la distancia cuando se giró para despedirse, le permitió ver un poco de ilusión reverberar en la mirada marrón.

De nuevo ingresó al hospital cuando la presencia de su padre se desvaneció al interior del auto. Teniendo presente que debe esperar un poco, comenzó a recorrer las distintas zonas a las que tiene acceso y antes de subir al siguiente nivel, logró tener un fugaz vistazo del área de urgencias que es sacudida por las exclamaciones de los paramédicos que ingresan con apuro con una persona sangrante y adolorida sobre la camilla que transportan con agilidad.

―¡Por favor, abran paso! ―exclamó el que JungKook reconoce como el jefe de la unidad de urgencias o al menos es lo que puede deducir del color azul oscuro de su uniforme que se diferencia al de los demás residentes que es un poco más claro.

Y un último médico a quien no logro verle el rostro, ingreso con decisión pero sin necesidad en su caminar, no como los demás que corrieron con energía para atender a la persona herida que se quejó de forma tan alta y ruidosa que el dolor ajeno logró atravesar su pecho, pero a él no, él solo continuó caminando de forma armoniosa, tan grácil, acompañado por el impacto de la suela de sus zapatos contra el suelo por el que parece desplazarse con elegancia y confianza.

Una que los espectadores parecen compartir con el mismo, porque no se interponen en su avance y con la misma impresión entre miradas indiscretas ven como el doctor de cabellos azabaches se pierde al interior de la sala en la que los lamentos siguen resonando con fuerza.

Antes de seguir envuelto en el aura de pena que parece adherirse a su piel, sacudió la cabeza para deshacerse de la imagen de sus sueños que lo desconecto y siguió el rumbo inicial.

―Siento que ya lo vi antes ―pronunció en voz baja para sí mismo, porque ese insondable cabello oscuro le trajo la reminiscencia de uno similar que contempló el día anterior. Pero lo descarta con rapidez, porque no cree que sea el mismo médico que estaba en compañía de los niños en el área de oncología.

Su cuerpo terminó siendo apresado en medio de la amplia cabina del ascensor en el que tuvo que pedirle a alguien que marcará el nivel al cual se dirige, todos allí con el mismo afán latente dado en la insistencia con la que miran el tablero que marca cada piso, así como el miedo palpable en la pesadumbre que a algunos los rodea como un manto.

Dos polos diferentes pero que los une al compartir el mismo propósito, sea desde la posición que sea, si están allí es porque la salud es su objetivo o su condena.

Apenas ingresó a la solitaria azotea ubicada en el último piso del edificio principal, el aire nunca se sintió tan fresco y revitalizante como en ese instante de intimidad, debido a la poca gente que circunda el lugar. Para su suerte, encontró un espacio libre al fondo libre de todo presencia o mirada ajena.

Su cabello es revuelto por las intrépidas ráfagas moviéndolo sobre sus párpados cerrados que se deleitan por los rayos de sol que bañan su cuerpo, además, siente como el blazer negro que con apuro se colocó esta mañana en conjunto con una sencilla camiseta blanca y unos jeans básicos un poco anchos, acompañan la danza que el viento propone. Sus pulmones inspiran con fuerza hasta expandir su caja torácica y aspirar con profundidad, una que ahonda en su cuerpo y va deshaciendo la tensión que parece rodear como un halo invisible cada rincón del hospital, marcando un claro mensaje y una evasiva que aún se esfuerza por digerir.

―Ni lo intentes, porque no lo vas a lograr comprender ―dijo una oscura y melodiosa voz que lo sobresaltó por la presencia inadvertida que unos pasos más allá de donde esta se ubicó.

Se giró a mirarlo con sorpresa retratada en sus orbes de oro que se expandieron aún más cuando reparó en quién era exactamente la persona que a su lado estaba. Era él, el mismo doctor que vio leerle a los pequeños y que jodidamente coincide con la imagen fugaz que vio cruzar el pasillo en el que está alojado su hermano y que pasó tan rápido que lo creyó un mal juego de sombras.

Ahora sabe que es él.

Y que parece haber adivinado silenciosamente lo que se encontraba pensando.

―Lo sé, sé que mi presencia encanta, pero al menos disimula un poco, que me hace sentir incomodo, por favor ―él volvió a decir ante la expresión anonadada que perdió todo rastro de impresión y vio como cada facción se comprimió hasta que el enojo incipiente floreció cuando una de las cejas se alzó y una sonrisa irónica se posó sobre los rosados labios que vio de perfil, por estar más centrado mirando el trayecto de las nubes y traduciendo el mensaje que el viento le trajo desde la distancia.

―Yo... ―JungKook se calló abruptamente cuando advirtió que su boca estaba a punto de pronunciar una disculpa por haberlo molestado, por favor, ni él está seguro de cómo el contrario llegó, si lo vio atendiendo al herido que fue traído por los paramédicos.

‹‹¿Acaso no fue a atender a los heridos en urgencias? ¿O de qué otra manera logró ingresar allí sin ser detenido?›› pensó el castaño y antes de responder, de nuevo fue interrumpido.

―Si te lo dijera no lo entenderías ―respondió el de orbes celestes anticipando los pensamientos ajenos que zumba con insistencia sobre su oído y aunque trata de no escucharlos, en realidad, está en su naturaleza ser el receptor de toda forma de vida.

Así lo deteste, debe cumplir con su deber y burlar las cuestiones presurosas que le arroja la mente del ya exasperado castaño que lo mira con insistencia. Una mirada resplandeciente de molestia que ignora.

―Lo que tienes de apuesto, lo tienes de idiota ―manifestó JungKook sin cohibirse o al menos intentando que la presencia imponente y hechizante de los orbes de cielo que en ese preciso instante lo miran con picardía, no terminen de acobardarlo.

―¿Así que admites que soy apuesto? A veces creo que la sola palabra carece del varadero significado que representó ―opinó él, viendo como la molestia burbujeo con relativa facilidad en los ojos dorados, un color que desde su vasta existencia no ha llegado a contemplar, al menos no con tanta claridad como parece estar retenida en la mirada contraria que ahora lo ve con enojo.

Situación que lo divierte y no se contiene de reflejarlo en la sonrisa que surca sus labios y que solo aumenta el hastío en JungKook.

―No comprendo cómo los niños pueden soportar el ego desmedido que tienes ―reconoció dejando de mirar a su indeseada compañía y se negó a ceder e irse, porque cree que es lo que él está haciendo.

Como un pequeño caprichoso que busca obtener lo que desea sin importar lo que deba hacer, en este caso ser un jodido irritante que no deja de reírse con descaro.

JungKook no comprende como una sola imagen que vio a la distancia rodeada de la pureza que desprenden los niños que parecían adorarlo, ahora la siente tan impropia como si a quien vio con el cielo y parte del agua de los mares capturados en una sola mirada no hubiera sido él, como si la persona que con delicadeza entonó cada palabra y se esforzó por explicar la enseñanza detrás del cuento infantil, no hubiera sido más que una máscara que ahora expone al verdadero ser que encubre.

―Porque ellos, no todos, logran ver más allá de las apariencias ―contestó endureciendo el tono de su voz y eclipsando la mirada dorada en la propia que se oscureció un poco cuando terminó de capturar el mensaje enviado.

De la misma forma en que concluyó que al parecer la presencia ajena puede verlo, incluso cuando se oculta, él lo ve sin problemas.

Excepto que, no ha sido el único en lograrlo. Otro hecho aleatorio que ha infestado su día y la nula tranquilidad que no posee.

―O solo muestras lo que quieres, como un farsante que solo se expone para ser adorado ―lanzó JungKook con un poco más de molestia de la necesaria, porque después de todo ni lo conoce.

Solo que él representa lo que tanto aborrece en una persona y que le recuerda a quien tanto lo lastimó.

―Merezco ser adorado después de soportarlos a todos ―la ironía fue palpable en lo que dijo el azabache que nuevamente apartó su mirada hacia los lejanos nubarrones que se acercan vertiginosamente y hacia los cuales debe dirigirse para hallar la anomalía que los convocó en un día que estaba previsto para ser inundado por la calidez del sol.

Empero sus filosas y apáticas palabras fueron malinterpretadas por JungKook, que inspiró con fuerza y miro el reloj en su muñeca para darse cuenta que pasó más tiempo del que hubiera querido al lado de la enigmática y vana persona que tiene a su lado.

Su irritación emergió con una fuerza desconocida que no había sentido hace mucho y que logró poner sus vellos de punta por la frialdad que las palabras ajenas le hicieron sentir a su acelerado corazón que latió en una maratónica carrera cuando la perturbación se filtró brevemente en el rostro de piel canela que rápidamente recuperó la soberbia en la expresión que le dirigió con impertinencia y algo más mezclada en la sonrisa de corazón que lo terminó de desconcentrar.

―Aquí es donde dices algo JungKook ―pronunció él con diversión en sus orbes celestes que cumplió su objetivo al robarle toda oportunidad a su acompañante de responder con una seguidilla de sátiras vacías.

―¿Cómo se supone que sabes mi nombre? ―cuestionó JungKook luchando por afrontar la contradicción que cambió en la expresión del azabache ante su pregunta.

Pero una vez más obtuvo el parloteo pesado que parece ser todo lo que reside detrás de un precioso rostro que tiene la bendición de detallar.

Un hechizo de rasgos excelsos que se rompe cada vez que su voz barítono entona cuanta idiotez se cruza por sus pensamientos.

―Aunque no lo creas soy más que este precioso rostro que aquí ves ¿O tal vez no? En realidad solo lo hago por diversión ―molesto de nuevo él, viendo que ya alargó mucho más del tiempo que tenía permitido.

Por lo que, giró su cuerpo y alcanzó a dar unos cuantos pasos hasta que la voz ajena se inmiscuyó con potencia entre sus oídos, tanto que un leve hormigueo lo obligó a detenerse y escucharlo a él.

―Parece que te divierte engañar a los pequeños que no pueden ver nada más que la fachada de lo que eres y de la cual te aprovechas. Es despreciable viniendo de quien se supone y debe cuidarlos ―reconoce que es muy probable que se esté equivocando al juzgar a alguien a quien acaba de conocer y peor aún a partir de un juicio personal que solo le tomó unos minutos concretar.

Solo que no comprende cómo él puede mostrarse tan apático y desinteresado con todo su alrededor cuando el sufrimiento es lo único que allí abunda.

Sentimiento foráneo e irracional que explota ante la burla con la que se refiere a los pequeños que parecen adorarlo a él y de lo que parece beneficiarse para regocijo propio.

―De eso se trata la vida JungKook ―refirió él remarcando especialmente su nombre en un tono cansino y desinteresado―. De fingir que haces parte de un segmento de la sociedad aunque aborrezcas a la gran mayoría ―sin esperar ninguna respuesta el azabache se encaminó con parsimonia en su andar y desapareció de la mirada dorada que sigue tratando de mantener la cordura que le queda.

―¿Qué demonios significa y cómo sabe mi jodido nombre? ―deliberó sin querer una respuesta y apoyó sus manos sobre sus rodillas e inclinó su cuerpo para retomar el ritmo regular de su respiración por su desaforado comportamiento.

Un incentivo que la mirada celeste le concedió al encarnar lo que tanto desprecia y que tantos conflictos le ha traído en el pasado por sus comentarios al no poder quedarse callado.

Pero rápidamente desechó las ideas que lo contaminan y con su atención puesta sobre sus manos apretó una última vez sus rodillas y se enderezó al recordar lo que verdaderamente importa y a quien lo espera para sacarlo del abrazo protector de su madre.

Eliminó cada cuestión o duda sobre la presencia ajena y la contrariedad entre sus palabras y sus expresiones que distan una de la otra, y aunque confuso, borró el rastro de las reminiscencias que fueron relegadas a algún rincón de su atribulada mente.

―¿Y justo tenías que desarrollar esa variante Hoonie? ¿En serio, de tantas opciones solo te quedo esa? ―chasqueo JungKook e irrumpió en el silencio que dejó la ausencia del médico especializado en oncología junto con sus padres que lo siguieron para conocer los diversos protocolos que ya tendrán tiempo para explicarles una vez SungHoon sea dado de alta.

Después de su breve y extendida salida en la azotea, cuando llegó a la habitación de su hermano lo hizo en el momento idóneo para la reunión en la que JungHee les explicó el diagnóstico de una forma mucho más clara.

La leucemia en un tipo de cáncer en la sangre, en concreto, se debe a una producción excesiva de glóbulos blancos anormales al interior de la médula ósea, que es causada por una mutación en el material genético que le indica a las células sanguíneas reproducirse de forma acelerada y sin control, replicando el defecto de los glóbulos blancos a los demás presentes en la sangre.

Para el caso de SungHoon, la evaluación médica concluyo su diagnóstico como leucemia linfocítica crónica (LLC), la cual, causa un incremento en la producción de un tipo particular de glóbulos blancos, los linfocitos B, que viajan a través del cuerpo mediante la sangre y debido al factor crónico, la leucemia se desarrolla con lentitud, por lo que, en un principio no hay síntomas notables del cáncer hasta pasar desapercibido.

Un hecho que los especialistas tienen a su favor, debido al factor determinante del estadio 0, en el que no hay otros síntomas de la leucemia más que la producción excesiva de linfocitos anormales.

Por lo que, el avance del cáncer en el estadio 0 es progresivo y lento, permitiendo una intervención temprana en el tratamiento y el pronostico a futuro de SungHoon.

Explicación que a la familia Jeon le dio un poco de tranquilidad y les permitió respirar con menos tensión sobre sus hombros.

―Perdón, para la próxima voy a verificar que enfermedades están disponibles y así erradico tu existencia de una vez ―SungHoon siguió la broma de su hermano que se mantuvo atento a la explicaciones e indicaciones médicas pero sin ahogar en preguntas al personal médico, porque para esa labor estaban sus padres.

Ahora solo vuelven a ser los dos caóticos hermanos que tratan de hacerle frente al cáncer que está activo en su sistema, el cual, por ahora van a tratar de ignorar y bromear lo que más puedan hasta que el dolor llene su cuerpo y sea reemplazado por sesiones de medicamentos y quimioterapias a las que el azabache espera no tener que someterse.

―Primero te quedas tú sin cabello antes de que yo deje de estar aquí para atormentarte ―amenazó JungKook con una amplia sonrisa por la conmoción en el rostro contrario por su chiste bastante cruel y tan negro como su humor.

Uno que SungHoon ama, luego de acostumbrarse a lo largo de su infancia y adolescencia ante los comentarios ácidos y un poco pesimistas del castaño. Pero no se imagina no teniéndolos para atravesar está situación con aires terminales que por momentos cuando sus pensamientos toman su consciencia, las esquinas de sus ojos arden por el llanto que contiene.

―Al menos luciré mi cabeza pelona con orgullo ―respondió con dificultad por el nudo que se instaló en su garganta sin darle tregua y que se adelantó al control por el que lucha.

Sin embargo, en presencia de su hermano siempre ha sido y seguirá siendo débil.

Es la misma razón que JungKook comprendió sin necesidad de palabras y que a lo largo de su vida lo llevó a convertirse en el soporte de su hermano. Si bien llegó a creer que era su deber por ser el hermano mayor, un día como cualquier otro vio que la admiración fundida con una clase de amor que aún no logra sentir en su totalidad, colmó los orbes marrón de su hermano y lo impulsaron a mantener esa llama viva.

―Seré el hermano más orgulloso de su pequeño polluelo ―animó el de orbes oro cuando la perturbación y la máscara salina brillo en los ojos impropios―. Soy tu soporte y si quieres llorar o gritar no tienes que ocultarlo ―apremio al ver como su hermano lucha por darle tranquilidad al seguirle sus ácidos comentarios, pero eso solo le permitió leerlo con mayor claridad.

Y es que en esa preciosa sonrisa que vio evolucionar hasta quedarse sin los cuatro dientes frontales de un solo golpe que su hermano se dio hasta cambiar a la de un joven lleno de vitalidad y demasiadas aspiraciones por cumplir, aprendió de cada faceta y no hay ninguna que no sepa comprender.

―Yo... ―la voz de SungHoon se quebró y las lágrimas brotaron para ser retenidas por las manos delicadas de JungKook que tomaron la amargura salina hasta penetrar en su piel para tomar su dolor como propio―. No quiero ser pesimista pero no sé cómo voy a salir de esta situación, siento... que todo se ha detenido y odio... ―su cuerpo fue acunado contra el pecho de su hermano que lo refugió de la misma forma en que lo hacía con su cuerpo un poco más pequeño cuando corría a su habitación por el pavor que le provocaba despertar y ver la oscuridad.

Conducta que con el tiempo cambió y ahora solo se encontraba entre esa calidez familiar y el suave olor que lo impulsó a soltar la desazón y el terror que lo recorre al enfrentar su diagnóstico.

Sus cortos hipidos se ahogan contra la tela de la camisa y su espalda se contrae ante los espasmos del llanto que dejó salir entre quejidos y lamentos. Se dejó ir en la agonía al sentir que su cuerpo ahora sufre y se ataca a él mismo, lastimándolo en el proceso.

―Mi pequeño hermanito, a quien no quería en un principio y a quien termine adorando cuando tú me diste la responsabilidad de calmar tu llanto cuando nadie más podía hacerlo. En verdad fue más un incordio que... ―se quejó cuando las manos que se aferran sobre la tela de su blazer le dieron un pequeño pellizco que lo hizo reír cuando sintió como los labios de su hermano contra su pecho se estiraron un poco, en el aviso de una tímida sonrisa.

Como un viejo hábito, balanceó su cuerpo para arrullarlo y de esa forma rememorar la forma en la que aprendió a calmar a su pequeño hermano llorón. A quien en un comienzo cuando sus padres le dieron la noticia no deseo conocer por el miedo irracional de ser reemplazado o dejado de lado, pero se dio cuenta que sus padres no dejaron de amarlo con la misma contemplación y que solo se engrandeció con la llegada del azabache que le dio los momentos que más atesora en su vida.

―Un pequeño incordio a quien no le permitiré caer ―volvió a decir JungKook―. No puedo y no quiero darte falsas esperanzas sobre que todo pronto mejorará, porque pronto es una palabra tan vana y efímera que puede significar mucho o poco tiempo ―todo lo que decía a parte del arrullo de su cuerpo lo acompañó con leves caricias sobre la espalda que poco a poco dejó de moverse con desespero.

―Tu forma de hablar siempre me ha dado consuelo ―habló SungHoon tan atento como podía estarlo por el llanto que aletargó sus sentidos, pero cada palabra que sintió vibrar en el pecho de su hermano lograron que respirara con un poco más de tranquilidad, porque en sus palabras y la forma que él tiene de expresarse y darse a entender siempre ha sido característico de Jungkook.

Incluso siendo un pequeño así no entendiera nada de lo que el castaño hablaba, no había algo que amara observar con tanta contemplación como la gracilidad con la que su hermano mayor comunicaba sus ideas, lo cual despertaba la admiración de las demás personas.

―Mi especialidad es enredar con mis palabras niño ―respondió el de orbes de sol―. Por eso no puedo mentirte e impedirte que veas todo lo que vas a tener que atravesar, pero lo que sí puedo jurar y garantizar por mi parte ―pronunció sacando a su pegajoso hermano del refugio que mantenía contra su cuello y sostuvo ese precioso y maduro rostro entre sus manos y lo alejo un poco para conectar su mirada―, es que me tendrás aquí a tu lado para recordarte quién eras, la persona que ahora eres y en quién te quieres convertir para que no olvides todo lo que debes cumplir si superas esta prueba ―aseveró uniendo su frente con la de su hermano y antes de sumirse en la caricia vio como dos lágrimas más fueron seguidas por otras más cuando un último sollozo más álgido e intenso brotó desde el interior de SungHoon que ahora es perpetrado por el cáncer.

Ambos se tomaron unos minutos más como parte del ritual al que ahora como un voto sagrado dado por un pacto silencioso, van a seguir para dar sosiego a sus conflictos y sostén a sus temores.

―No quiero morir antes de descubrir que tan bueno seré como arquitecto y mucho menos quiero dejar de verte brillar sobre un escenario. Tienes, tú tienes... que cumplir la promesa que me hiciste cuando éramos más pequeños y yo tengo que estar ahí para verlo, por favor ―rogó SungHoon y de nuevo sucumbió al desespero que s derramó como manantial de sus orbes y sus manos apresaron la ropa de su hermano que se mantuvo en la misma posición, permitiéndole desnudar su alma y entregarle sus ilusiones.

JungKook apretó sus labios en una sola línea tan cortante por la fuerza que uso para tragar las emociones que el solo pedido de su hermano avivó en su ser. En el inocente recuerdo de un pequeño azabache que sin falta iba a cuanta práctica pudiera y luego a los recitales en los que fue ganando protagónico por su habilidad con el chelo.

Jeon SungHoon, un día de lluvia, luego de escaparse de la escuela porque su hermano mayor tenía una importante presentación, llegó totalmente empapado al teatro y contempló con tanta emoción el acto musical de JungKook, que JiSung y HyeKyo, no tuvieron el corazón para sacarlo de allí.

Y días posteriores cuando una fuerte gripe lo atacó, JungKook preocupado por el estado de su hermano sumido en la fiebre, se sintió un poco culpable, pero SungHoon parece haber nacido con una habilidad de comprenderlo sin necesidad de decirlo a viva voz, y con su mano un poco sudada, le hizo prometer que su felicidad estaría ligada a que él se convirtiera en un gran referente del violonchelo en Corea del Sur.

Además, esa noche le pidió que el día en el que él pisara uno de los escenarios más grandes que se puede alcanzar en Corea, lo hiciera con una canción compuesta por su autoría dedicada para él, para su hermano menor, un pedido de un pequeño que solo quería ser una inspiración para su mayor, de la misma forma en la que JungKook ya lo era para él.

―Esa canción ya está terminada hace un tiempo... ―pronunció respirando con profundidad tanta que se detuvo cuando el oxígeno se atascó en su garganta, tratando de desintegrar la fortaleza que se exige mantener para contener a su hermano y ser su salvavidas. No quiere sumirlo en su propio dolor, no cuando SungHoon ya se está enfrentando al peor de los males que amenaza su vida―. Solo espero el mejor momento para que la escuches.

SungHoon al escuchar esas palabras, levantó su rostro con rapidez y vio una sinceridad abrasadora en los ojos dorados de su hermano, tanto así que la sinceridad lo abofeteó hasta que su saliva espesa se endulzo por las notas mucho más palpables del secreto agradecimiento que le dio a la vida por permitirle tenerlo a él. Oh por todo lo que lo mueve, que ama tanto a su hermano que por más que trata vuelve a llorar con una dulce sonrisa entre los labios.

―No se supone que llores de nuevo mocoso, mírate pareces una esponja que absorbió más agua de la que puede contener ―por lo general JungKook enfrenta las situaciones dolorosas a través de bromas sin sentido alguno, que tienen como finalidad aligerar la carga emocional aunque sea por efímeros segundos darle a la persona algo diferente en que pensar.

Hábito que no siempre es bien recibido, por lo que ha aprendido con qué tipo de personas hacerlo y aquellos que no lo toleran. Pero después de todo, por más que lo intente, ese sentido oscuro de malas bromas que tiene, sale a flote. Ya que cree firmemente en que decir palabras redundantes para averiguar lo sucedido o dar soluciones absurdas no pedidas ante un conflicto, a su parecer es atroz y aún más peligroso, porque parte de la necesidad propia de remediar o subsanar lo que está sucediendo, incluso transgrediendo la voluntad ajena.

Por ello, prefiere disuadir a la mente para sacarla del secuestro emocional que se repite como un bucle hasta que la persona no puede ver más allá del caos que en su interior se desató.

―Tal vez no alcances a comprenderlo, pero la forma en la que te amo y admiro no se compara con nada de lo que he vivido ―confesó SungHoon limpiando su nariz luego de separarse un poco más cuando el llanto le dio un descanso y sus ojos volvieron a enfocar con claridad y definición el rostro de su hermano, justo en el instante en que la resplandeciente sonrisa de JungKook se dibujó de forma perfecta entre sus labios, contagiándolo en el proceso―. Y puede que sea absurdo, pero pensé que habías olvidado mi pedido ―si bien se lo solicitó años atrás, pensó que en algún punto, y cargado por las responsabilidades de las prácticas, JungKook llegó a dejarlo pasar.

Y para su sorpresa, lo que creyó durante los últimos años, solo fue producto de la incipiente inseguridad que le impidió preguntar directamente.

―Me pediste que en el momento que debutara sobre un gran escenario en Corea, lo hiciera con esa canción, y es lo que he estado preparando, a la espera del mejor teatro y que tu estés allí, no sentado mirándome como un espectador, sino que lo hagas a un lado del escenario ―confesó JungKook pasándole a su hermano un pañuelo de la caja ubicada de forma estratégica en la mesa al lado de la cama. Mientras SungHoon limpiaba su nariz, tomó otro trozo de papel y lo pasó con suavidad por las mojadas y sonrojadas mejillas.

Los dos se tomaron un poco más de tiempo en el que la modulación fue innecesaria, tan carente y corta para manifestar lo que solo por medio del tacto y la caricia implícita de ambas miradas, le dieron forma al mensaje no verbal que fue sellado o irrumpido por la cálida y contagiosa sonrisa de SungHoon por la verdad que en los orbes dorados leyó.

Así su hermano no le diga de forma frecuente que lo ama como él si lo hace a cada rato, incluso si lo ve durante todo el día, JungKook es más reservado y no suele devolver de forma mecánica la respuesta de "te amo más" o "yo igual", él sólo sonríe y lo acaricia con suavidad. Para expresarlo mediante actos o servicios de amor reflejado en pequeñas acciones, atento a aquellos detalles que para los demás pasan desapercibidos, para JungKook solo complementan el ser total de cada persona a la que él quiere.

Por lo que, en su mirada iluminada por el sol encuentra palabras inteligibles del amor que su hermano le profesa, así él sienta que no lo hace de la forma que debería.

Allí está presente. Un amor puro e incondicional.

―Así tenga que escapar otra vez de los cuidados excesivos que me esperan, nada impedirá que esté presente ese día ―si ya lo hizo una vez, podrá hacerlo las veces que sean necesarias y ni el cáncer podrá contra el deseo de ver a su hermano brillar así sea por última vez.

Ese solo pensamiento lo estrujo y sus terminaciones nerviosas ardieron por la realidad que sigue proliferándose en su sangre, que en un descuido y sin las precauciones necesarias pueden conducirlo a la muerte que no ha llegado a contemplar, hasta ahora.

El castaño advirtió el ligero cambio en el semblante de su hermano, cuando los ojos marrones perdieron la ilusión que floreció posterior a su confesión y dedujo lo que esa frase inocente que SungHoon artículo en verdad significó.

―Me asegurare de que estés allí y ese día no será para mí, sino que llevará tu nombre y reconocimiento ―determinó con confianza plena en sus convicciones para transmitirle un poco de serenidad, tanto así que anuló sus temores para en las etapas siguientes.

―Más vale tarde que nunca ¿Cierto? ―bromeó SungHoon debido la mueca que estiro los labios de su hermano en una línea y la contundente palmada que dejó sobre su pierna al pararse para recibir a sus padres que ingresaron con apuro debido a su quejido.

―¿Sucedió algo? ¿Llamó al médico? ―interrogó HyeKyo alternando su mirada entre el rostro tranquilo de JungKook y la expresión de dolor fingida de SungHoon, comprendió que se alarmó en vano. Y la caricia que depositó su esposo sobre su espalda, la llevó a mirarlo y concluir que sin las bromas de sus hijos y la calma en la que están, de seguro el tránsito que los espera sería intolerable vivirlo en la aflicción constante.

―Hoonie siendo un llorón desde que nació ―reconoció JungKook tomando su mochila al ver la hora y que debía apurarse para llegar a sus clases en la tarde.

Aun con una conversación pendiente que reconoció en la disculpa que su madre le dio a través de su mirada, dejó atrás la habitación 310, en medio de un corto abrazo con su padre y el cojín del sofá que voló hasta el rostro de su hermano, fue la sonata que lo acompañó con una amplia sonrisa hasta la mitad del blanquecino pasillo por el que ve pasar a varios médicos en sus rondas y otras personas que denotan haber llorado hasta suspirar con profundidad antes de ingresar a las demás habitaciones en la que alternas realidades coexisten por medio de un hecho que violenta la salud.

En el corto recorrido que lo llevó hasta el ascensor y de allí hasta el recibidor principal del hospital, su instinto fue guiado a la habitación ubicada al frente de la zona de urgencias, en la que los pacientes esperan por ser atendidos según la clasificación de prioridad sobre la dolencia que los aqueja.

Sin querer inmiscuirse más y desde la entrada de la sala, sacudió su cabeza cuando la molesta opresión que lo llevó hasta allí se detuvo y cuando estuvo a punto de girarse sobre su propio eje para marcharse, una conocida y brillante cabellera obsidiana llamó su atención.

―¿Ahora qué pretendes? ―murmuró escondiendo su cuerpo tras el pilar de la entrada e inclinó su cabeza hasta que sus ojos se posaron sobre él.

Sobre el médico de ropa elegante y oscura que resalta por la bata blanca, un panorama normal y esperado, mas no la sonrisa tétrica que llega hasta la mirada celeste que brilla en malicia y arrogancia.

Todo su rostro exhibe la grandeza que se pronuncia por sus cejas perfiladas y oscuras, y una de ellas se alzó en soberbia cuando la persona que está arrodillada en el suelo juntó sus manos frente a su rostro compungido por el llanto, en lo que cree como un ruego dirigido al ser que reposó sus brazos a lo largo del espaldar de la silla en la que está sentado, una de sus piernas yace cruzada sobre la otra mientras ve con total indiferencia y hasta hastío la desesperación de la mujer de cabellos rojos y maltrechos.

JungKook se siente aturdido y extrañado por lo que sucede cuando las demás personas en la sala parecen ignorar el recuadro fúnebre que sucede al fondo de la habitación, en especial en la última fila de sillas que para conveniencia del azabache está vacía.

El espacio está totalmente dispuesto para lo que sigue ante el paso que da fuera de su escondite al no soportar más, debe enfrentarlo, pero su cuerpo se detuvo por el ingreso de una pareja con un pequeño bebé dormido entre sus brazos, quienes se ubican justamente en esa última hilera de sillas, tan cerca de él y su víctima, un espacio al que ambos miran y dejan de prestar atención porque no ven nada.

Allí no hay nada que ellos puedan ver, es lo que JungKook determinó cuando los ve girar su rostro para regresar la mirada a su pequeño hijo enfermo.

―¿Nadie puede verlos? ―preguntó a la nada misma, cediendo el paso cuando una persona tras de sí le pide permiso al bloquear el avance. En el momento que retrocedió para ubicarse muy cerca de donde antes se ocultaba, su mirada volvió hacia el médico que descruzo sus piernas y las afirmó sobre el suelo, para apoyar sus antebrazos sobre las mismas e inclinó su torso hasta que su rostro estuvo cerca de las manos que cubren la cara de la implorante mujer.

Ve como los labios de él pronuncian ciertas palabras que no duran más que el suspiro que de sus propios labios se esfumó, cuando la mirada de cielo llegó hasta la propia, una mirada cegada por la insolencia mientras lo miraba y él terminó de decir lo que no pudo reconocer por estar imantado a la presencia ajena que dejó de mirarlo después de dedicarle un asentimiento cargado de osadía.

Y con la misma gracia que lo caracteriza, se puso de pie con sus manos entre los bolsillos de la bata y pasó por un lado del cuerpo que cuando JungKook volvió a mirar ya no estaba, la mujer desapareció de la misma manera en que él se esfumó cuando regresó a buscarlo con la mirada.

―¡Por favor, alguien que la ayude! ―gritó una mujer aterrorizada por el colapso de la joven que hasta hace unos segundos estaba a su lado sentada.

―¡No puede respirar! ―exclamó un joven ubicado detrás de la mujer de cabellos rojos a la que vio desvanecerse sobre el suelo y a quien ve luchar por obtener un poco más de oxígeno.

Exclamaciones que rompieron la burbuja en la que JungKook estaba cuando por su lado dos enfermeros llegaron para atender la urgencia. Y justo allí, comprendió lo que estaba sucediendo, la mujer que vio arrodillada a los pies del azabache, es la misma que ahora es llevada sobre una camilla en dirección a la sala de urgencias a la que ingresó, hasta que fue detenido, cuando las cortinas del cubículo al que la llevaron se cerraron frente a sus ojos y lo que uno de los enfermeros mencionó lo dejo frio, totalmente inerte e imposibilitado de moverse.

Sintió como su interior se sacudió con temor al recordar la escena previo que vio brillar con alegría en los ojos celestes.

―No tiene pulso ―mencionó el enfermero al mismo tiempo en el que un agudo pitido proveniente del monitor de signos vitales marco la carencia del ritmo cardíaco de la mujer.

De forma paralela JungKook fue sacudido cuando una amable enfermera le solicitó que se retirara del lugar si no hay un paciente por el que ingresó en específico a urgencias y mucho menos si su atención estaba puesta sobre las cortinas azules por las que ingresaban y salían parte del personal médico.

Parpadeo con esfuerzo y módulo un trémula disculpa que se cortó cuando de nuevo lo vio a él.

―Él... ¿Quién es? ―JungKook le dijo a la enfermera que estaba empeñada en llevarlo hasta la salida y que le dio un pequeño empujón para que avanzara cuando el azabache ingresó hasta perderse detrás del refugio de las cortinas y no pudo hacer nada más que obedecer.

Lo que menos quería era armar un escándalo que ni siquiera sabía cómo explicar.

Su rostro se desfiguró en una mueca de consternación debido a la dificultad de unir los hechos que acabo de presenciar. De un momento a otro dejó de verlo y justo en los instantes finales él apareció de nuevo.

La enfermera se compadeció de la perturbación reflejada en los orbes ámbar e intervino para darle un poco de sosiego y que así se retirara de una vez por todas. Él no debía estar ahí y menos debió haber visto lo que sucedió.

―Él es el jefe del área de urgencias ―respondió la azabache con su impoluto uniforme azul claro―. No debes seguir aquí y yo debo volver al trabajo, lo siento ―se disculpó una vez más antes de volver a su labor.

Su cuerpo después de estar de vuelta en la recepción principal, se movió de forma mecánica hasta que el aire fresco de una tarde de finales de primavera que lo golpeó para despertarlo de la ensoñación celeste en la que se sumió y finalmente reconoció el verdadero rostro que encarna la belleza más sublime y peligrosa que hasta ahora contemplo en su existencia.

Una apariencia viva y desagradable, resguardada más allá de la máscara que al mundo le muestra, en la que pudo ver el egoísmo dibujado.

Escritora:

Explique de la mejor forma el diagnóstico principal de la historia y de aquí en más habrán ciertos cambios para ajustarlo a la trama y que sea ¿más dramático? pero dentro de todo real.

Además, siento que este Kook es tan real en medio de lo conflictivo que es comprender el amor y la vida.

Disfruten 🖤

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro