Capítulo 5 "Rechazo"

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Seguía leyendo las innumerables hojas del contrato, asegurándome aún más que aquel hombre frente a mí, estaba loco. Cada palabra trazada en las hojas me hacían sonrojar aún más, no sólo era por los lugares en los que aquel chico quería cogerme, si no, por todas las cosas sexuales que quería utilizar en mi, nunca en mi vida había visto tantas cosas juntas, incluso me impedía seguir leyendo en voz alta las atrocidades escritas, estaba enseñada a lidiar con hombres con delirios y fantasías sexuales, pero debía admitir que el chico de la máscara me ponía nerviosa.

—¿Qué pasa? —preguntó el chico— sigue leyendo.

—Las esposas apretadas en las muñecas, cadenas rodeando mi cintura y latigazos sonoros contra mis glúteos. —Leí forzada tratando de no titubear ni un solo minuto, no podía darle el gusto de saber que estaba apenada ante su presencia.

—Falta algo más. —recordó— lee la última hoja.

—Se hará a la hora y en el lugar que usted decida.

El chico movió su cabeza de arriba a abajo en son de afirmación, luego se levantó del asiento con la excusa que debía hacer algún papeleo y así, me daría tiempo de pensar un poco sobre el contrato. Una de las sirvientas me acompañó al patio trasero, donde había una banca en forma de columpio, el cual tenía una vista hermosa hacia la gran ciudad, pues al parecer estábamos a las afueras, pero aún así, podía observar la ciudad con gran detalle. Paris era hermoso, grande y tenía atracciones fantásticas, como la torre Eiffel, la cual admiraba de lejos, no tenía la valentía para salir a las calles más elegantes, sabiendo que alguien podría reconocerme y preguntarse el porque una cualquiera como yo andaría en los barrios caros, cuando pertenecía a los más baratos.

No me di cuenta de la hora, estaba entretenía observando la vista y disfrutando la calida tarde acompañada de un viento fresco que hacia el momento ideal. Una tos falsa me hizo salir de mi zona de confort, luego me levanté y miré al chico fijamente, gran error, sus ojos negros me hacían poner la piel de punta y eso era un punto a su favor y uno en contra para mí, él pareció notarlo y por un momento pude asegurar de que estaba sonriendo debajo de aquella máscara misteriosa.

—Se ha agotado el tiempo. —dijo para luego llevarme nuevamente al comedor.

—¿Por qué me entrega nuevamente el contrato? —pregunté nerviosa—. No volveré a leer esto.

—Es para que lo firmes. —informó como si fuera algo obvio y caí en cuenta que realmente si era algo obvio, pero yo estaba demasiado nerviosa como darme cuenta de que había dicho algo estúpido.

—¿Puedo preguntar algo? —indagué con nerviosismo.

—Ya lo hiciste. —respondió.

—Hablo enserio.

—¿Qué quieres? ¿Cambiar algo del contrato? Déjame decirte que es imposible. —declaró.

—¿Por qué hace esto? ¿Por placer o porque realmente quiere el dinero de su padre? —interrogué.

—¿Placer? —dudó—. No, lo único que realmente importa en esta vida, es el dinero.

Me quedé callada por un momento, procesando la información adquirida hace unos segundos. Nunca había conocido a alguien como él, los hombres con cuales trataba, siempre iban tras las mini faldas de las prostitutas de mi barrio, sin importar cuánto dinero debían gastar por la más bonita, solo les importa el placer que podían sentir con ellas, aclarando que el dinero pasaba a segundo plano. Ahora comprendía que no todos los hombres eran iguales y que cada quien tenía un favoritismo por encima de otras cosas, pero la respuesta del chico enmascarado, me dio la clave para aceptar o no, el contrato que me proponía.

—No voy a firmar. —aseguré.

—¡¿Qué?! —exclamó— ¿Ahora quieres hacerte la santa conmigo?

—No soy una santa, pero no estoy dispuesta a estar con alguien tan codicioso como usted. —manifesté.

—Te acuestas con cualquiera ¿Pero no quieres hacerlo conmigo? Eres una tonta. —articuló a regaña dientes.

—El placer que busca un hombre no se puede negar, todos somos humanos y sentimos necesidades, pero la codicia hacia el dinero, es algo que se elige, más no es una necesidad. —exprese.

Los ojos del chico demostraban asombro y curiosidad ¿Acaso ninguna mujer se había negado a sus contratos? Bueno, siempre hay una primera vez y debía entender que no todas las mujeres se iban a ver cegadas ante su cartera llena de billetes con precio, si quería tener una vida diferente, debía aprender a no dejarme comprar por hombres sin escrúpulos y si, tal vez sonaba estúpida, quizá estana perdiendo una gran oportunidad, pero no iba a aceptar ese contrato aunque me estuviera muriendo.

Esperé por un momento su respuesta, pero solo sentí el dolor nuevamente en mi cuello, haciéndome caer al suelo de inmediato, nuevamente me habían aplicado un sedante para dormirme, pero estaba segura que este era más fuerte que el anterior. Me desperté en una calle solitaria, estaba mojada, al parecer había lloviendo y ni cuenta me habia dado, estaba semi desnuda y sentía algo más, alcé un poco la cabeza y vi a un hombre introduciendose en mí con brusquedad y al notar su cansancio, hace rato estaba haciendo lo mismo.

—¿Qué cree que está haciendo? —pregunté alejándome inmediatamente.

—A las mujeres como tú les gusta esto, puta. —dijo con una risita molesta. 

—¡Eres un imbécil! —grité, luego traté de levantarme para darle un buen escarmiento, pero estaba muy débil para hacerlo.

—Ni para pelear sirves —musitó, luego sacó unas cuantas monedas y las lanzó al suelo cerca de mí—. Toma, vales eso y menos.

Para ser sincera, nunca había caído en cuenta lo humillante que era esta vida y por primera vez, dudé si hice bien en rechazar aquel contrato, después de todo, empiezo a creer, que el placer nos hace actuar como animales, igual o peor que la ambición al dinero ¿Acaso habré hecho bien? No lo sé. 

Gracias por leer.

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