🍫CAPÍTULO 8 (PARTE 2)🍻

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Subiendo las escaleras hasta nuestra zona en el palco, escuché una voz que me llamaba. Su tono grave me sorprendió. No la esperaba en lo más mínimo, pero me picó la curiosidad.

—Bela, ven conmigo. Tenemos que hablar en privado —dijo Lucifer vestido con una camisa abierta.

Su semblante serio me asustó. Ni estaba acostumbrada a que quisiera hablarme ni tampoco a verlo tan furioso.

Lo seguí hasta su dormitorio con vistas al centro del estadio. Las estrellas dibujaban un paisaje de luz en el firmamento.

Sentí el frío de la copa que me ofreció en el brazo, pero la rechacé sin dudar. Solté el vapor rosáceo del chicle y sonreí al ver que aquello lo molestaba.

—¿De qué quieres hablar, Majestad?

—Cass está en peligro. —Se sentó en su cama, mostrando sus abdominales antes de dar un trago—. El líder de los ángeles rebeldes la ha capturado, a ella y a Thiago. Colabora con el octavo pecado capital, el que te quiere a ti.

Abrí los ojos con nerviosismo. Parpadeé repetidas veces. Si me hubiese ofrecido cocaína, la habría aceptado con tal de evadirme del bajón que me acababa de dar.

—¿Te he oído bien? —Estuve a punto de tragarme el chicle, por lo que me lo saqué y lo dejé sobre una copa.

Lucifer la miró, luego se dirigió a mí, abrió los brazos y volvió sus ojos dorados al vaso. Lo señaló, pero ahorró su comentario sacudiendo la cabeza.

—Escúchame, sé que me odias por la relación que tenemos ella y yo. Lo entiendo, no te pido que te conviertas en mi mejor amiga. —Se rascó la frente—. Pero ahora mismo necesito que colaboremos. Quiero saber que puedo confiar en ti y que no me vas a traicionar por ese amor que tienes hacia ella.

—Si está en peligro, priorizaré su seguridad a mis deseos. Está claro. —Me crucé de brazos—. ¿Tienes un plan?

—Tengo ideas sueltas, pero por eso es necesario saber si puedo improvisar contando contigo. —Se levantó soltando un suspiro—. Vamos a deshacernos de todos aquellos que vayan en contra de nuestra Camarilla, sean miembros o ajenos. Quiero que, cuando resolvamos esto, la acompañes a un lugar seguro. ¿Estás conmigo?

—¿Hablas de cuchillos, cadáveres y palas? —pregunté sin parar de pensar en cómo se encontraría Cass o qué clase de horrores habría sufrido en mi ausencia.

El rey asintió. Su mirada brillaba con intensidad. Estaba tan seguro de que quería imponerse ante el resto que no pude evitar admirar su confianza en sí mismo.

—Se acabó la amabilidad.

—La verdad es que, pese a que me ayudaste con mis adicciones al quitarme el casino y darme ese don raro de cojones para la gula, eres un sociópata obsesivo y macabro que explotó a Thiago como guardaespaldas y abusó de la confianza de seres queridos con tal de reinar. —Lo miré con asco, pero su gesto fatigado me convenció. Le tendí la mano y él lo aceptó—. Pero se nota que amas a mi chica así que te lo pasaré por esta vez.

Escuchamos el traqueteo de la puerta. Un guardia del coliseo nos avisaba de un avión privado que había aterrizado en la isla.

Tanto el monarca como yo fuimos detrás del guía. Salimos por una puerta trasera, rodeando la arquitectura arqueada lejos del campamento de carpas de los países candidatos. Llegamos a una pradera donde el viento nocturno acariciaba la hierba con brusquedad.

Allí, una presencia oscura arrastraba a Thiago Asmodeus como un perro sin correa. El mellizo estaba malherido y débil, atado de manos y piernas como un prisionero. Su secretaria lo dejó de rodillas de una patada, mirándonos.

—¿Esa no es su secretaria? —le susurré a Lucifer. Él asintió despacio.

—Y es posible que el octavo pecado la haya poseído. Joder. No podemos matarla. —Apretó los puños, sacando sus alas de ángel caído.

—¿Por qué?

—Porque a Thiago le importa. —El rey dio un paso al frente, enfrentándose a la chica—. ¿Dónde está Cass?

La rubia ensombreció sus ojos, mostrando su verdadera identidad. Me lanzó una mirada maliciosa llena de anhelos. ¿Qué le pasaba conmigo que tanto deseaba poseer mi cuerpo?

—Vendrá pronto —anunció sin permitir que Thiago se incorporara. Él gruñía por el dolor, frustrado—. Hasta entonces, el único modo de que suelte a este chico es permitiéndome entrar en ella. —Me señaló.

—¡No le hagáis caso! —exclamó el mellizo—. Priorizad a Cass. Buscadla y rescatadla, por favor.

Lucifer se acercó a la secretaria. Ella sonrió, agarrando al príncipe de la lujuria del cuello. No tuvo tiempo de reaccionar cuando el rey la agarró del uniforme y la alzó. La apartó del mellizo y sus alas brillaron.

—Oh, querida, no te preocupes. Tu emperador te protegerá —dijo con una media sonrisa antes de que un humo negro escapara por su boca y se deslizara por la hierba hacia mí—. ¡Bela, defiéndete! Aún no puede herirte.

Lo esquivé como pude, pero la oscuridad se reencarnó a mi lado. Me tocó. Logré apartarla de un manotazo, dándole una bofetada que la echó atrás. No podía poseerme si estábamos al mismo nivel. Antes debía corromperme.

Entre risas, la criatura etérea se desvaneció. Pareció formar parte del viento que iba en dirección al coliseo. Fue como si supiese justo dónde quería ir.

—Thiago, ¿estás bien? —preguntó Lucifer liberándolo de las ataduras. Lo ayudó a incorporarse.

—Id al avión y sacad a Anya. La secuestraron conmigo. Está desnuda y malherida —gimió de dolor el hermano Asmodeus—. ¿Sabéis si Cass está a salvo? No pude hacer nada para ayudarla.

Ayudé a la rubia que yacía en el suelo a ponerse en pie. La veía desorientada, confundida. Sus ojos tomaron su aspecto original, pero su alma no estaba intacta.

Los acompañamos de vuelta al coliseo, ordenando a unos guardias que fuesen al avión para sacar al ángel pelirrojo del peligro.

En la sala de mando, los perezosos y Mario preguntaron qué estaba ocurriendo. No entendían cómo podía haberse llegado a aquella situación y mi explicación no fue suficiente.

Se creó un caos descontrolado de palabras y preguntas. Nadie sabía nada. Y mientras tanto, desde las cámaras de los drones en las Iralimpiadas, más candidatos seguían muriendo a costa de las pruebas del tercer día.

Amanda, sus bailarinas de hierro y un nuevo integrante del equipo de pelo rizado se ocultaron en un refugio subterráneo con suministros.

Al mismo tiempo, Roman y Elena, los Pecados Capitales, batían de dos en dos a los adversarios menos expertos que quedaban todavía en pie. De cara al último día, solo tendrían posibilidad de sobrevivir cinco países, si es que llegaba a esa cifra en lo que quedara de día de competición.

Una vibración me llevó a girar la cabeza hacia el pasillo. Me asomé a ver de dónde procedía, preocupada. Fragmentos de memorias me vinieron de pronto a la mente. Estaba en el hospital y me inyectaban sueros para mantenerme con vida. Cass me rechazaba. La veía besarse con su amante soberbio. Mario me criticaba. ¿Por qué me venían aquellas imágenes? ¿Era por el tacto del octavo pecado capital?

Me fijé en el antebrazo, justo donde recibí su marca. Tenía un moretón en forma de dedos negros.

Cuando volví en sí, vi lo que más temía. Si hubiese sucedido en otro contexto, tal vez me habría sentido más a salvo, pero en aquel preciso instante no había pie a confusiones: una sombra acababa de meterse por el umbral de la puerta del cuarto de Lise.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro