Cap. II. Asombrados

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Los hombres quedaron anonadados ante la inigualable belleza de aquellas criaturas, que parecían emerger de un sueño encantado. Poseían una gracia celestial, una elegancia que sobrepasaba cualquier concepción de lo humano. Sus semblantes, aunque humanos en apariencia, irradiaban una magnificencia incomparable, superando en triple la belleza de la especie humana. Eran seres altos, majestuosos, que se alzaban hasta cuatro metros de altura, una estatura que resultaba fascinante y casi irreal.

La suavidad de su piel, de un blanco extremo, deslumbraba a simple vista, emanando una luminosidad que bañaba el entorno con un resplandor etéreo. Aunque resultaba molesto para los ojos acostumbrados a la penumbra del espacio, los hombres no podían apartar la mirada de la radiante presencia de aquellas criaturas. Cada detalle de su apariencia era perfecto, cada ángulo y línea componían un cuadro de perfección sobrehumana.

En un instante, la urgencia de la situación y las armas que sostenían se desvanecieron de la mente de los hombres. Reconocieron en aquellos seres una superioridad abrumadora, una fuerza y poder que excedían cualquier capacidad humana. Conscientes de su desventaja, decidieron abandonar la confrontación directa y buscar una estrategia alternativa para alcanzar sus objetivos en aquel planeta cautivador.

En ese momento, Alex sintió una extraña conexión con las criaturas. Sus conocimientos en física cuántica le permitieron comprender que aquellas criaturas no solo eran avanzadas tecnológicamente, sino que también poseían habilidades y poderes cuánticos. Al ver que las criaturas avanzaban decididos atacar, Alex decidió intervenir.

—¡Alto! —gritó Alex, levantando las manos en señal de paz. — No somos enemigos. Venimos en busca de conocimiento y paz.

Las criaturas se detuvieron, mirando a Alex con curiosidad.

—¿Conocimiento y paz? —repitió el ser, su voz resonando en la mente de Alex sin emitir sonido— Vuestras acciones no reflejan tales intenciones.

—Soy Alex Mitchell, experto en física cuántica. Venimos del planeta tierra 223 y pedimos disculpa por aterrizar si su autorización. No sabíamos que este planeta estaba habitado. — culmino Alex.

—Vinimos en busca de nuevos territorios para explorar, pero estamos dispuestos a rectificar nuestros errores y establecer una relación pacífica con su civilización. — expreso Magnus con una sonrisa perversa en su rostro.

Mientras los seres avanzaban hacia los hombres, un asombroso fenómeno se desplegó ante sus ojos. A medida que se acercaban, su estatura comenzó a disminuir gradualmente, hasta quedar a la misma altura que los seres humanos. El desconcierto se apoderó de todos, ya que nunca habían imaginado que estas criaturas pudieran cambiar de tamaño a voluntad. El líder de aquel grupo enigmático los observaba con desconfianza, su semblante endurecido y preparado para un posible contraataque. Sostenía en sus manos un arma de proporciones colosales que, al igual que ellos, se redujo en tamaño, adaptándose a la nueva escala.

Las palabras del líder extraterrestre resonaron en el aire con un tono de desconfianza y reproche.

—¿Qué les hace pensar que podemos confiar en ustedes? Pertenecen a la Tierra 223, una especie conocida por conquistar planetas y desalojar a otras especies— gruñó, dejando en claro sus reservas y preocupaciones.

Sin dejarse intimidar, Alex tomó la iniciativa para responder, buscando transmitir sinceridad y comprensión.

—No tenemos ninguna intención de conquistar o desalojar a nadie. Nuestro propósito aquí es puramente exploratorio— afirmó con convicción. Sus palabras eran un reflejo de la verdad en el corazón de él, pero no de los demás hombres.

Mientras sus compañeros permanecían en silencio, cautivados por la presencia, la belleza y el aura de esa especie, Alex continuó hablando.

—Nos gustaría conocer su especie. Queremos establecer un diálogo. Por favor, díganos cómo se llaman— solicitó Alex con genuino interés.

—Mi nombre es Malakir líder de los Uminari— habla con voz gruesa cargada de desprecio y desconfianza.

Los ojos de los Uminari seguían escudriñando a los humanos con desconfianza y disgusto evidentes. A pesar de las palabras de Alex y su intento por transmitir una intención pacífica, los rumores que habían circulado sobre la especie humana como conquistadores implacables dejaban una huella indeleble en la mente de los extraterrestres. Para protegerse de cualquier posible amenaza, los Uminari habían desarrollado la sofisticada capa magnética que ocultaba su presencia y les permitía evitar el contacto no deseado con los invasores potenciales.

—Si nos permiten quedarnos, sería un honor inmenso, no interferiremos en sus vidas —declaró Alex, mientras ocultaba sus verdaderos sentimientos. En su interior, ardía la indignación por las acciones de los humanos, su implacable sed de conquista y su disposición a despojar a seres inocentes tan solo por obtener beneficios materiales.

Un manto de silencio envolvió a todos los presentes. La tensión era palpable, todos esperaban ansiosos la respuesta de los Uminari. ¿Les permitirían quedarse en paz o desatarían su furia y los atacarían hasta el último aliento? Aunque los hombres estaban preparados para luchar, no podían ignorar los secretos ocultos que aquel planeta guardaba en su seno. Y estaban dispuesto a todo, con tal de obtener lo que querían.

De repente, una voz angelical rompió el silencio que inundaba el lugar, capturando la atención de todos.

—Permítanles quedarse —hablo con dulzura.

Alex quedó completamente fascinado por la belleza que tenía frente a él. Era algo que no podía creer, su corazón comenzó a latir desbocado como nunca. Si los hombres eran una especie hermosa, las mujeres lo eran aún más. Aquella criatura lucía una melena negra y brillante, un cuerpo exuberante, era sencillamente perfecta.

—Un placer, mi nombre es Lyra —pronunció, ofreciéndole una sonrisa amistosa.

La sorpresa se reflejaba en los rostros de todos los presentes al escuchar ese nombre, que casualmente coincidía con el de su nave. ¿Cómo era posible? se preguntaban ellos. Luego, sus miradas se dirigieron hacia Alex, quien también los contemplaba con asombro. Fue él quien bautizó a la nave con ese nombre, inspirado en sus sueños, en los cuales se encontraba con una chica llamada Lyra. Sin embargo, la chica de sus sueños palidecía en comparación con la que tenía frente a él ahora.

—No creo que sea una buena idea permitir que estos humanos permanezcan en nuestro planeta, querida Lyra. Prefiero acabar con ellos —expresó Malakir en un tono severo.

Ante esas palabras, los humanos palidecieron ante la amenaza del líder alienígena.

—Tranquilízate. Creo que podemos confiar en este chico, a pesar de que su sed de poder e ignorancia casi han traído la destrucción a nuestro hogar —dijo Lyra con voz calmada, observando a los hombres con determinación. —Sin embargo, veo en ti, Alex Mitchell, un potencial para aprender y enmendar sus caminos. Les daremos una oportunidad —concluyó Lyra.

En ese instante, ella liberó una poderosa onda de energía que envolvió al tripulante herido, sanando al instante su herida. Todos quedaron atónitos ante lo que acababan de presenciar. Aunque les costaba creerlo era algo real y posible, estaban en el año 3023, donde todo era posible. La humanidad había evolucionado de manera asombrosa, habiendo pasado de viajes a la Luna a explorar distintos planetas de otras galaxias.

—Pueden seguirnos— pronuncio Lyra con voz calmada después de haber curado al tripulante.

El grupo liderado por Lyra avanzó por las calles de la ciudad flotante, maravillándose ante la sofisticación y la belleza de las estructuras que los rodeaban. Edificios majestuosos se alzaban en el cielo, mientras naves futuristas surcaban los cielos. Sin embargo, a medida que los recién llegados caminaban absortos en su asombro, notaron que los habitantes de la ciudad los miraban con recelo y desconfianza.

Algunos se alejaban temerosos, evitando cualquier contacto, mientras que otros los observaban con una mezcla de rabia y desconfianza en sus ojos. Era evidente que su presencia causaba una gran perturbación entre los habitantes de Epsandoria. Sin embargo, Lyra, con su serenidad y autoridad, transmitió un mensaje de calma y control, instando a los demás a mantener la compostura.

En silencio, Magnus y Kell, con sus perversos planes en mente, sonrieron maliciosamente.

—En cuanto tengamos la oportunidad, acabaremos con todos y nos apoderaremos de este maravilloso planeta. Tenemos que dirigirnos al centro y obtener el núcleo cuántico —le susurró Magnus en voz baja a Kell, un soldado leal que siempre estaba a su lado.

—Así es, señor. Seguiremos adelante con el plan —respondió Kell con determinación.

Estaban decididos a obtener lo que vinieron a buscar, el núcleo cuántico, y mucho más. Pero lo que no sabían era que Lyra poseía una capacidad auditiva única, que le permitía escuchar conversaciones a kilómetros de distancia. Ella había captado claramente el nombre de Alex y había sido testigo de las palabras susurradas por los dos hombres, revelando sus verdaderas intenciones.

Guiados por Lyra, el grupo llegó finalmente a uno de los centros de la ciudad, donde se encontraban las mentes más brillantes de Epsandoria. Todos en el lugar se pusieron en alerta al ver a los recién llegados, pero Lyra, con su presencia imponente, les transmitió un mensaje de tranquilidad y les aseguró que tenía todo bajo control.

A pesar de las palabras de Lyra, el aire estaba cargado de tensión y sospecha. Los habitantes de Epsandoria eran conscientes de los peligros que los acompañaban, pero también reconocían que Lyra tenía una sabiduría y habilidades excepcionales. Ahora, en ese centro de mentes brillantes, se gestaba un encuentro entre diferentes mundos y visiones, donde el destino de Epsandoria y de los intrusos humanos estaba en juego.

Mientras tanto, Alex, con su juventud e inquietudes latentes, se encontraba perdido en la belleza y el carisma de Lyra. Jamás había experimentado una atracción tan intensa hacia alguien, especialmente una persona de otro mundo. Aunque los humanos habían procreado con diferentes especies espaciales en el pasado, Alex se encontraba en un dilema emocional, debatiéndose entre sus deberes como científico joven y su creciente conexión con Lyra.

En medio de la incertidumbre y los planes ocultos que se tejían en las sombras, el destino de ambos grupos estaba destinado a entrelazarse de una manera inesperada y transformadora. La verdad y la lealtad serían puestas a prueba, mientras los hilos del destino se entretejían en un juego de intrigas y descubrimientos que definirían el futuro de Epsandoria y los intrusos humanos.

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