XVI-Así es la guerra.

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—Si me lo permiten, expondré la situación —comenzó Ondorf—. Los insurgentes se han centrado en destruir el muro, y están atacando a los soldados, así como también saqueando las casas de los nobles de alta alcurnia. No podemos estimar bajas aún, pero parece ser un ataque personal contra la nobleza.

"Además de eso, pudimos confirmar que los principales responsables, son los habitantes de la zona Sios de la ciudad, por lo que el conflicto es catalogado como "Guerra Civil". Así como oyeron, nuestra propia gente está buscando destruirnos. Antes de que lo pregunten los intentos de negociación han fallado, debido a que nuestros mensajeros fueron asesinados sin oportunidad de hablar con el representante de éstos insurgentes.

"El Muro que divide ambas facciones cayó, y las tropas civiles ingresaron al terreno Lios, o sea, donde se ubica la nobleza.

"La principal razón de nuestra retirada del muro, no se debe meramente a la sorpresa por la que nos tomaron, si no a un fuerte respaldo que poseen, con el cual avanzan eliminando a los soldados más capacitados y fuertes que tenemos. Mientras su Majestad era tratada en la enfermería, hablé con varios soldados antes de venir, y también conversé con Jaffar Norbius, Sargento del Escuadrón 249, el cual me informó más sobre los tres principales enemigos que generan estragos.

"Uno de ellos, posee habilidades para atacar a distancia con un hechizo combinado de tierra y fuego. Él sería el responsable de la destrucción de parte del castillo y la caída del muro. El segundo individuo del cual tenemos información, parece ser un asesino, con altas capacidades de camuflaje y sigilo, debido a que ya encontramos a más de cincuenta víctimas con cortes en la garganta y los ojos, de los cuales supura pus negro. Por último, el gigante destructor, el único el cual podimos ver de momento. Sobrepasa por mucho los dos metros de altura, y sus dos brazos parecen el cuerpo de un humano promedio, carga un garrote gigante y pelea en la principal línea de batalla, en el boquete central al muro. Estamos aguantando bien de momento, ya que logramos recomponernos de la sorpresa y formar un frente poderoso y sostenible.

—Entonces —habló Casid— solo hay que matar al gordo y retomar el control definitivo del frente, ¿no?

—Claramente hay que matar al atacante a larga distancia, que está destruyendo la ciudad mientras se esconde como una rata —respondió Percival Coruto.

—Discutiremos la estrategia de combate más adelante, debido a que la situación parece estar neutral de momento —respondió Iris masajeando sus sienes.

—Si me permite, Majestad —dijo Kirtunn—, la situación en la academia no es mala, debido a que aún no llegan los insurgentes a las puertas de la misma, al menos no en grupos grandes o peligrosos. Estamos aceptando gente y refugiándolos dentro, de la misma manera que el castillo.

—¿Quizás no sea el objetivo principal atacar la academia?

—Ojalá sea así, Majestad, pero no quisiera dejarlo todo en manos de una corazonada —habló Kirtunn con seriedad—. Por cierto, La mayoría de estudiantes de tercer año están dispuestos a prestar sus servicios, y también hay alumnos de segundo y primer año que se ofrecen a combatir esta rebelión. Sin contar a los sanadores dispuestos a unirse, contamos con ochentaidos Escolares (D), trescientos setenta y nueve Principiantes (C), cuarenta y cuatro Intermedios (B), y cuatro Superiores (A) —enumeró la subdirectora.

—Rechaza a los Escolares, no están listos aún. Que cien Principiantes vayan para abastecer la línea principal, y los otros que preparen las defensas de la academia, ya que probablemente deberán atrincherarse allí —respondió Iris—. Los Intermedios y Superiores están más que capacitados para unirse al ejército principal, el General Xenburg encontrará alguien que los coloque en posiciones adecuadas.

—Así será Majestad —respondió.

—Ahora quiero hablar del curso de acción. Debido al tamaño de la Academia, la considero un lugar óptimo en el cuál tomar refugio, debido a su tamaño, infraestructura y defensa.

—Podemos albergar a mucha personas más de ser necesario, Majestad —respondió la subdirectora.

—Decidido, transportaremos a todas las personas que podamos a la Academia, y el nuevo frente de batalla será alrededor de los muros de la Academia, unificando las defensas del Cuartel General, la Academia, el castillo y el muro.
—¿De que serviría escondernos allí? Sólo retrasaría nuestra muerte —Habló Casid con pesimismo.

—Haremos tiempo, es todo lo que necesitamos —empezó Ondorf Xenburg— Ya hice que envíen esquelas de pedido de auxilio para Angus Fletcher, y en el Gremio de Aventureros se puso una jugosa recompensa para los Clase A en adelante que quieran contribuir a suprimir la rebelión.

—Entonces, si no hay más preguntas, comenzamos a movernos ya —se levantó Iris— Extiendan el aviso a todos, que no quede nadie en el castillo.

"Espero estar haciendo lo mejor".

•••

Todos los refugiados del castillo habian acudido al llamado de Iris. Desde niños a adultos, de elfos a enanos. Algunos de éstos últimos se ofrecieron a ayudar en el conflicto civil.

Iris expuso el plan con ayuda de Xenburg, quien ya había seleccionado a quienes consideraba confiables para ser mandatarios dentro del caos.

El argumento era sencillo; Salir por la parte trasera del castillo, atravesar el frondoso bosque que dividía ambos edificios, e ingresar por allí a la Academia. Kirtunn ya se había adelantado, para así preparar con ayuda de sus alumnos un recibimiento adecuado para la Reina.

Con ayuda de los soldados más capacitados, derrumbaron el muro trasero del castillo, y se internaron a la penumbra del bosque.

Los magos de fuego mantenían Dominium sobre el mismo, iluminando el camino, y algunos soldados de viento se concentraban en las afluencias de dyn que había delante.

Iris iba pegada a Ondorf y a otro soldado cuyo nombre desconocía. Éste caminaba casi despreocupado, con los brazos colgando relajados y una armadura ligera del ejército. No tenía casco, y portaba una espada corta que no había desenfundado aún.

Era normal ver ese tipo de armaduras en los soldados más enfocados a la agilidad que a la fuerza. También estaban las armaduras estándar, que ofrecían un punto intermedio entre movilidad y defensa, las cuáles eran las más populares entre los soldados. En menor medida al, había armaduras pesadas como la que utilizaba Ondorf, o el mismo Pachikov, quiénes más que movimientos rápidos, tenían movimientos poderosos.

"¿Pachikov... cómo estará?" Se preguntó mientras un charco de barro ensuciaba sus botas de cuero.

Ella no se había quedado atrás, y avanzaba sin miedo con la pechera más ligera que consiguió alcanzar de la armería, además de su espada de doble filo y su pantalones ajustados resistentes.
Era Reina actualmente, pero eso no borraba que podía rendir igual que un Intermedio dentro del campo de batalla de ser necesario.

Luego de un rato caminando, el despreocupado soldado que la escoltaba frenó en seco.

—Hay movimiento delante, General —indicó.

"¿Cómo? Yo estoy alerta a las variaciones y afluencias de dyn, pero sentí nada". Lo mismo que ella pensaba uno de los Magos de Viento que encabezaba el pelotón, ya que dijo:

—No puedo percibir nada a quinientos metros a la redonda... ¿no estarás equivocado?

—Dime los números y la distancia Alphon —Ondorf hizo caso omiso al mago, y preguntó a su subordinado.

—Menos de cien, a setecientos metros —respondió.

Allí fue cuando Iris vio que los ojos de Alphon estaban inusualmente blancos, y desprendían una firma de dyn inusual ante la percepción de ella. Siguió la misma firma de dyn hasta encontrar lo que le resultaba tan extraño, y consiguió verlo por unos instantes.

Surcando el cielo estrellado, un ave del tamaño suficiente para que un humano se monte estaba escudriñando el bosque. No lo habría visto de no ser por tener la firma de dyn de Alphon tan cerca.

"Es una invocación, ¿de Clase A quizás?".

—Se están moviendo hacia nosotros, General, lo están haciendo muy rápido —respondió desenfundando.

Iris lo imitó, seguida por el temor. ¿Los habían encontrado tan rápido? ¿Cómo?

—¡Soldados, protejan a los civiles y a los combatientes de larga distancia, estamos siendo atacados! —habló Ondorf.

El coro de desenfundes no tardó en llegar, y los soldados formaron un circulo alrededor de los civiles.

—¡Yo también voy a pelear! ¡Muévanse! —gritó Iris al verse apretujada por los no combatientes.

El tiempo avanzó muy rápido, y el primer aviso fue una lluvia de flechas que se avecinó sobre ellos. Vio caer delante suyo a una señora, que vestía con el uniforme de Cocina del castillo.

Las firmas de dyn alrededor aumentaron, y en pocos segundos, el primer atacante saltó entre los árboles, atravesando el cuello de uno de los soldados con su lanza. Éste rápidamente fue vengado por un Mago de Fuego que Dominó dyn en su espada, y cortó a través de la noche y su cuerpo.

Seguido a él vinieron más, tomando a algunos de los soldados por sorpresa, y a otros no. Mientras, Iris era arrastrado por el pánico de la gente que no le permitía moverse. Alzó la vista para ver como Ondorf desviaba un hacha que se acercaba volando a él con su espada, para luego decapitar sin piedad a otro insurgente.

Aunque estos no parecían ser civiles cualquieras. No, con esas vestimentas y armas parecían... ¿Aventureros?

Por desgracia para ellos, Ondorf Xenburg estaba acompañado de su pelotón. Un grupo de personas excesivamente poderosas y capaces.

Mientras Iris intentaba intervenir, escuchó y sintió los temblores que Ruthia provocaba con cada ataque. El hombre que antes lo había ayudado, Larsen, tenía un largo espadón que imbuía en agua para partir en dos a sus rivales.

Ni hablar de Alphon, que estaba atacando a una velocidad casi imposible de seguir con la vista. Tenía dos dagas plateadas, y el dyn de viento se reunía alrededor suyo, haciendo que sus movimientos sean fluidos y cortantes.

Además de ellos, algunos de los Elfos que habían participado en la celebración, se encargaban de lanzar enredaderas y púas de madera con su Magia Arbórea, y los Enanos que consiguieron armarse para la batalla, colaboraban con ganas y euforia.

Iris incluso vio al compañero de Aiden, Drazen Barna, repartir llamaradas a diestra y siniestra, derribando a algún que otro incauto.

Aún así, no parecía ir del todo mal para los Aventureros, ya que las andanadas de flechas que regularmente llegaban terminaban cayendo sobre los soldados de poca fortuna, así como sobre algunos civiles.

Acumuló dyn, para así generar un hechizo defensivo que repeliera las flechas.

"Mutate Ventus: Nido de Guivernos".

Pensó para activar el hechizo. No era necesario hacerlo tan poderoso, pero sí abarcó una gran extensión para así cubrir al máximo número de personas posible.

Ondorf sintió que ella creó el escudo, e inmediatamente ordenó:

—¡Alphon, acaba con los arqueros!

—¡Entendido! —respondió este, y se adentró al bosque.

Nada de preguntas, frases inservibles, dudas ni vacilación.

La batalla seguía, y la paridad se convirtió en estancamiento cuando los Aventureros más fuertes podían aguantar los embates de Ruthia, y alguno de ellos los ataques de Ondorf. El general aún debía de estar cansado por haber Concordado dyn, y por todo el esfuerzo que conllevó rescatarlos del castillo.

Aun así, no se rendían. Las flechas cesaron de un momento para otro, y fue cuando las tornas cambiaron a mejor. Ondorf, con un corte lateral, consiguió deshacerse del Aventurero que le generaba problemas. Su rival cayó al piso boscoso con una herida cruzando en diagonal desde el hombro a la cintura, dejando escapar sus tripas y llenar todo de sangre.

Iris sintió su estómago resolverse del asco. El olor metálico de la sangre se colaba en sus fosas nasales, haciendo su respiración pesada.

Seguido al grito gutural del triunfo, el General ordenó nuevamente:

—¡Acábenlos!

La ventaja volvió a recaer en los soldados del reino, y con el regreso de Alphon, además de Ondorf moviéndose libremente, todo indicaba la victoria. Iris se empecinó en participar, lanzando varios hechizos cortantes para así formar parte de la defensa.

Los atacantes cayeron en cuestión de minutos, y los soldados comenzaron con el recuento de bajas. Iris no podía tolerar el olor nauseabundo de la sangre, el barro y la carne chamuscada por los hechizos de fuego.

"La guerra es así". Se dijo a sí misma, mientras con determinación siguieron caminando para llegar a la academia. El camino transcurrió sin más sobresaltos, y cuando terminaron de atravesar la frondosidad de los árboles, llegaron.

Los heridos fueron atendidos, y los soldados salieron de inmediato en búsqueda se sobrevivientes para refugiar.

El bando rival, viendo esto, comenzó a enviar cada vez más y más tropas alrededor de la Academia. Con el paso de las horas, los soldados del frente principal habían retrocedido, para así acercarse cada vez más a la entrada de la Academia misma.

El vasto terreno estaba rodeado de tropas aliadas, combatiendo a las enemigas cuya fiereza era incomparable. En cuestión de horas, casi todas las casas, tiendas, bazares y demás que rodeaban la academia, habían cedido.

El poder destructivo los miles de combatientes había conseguido convertir casi todo el terreno de estrictas de un kilómetro a la redonda en una explanada con escombros, y algún que otro edificio superviviente.

Los ataques se detuvieron cuando el sol salió por la mañana siguiente. Claro, no es que fuera a terminar allí. Si no que la misma mujer que asesinó a Irwin Blem, se encontraba al frente de la batalla, desarmada, y con las manos en alto.

Al menos esa fue la noticia que recibió Iris, quien salió con rabia luego de oír la descripción de aquella mujer. Parece una niña de quince, con la piel tan blanca que si te fijas, asusta un poco, y el pelo liso como el acero pulido.

Sus manos temblaban de ira, y su garganta se secó con un dolor asfixiante mientras salía escoltada

Caminó por los pasillos de la academia guiada por Larsen y seguida por Ruthia, que por orden de Ondorf Xenburg, eran su sombra y protectores. Ambos le generaban seguridad y confianza.

•••

Iris salió, acompañada por Larsen y Ruthia, y también por una veintena de capacitados soldados que el mismo Ondorf había designado. Entre ellos se contaban varios Soldados Mágicos Superiores (A).

Vio que ella estaba parada como si nada, frente a miles de aquellos insurgentes esparcidos. Su porte despreocupado, enfureció aún más a Iris, quien desenfundó apenas se acercó a ella.

—Buenas días, Princesa —habló haciendo una reverencia— Le recomendaría bajar el arma, ya que me encuentro solicitando negociar con ustedes.

—¡Púdrete, arpía! Nadie negociará con traidores de la corona —respondió exaltada.

El polvo se levantó tras ella, cuando su comitiva de escolta se colocó en posición de combate. La odiaba a morir.

—¡Sólo te quiero a ti, princesa Iris! —gritó. Su voz parecía retumbar con más fuerza de la que debería ser posible— ¡Si tú te entregas, dejaré vivir a todas las demás personas del reino!

—¡Mientes! ¿Cuáles son vuestras intenciones? Decídlo ahora, y consideraré ofreceros una muerte rápida —respondió Iris acercándose un poco vez más.

—Queremos justicia, princesa —habló alguien más, su voz estaba cargada de burla.

Le costó reconocer de donde venía la voz, pero luego de unos segundos, se dio cuenta de que la persona que habló, estaba parado sobre la fachada de un edificio casi destruido.

—Rianjk, ¿por qué estas aquí?

—Lainarí, en serio me cansé de tirar meteoritos desde lejos como un marica, sabes que mi habilidad radica en el cuerpo a cuerpo —bostezó.

—¿Justicia? —habló Iris enfocándose en Rianjk.

Su pelo era corto y negro. Vestía del mismo color que el de su cabello, y su piel era pálida como un susto.

—Sí niña, eso —dijo mientras se reía—, o sea, eso es lo que repiten y repiten esos fracasados.

—Suficiente Rianjk, largo —respondió la mujer llamada Lainarí.

—Majestad —susurró Larsen mientras los otros dos discutían—, tenemos que retirarnos, esto no irá a ningún lado.

Iris asintió, más no se Iría así como así. Pensó bien en las palabras que diría, para elevar la moral de los soldados que la escuchen, y desmotivar a los enemigos.

—¡La justicia la imparten los justos, no aquellos que buscan su propio beneficio, es por éso que los detendremos, y pagarán por los pecados que cometieron! —dijo alzando su espada.

Los soldados de su bando vitorearon con fuerza, jubilosos y renovados. En cambio la conversación de Rianjk y Lainarí continuaba. Los insultos iban y venían, y hablaban de cosas que Iris no podía comprender el contexto, eran casi como palabras sueltas al azar. Hasta que Rianjk se cansó:

—Aagh ya basta, no van a colaborar, ¿puedo matar a esa puta?

Un largo suspiro de Lainarí siguió a la pregunta, y luego respondió:

—Haz lo que quieras, yo que sé.

Unos segundos después Iris sintió asfixia, presión, náuseas. Sus huesos parecían quebrarse por sostener su peso, pero no había nada sobre sus hombros, al menos nada físico. Solo el aura asesina que provenía de Rianjk, aún a varios metros de distancia.

—¡Todos retrocedan, protejan a la princesa! —El único que pudo mantener la calma fue Larsen.

Iris sentía como si sus oídos fueran a estallar, y sus párpados pesaban como el plomo.

El aura asesina se intensificó aún más de golpe, y solo por eso se dió cuenta aque Rianjk estaba más cerca.

Miró a su derecha, y vió como uno de los soldados había perdido la cabeza. Literalmente.

Ocurrió en segundos, no, milésimas. Rianjk se movió de nuevo, y con sus brazos imbuidos en una especie de flama negra, atravesó con su palma en punta el estómago de otro de sus escoltas.

Alguien tiró de ella, e Iris simplemente cedió. Era Larsen quien estaba intentando alejarla del asesino brutal. 

Ruthia se posicionó de modo que podía cubrir la retirada, y gritó con todas su fuerzas:

—¡Mutate Terra: Fortaleza de Piedra!

"Un Mutate avanzado, bien hecho Ruthia". Pensó Iris aliviada.

Más el alivio duró poco, ya que la pared curva de piedra que Ruthia erigió, no aguantó ni un solo puñetazo de Rianjk.

Iris sintió verlo en cámara lenta. Rianjk deshacía la piedra como si fuera papel, y se movía tan rápido que parecía teletransportarse. La reacción de Ruthia para defenderse fue tardía, y Rianjk golpeó su cráneo con el puño imbuido en esas flamas negras tan extrañas.

La Cabeza de Ruthia explotó como una sandía fresca, y los huesos astillados surcaron el aire hasta perderse en el campo de batalla.

Larsen no pudo contener la furia al ver como su compañera y amiga era asesinada tan grotescamente, por lo que desenfundó su espada a doble mano y la imbuyó de Dyn.

Se lanzó con la espada en alto para hacer un corte vertical, pero no llegó a nada.

Rianjk recibió su espadazo sin esfuerzo, poniendo la palma al filo como si un niño le golpease con una espada de madera.

El mandoble se partió en dos, y después de una patada lateral, el cuerpo de Larsen también.

Tu torso cayó separado de sus piernas como si alguien hubiese cercenado su cuerpo con un hacha gigante. Rianjk estallaba en carcajadas de júbilo, y el cuerpo de Iris se manchó al completo de la sangre del que antes era su escolta, y sin poder reaccionar hizo lo primero que se le ocurrió: atacar.

Sin concentrarse en reunir dyn, se valió del hechizo para intentar herir a Rianjk.

—¡Mutate Ventus: Cuchillas de Viento!

Varios cúmulos de aire cortante salieron despedidos cada que Iris movía los brazos, pero el pálido psicópata no dejaba de reír, inmutable ante los ataques de la chica.

Iris descansó su núcleo de tanto atacar, y comenzó a retroceder cada vez con más miedo.

"Imposible... ¿ni un rasguño?". Pensó.

Era improbable sobrevivir, aquel asesino estaba cada vez más cerca, y ella se tropezaba con sus propios pies por el pavor.

—¿Estás asustada, princesita? —se burló Rianjk.

Los soldados que había alrededor de ella estaban estáticos, paralizados ante la presencia de aquel brutal monstruo.

Rianjk alzó el brazo, donde aquel fuego negro despedía un olor putrefacto y chamuscado. Un fuego que consumía todo lo que tocase.

Iris sabía que no podía hacer nada más que asumir su muerte, hasta que uno de los soldados de su ejército gritó:

—¡Protejan a su Majestad!

El soldado se colocó frente a ella al mismo tiempo que Rianjk golpeó, y atravesó su escudo, brazos y esternón con el golpe.

—¡Retroceda, refúgiese! —gritó uno más antes de ser quemado vivo.

Iris comenzó a correr, mientras los diez soldados que quedaban de su escolta inicial se abalanzaban hacia Rianjk.

Iris buscaba refugiarse en el seno del ejército que esperaba detrás de ella. Él mismo ejército corrió en dirección contraria a Iris, buscando detener al asesino.

Ella cayó al piso luego de un retumbar que lo sacudió todo, y cuando alzó la vista, solo había desolación.

Un mar de cuerpos mutilados y aplastados rodeaban el cuerpo del pelinegro sonriente.

El pelotón de doscientos hombres que salió a protegerla había perecido en cuestión de segundos, y lo peor es que Rianjk no había pronunciado un solo hechizo.

Ese hombre... podría acabar con miles de soldados sin inmutarse si quiera. Si llegara a infiltrarse dentro de la Academia, todo ápice de resistencia se derrumbaría.

Iris aún no soportaba la presión que generaba Rianjk con un simple paso.

—Ya me cansé de ésto, sería mejor si se mueren todos de una vez —dijo alzando el brazo en alto.

Un pequeño remolino oscuro comenzó a formarse, el fuego negro se envolvía de los escombros de las casas y almacenes destruidos, la tierra agrietada, los cadáveres de los soldados. Todo empezó a quemarse en una vorágine de destrucción, y a emitir un aire tan denso que arrebataba el oxígeno.

Iris esperó oír el nombre de ese hechizo, algo así debería requerir tanto dyn, concentración y práctica como para que el hechizo sea la cúspide de la magia. Pero Rianjk no pronunció nada.
Como si no requiriera esfuerzo alguno, lanzó el hechizo con el descenso de su brazo.

Sintió calor, como si tuviera al sol tan cerca a punto de engullirla. El hechizo de Rianjk raspaba el suelo mientras se acercaba cada vez mas, y no había hechizo en su arsenal que pudiera detenerlo.

"Te fallé, mamá". Pensó con tristeza. Se volvería cenizas, así como toda la gente que intentó refugiar.

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