Epílogo:

El tiempo siguió su curso implacable, y Taehyung intentó recomponer los fragmentos rotos de su corazón. La pérdida de Jungkook dejó una herida que nunca sanaría por completo. A pesar del apoyo de sus amigos, la sombra de aquel fatídico día siempre lo perseguiría.

La exposición de Jungkook se convirtió en un homenaje póstumo a su talento, una forma de recordarlo y celebrar su arte. Las fotos de aquel último proyecto compartido con Taehyung se convirtieron en las más conmovedoras y reconocidas de su carrera.

Taehyung siguió adelante con su propia carrera artística, pero su paleta de colores nunca recuperó por completo su brillo. Aunque el Matiz de Azul que una vez compartió con Jungkook se desvaneció, su amor y su memoria continuaron viviendo en cada trazo de su pincel.

La vida siguió para Taehyung, pero siempre con un hueco en su corazón que solo Jungkook pudo llenar. Cada puesta de sol, cada obra maestra, y cada momento especial evocaban los recuerdos de su amor perdido.

Y así, Taehyung continuó pintando su camino en el lienzo de la vida, manteniendo viva la esencia del Matiz de Azul que compartió con Jungkook, sabiendo que su amor siempre sería eterno en su corazón.