Disociación

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"En la oscuridad del pasado y el presente, las sombras de nuestros miedos se alzan como grotescos Hombres Sonrientes, se necesita de mucha valentía y determinación para enfrentar la pesadilla y encontrar la luz que guiará hacia la paz."

Capítulo 3

La disociación es un proceso mental en el cual una persona experimenta una desconexión o separación entre aspectos de su identidad, conciencia, memoria o percepción. Es una respuesta natural a situaciones de estrés extremo o traumas y puede manifestarse de diversas maneras. A veces, todos experimentamos formas leves de disociación, como la sensación de estar "ausentes" o "en otro mundo", pero en general, estas experiencias son temporales y no interfieren significativamente con nuestras vidas.

¿Pero que sucedería si esas sensaciones nunca se van?

Sentirse que uno mismo o tu cuerpo no son reales o no están conectados a la realidad, como si estuvieras viendo tu vida desde afuera. Experimentar una sensación de irrealidad o extrañeza en relación con tu entorno, como si estuvieras en un sueño. Olvidar eventos o información importante de manera temporal en situaciones estresantes. Sentir una falta de conexión emocional con uno mismo o con los demás, como si emocionalmente estuvieras apagado o distante. O experimentar la sensación de ser una persona diferente en ciertas situaciones. 

Si te ha ocurrido, entonces has estado disociando...

La sala de estar estaba iluminada por una luz tenue que proyectaba sombras irregulares en las paredes. Emma estaba sentada en uno de los sofás, con las manos apretadas en su regazo y los ojos fijos en el suelo. Frente a ella, un hombre de mediana edad, el Dr. Robert Harding, estaba sentado en un sillón cómodo, mirándola con atención. Un hombre de aspecto afable con gafas y una expresión comprensiva.

Emma se sentía incómoda bajo su escrutinio. Sabía que estaba allí para hablar sobre sus pesadillas, sus episodios de miedo y ansiedad constantes, pero no estaba segura de por dónde empezar. Las palabras se agolpaban en su mente, pero le costaba expresar lo que sentía.

El Dr. Harding, rompió el silencio:

—Emma, entiendo que esto puede ser abrumador, pero como siempre, estoy aquí para ayudarte. Tu madre me ha contado que sigues teniendo las mismas experiencias difíciles últimamente. ¿Podrías contarme más sobre tus pesadillas?

Emma asintió con timidez y comenzó a hablar en voz baja, eligiendo sus palabras con cuidado.

—Es... como si estuviera atrapada en un sueño, pero uno malo. Veo cosas... cosas que no deberían estar allí. Un monstruo, con sombra extraña. A veces, me persigue y siento que no puedo escapar de él. Pero siempre es el mismo monstruo.

El Dr. Harding asintió con comprensión.

—Entiendo, Emma. Esas pesadillas deben ser aterradoras para ti. ¿Has intentado hablar de ellas con alguien antes?

Emma vaciló antes de responder.

—Hablé con mi mamá, pero ella dice lo mismo que ustedes, que son solo terrores nocturnos y que desaparecerán. Pero yo... yo siento que son reales. Además, mi mamá me dijo que aún los tiene y que ustedes le siguen diciendo lo mismo. 

El psiquiatra hizo una anotación en su cuaderno y luego miró a Emma con gentileza.

—Es importante que hables de tus sentimientos, incluso si otros no parecen entender. Y que tu mamá también los tenga, significa que no estás sola en esto, y estoy aquí para ayudarlas a descubrir lo que está sucediendo. Ahora, también mencionaste que te sientes nerviosa y asustada durante el día. ¿Puedes contarme más sobre eso?

Emma asintió nuevamente, sus ojos se llenaron de lágrimas mientras recordaba los momentos de ansiedad.

—Siento que algo malo va a pasar. Como si algo estuviera acechándome todo el tiempo. Cuando mamá no está en casa, me asusto mucho.

El Dr. Harding volvió a asentir.

—Pero... si te sientes así, ¿por qué tienes miedo en las noches cuando ella está en casa? —La pregunta que hizo, era una forma de hacerle ver que no había algo lógico en lo que le contaba.

—No lo sé —respondió con sinceridad—. Sé que mi mamá cuando está conmigo en el día, me hace sentir segura y tranquila, pero en las noches, es como si ella misma desapareciera por sí sola. 

—Lo entiendo —le vio anotar nuevamente en la libreta—. Sé que, indudablemente, te sientes vulnerable cuando estás sola. Quiero que sepas que estamos aquí para ayudarte a sentirte segura. También, tu madre me ha hablado sobre tus dibujos. ¿Has hecho otro dibujo? —Emma negó con la cabeza—. ¿Botaste el que tu madre te pidió que botaras? —dudó en responder, es que sentía que se metería en problemas si confesaba que todavía estaba guardado. 

—Todavía lo guardo —dijo finalmente.

—¿Puedo volver a verlo?, y si tienes otros más tráelos contigo también —anunció él.

Emma asintió y se levantó del sofá, corriendo hacia su habitación. Con prontitud, tomó el dibujo del monstruo escondido, y de una de sus gavetas, sacó un bloc, donde solía pasar tiempo después de terminar las tareas de la escuela. Cuando regresó, no se sentó, sino que colocó el dibujo del monstruo en la mesa y su bloc. El Dr. Harding, tomó primero el dibujo que mostraba al monstruo, con todos los detalles horripilantes que había capturado, y luego tomó el bloc, donde habían dibujo desde una casa sola en el bosque, con su madre y ella, y una figura que asumía que era su padre, encontró dibujo del bosque, con matices realmente oscuros, dibujaba ojos, manos, serpientes, otros animales, y muchas cosas más.

El psiquiatra terminó de ver los dibujos con interés y luego miró a Emma.

—Tienes un talento increíble para el arte, Emma. Pero estos dibujos son bastante inquietantes. ¿Puedes decirme más sobre esta criatura?

Emma titubeó antes de hablar.

—Lo veo en mis pesadillas, pero también siento que está cerca cuando estoy despierta. Como si me estuviera observando. Mamá no cree que sea real, pero yo... yo sé que lo es.

El Dr. Harding hizo más anotaciones en su cuaderno y luego miró a Emma con una expresión seria.

—Emma, entiendo que esto es muy real para ti, y estoy aquí para ayudarte a comprender lo que está sucediendo. Voy a trabajar contigo y con tu madre para encontrar respuestas y una solución para estos miedos. No estás sola en esto.

Emma se sintió un poco aliviada al escuchar esas palabras. Por primera vez, no fue tajante al decir que eran solo pesadillas. 

—¿Será que puedes dejarme a solas con tu mamá un momento? 

El Dr. Preguntó, viendo la afirmación de la niña. Ambos se levantaron. La niña subió a su habitación, mientras que él se dirigió a la cocina, donde Clara preparaba un poco de café. Por supuesto, le ofreció al Dr. 

La cocina estaba impregnada con el aroma del café recién hecho. Clara, con una expresión preocupada, había preparado dos tazas y las colocó en la mesa de la cocina antes de sentarse. El Dr. Harding, llevando consigo la libreta de notas, se unió a ella. Ambos compartían una inquietud profunda por la situación de Emma.

El médico tomó un sorbo de su café antes de hablar, eligiendo sus palabras con cuidado.

—Clara, he hablado con Emma y he revisado sus dibujos. La situación es bastante preocupante. Está experimentando una forma de disociación bastante intensa, y sus pesadillas son profundamente perturbadoras.

Clara asintió, sin dejar de mirar su taza de café.

—He estado investigando y considerando todas las posibilidades. Aunque es demasiado pronto para sacar conclusiones definitivas, creo que hay un componente importante de trauma en su experiencia.

Clara pareció tensarse al escuchar la palabra "trauma". Sabía que había situaciones dolorosas en su pasado que prefería olvidar, pero nunca había imaginado que podrían estar afectando a su hija.

El Dr. Harding continuó:

—Las razones detrás de la disociación son variadas, pero a menudo están relacionadas con el estrés intenso o traumas pasados. Nuestro cerebro puede recurrir a la disociación como una forma de protegernos del dolor emocional o psicológico en momentos abrumadores.

Clara suspiró, sintiendo que el peso de su propia historia y sus secretos se cernía sobre ella.

—Sé que hay cosas en mi pasado que preferiría no recordar, pero nunca pensé que pudieran estar afectando a Emma de esta manera —admitió, ahora preocupada de que ella fuera la culpable de todo lo que estaba pasando, así como George solía decirle.

El Dr. Harding asintió.

—Clara, es importante que hablemos sobre estos traumas. Si hay experiencias en tu pasado que podrían estar relacionadas con lo que está experimentando Emma, necesitamos abordarlas para poder ayudarla. La relación entre el Trastorno de Personalidad Disociativo y el miedo es compleja, pero en casos como este, es esencial explorar cualquier conexión. Incluso, no me mencionaste que todavía tenías terrores nocturnos.

Clara se tomó un momento para recoger sus pensamientos antes de hablar. Volvió a botar el aire contenido en su pecho, lo menos que quería era preocupar más al Dr. Harding sobre lo que se estaba cerniendo sobre ellas.

—Lo siento, la verdad no creí que fuera importante. Como siempre los he tenido... —sus manos repiqueteaban la mesa con los dedos—. He intentado proteger a Emma de mi pasado, de los demonios que enfrenté cuando era más joven. Pero tal vez sea hora de enfrentarlos juntas, si eso es lo que está afectando a mi hija.

—Esa podría ser la mejor manera de ayudar a Emma —había aprobación en lo que esta mencionaba—. Trabajar juntas en la terapia puede ser un primer paso importante. Además, podemos considerar la posibilidad de hacerle pruebas adicionales y evaluar si hay otros factores en juego. Pero debemos recordar que, aunque esta situación es desafiante, estoy aquí para ayudarlas a superarla.

—Sí, bueno... Haré lo que sea necesario para ayudar a Emma —dijo, llevándose una mano hacia su cabello, como si estuviera hastiada—. Incluso si eso significa confrontar mi propio pasado y mis miedos.

El Dr. Harding le ofreció una sonrisa comprensiva.

—Dime algo, ¿Has sabido algo de George? 

—Nada, es como si la mismísima tierra de lo hubiera devorado —dijo ella, con el semblante entristecido—. Dejó prácticamente una fortuna para nosotros para que estuviéramos bien, pero... al mismo tiempo siento que solo lo hizo para desligarse de nosotros para siempre. Sé que soy culpable de muchas cosas, pero creo que Emma no merece un trato como ese. 

Clara había despedido al Dr. Harding, pero el peso de la culpa se había instalado firmemente en sus hombros. Se quedó en el porche, esperando que el aire fresco le ayudara a aclarar su mente. Sin embargo, cuando miró hacia el cielo, le pareció descubrir que la nubosidad era tan densa, como si fuera a caer una lluvia torrencial, que hizo que la casa y el bosque mismo parecieran más oscuro de lo normal, como si una oscuridad opresiva descendiera sobre ella.. El viento inusual que soplaba, comenzó a hacer que las hojas de los árboles temblaran, y tras eso, parecía escuchar susurros de voces ininteligibles. 

El viento sopló cada vez más fuerte, y Clara comenzó a escuchar ruidos tenebrosos que surgían del bosque y se mezclaban con las voces. Un escalofrío recorrió su espalda mientras sus recuerdos infantiles se mezclaban con el presente. Sabía lo que significaba este ominoso preludio: los Hombres Sonrientes. Hacía mucho que no habían aparecido en sus pesadillas, por lo que, pese a lo que vivía, podía estar tranquila. Sin embargo, los Hombres Sonrientes habían sido la misma tortura que ahora Emma estaba viviendo con aquel monstruo.

Y es que Los Hombres Sonrientes eran criaturas de pesadilla que habían atormentado sus sueños y recuerdos desde que era una niña. La primera vez que los había visto había sido después de ver la película "Los Nuevos Mutantes", pero estas grotescas manifestaciones de su psique no habían hecho más que crecer en número y malevolencia desde entonces.

Por inercia, con los ojos clavados hacia el bosque, dio unos pequeños pasos hacia atrás, golpeando su espalda contra la puerta. Y los vio. 

Emergiendo de la oscuridad del bosque, una decena de estos seres retorcidos avanzaba hacia la casa. Sus cuerpos pálidos y arrugados estaban cubiertos de una sustancia viscosa que brillaba en la tenue luz del día. Sus ojos eran grandes y oscuros, como agujeros que absorbían la luz, sin vida y vacíos. Pero lo que los hacía aún más espeluznantes era su sonrisa exageradamente grande, que se extendía hasta las orejas, deformando sus rostros en una grotesca expresión de alegría forzada.

Sus extremidades largas y delgadas terminaban en garras afiladas, como cuchillos afilados, y sus dedos largos se agitaban de manera inquietante mientras avanzaban. Movían sus cuerpos de manera errática, como si estuvieran hechos de jirones de pesadilla que apenas podían mantenerse unidos.

Clara estaba petrificada, mientras los Hombres Sonrientes se acercaban cada vez más, su risa siniestra llenando el aire. Sabía que estos seres representaban algo mucho más profundo en su psique, una manifestación de sus traumas y miedos, como había dicho el doctor. Pero eso no hacía que su presencia fuera menos terrorífica. Cerró los ojos con fuerza, esperando que todo desapareciera cuando los abriera de nuevo. 

Pero cuando finalmente lo hizo, los Hombres Sonrientes seguían ahí, esta vez rodeándola, con sus sonrisas grotescas y sus ojos vacíos. Clara se sintió atrapada en su propia pesadilla, y ahora temblaba incontrolablemente, con un nudo que oprimía su pecho.

—Esto no puede ser real —se dijo así misma, apretando otra vez los ojos con fuerza, visualizando en su mente el rostro de su madre y su padre.


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