Capítulo 5

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Es o no es

No era tan fácil para Benjamín mantenerse concentrado en medio de una reunión. Odiaba las reuniones porque sentía que perdía el tiempo en ellas, quizás se debía a que todavía era joven como para entender el fin de las mismas. Más cuando parecía que nunca llegaban a algo importante en ellas.

Pero ahí estaba ese día, sentado en medio de todas esas personas, escuchando hablar a su jefe sobre las futuras acciones que debían tomar para impulsar el negocio en el mercado juvenil. Benjamín trabajaba en una empresa de cosméticos, especialmente dirigidos al cuidado facial y que era muy famoso en las personas adultas, mayores de veinticinco, sin embargo querían poder incursionar en los jóvenes ya que eran quiénes más gastan su dinero en los productos que podían ofrecer.

Jorge, su compañero de trabajo, le pasó una nota sobre el escritorio:

Una media hora más aquí y me quedo sin culo

Benjamín aguantó la risa para no llamar la atención, le dio una mirada a su amigos y luego volteó a ver a sus compañeros que no se habían percatado de nada. Tomó la nota y escribió también:

Una media hora más y me quedo dormido

Se fijó nuevamente en su jefe y notó como al lado de él estaba Claudia observándolo. Le sonrió tal cual niño atrapado tomando una galleta del jarrón de su madre y apartó la nota hacia Jorge para que no pudiese ver que no estaban prestando atención ninguno de los dos.

—Mi chiste fue más gracioso—susurró Jorge y se alejó de él para continuar tomando notas. Benjamín debía hacer lo mismo, ya que solía siempre ser quién revisaba los resúmenes de los asistentes y así compartir la minuta al resto del equipo.

Su trabajo no era aburrido, sólo que a veces sentía como si le faltara una pizca más de emoción a su vida. Quizás era el karma que tenía que pagar por cómo se había comportado en la universidad años antes.

Como si no fuera suficiente para él perder a casi todos sus amigos.

—Vale, nos vemos la próxima semana—dijo su jefe culminando la presentación—. Gracias a todos por venir.

Todos los trabajadores se levantaron de sus sillas y se dirigieron a la salida de la sala para continuar con su jornada de trabajo. Benjamín recogió sus cosas y revisó su teléfono antes de levantarse. Vio que Piero le había escrito un mensaje pero lo vería mejor cuando llegara a su puesto o en algún tiempo libre que tuviese.

—Hey, Ben, ven un momento—dijo su jefe, Benjamín miró a su amigo en señal de pánico. ¿Se había dado cuenta que realmente no había prestado atención?

Jorge caminó lento hacia la salida.

—Que la fuerza te acompañe—le dio una palmada en su hombre y se marchó dejándolo solo.

«Vale, me han botado»—pensó Benjamín en su momento más dramático. Caminó hacia su jefe y este le sonrió.

—¡Ay muchacho!—le dijo—. Increíble tus estadísticas y datos para la reunión de hoy. Claudia me ha dicho que los has hecho tú, así que quería felicitarte, han sido muy buenos y funcionales para nuestro proceso; se lo he compartido al equipo de Marketing para que puedan tomarlo en cuenta para las próximas estrategias.

—Ah, era eso—dijo y luego negó completamente—, digo digo, gracias. Me alegro que le haya gustado, realmente me tomé el tiempo para explicarlo de una manera bastante detallada.

—Ha sido perfecto—le colocó su mano en el hombro y lo apretó un poco de manera paternal—. Gracias por tu trabajo, nos vemos la próxima semana.

Benjamín se despidió de él y salió del salón de reuniones. Claudia y Jorge lo estaban esperando frente a su puesto para ir a almorzar. Dejó sus notas en el escritorio y se fue junto a ellos a una cafetería que estaba cerca en donde vendían sándwiches y refrescos. Claudia comenzó a decirles que no era lo más correcto de parte de ellos no prestar atención en las reuniones, mientras que Jorge se excusaba con que sí prestaban atención aunque pareciera que no lo estaban haciendo porque podían hacer muchas cosas al mismo tiempo.

Cosa que era mentira, no estaban prestando la atención debida en ese momento.

En otro momento, varios años en el pasado, Benjamín había agregado algo más al tema, pero ya no tenía las ganas ni la habilidad de hacerlo. Tenía miedo que si lo hacía, las personas se sintieran incómodas con él, así que prefería solo escuchar y a través de la escucha aprender de los demás antes de arruinarlo.

—Benja, ¿te pasa algo?

—¿Ah? —miró a Claudia quién lo observaba con curiosidad.

Claudia era joven pero era mucho mayor que él. Tenía una hija de diez años y se acababa de divorciar de su esposo cuando la conoció. Desde el inicio crearon una buena amistad, ella era su mentora y siempre lo había visto como un hermano menor.

Jorge era dos años mayor que él, pero siempre había pensado que tenían la misma edad porque se veía más joven. Era muy inteligente y solía ser quien coordinaba las actividades en grupo y traía dulces a la oficina ya que su novia estudiaba repostería y siempre les pedía que lo probaran antes de llevarlo a clases.

—¿Te sientes bien? Estás callado, incluso cuando te regañé por no prestar atención, no dijiste nada.

—Es que tampoco estaba prestando atención—se burló Jorge, Claudia lo miró con una expresión seria y luego se rio por el chiste.

Estaba más callado de lo normal, pero no se debía a nada malo. Sólo tenía la mente en aquella chica que no conocía y que deseaba saber quién era.

—Hay una chica...

—¡Woah! A Benjamín le gusta alguien, no pensé vivir para este momento—lo interrumpió Jorge.

—¿Cómo es la chica? ¿Dónde la conociste? ¿Es de la oficina?—comenzó Claudia a preguntar.

Benjamín observó a ambos y cómo estaban sacando teorías sobre la chica que ni siquiera conocía. Claro que no le gustaba, ni siquiera sabía cómo era su rostro, pero había algo tan inquietante en saber si le gustaba el libro o no.

—No es eso—dijo.

—Dijiste que había una chica—dijo Jorge, abrió la puerta de la cafetería y dejó que Claudia y Benjamín pasaran primero.

—Pero no dije que me gustara—respondió—. Digo, ¿no les ha pasado que se encuentran con una persona y quieren conocerla más? ¿Sabes cómo es o qué le gusta?

—Entonces sí te gusta la chica solo que no sabes por qué—respondió Jorge, Benjamín negó ante la idea.

—Comenzó así con mi exesposo, nos conocimos en la universidad; él era un chico apuesto pero que conversaba poco con las personas y una de mis amigas lo notó y me dijo que se parecía a mí—comentó. Los tres se encontraban en la fila para ordenar.

—¿Qué sucedió entonces?

—Comencé a prestarle atención y empecé a crearme teorías de cómo podía ser o qué podría gustarle o qué le había pasado para ser así—explicó—. Aunque a veces nada de lo que pensamos sobre esa persona es cierto, me sucedió a mí, todo lo que imaginé era mentira pero su verdadera personalidad fue increíble y por eso me enamoré.

—Creo que deberías conocer a la chica y ver qué tal sucede todo. Sin idealizar.

—Sí, es difícil no idealizar a las personas. Siempre imaginamos de más, esperamos más de lo que pueden dar porque no las conocemos del todo.

—¿De dónde la conoces?

—De la librería de mi mejor amigo.

—Ah, entonces va seguido.

—Nunca la he visto siquiera.

Ambos lo miraron sin entender. Benjamín solo se rio y decidió pedir su sándwich en el mostrador de la cafetería. Claudia usó la tarjeta de la empresa para pagar el almuerzo de los tres y se sentó en una de las mesas con los dos chicos siguiéndolo esperando que dijera algo más.

Claudia lo observó hasta que se cansó de su silencio.

—Echa el cuento, ¿cómo que no la has visto nunca?

Una sonrisa apareció en el rostro del chico. Tenía tanto que explicar aunque ni siquiera sabía cómo hacerlo. ¿Le gustaba? ¡Claro que no! ¿Moría de curiosidad por saber cómo era? ¡Obviamente!

La verdadera incógnita aparecía cuando se preguntaba, ¿y luego qué pasaba?

Si la conocía, si veía su rostro, si por fin sus dudas se resolverían, ¿luego qué pasaba?

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