Capítulo 20º: Despierta.

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Yurisa.

Un día de mayo desperté, tomé ropa de mi closet y la empaqué con mis escritos trastornados en una maleta negra, robé dinero de mis padres y huí a toda velocidad por la puerta trasera, derramando lágrimas.

Lejos... Lejos... Muy lejos...

No quería volver a verles, aunque los amaba. No quería hacerles sufrir cuando se enteraran. "La pequeña princesa Yurisa es una escritora en internet de contenido MS, já, y no sólo eso, también es una fiel seguidora de la comunidad LGBT y AMA todo lo relacionado con el sexo". Años antes había decidido no ocultar mi orientación sexual, pero tampoco iba a dar explicaciones. Mi familia se conformaba por religiosos, buenas personas que me amaban, y creí que ellos me entenderían pues se habían enfrentado días antes a preguntas como: "Si tu hijo fuera gay, ¿lo apoyarías". Ellos dijeron que los amarían por siempre.

Já, y mi corazón de destrozó como cristal cuando fui acorralada por rumores y ellos fueron los primeros en aclarar el malentendido condenando a los bisexuales. Asentí, aceptando que era algo malo y que no debía ser aceptado nunca. Mordí mi temblorosa lengua y declaré con ellos que la comunidad LGBT ardería en el infierno.

Lejos... Lejos... Cobarde patética. Una cobarde patética...

¿De qué huía?

—Escritora Yurisa —la triste voz de un chico sonó al otro lado de la línea. Tomé un sorbo del café helado en mi escritorio, y respondí sabiendo de quién de trataba.

—Ah, ¡que maravilla! ¿No eres el ayudante activo Percy? Apuesto a que puedo transformarte en una obra de arte si vienes un día de estos para que escriba algo sobre ti —bromeé, como de costumbre.

—Señorita... Matthew Davis está...

Maldición...
Se lo había dicho. Yo se lo había dicho.

Cosechas lo que siembras... destruyes lo que construyes...

—Ya veo. Estaré allí cuando pueda. No llores aún, querido, espera un poco más, las lágrimas son el mejor lubricante —corté la llamada—. ¡Feyv, saldré un momento!

Tiré la bebida al suelo y pedí mi abrigo. Me habían dicho que cuando el mar estuviera tranquilo las tempestades llegaban. Mis ojos y oídos perseguían a Matt, mi amigo de la infancia con quien tenía historias perturbadoras, platicas extrañas, y me abrazó llorando cuando me vió en un estado tan miserable. Esa vez ahorró sus comentarios hirientes sobre mi profesión.

Me detuve en un puesto de revistas y libros usados, a unos metros de las oficinas asignadas por la editorial a Matt. Operábamos en el mismo mundo literario, pero no nos veíamos seguidos por la diferentes zonas asignadas.

Una anciana con los ojos entre abiertos reposaba al fondo en un banco de plástico, fumando una pipa con mucho estilo. Ignoró mi presencia al igual que las pelusas en su chal y los cabellos blancos en su cien, suspirando con siseos. El libro a lo lejos captó mi atención por la inusual portada compuesta por la silueta de un fantasma siendo tragado por un chico joven.

Fantasías destructoras —chasqueé la lengua—. Editorial Agujero Negro.

Fundada hace 40 años. Su influencia era global, y cabía destacar su posición, la numero 2º del negocio literario. Se había convertido en una cacería en vez del deleite por las letras y los amantes del arte escrito, transformando cada pedazo de papel en dinero que si no era agradable al público y obtenía pocas ganancias iba directo al basurero para reutilizar el papel y ganar un poco lo perdido.

—¿Va a llevarlo o no? —inquirió la anciana.

Bajé mis lentes de sol para ver a sus diminutos ojos. Temí por un minuto que mis largos rulos negros algún día se cayeran y se tornaran blancos como los de ella.

—Por supuesto que no.

Aparté mis dedos cercanos al libro y reparé en la calle concurrida. Seguí caminando directo a las oficinas. Mi frente comenzó a sudar por el sol pero yo aún tenía frío. Mis ojos parpadearon lentamente y mis pies se detuvieron. El gran edificio estaba frente a mí, ¡y yo debía hacerle frente a ese cobarde!

Matt podía ser arrestado si su editor se enteraba, y por obvias razones yo me iba a callar. Bueno, siempre me pegaron las cosas ilegales desde que comencé vendiendo mi contenido a adultos ricachones para comer fideos en mi diminuto apartamento, así que callar un poco no era algo inusual para mí... nada inusual.

El violeta con tonos púrpuras y una luna negra me hipnotizaron, pero el olor a Cheetos me desconcertó un momento y me planté dos veces en mis tacones, dirigiéndole una sonrisa divertida.

Evelyn Clark, la hermosa e irreemplazable chica de Matt con el síndrome de Alejandría desperdiciada en un cliché de quinta. Matthew nunca supo valorar las cosas buenas desde aquel día, cuando su corazón herido se protegió con metal y no volvió a derramar lágrimas. Ahora me preguntaba si había aprendido que el valor de las cosas lo era el mismo que el de las personas.

¿Ahora estaría llorando?

—¿Qué onda? —levantó la barbilla, orgullosa. Masticó, dejando caer un Cheeto—. ¿Va a pasar?

¡Simplemente encantadora!

—Después de usted, preciosa señorita —me miró confundida, pero sonrió segundos después abriendo la puerta de cristal con brusquedad. Hizo una seña, de nuevo levantando la barbilla como toda una chica de barrio alegre—. Los modales ante todo, ¡que maravilla!

Tal vez si la raptaba pudiera usarla para mi próximo trabajo, reí para mí.

Antes de cruzar las puertas y seguir su silueta adentrándose a la sala giré para mirar a tan raro personaje que me seguía con ojos morbosos. Mordía una paleta como si fuera un consolador y sus botas de cuero hacían un ruido constante en la acera. Miró al interior e intentó seguir el camino de los peatones girando en sí.

Una experta como yo nunca se dejaría engañar, pero vaya que era bueno fingiendo aquello...

—¿No va a pasar tu amigo? —exclamé, y sus ojos esclarecedores volvieron a mí. No parecía feliz.

—¡ESE HIJO DE PERRA NO ES MI AMIGO! —gritó fuertemente, haciéndome leer sus pensamientos. Probablemente ella se había perdido y le pidió ayuda a ese tipo.

El chico rió a lo lejos divertido por escuchar la ofensa, perdiéndose en la multitud, pero su copete aún podía verse como una entidad con vida propia. Los ruidos de la ciudad acallaron cuando cerré la puerta y el ronquido del guardia fue lo único que perduró en la sala.

Bueno, no habrá problema conque calle eso, ¿cierto? Si nadie me pregunta, entonces no vi absolutamente nada.

Tomé asiento en la sala de espera junto a la chica. Por un momento pensé que se levantaría y golpearía al portero para que volviera a llamar a la oficina, pero extrañamente se mantuvo quieta escuchando el ronquido. Quizás ideaba un plan, o tan sólo saboreaba los Cheetos como si fueran parte de las maravillas de este extraño mundo.

"El opuesto de Ethan. Serían los mejores amigos", pensé.

—Yurisa Koba, señorita. Un placer. —Pronuncié, estirando mi mano hasta llegar a la suya. Me dio igual el queso en sus dedos, ya había pasado por cosas repugnantes para escribir mis escenas candentes.

—Ah, hola, soy Evelyn... —detuvo su boca, y me observó un momento abriendo su boca lentamente como si un fantasma se le hubiera aparecido—. ¡¿YURISA KOBA?! ¡Joder, ¿usted escribió la historia El hombre que cayó en la telaraña?! No leí el libro, pero tuve putos orgasmos con la serie.

—¡Esa misma y en carne y hueso para más placer! —sus ojos se iluminaron pero perdieron el brillo cuando solté la última oración—. ¿No eres mayor de edad, ¿cierto?

Sus ojos cayeron y su sonrisa ahora era extraña. La serie El hombre que cayó en la telaraña era para mayores de edad en renta.

—Sabe que puedo conseguir porno donde quiera pero tengo gustos de clase, ¿cierto?

Asentí, orgullosa de su respuesta tan única. Mi antigua yo le hubiera encantado ser tan directa a esa edad. Si tan sólo hubiera hablado de esa manera Daniel y Matt estarían orgullosos de mí. En especial Daniel, pero ahora él estaba en algún lugar del mundo, feliz con su profesión.

—Así se habla, estoy orgullosa de ustedes, jóvenes, aunque estén jodiendo el planeta y tengan que mudarse a la luna.

—Eso es triste. —Se cruzó de brazos, indignada.

—La vida es triste, acepta eso si no quieres ver ilusiones derramadas con estrellas apagadas en la tierra. —Bufé, mirando el elevador que llegaba a la planta baja.

Las puertas de abrieron, y los dos chicos albinos con ojos azules respiraron entre cortado y nos llamaron como pudieron, esperanzados.

—¡Escritora Koba! ¡Evelyn! —pronunciaron al mismo tiempo—. Perdonen las molestias.

Matt, Matt, Matt, ¿ya te has ahogado con tus mentiras y quieres huir como yo lo hice?

Aunque te vayas lejos como un cobarde, sigues arrastrando las cadenas de tus pesadillas. Espero hayas aprendido eso.

~•~•~•~

—Demian, ¿Matt está en su habitación? Trajimos a la escritora Kobayashi para que hablara con él y le levantará el ánimo. —Habló Percy, frente a la puerta de una habitación. El pervertido con un condón en la nariz rió con amargura y se apartó de la puerta, irritado.

El ambiente había cambiado mucho desde mi última visita. Ese tipo, Demian, cada vez que me veía soltaba fácilmente palabras y frases geniales que iban directo a mi material, ahora ni si quiera saludaba.

—¿Qué es lo qué pasa con...? No importa —Percy se volvió ciego ante su comportamiento. Abrió la puerta de la gran habitación fúnubre. Las luces estaban apagadas y había vaho deslizándose por los suelos llenos de chatarra.

De nuevo está encerrado. Como en el pasado, antes de escribir.

—¿A quién mataron?

—A nadie, señorita.

—¿Entonces Matty cumplió su objetivo de vida y ahora está en la otra dimensión fumando con Poe unas cosas buenas? —reí, tratando de mostrarme relajada. No quería preocuparlos más.

—Tampoco, señorita. —Respondió el chico una vez más, abriéndose paso entre la basura regada por todas partes. No encendió ni una luz. Caminé pidiendo una bendición a Satanás para no tropezar.

—Deja de decirme señorita.

—Sí, señorita.

Arrugué mi frente y mordí mi lengua. Este tipo... ¿Era medio idiota? Esperaba más del famoso ayudante Percy, no que repitiera las cosas.

—Fuera... —el susurro quebrado fue una estocada a mi pecho. Su voz y su aspecto demacrado en la oscuridad de su propia habitación me arrancaron las palabras. Su mirada destrozada y sus ojos azules sin un brillo querían hacerme llorar—. Fuera, Percy. Vete lejos antes de que él...

Tapé su boca, molesta. El ayudante no dijo nada, pero parecía tener un conflicto consigo mismo. Dejó la habitación, dejándonos solos. Los destellos de la tarde no eran suficientes para mí por culpa de las gruesas cortinas alrededor de su cama.

—Hey, zombi —elevó sus ojos a mí, sin preguntar por mis lágrimas estúpidas—. Vengo a devolverte el favor antes de que te mueras. Levántate, muerto viviente, y comienza a vivir nuevamente.

—Tus putas rimas siempre son para adultos, pero esa me gustó, enferma madame sabelotodo. —Expresó, tomándome de los cachetes, recordando esa rima que le había dicho hace años cuando él ya se había rendido.

Pero siempre has podido, y aún puedes hacerlo.

Matt sólo requería una esperanza más, sólo un empujón, sólo una lágrima. Algo tan simple que todos podían hacer pero nadie sabía como. Era su mejor amiga, después de todo, él me detuvo cuando quería huir lejos de la vida que había construido.

~•~•~•~

El estado en el que se encontraba era tan enfermizo. Un loco de remate. Los primeros días te encontrabas resiliente, no, nunca, jamás. Luego todo comenzaba a desmoronarse en el enojo y luego en la locura sin oxígeno. Sólo se presentaban los eventos traumáticos, los felices parecían ser trasladados por el olvido y nunca había una explicación para el dolor. Había visto eso en varios de mis ayudantes hasta que explicaba la situación y ellos parecían comprender.

Pero esto era...

—¡Me arrancaré el rostro! ¡Lo haré, me lo arrancaré! No, ¡TE LO ARRANCARÉ A TI! —trató de avanzar contra Matt, que miraba perplejo la escena que armaba el otro chico de ojos demoniacos que giraban a todas partes.

Lo sostuve con más fuerza. Evelyn, Matthew y yo éramos los únicos en la habitación, lidiando con él. No, no era él, era alguien más en su cuerpo. Creo que ni siquiera estaba consiente.

—¡TE ODIO!

—No puedo... yo no puedo seguir viendo... —Matt parecía querer vomitar. Sus dedos temblaban al igual que sus piernas y sus ojos giraban desorbitados. Evelyn sostuvo su mano, evitando que se tropezara.

—Matt, sé fuerte porque es lo único que puedes hacer —susurró, entrelazando sus dedos con los de él—. Vamos, ancianito que me tortura, tú puedes.

Es mi imaginación o acaso esto... No, mi cabeza enferma está viendo algo más.

—YO TE VOY A MATAR, YO... —Ethan comenzó a llorar, y dejó de hacer presión en mi agarre. Debí traer tenis para escalar.

Sus lágrimas recorrieron mis dedos. Su cabello cubrió sus ojos furiosos, y por un minuto sentí pena por él. Una pena inmensa.

Lejos... Lejos... Lejos de ahí...

—¡Despierta! —Evelyn azotó las mejillas del albino dejándole dos grandes manchas rojas como los petirrojos—. ¡ETHAN HIJO DE PUTA, DESPIERTA YA!

Despierta y deja de huir.

Acéptalo y no renuncies jamás, ojalá pudiera volver al pasado para decirme aquello.

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Iba a ser un capítulo más largo, pero como sabrán, se me eliminó dos veces el mismo y pues tuve que reescribirlo tres veces desde cero. La vida a veces me odia.

Yurisa Koba, tenía rato queriendo escribir algo sobre ella. Una mujer exitosa que perdió conexión con su familia para ser libre, pero aún carga con el peso de haber huido como cobarde. Esta mujer me fascina. <3

En fin, yo los amo, y ustedes me odian por mi crueldad y a veces me aman, son bien bipolares como yo. HASTA LA PRÓXIMA. <333

~MMIvens.

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