Capítulo 21: Solo te veo a ti a mi lado.

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Ethan.

Hubo un periodo muerto dentro de mí, que salió de entre las letras escritas por el famoso escritor Matt. Supongo que ser herido por la persona que más querías era de esa manera. No entendía que dolía más: el recuerdo de un amigo apuñalando mis costillas o el de alguien especial mintiendo por tanto tiempo.

A veces me detenía a ver el cielo, diciendo que nada superaba mi belleza, pero cuando el silencio se hacía presente yo buscaba a alguien más. Me buscaba a mí mismo sin saberlo.

Mis memorias alteradas me hicieron pasar un mal rato... un muy mal rato doloroso que rogaba porque tuviera fin. La muerte era la única opción en mi lista llena de escenas corregidas y personajes moribundos derramando tinta.

—¡Despierta! —Evelyn azotó mis mejillas dejándome un fuerte ardor—. ¡ETHAN, HIJO DE PUTA, DESPIERTA YA!

Alguien gritando en el océano de mi mente, extendiendo la mano para buscarme debajo de las redes aventadas por los vivos. Decidí tomarla cuando escuché semejante grosería, y por minutos olvidando la sensación sofocante que me atormentaba. El plástico alrededor de mi rostro evitando que respirara como un pescado ahogado en las profundidades del mar.

—¿Evelyn...?

Mis sentidos volvieron a mí, abriendo y cerrando los ojos para ver su silueta con claridad y sus ojos púrpura sobre los míos. En su furia la belleza perduraba con su preocupación.

Conque así era despertar después de un rato....

Me pregunté cuánto tiempo tenía en un estado dormido, pues no podía recordar mucho con mi mente hecha un desastre. Las ideas suicidas eran las únicas que caminaban con lentitud en los pasillos de mi memoria, esperando no ser descubiertas.

—¿Ethan? ¿Eres Ethan, solo solito Ethan? —sus ojos se llenaron de lágrimas y comenzó a reír de la felicidad, escurriendo rímel.

El agarre que me clavaba uñas se suavizó. Miré de reojo a la escritora Koba, mirándome perpleja y en el fondo emocionada por mis segundos de estabilidad y lucidez. El entierro en mi corazón volvió cuando me percaté de la otra presencia que sollozaba con sus manos en la boca.

—Matt, acércate... —susurró Evelyn, tomándolo de la mano.

No, no quiero verlo. No quiero. Que se vaya.

—No —negué con la cabeza cuando Evelyn acercó su mano a la mía—. No quiero verlo.

Él retiró su mano rápidamente, asustado como un conejo blanco. Había adelgazado más que yo, sus huesos eran claros cuando jaló su camiseta hacia abajo para cubrirse.

—Ethan, él solo quie...

—Que se muera —ella me miró estupefacta—. Quiero que se muera.

—¡¿Qué estás...?! —él la calló, deteniendo sus manos.

—No, Eve, está bien... Yo mejor me voy... ya... me voy...

No quise levantar la vista para verle dejar la habitación. La ira me estaba consumiendo, pues los pocos recuerdo en mi mente eran él, él sonriéndome y haciéndome feliz por unos momentos. Estaba solo él, allí, llorando cerca mío. Me sentí abrumado por sus palabras, el peso de que él me hubiera conocido antes de morir fue terrible. Era un egoísta.

—Espera, Matt, no te vayas... —Habló Yurisa, acercándose a él para tomarle las manos y tirar de sus mangas negras.

—N-no, yo t-tengo que irme. —Tartamudeó. Vi sus piernas temblar.

—¡Que se largue de una buena vez por tod...!

Los golpes a los que ya estaba acostumbrado desde hace tiempo volvieron a callarme, haciéndome sentir miserable por mi reacción tan hostil. Evelyn me miraba cargada de furia y decepción. Dolió, y dolió mucho.

—¡¿Qué carajos te pasa, eh?! ¡Dime, idiota! —me gritaba a mí, jalando su cabello—. ¡¿Es que acaso no lo ves?! ¡Está sufriendo, mierda, está sufriendo más de lo que crees! Sí, ¡estás muerto, pero no fue su culpa que eso te pasara! ¡¿O acaso el te mató?!

—Eve, n-no, espera...

—Cállate Matt. —Me tomó de la nuca, jalando mi cabello desordenado—, vamos Ethan, reacciona. Ese tipo con problemas de depresión y un caso grave de mala personalidad te dió la oportunidad de vivir de nuevo y tratar de cambiar lo que no pudiste en vida. Míralo, joder, ¡míralo! ¡¿Ves su rostro?! ¡Está llorando por tu jodida culpa!

¿Mi culpa?

—Eso es su maldito proble...

—QUE TE CALLES YA —azotó su frente contra la mía, dejándome caer sobre el colchón de mi cama y las sábanas frías—. Este albino detrás de mí se encerró mucho tiempo, avergonzado por todos sus errores, deseando morir si así podía obtener el perdón de alguien tan importante para él: tú.

—¡Quiero que se muera!

No... sí... no...

—¡TE DIJE QUE TE CALLARAS!

—¿Por qué haces esto...? —rechisté al no poder ver nada claramente, su rostro parecía una ilusión.

—A veces debemos hacer cosas que no nos gustan por ver feliz a alguien más, ¿no? Tú lo dijiste.

La miré sorprendido, olvidando por un momento los golpes en mi cuerpo que me hice tratando de ver cuanto podía sentir y descomponer el programa. Las heridas en mi piel parecían volver a tratar de sanarse, una última vez en reparación. Escuché un ruido de Matt, también sorprendido por las palabras de Evelyn y su drástico cambio.

¿Cuánto me fui?

—Yo no lo dije... lo dijo... —Alcé la vista, dejando caer el líquido transparente de mis ojos. Grandes gotas de paz después de una larga tormenta llena de recuerdos distorsionados que aún me pedían que los liberara.

Culpar a alguien sin saber la historia completa no era algo que fuera conmigo. Evelyn se apartó, soltando mis dedos y mi nuca. Kobayashi soltó el brazo de él para que pudiera correr.

Decidí tomar la mano debajo del océano, creyendo una vez más sin malentendidos.

—Yo... —su voz se quebró cuando rodeó mi espalda con sus brazos, llorando como un niño en el suelo abrazándome hasta dejarme sin aire—. Yo... Ethan...

Lo apreté con más fuerza, sin poder formular mis palabras, dejando que mi corazón fuera suelto. Las sienes me palpitaban y todo me daba vueltas. Mis ojos se clavaron en Evelyn, quien miraba detrás con una sonrisa llena de Cheetos y Yurisa viéndonos en tranquilidad.

Los recuerdos pasados llegaron a mí, recordándome todas las cenas con los chicos, los fines de semana cuando tomábamos y los tiempos graciosos juntos a los protagonistas antes de llorar por sus desgracias. Todo fluyó como un mar de flores lleno de estrellas y luciérnagas tal y como decía Parahell. Las tardes con los chicos de Como ser un acosador en 90 días jugando a cazar hormigas y quemarlas. Las lágrimas que derramamos en equipo mientras escribíamos No me olvides. Incluso los momentos incómodos cuando escribíamos Mono no Aware. O la ocasión en que lloramos por En medio de la carretera. Y todas esas veces que chocamos las manos felices por unos párrafos más a media noche, aunque el cansancio nos masticara.

Y entre todo eso, las mañanas que pasaba con Matt sufriendo resacas deprimido por la pérdida de seguidores. Abrazándolo y diciéndole que todos estaríamos allí para leer sus locuras siempre.

—Perdóname —sus lágrimas mojaban mi camiseta, haciéndola traslúcida—. ¡Perdóname! —Apretó los puños y los dientes, golpeando más sus rodillas.

—No, yo... —me interrumpió.

—Perdóname, Ethan, por todo esto —sollozó, sacudiendo mi cabello para que nos viéramos mejor—. He tenido tanto miedo del futuro incierto en el que soy nada, y te pido perdón porque no importaba cuanto traté de imaginarme en un tiempo lejano... sólo te veo a ti a mi lado. A los ayudantes, a mi familia, solo a ustedes rodeándome y recordándome lo afortunado que soy de... estar vivo.

Las lágrimas de ambos siguieron brotando, abrazados, intentando buscar el perdón el uno del otro. Quise culparme de lo sucedido y él también, pero nuestras pláticas lo solucionaron todo en ese momento. Porque aunque un libro complicara todo como telarañas, en nuestra realidad sólo debíamos hablar para desenredarlo todo y no queríamos desaprovechar el tiempo.

—Le diré a todos... ¡Les diré a todos!

Ese día, después de hablar y hablar... y hablar más hasta reírnos como tontos empujándonos, llegamos al acuerdo que propuso Evelyn y Koba. Decirle a todos lo que estaba pasando, y afrontarlo de frente. Los cuatro que callamos, hablarlo todo sin tapujos. Fuimos interrumpidos varías veces, como cuando la madre de Matt llamó para decirle que debía tener una relación estable, o el editor Billy reclamando.

—Silver... ¿Tú ya lo?... —Lo miré perplejo, mientras él seguía acomodando los papeles de su escritorio con tranquilidad.

—Soy el único que obtuvo el permiso para sanarlos. ¿No lo sospecharon? Sé que estoy muerto desde el día en que nací dentro de una celda.

Las cosas fueron estresantes en ciertos momentos...

—Así que era eso... por eso cuando crucé siguiendo a Val... No quiero recordar, si mi padre me abandonó, no quiero recodar la razón. Soy Demian, y así quiero estar. —Rechistó, azotando la puerta, haciéndonos bajar la cabeza.

Evelyn seguía llorando como niña pequeña cuando hablábamos con Mía, quien solo rió y abrazó a Matt por decirle la verdad. Koba mantuvo su semblante profesional mientras lo apoyaba moralmente, y yo tomaba de las manos a Eve y las de él. Algunos me gritaron también.

—¡¿Eh?! ¡Menuda mierda! Yo no estoy muerto. ¡SOY ERICK!

—Erick, espera...

—No, no traigas mis memorias de vuelta. ¡Mándalas a tu estúpida boca!

Cada quien tuvo el poder de la elección. Cada quien mantuvo en sus manos el deseo de querer o perder. Ese día todos supieron lo que era decidir con el corazón y no con una orden.

—Sí, está bien. Me servirá de ayuda más memorias, no importa el color que tengan. —Masculló Kei, dándole una calada a su cigarrillo. Su flequillo negro cubría la mitad de su rostro.

Unos pensaron con el corazón.

—Quiero recordar... —Murmuró Dave, ocultando sus emociones revueltas—. ¡Escritor, quiero recordar!

Otros pensaron con la cabeza...

—No hablen. Cállense.

—Percy... —Interrumpió a Matt.

—Estoy bien. Ahora soy Percy, el ayudante literario. No quiero saber de mi antiguo yo. No quiero saber nada de él ni de nadie. Así que por favor, esfuérzate en retener más tiempo mis recuerdos, y si eso es imposible, mátame. —Pidió, concentrado en la edición.

—Percy... —Matt mordió su lengua—. Nunca te mataría. Cuando quieras recordar, sólo debes decírmelo. ¿De acuerdo?

—Esperarás mucho. —Respondió el chiquillo, tratando de ocultarse detrás del computador. Supe que quería llorar.

Las cosas fueron más rápidas conmigo. Koba se fue diciendo que había dejado unos asuntos pendientes y su ayudante se había quedado solo resolviéndolos. Yo me mantuve en la oficina de Matt, hablando con Evelyn y agradeciéndole todo lo que había hecho por ambos.

—Eres una idiota.

—Siempre, cariño.

—Y me golpeaste muy fuerte. ¡Dañaste mi hermoso rostro!

—¿Cuándo no?

—Y los ensayos de la obra van bien.

—Obviamente.

Reí ante sus respuestas tontas, mientras ella reposaba sobre mi escritorio. Matt no dejaba de agradecerle de igual manera, ella le repetía que no había de que y se terminaron abrazando. Ella lloró y se disculpó por haber arruinado las cosas al inicio, pero no dejamos que siguiera pues no había ya nada que nos molestara.

Entonces estaba listo para ver la historia completa, pero Matt me recomendó que fuera lento, un recuerdo por recuerdo. Así que lo pedí, mis primeros recuerdos en el mundo o el primero las valioso. Él no se negó, pero le pidió ayuda a Evelyn para recostarme y hacerme dormir un tiempo. No recuerdo qué pasó después de eso, sólo dormí y dormí, un lindo sueño en el que yo era una luciérnaga... y luego una estrella pequeña y azul navegando en un río blanquecino.

—¡Hazel, no corras tan rápido! —La voz de una mujer adulta resonó, haciéndome llorar al percatarme.

—¡Mírate, cuanto has crecido!

—Hazel, eres mi niño más hermoso. ¡Algún día serás igual de grande que tu padre!

—¡No quiero estudiar eso! ¡¿Cuantas veces voy a repetirlo?! —Otra voz entró. Era mi voz en el cuerpo de alguien más, irreconocible.

Era un niño de cabello color azabache y ojos azules dormilones. Era alto y de espalda ancha, me apretaban las sudaderas. Estaba a un lado de la carretera, recostado en el césped mirando las luciérnagas en el cielo, tomado de las manos con un hombre imponente y una mujer que lo seguía.

—Hazel, ¿te gustaría ser una estrella? —Preguntó la mujer, señalando el cielo nocturno. Desde allí se podían ver varias constelaciones, como el can menor u orión.

Negué con la cabeza, señalando el césped que para mí estaba igual de elevado que el cielo—. Quiero ser una luciérnaga.

El hombre rió por mis palabras, pero no dijo nada en ese momento. Miró las luces de la ciudadela en silencio.

—Jaja, eso es un poco extraño —comentó la mujer, mirándome con ternura. Sus ojos eran color ámbar y su cabello oscuro—. ¿Por qué quieres ser una luciérnaga?

—¡Porque cuando sea escritor escribiré sobre un lugar donde las estrellas no están en los cielos! Porque las luciérnagas pueden brillar como ellas, no es la misma intensidad, pero lo hacen, ¿así que por qué ellas no están allí? ¡Oh, y en la historia, las estrellas nadarán en los ríos como viajeras ambulantes del universo! —Elevé mis manos con movimientos raros, señalando el firmamento—. Un mundo en el que nadie exista, en el que nadie crea en el dinero... en el que todos... ¡Tengan un lugar! No como mi abuelo, que siempre...

—Ni si quiera puedes leer buenos libros, ¿cómo quieres ser escritor? —Volvió a reír el hombre, y siguió hablando—, aunque puedes hacerle de editor y dejar que alguien más haga el trabajo. He trabajado toda mi vida para ti, así que haz algo con el negocio que algún día te dejaré.

—Pero yo quie...

—Eres hermoso, Hazel. Algún día serás como tu padre, y brillarás tanto como la estrella sirio. Allí —susurró, señalando la estrella perteneciente al can mayor.

No aparté la vista de la luciérnaga, que brillaba y dejaba de brillar de a ratos, posada en el césped, buscando tranquilidad en la oscuridad. Mis ojos no dejaban de brillar por ella.

Ahí estaba yo, sosteniendo las manos de un hombre y una mujer desconocidos, mientras ellos eran hipnotizados por la grandeza de las estrellas y la ciudad, y en mis ojos se reflejaba la belleza del césped y la luciérnaga sobre él.

Desperté horas después, en medio de mi cama en mi habitación, con Evelyn y Matt esperándome con anhelo. La habitación era iluminada por la luz de la luna en las ventanas, incluyendo el desastre en mi cabello. Me di asco unos segundos al pensar en los tres días que llevaba sin tomar una ducha.

—Así que llamé loco el lugar que escribiste con mis ideas... —sonreí, mirando a Matt. Él me miró perplejo, sabiendo que hablaba de una de sus historias.

—¿Viste a las luciérnagas?

—Hasta me comí una de ellas. —Evelyn rió al escucharme.

—¡El ancianito está haciendo bromas! —siguió carcajeando, con su teléfono en la mano—. ¿Ahora ya estás listo para censura? ¡Ja, censura! Nunca estuve tan feliz de recibir una censura, jajajaja.

—Eres una amazacotada.

—¡Hijo de...! De nuevo otra palabra que no entiendo.

Revisé mi calendario alarmado cuando ella terminó con su discurso lleno de ofensas. Habían pasado tres semanas y todo había sido atrasado por mi culpa. Por un momento quise maldecir igual que lo hacían los demás, pero no me atreví pues creí que no era mi estilo.

—¿Qué ha pasado con la editorial? —Interrogué, poniéndole de pie, trastabillando. Mi habitación era un desastre total, pero no más que yo. Matt me sostuvo del brazo.

—Están por quitarnos el primer puesto. La editorial Nube y Agujero Negro están escalando por nuevos escritores. Todo es una completa... —me miró, asustado—, ¿popo?

—¿Qué hay de la obra? —inquirí, viendo a Evelyn.

—Es una completa basura. Te necesitamos. —Respondió, pasándome una toalla para ducharme. Ella también estaba hecha un desastre con los dientes anaranjados con olor a Cheetos.

—¿Val no se ha dado cuenta?

—Lo dudo —ella hizo una pausa larga, qué tal vez me hubiera enojado de no ser por lo que dijo después—. De hecho, mis encuentros con él han sido muy normales. He tratado de imaginarme un guion, y Mía me había dejado una maquinitas extraña que según ella iba a ayudarme para guardar escenas. Ni censura idea de lo que era esa cosa.

Un recolector de recuerdos.

Oh, ya veo —nos miramos los tres, haciendo los ojos chiquitos por la oscuridad—, ahora me tienen aquí, cojas.

Comenzamos a reír como tontos, quedando tristes en la habitación, hasta tirarnos al suelo y seguir riendo. Era raro, era como tener amigos. Era como ese trío de amigos que se desarrollaban en las muchas historias de Matt.

—Los voy a demandar después de esto. —Interrumpió Eve, empujando nuestras caras al otro lado de la basura en el piso.

—Le entro a la demanda. Ya he tenido muchas, una más no me hace daño. —Susurró Matt, recordando todas las leyes que habíamos violado para hacer referencias o arruinar las vidas de los protagonistas. Cómo dejar casilleros abiertos, matar a alguien, dejar en coma a otro, escribir sobre las drogas, y no detener mi asesinato.

—Ah... —suspiré—, quiero renunciar.

—¡¿Aún?!

—¿Tú aún te quieres matar? —Matt se quedó callado por mi pregunta irónica, riendo.

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Una disculpa por haber reescrito esta historia de un día para otro. Espero esta versión sea más agradable.

También espero que hayan disfrutado este capítulo los pocos de ustedes que me acompañaron hasta este punto. (*'∀`*)

¡Nos leemos pronto!

LOS AMOOOOOOOOOOO.

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