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Luego de comer, no nos dejaron descansar y el entrenamiento comenzó nuevamente. Había que escalar y deslizarse por unas cuerdas. Veía a todos los alfas hacerlo con dificultad, menos a Yoongi. Él sobresalía en todo. ¿Por qué es tan arrogante ese alfa?

—¡Park Jimin, sigues tú!

Caminé hacia la estúpida cuerda. Éramos ella y yo. La tomé con fuerza y empecé a escalar. No sé si por ser tan ligero se me hizo fácil, y bajar fue aún más fácil. Por lo menos, había hecho una cosa bien.

—¡Park Jimin! Usaste los pies y debía ser solo con tus manos —dijo Yoongi, llegando a mi lado.

—Cállate, chismoso metiche.

—¿Cómo me llamaste?

—Chismoso metiche que anda pendiente de cosas que no le incumben. ¿Quieres más definiciones?

Hice mi mano puño, listo para golpear a Jimin.

—¡Soldados! —gritó el instructor—. Deténganse. Por mostrar estas conductas, ambos darán mil vueltas alrededor del campamento.

El sudor frío recorrió mi espalda. Mil vueltas eran una tortura. Yoongi me miró con una mezcla de furia y desafío. Sabía que no podía mostrar debilidad.

—Vamos, Park Jimin, ¿dónde quedó ese alfa que decía que me probaría lo que es ser un alfa? —dijo Yoongi con una sonrisa sarcástica.

Empezamos a correr. Cada paso era un tormento, y sentía que mis piernas no aguantarían. Yoongi corría a mi lado, su respiración controlada y su mirada fija al frente. No mostraba ni una pizca de cansancio. En cambio, yo sentía que cada vuelta era una eternidad.

—¿Cansado ya, Jimin? —preguntó Yoongi, sin perder el ritmo.

—No te preocupes por mí —respondí, tratando de mantener la voz firme.

Las vueltas se hicieron interminables. El sol golpeaba con fuerza y el sudor me empapaba la ropa. Mis músculos ardían y mi respiración era un jadeo constante. Pero no podía rendirme, no frente a Yoongi.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, terminamos las mil vueltas. Caí al suelo, exhausto, mientras Yoongi se mantenía de pie, apenas sin aliento.

—Yoongi, mira, somos compañeros de campaña. Estaremos en el mismo pelotón. Podemos mantenernos en paz.

—No me interesa la paz contigo.

—¿Yo qué te hice?

—Da igual, no me agradas y punto.

—Bueno, entonces mantente alejado de mí y yo haré lo mismo.

—Me parece perfecto.

Dejé a Yoongi allí y empecé a caminar. Después de un largo tiempo, llamaron a todos para cenar.

—Los que quieran tomar un baño, hay un río cerca, pero traten de dormir a tiempo porque mañana, antes de que salga el sol, deberán estar formados y listos para el entrenamiento.

Me moría por darme un baño, pero tenía que esperar a que todos durmieran. Fui a la tienda que comparto con Yoongi y, como estaba tan cansado, apenas me recosté y quedé dormido.

El sonido de las conversaciones y el bullicio del campamento se desvaneció lentamente mientras me sumía en el sueño. Sin embargo, la incomodidad de la situación con Yoongi seguía rondando en mi mente. ¿Por qué me odiaba tanto? No tiene sentido, pero debo mantenerme fuerte y que nada me haga fallar en mi propósito y en la razón por la que estoy aquí.

El cansancio finalmente me venció y caí en un sueño profundo. Soñé con el río cercano, el agua fresca corriendo sobre mi piel, limpiando el sudor y la suciedad del día. Pero también soñé con los ojos gatunos de Yoongi, observándome con esa mezcla de desdén y curiosidad.

Desperté antes del amanecer, el campamento aún en silencio. Me levanté con cuidado, tratando de no hacer ruido. Necesitaba ese baño antes de que comenzara el día. Salí de la tienda y me dirigí al río, esperando encontrar un momento de paz antes de enfrentar este día que espero que sea mejor que el de ayer.

Llegué al río y el agua estaba fría, pero revitalizante. Me sumergí, dejando que el agua lavara mi cuerpo, deseando quitarme toda la suciedad y tensión acumulada del día. Cerré los ojos y dejé que el agua corriera sobre mi piel, sintiendo cómo el cansancio se desvanecía poco a poco. De repente, fui sorprendido cuando escuché una voz.

—Ya veo que eres como yo.

Me giré rápidamente y vi a Taehyung, su figura alta y esbelta destacándose contra el amanecer.

—Taehyung...

—Sí, vine a bañarme para empezar el día con energía.

Cuando vi que Tae se desnudaba frente a mí, me di vuelta rápidamente, sintiendo el calor subir a mis mejillas.

—Por favor, cúbrete.

—¿Qué pasa? Ambos somos alfas, no seas tonto, amigo.

—¿Realmente soy tu amigo?

—Sí, por supuesto.

—Quédate de espaldas. Saldré a buscar mi ropa, no voltees.

—Está bien, Jimin.

Salí del agua, sintiendo el frío aire de la mañana en mi piel mojada. Tomé mi ropa y me vestí rápidamente, mis manos temblando ligeramente.

—Ya te puedes dar la vuelta.

Taehyung se giró y me miró con curiosidad, sus ojos miel reflejando la luz del amanecer.

—¿Qué pasa?

Suspiré profundamente, sintiendo el peso de mi secreto.

—Yo soy un omega.

—¿Un qué? ¿Estás loco?

—Sí, lo sé. Por favor, no digas nada. Créeme, si vine es porque mi padre, quien no puede caminar, pensaba venir. Solo me tiene a mí y a mi hermano, y yo no lo podía permitir.

Taehyung me miró con seriedad, su expresión cambiando a una mezcla de preocupación y comprensión.

—Pero eres un omega. Deberías irte.

—No me iré. Te pido, por favor, que no le digas a nadie. Ayúdame a no ser descubierto.

Taehyung suspiró y asintió, su mirada suave pero decidida.

—Tengo una hermana omega y no me gustaría verla pasar por algo así. Está bien, Jimin, yo te ayudaré y mantendré tu secreto a salvo.

Sentí una ola de alivio y gratitud inundarme. No estaba solo en esto.

—Gracias, Taehyung.

—Para eso están los amigos.

—Debemos irnos, y yo aún más rápido para vengarme.

—¿Cómo haces para tener olor de alfa?

—Me echo tierra.

—Toma mi camisa, restriégala por tu cuerpo. Así no tendrás que ensuciarte. Ahora sí, vamos antes de que suenen las trompetas.

Ambos nos fuimos rápidamente. Llegué a mi tienda y vi que Yoongi estaba dormido. Me vendé rápidamente y, justo cuando me ponía la camisa, él despertó.

—¿Qué es ese olor?

—¿Qué olor?

—Huele a canela.

—Soy yo.

—¿Tú?

—Sí, yo.

—Ayer tenías otro olor.

—Sí, tengo dos olores. De acuerdo a mi ánimo, cambia.

Yoongi me miró con curiosidad, sus ojos entrecerrados.

—¿Eres acaso un alfa de linaje puro?

—Li... linaje... ¿linaje puro?

—Sí, solo los de linaje puro pueden poseer dos olores.

Sentí un nudo en el estómago. ¿Linaje puro? No tenía idea de lo que eso significaba, pero debía mantener mi fachada.

—Este... sí, supongo que soy de esos alfas.

Las trompetas empezaron a sonar y sentí un alivio inmenso.

—Es hora de irnos —dije, tratando de desviar la conversación.

Salimos de la tienda y nos unimos a los demás soldados. El campamento estaba lleno de actividad, con todos preparándose para el entrenamiento. Mientras caminábamos, sentí la mirada de Yoongi sobre mí, como si intentara descifrar mi secreto.

Me quedé mirando atentamente a Jimin. ¿Quién era realmente? ¿Un Park de linaje puro? No, ¿cómo era eso posible? Solo los Min podían tener un linaje puro. ¿Mi padre lo enviaría? ¿Por esa razón lo pusieron conmigo? ¿Qué sentido tenía? Por eso es que puede tener un carácter tan obstinado, pensaba.

—Jimin, ¿te quieres formar conmigo? —preguntó Taehyung.

—Sí, Tae.

—No, él se formará conmigo. Es mi compañero de tienda —interrumpió Yoongi.

—Pero eso no importa —replicó Taehyung.

—A mí sí, así que largo.

Miré a Yoongi con esa mirada filosa y aura que gritaba peligro y dije:

—Tae, mejor entrenaré con Yoongi. No busquemos conflictos.

—Está bien, Jimin —respondió Taehyung, con un suspiro de resignación.

—¿Por qué tratas así a mi amigo? —pregunté, sintiendo la tensión en el aire.

No pasó desapercibido que ese alfa olía a canela. ¿Qué estaba pasando aquí?

—Guarda silencio, Jimin —ordenó Yoongi, su voz firme y autoritaria.

—¡Atención! —gritó el instructor—. Todos empezaremos con el respectivo calentamiento y luego subiremos a la cima de la montaña. Así que empiecen con el calentamiento con sus compañeros y, cuando suene la campana, tomarán cada uno una cubeta con agua y deberán subir con ella a la cima.

El campamento se llenó de actividad mientras los soldados comenzaban a calentar. Yoongi y yo nos miramos, la tensión palpable entre nosotros. Empezamos a hacer los ejercicios, cada movimiento cargado de una competencia silenciosa. Sentía sus ojos sobre mí, evaluándome, desafiándome.

Cuando sonó la campana, todos corrieron a tomar sus cubetas. El peso del agua era considerable, y la subida a la montaña prometía ser agotadora. Yoongi tomó su cubeta con facilidad, mientras yo luchaba por mantener el equilibrio.

—Vamos, Jimin, te estás quedando atrás.

—No te preocupes por mí —respondí, tratando de mantener la voz firme.

La subida fue dura. Cada paso era un esfuerzo titánico, y el peso de la cubeta parecía aumentar con cada metro. Yoongi subía con una facilidad que me desesperaba, mientras yo luchaba por no quedarme atrás. Sentía la mirada de los otros soldados, algunos con curiosidad, otros con desdén.

Finalmente, llegamos a la cima y era de noche. Mis brazos temblaban y mi respiración era un jadeo constante. Yoongi me miró, su expresión indescifrable.

—Tal vez no seas tan débil después de todo.

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