Capítulo 21. Christian

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El movimiento me toma desprevenido cuando el puño de Steele golpea mi mandíbula tan fuerte que me obliga a girar la mitad de cuerpo.

—¡Carajo! —se soba la mano—. ¿Te aprovechaste de mi hija?

Si, pero no de la forma en que él piensa. O eso creo.

Toco el área sensible de mi boca antes de responder.

—Le aseguro que todo lo que pasó entre nosotros fue con su consentimiento expreso. —podría haber omitido el acuerdo de confidencialidad, pero no esto—. Ana estaba tan dispuesta como yo.

Steele frunce las cejas y levanta el puño, pero no estoy dispuesto a recibir un castigo que debería ser para mi hermano, yo he sido el maldito héroe que salvó su negocio de la quiebra.

—Fue mi hermano quien la chantajeó para acceder a sus caprichos, Ana y yo tenemos una relación real.

Eso parece calmar la molestia de Raymond, que mantiene sus ojos en mi por largos segundos antes de suspirar y apartarse. Su mirada vuelve a la puerta de la habitación de su hija.

—Ni siquiera sé qué decir. Supongo que estabas de acuerdo con ellos juntos.

—No. Ni de cerca. Le pedí a ella que lo dejara muchas veces. —pero lo hecho, hecho está—. Lo confesó todo después de saber lo de su embarazo.

Ambos estamos mirando por el cristal hacia la habitación, por eso notamos cuando la mano de Ana se levanta ligeramente de la cama, toda la conversación queda olvidada porque nos apresuramos a entrar.

—¡Annie! ¡Cariño! —Steele se inclina sobre ella pero no la toca—. ¿Cómo te sientes? ¿Estás bien?

Preocupados ojos azules nos miran, todos estos días en la inconciencia le dejaron la piel más pálida y ojerosa.

—¿Pa...pá?

Vuelvo a mi lugar a su lado y tomo su mano para atraer su atención del hombre, una pequeña sonrisa tira de sus labios antes de decir mi nombre.

—Christian, pensé que no volvería a verte.

—Yo también. —mi ceño se frunce con molestia al recordar todo lo que ha pasado—. Nena, ¿En qué carajos estabas pensando subiendo al auto con Elliot? Te dije que te alejaras de ese...

—Bueno, basta. —Raymond interrumpe—. Creo que podemos dejar los reclamos para después, ahora Annie tiene que descansar y recuperarse en casa.

Su padre comienza a parecerme molesto.

—Por supuesto. Me haré cargo de ella y me aseguraré de que tenga una recuperación adecuada.

La mirada de ambos Steele se fija en mi y recibo ceños fruncidos.

—Dije casa, Annie vendrá conmigo a Portland.

Tal vez debería dejar que Raymond Steele vaya a prisión por algunos meses.

—Es mi mujer, irá conmigo a dónde yo diga y voy a cuidar bien de ella, se acabaron las imprudencias.

La expresión de Anastasia cambia por una de sorpresa antes de que su mano se deslice lentamente hacia su vientre.

—¿Y el bebé?

Carajo.

Dejo de discutir con su padre y me estiro para tomar sus manos en las mías, esperando transmitir la fuerza necesaria.

—Te lastimaste mucho, y el bebé era muy pequeño, Ana. Gracias al cielo no te perdimos también a ti.

Sus ojos se llenan de lágrimas que no derrama, y tienen qué aclararse la garganta un par de veces antes de preguntar.

—¿Y Elliot?

—Muerto.

Cierra los ojos con fuerza, las lágrimas escurren por sus mejillas y puedo sentir sus manos temblando entre las mías. Luego los sollozos se vuelven más ruidosos.

Cuando se gira y se hace un ovillo entre las sábanas, Raymond Steele se rompe y llora junto a ella.

—Mi niña, mi nena. —le acaricia el cabello con suavidad—. Todo estará bien, lo prometo.

Y como no voy a ningún maldito lado, me siento en la silla y espero hasta que Anastasia se queda dormida en los brazos de su padre. Raymond se endereza con ojos rojos y me mira.

—Cuidaré de ella, lo prometo. —la culpa me carcome por permitir que Elliot la hiriera en primer lugar—. Hablaremos sobre su negocio cuando su hija esté mejor.

Sé que Alexander podría hacerse cargo de todo, pero me gustaría hacerlo personalmente. Lo único que tendría qué hablar con mi abogado y contador será la forma de sacar a Steele del problema que lanzó Elliot sobre él.

No sé qué hora es cuando un pequeño golpe en la puerta me despierta. Me endereso para mirar a Taylor, iluminado solo por la luz que entra de la puerta abierta.

—Señor Grey, ¿Tiene un momento?

¿Ahora qué? Me levanto de la silla y miro a Ana todavía dormida con su padre recostado en otra silla con los ojos cerrados. Un vistazo rápido al Rolex me indica que son cerca de las 5 de la mañana.

—¿Qué sucede? —cierro la puerta detrás de mi.

—Welch quiere informarle sobre un problema en Diseños Steele.

—¿La oficina de Ana?

Taylor niega con un pequeño movimiento de cabeza.

—La empresa matriz en Portland. —dice, y si Welch lo sabe es porque lo escuchó de sus contactos—. En este momento está siendo consumida por el fuego. Completamente.

Bueno, mierda. Un extraño momento para un siniestro. Mi mirada vuelve a Taylor y sé que está pensando lo mismo que yo: los amigos corruptos de Elliot se están deshaciendo de todo lo que pueda vincularlos.

¿Qué sigue? ¿Deshacerse de Ana y Raymond? ¿De Construcciones Grey? Un escalofrío me recorre la espalda solo de pensar que Elliot estuvo muy cerca de destruir todo él mismo.

Vuelvo mi atención al hombre frente a mi.

—La empresa de Elliot es mía, por consecuencia, también Diseños Steele. Dile a Welch que investigue el incidente. Haré que Alexander cobre el seguro y pague a los empleados. —mi intención de aplazar los negocios hasta que Ana se recupere queda relegada—. Arreglaré todo lo que mi estúpido hermano destruyó.

Es tiempo que recupere todo lo que debería ser mío desde el inicio y que él me quitó.

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