Capítulo 7. Christian.

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No sé qué hora es, pero debe ser tarde si Taylor siente la necesidad de venir a golpear la puerta del apartamento.

Termino de ponerme el saco gris y miro la puerta del baño donde Ana se refugió hace 20 minutos. No hay ducha corriendo, ni llanto, así que supongo que solo está lidiando con la culpa o el arrepentimiento.

—¿Ana? ¿Vas a salir de ahí?

Quiero que ella deje de esconderse, pero la escuché cerrar con seguro, no va a salir de ahí pronto. Su respuesta es clara sobre el incomodo silencio.

—No.

Carajo, lo sabía.

Taylor golpea la puerta de nuevo, tan fuerte que lo escucho hasta la habitación.

—¿Señor Grey?

Mierda, esperaba hablar con Ana un poco más, tal vez terminar esta visita con una cena para que hablemos de nuestra situación, pero ella simplemente no lo permite. Tengo qué tomar una decisión antes de que Jason me llame de nuevo.

Carraspeo fuerte para que sepa que sigo aquí.

—Ana, tengo qué irme, —evito decir que ya tengo su número de teléfono—. ¿Podemos hablar más tarde?

—No creo que debamos volver a vernos. —dice, volviendo a su postura obstinada.

¿Sintiendo culpa por engañar a Elliot?

—¿Por qué? ¿Temes que vuelva a mojar tus bragas?

Se queda callada. No esperaba que respondiera, pero si que saliera de ahí para gritarme o al menos lucir ofendida. Ella de verdad se atrincheró ahí dentro.

—Nena, de verdad me tengo que ir. Volveré.

De nuevo no hay respuesta. Salgo del apartamento después de trabar la puerta con seguro, Taylor camina detrás de mi con pasos rápidos.

—El señor Ross quiere hablar usted.

Mierda, Ross.

Saco el móvil del bolsillo y lo reviso: 8 llamadas perdidas de Alexander. Toco el botón para conectar la llamada con mi vice presidente operativo.

—Ross.

—Christian, ¿Qué carajos pasó contigo? —el tono de su voz me sorprende porque rara vez se enoja, o dirige su molestia hacia mi.

—Estaré de vuelta en unos minutos, tuve qué ocuparme de algo.

—¿Ah, si? —se queja—. ¿Algo más importante que la maldita junta con los inversionistas de Taiwán?

Jodida mierda.

Miro el rolex en mi muñeca y es definitivamente muy tarde. Y olvidé la puta junta, jodí mis propios negocios y eso nunca me pasa.

—Haré que Andrea los llame, los llamaré yo mismo si hace falta y me disculparé por mi error.

Alex suelta un bufido ruidoso.

—Veré que puedo hacer, solo ven aquí para que podamos resolverlo.

Mierda, esto es frustrante. Sé que debí pedirle a Andrea que me recordara ese asunto, pero después de lo que pasó esta mañana, ¿Habría prestado atención al maldito teléfono? Probablemente no.

Taylor me lleva a Grey House y me tomo todo el camino para analizar la forma en que Anastasia desvía mis pensamientos, atrae mi atención y la ira me ciega. Y eso no es bueno.

Debo dar un paso atrás, concentrarme en cerrar este trato con los empresarios de los embarcaderos y asegurar la inversión millonaria para mí empresa. Si. Después trataré con el asunto del maldito Elliot, después de todo el matrimonio no es lo de él. El maldito imbécil terminará arruinando las cosas por su propia mano.

Taylor estaciona en la acera frente a mi edificio y bajo, listo para lidiar con Ross, con los inversionistas y con mis errores. Alexander ya está esperándome en mi oficina cuando entro.

—No lo digas. —pido, no necesito escuchar otra vez el puto discurso.

—Solo diré que me extraña de ti, eres el más astuto de los dos.

Intenta bromear, pero aún hay enojo en su voz.

—Para eso te tengo aquí, Alex. Para que te hagas cargo cuando no puedo.

Mi mejor amigo presiona los labios juntos y mete las manos en los bolsillos.

—No me dijiste que saldrías como un maldito loco a quien sabe dónde. —sus hombros caen con un movimiento—. A menos que se trate de ese negocio del que me hablaste.

El maldito es muy listo y tiene buena memoria.

—Lo es. Solo me distraje un poco, no pensé que tomaría tanto tiempo. —o que me sentiría incapaz de alejarme de su tentador cuerpo.

—Bien. Entonces, volviendo al asunto de Taiwán, ¿Los llamas tú o lo hago yo?

—Lidiaré con las consecuencias, déjame a mi hacer la llamada.

Pero por supuesto, Alex quiere asegurarse de estar informado de las negociaciones en caso de que haga otra desaparición rápida. Nos movemos a la sala de juntas para que pueda estar presente y hacemos la llamada.

Un par de horas más tarde, y un bono de compensación para motivar la negociación, logramos rescatar el trato con los embarcaderos de Taiwán. Ross palmea mi espalda antes de salir.

—Eso estuvo cerca. —incluso su rostro muestra su alivio—. ¿Ya me vas a decir qué pasó?

—Nada que quiera compartir todavía. —me apresuro a salir de la sala de juntas—. Te haré saber de todas mis salidas para que puedas estar tranquilo.

—Y preparado para salvar tu culo. —extiende el brazo para detener mi camino—. Pero, hablando en serio, esto es tan raro en ti. Lo que sea que te tenga así, arreglalo.

Ross se va y me quedo ahí, mirando la sala desde juntas vacía y la pantalla con la reunión finalizada que casi arruino, y todo por culpa de mi obsesión con Ana. Tengo qué admitirlo, estar cerca de ella hace que pierda la puta cabeza y empiezo a preguntarme si todo esto vale la pena.

A final de cuentas, Ana sigue comprometida con Elliot y, por lo que dijo, no tiene intención de cambiarlo. Para ser un hombre al que no le gusta compartir, debería ser el primero en terminar las cosas con ella.

Tomo el teléfono del bolsillo y busco su contacto, debatiendo si debería poner primero a mi empresa o mis deseos personales al menos por un tiempo más. La tuve de nuevo, sacié mi hambre de ella, tal vez ahora pueda sacarla de mi sistema.

Bloqueo el teléfono y lo guardo en mi bolsillo.

—Supongo que el tiempo lo dirá.

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